Estudio bíblico de Lucas 16:19-17:37

Lucas 16:19-17:37

La parábola del rico y Lázaro

Llegamos ahora a otra gran parábola de las que sólo el evangelista Lucas registró. (Yo no creo que sea una historia ficticia. Creo que Jesús tomó el evento de la vida real, tal como hizo con las otras parábolas. Jesús utilizó ilustraciones que les resultaban familiares a sus oyentes, quienes de esa manera sabían de qué estaba hablando. Observemos que el Señor mencionó el nombre de uno de los individuos implicados en la parábola; Él no habría citado el nombre de alguien que no existiese.) Leamos el versículo 19:

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino y hacía cada día banquete con esplendidez.”

Esta fue la historia de un hombre rico que vivió y murió sin haber tenido una relación con Dios. En esta parábola el Señor pasó de este mundo al siguiente sin hacer ninguna interrupción en el relato. (Aunque nosotros no podemos atravesar la cortina que separa esta vida de la próxima, el Señor habló de la vida eterna con la misma naturalidad con la que habló de esta vida.)

(Cuando el ser humano queda librado a su propia imaginación busca expresar sus numerosas invenciones y de sus sueños más fantasiosos hace especulaciones ilimitadas. Por ello, al usar su imaginación se mete en problemas. De esta parábola aprendemos lo que la palabra de Dios dice.) Sólo hubo 4 hombres que hablaron con autoridad sobre el otro lado de la muerte: el Señor Jesús, Lázaro, Juan, a quién se le comunicaron las visiones del Apocalipsis y Pablo, quien (en el lenguaje Bíblico) fue arrebatado al tercer cielo.

Continuemos leyendo los versículos 20 y 21:

“Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.”

Aquí tenemos a 2 hombres situados en los extremos opuestos de la escala social, y opuestos, supongo, en todos los sentidos. Uno de ellos representaba el escalón más alto de la sociedad, por sus riquezas y el otro, representaba al extremo más bajo, a causa de su pobreza. No había 2 personas que pudieran estar más lejos la una de la otra en tantos aspectos. El pobre dependía de todo lo que caía de la mesa del rico. Nunca fue invitado a sentarse a la mesa y tenía que mantenerse en su lugar inferior. Hasta los perros lamían sus heridas. De esta manera y en pocas palabras, el Señor describió las profundidades de la terrible degradación y desesperanza en las cuales aquel ser había caído. (Si hubiéramos vivido en aquella ciudad y le hubiésemos visto en esa situación, vestido de harapos, habríamos tenido la impresión que aquel hombre no poseía ningún tipo de discernimiento espiritual o de riquezas espirituales. Y le habríamos descartado como un caso perdido, sin ninguna esperanza de recuperación.) Por otra parte, seguramente el hombre rico tenía muchas propiedades, instituciones que llevaban su nombre, muchos amigos y un gran prestigio social en su comunidad. Sin embargo, toda la gente de la ciudad podría ver el lado exterior de la vida del rico y del pobre mendigo lamido por los perros. Era la imagen de la miseria extrema y de la riqueza más opulenta. (Realmente, aquellos seres no podían estar más alejados entre sí por las circunstancias de la vida.) Continuemos leyendo el versículo 22:

“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles junto a Abraham, al paraíso; y murió también el rico, y fue sepultado.”

Y así fue como el Señor nos condujo, en su relato, a través del umbral de la muerte, como si no hubiese sido algo extraordinario. Cuando el mendigo murió, no tuvo lugar ningún funeral. Seguramente tomaron su cuerpo y lo arrojaron al Valle de Gehenna, lugar que bordeaba la ciudad de Jerusalén, donde se arrojaban los cadáveres de los pobres y los desperdicios, que eran presa permanente del fuego. Pero en el instante en que el pobre cruzó el portal de la muerte, fue conducido por los ángeles al paraíso, junto al patriarca Abraham.

El rico también murió y fue sepultado. Tuvo un gran funeral, en el cual debió ser elevado al máximo lugar de honor del cielo, al recibir las mayores palabras de elogio de toda su vida. Pero aquellos que pronunciaron los discursos fúnebres estaban totalmente equivocados. Porque aquel hombre fue, en dirección contraria, a parar al lugar opuesto. Leamos el versículo 23:

“En el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.”

Observemos 2 detalles: los perdidos van a un lugar de tormento consciente. Y también, vemos que las personas se conocen unas a otras después de la muerte. No pierden su identidad.

La palabra “infierno” proviene del griego “hades”, que significa “el mundo invisible”. La versión griega del Antiguo Testamento la traduce como la morada de los muertos. De hecho, el infierno, tal como lo imaginamos, es un lugar aún no abierto a los seres humanos y del cual no leemos nada en la Biblia hasta que llegamos al libro de Apocalipsis 20:10, donde se nos dice que el anticristo y el falso profeta serían los primeros ocupantes. En el caso de la parábola, cuando murieron, Lázaro y el hombre rico fueron al mundo invisible, al lugar donde moran los que han muerto.

La muerte consiste en una separación: nunca significa una extinción. Adán, el día que en el jardín del Edén comió del fruto prohibido, murió. Físicamente, no murió hasta transcurridos 900 años. Pero el día que comió de aquel fruto, fue separado de la presencia de Dios. Jesús habló de este Tema cuando, en el Evangelio de Juan 11:25 y 26, dijo lo siguiente: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. El ser humano está separado de Dios por el pecado. Las personas están espiritualmente muertas, aunque vivan físicamente. San Pablo les dijo a los Efesios en 2:1, Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestras maldades y pecados.

A veces en las ciudades, habremos visto a personas en ciertos lugares de reunión, controlados por el alcohol o las drogas, cometiendo todo tipo de excesos que están destruyéndoles físicamente. Hacen lo que hacen porque están muertos y quieren vivir.

Hay una segunda muerte, que es la muerte espiritual y que significa la separación eterna de Dios. En la muerte física, el cuerpo queda inerte y sin vida; es llevado a la tumba y sus elementos vuelven al polvo. Como dijo Dios mismo en el Génesis 3:19, pues polvo eres y al polvo volverás. Por lo tanto, la muerte significa separación.

Nos ayudará en la comprensión de esta parábola el ver al Sheol (término del Antiguo Testamento) o al Hades (traducido infierno en el Nuevo Testamento) dividido en 2 compartimentos: el paraíso (que en esta parábola es llamado el seno de Abraham) y el lugar del tormento. El paraíso fue vaciado de sus ocupantes cuando Cristo, en su ascensión al cielo, llevó consigo a los creyentes del Antiguo Testamento (Efesios 4:8-10). El lugar del tormento entregará a los perdidos para el juicio, llamado el juicio del Gran Trono Blanco en Apocalipsis 20:15. Todos los que estén presentes en ese juicio están perdidos y, continuando con el lenguaje del Apocalipsis, serán arrojados al lago de fuego, que es la segunda muerte.

Volviendo a la parábola, cuando el rico murió, su espíritu fue al lugar del tormento, el lugar de los perdidos. Y el mendigo fue al lugar llamado paraíso.

Observemos que el Señor no estaba diciendo que el rico fue al lugar del tormento por ser rico, ni el pobre al paraíso por ser pobre. El pasar por el umbral de la muerte, verdaderamente cambió su estado o condición, pero ello se debió a lo que había en el corazón de aquellos 2 hombres. Y esto es lo que el Señor había estado diciendo por todo este pasaje Bíblico: que el ser humano no puede emitir juicios basados en la apariencia exterior.

Hay algunos otros detalles revelados en esta historia, que no sabríamos si el Señor no nos los hubiera revelado. Leamos el versículo 24:

“Entonces, gritando, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.”

A la hora de la verdad, el rico se convirtió en un mendigo suplicante, mientras que el mendigo se convirtió en un rico, disfrutando de las riquezas eternas. Continúa diciendo el versículo 25:

“Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.”

A partir de la resurrección de Jesucristo, los cuerpos de los creyentes que mueren, van a la tumba y vuelven al polvo. Pero sus espíritus van a estar con Cristo. Dijo San Pablo en 2 Corintios 5:8, Pero estamos confiados, y más aun queremos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor. Los perdidos en la actualidad aun van al lugar de tormento, en el Hades. La carta de San Pablo a los Efesios 4:8-10, hablando de Jesús dice: Por eso, la Escritura dice: “Subió al cielo llevando consigo a los cautivos, y dio dones a los hombres.” ¿Y qué quiere decir eso de que “subió”? Pues quiere decir que primero bajó a lo más profundo de la tierra. El que bajó es el mismo que también subió a lo más alto del cielo para llenarlo todo con su presencia. En otras palabras, cuando el Señor descendió al Hades después de Su muerte en la cruz, entró en el lugar del paraíso, lo vació y llevó a todos a la presencia de Dios. Nadie ocupa hoy la sección del paraíso. La única parte del Hades todavía ocupada es el lugar de tormento a donde van los no creyentes cuando mueren. (Según Apocalipsis 20:14, llegará el día en que el Hades será arrojado al lago de fuego.)

El cuerpo es simplemente la morada física donde vivimos. En el momento de la muerte salimos de la vieja casa. Y lo que le suceda a ella, poco importa. Lo importante es lo que le suceda al espíritu cuando salga del cuerpo. ¿A dónde va?

El cielo es un lugar y en el instante de la muerte, o vas a estar con Cristo, o al lugar del tormento donde serás finalmente juzgado y después arrojado al lago de fuego. El caso es que Dios nunca quiso que este último lugar fuese el fin para ninguna persona de la raza humana. El lago de fuego fue preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41). Tú eliges tu destino final.

Y hay un gran abismo abierto entre las 2 partes del Hades. El Señor lo dijo claramente. Leamos el versículo 26:

“Además de todo esto, hay un gran abismo entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá.”

En esta vida tienes que tomar la decisión sobre a donde irás después de la muerte. No habrá una segunda oportunidad después de la muerte. Recuerda que hay un gran abismo que separa ambos lugares. Y dice el versículo 27:

“Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre”

Notemos su preocupación por sus hermanos que aun vivían. El quería que se arrepintiesen antes de que fuese demasiado tarde. Si los perdidos pudiesen volver desde el otro lado de la muerte, nos predicarían el Evangelio a todos. Leamos los versículos 28-31:

“porque tengo cinco hermanos, para que les testifique a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Abraham le dijo: A Moisés y a los Profetas tienen; ¡que los oigan a ellos!. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno de los muertos va a ellos, se arrepentirán. Pero Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos.”

Algunas personas creen que muchos se arrepentirían si alguien regresase de los muertos para contar cómo es aquello. Bueno, alguien ha regresado de los muertos. Su nombre es Jesucristo y muchos no creyeron en Él más de lo que creyeron en Moisés y en los profetas. Así que no debes demorar tu decisión, porque no habrá oportunidades después de la muerte.

Lucas 17

En este capítulo el Señor advirtió a Sus discípulos sobre la gravedad de hacer que otros pequen, sobre el perdón y acerca del servicio fiel. Sólo Lucas registró la breve parábola sobre el servicio consagrado que merece el maestro. Y solo él registró también la curación de los 10 leprosos, en la que uno de ellos volvió para darle las gracias. El capítulo comienza con advertencias contra ciertas ofensas. Leamos los versículos 1 y 2:

“Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan incitaciones al pecado; pero ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le fuera que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que hacer caer en pecado a uno de estos pequeñitos.”

Lo que el Señor dijo aquí fue muy severo. Es muy grave el pecado de aquellos que incitan a los más jóvenes a caer bajo la influencia de vicios que destruyen la salud de manera creciente e irreversible, porque cuando dichos jóvenes se encuentran bajo su control, muy difícilmente pueden liberarse de ellos y de los graves daños sufridos.

Leamos los versículos 3 al 6, donde

Jesús instruyó a sus discípulos sobre el perdón

“¡Mirad por vosotros mismos! Si tu hermano peca contra ti, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento, perdónalo. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate y plántate en el mar, y os obedecería.”

En otras palabras, los discípulos debían estar siempre dispuestos a perdonar. No se dice aquí que el que ofende no tendría que ser reprendido. Debiera hacérsele comprender su error, y si se arrepiente sinceramente, tendría que ser perdonada. En el siguiente párrafo,

Jesús instruyó a sus discípulos para un servicio fiel

Una vez más Jesús habló con severidad. Hay algunos que hablan sobre la mansedumbre de Jesús, pero pasajes como éste revelan que no siempre fue así. Fue bondadoso con los niños, pero no con aquellos que les ofendían. Leamos los versículos 7 al 10:

“¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, estate atento y sírveme hasta que haya comido y bebido. Después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.”

Algunos creen que porque intentan seguir el Sermón del Monte, son buenos vecinos y tratan de amar a la gente, algún día Dios les va a considerar buenas personas, que se han ganado su entrada en el cielo. Aun en el supuesto caso que obedecieses los 10 mandamientos y el Sermón del Monte, lo cual sería imposible, estarías haciendo sólo lo que se supone que tienes que hacer, al ser un ser creado por Dios. Ello no te habilita para recibir la salvación, que es un don, un regalo de Dios, por el cual no puedes trabajar ni esforzarte por conseguirlo. El guardar la ley de Dios es un deber.

Leamos ahora los versículos 11 al 19, que nos relatan cuando

Jesús sanó a los diez leprosos y sólo un samaritano se lo agradeció

“Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que, mientras iban, quedaron limpios. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies dándole gracias. Éste era samaritano. Jesús le preguntó: ¿No son diez los que han quedado limpios? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviera y diera gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.”

Recordemos que Jesús estaba dirigiéndose hacia Jerusalén. Sólo uno de los 10 limpiados de la lepra volvió a expresar su gratitud. Y Jesús hizo algo más por él: le perdonó sus pecados. Los otros 9 leprosos no fueron salvos. Realmente, el corazón humano no es propenso a mostrar agradecimiento, Como cristianos, la gratitud debiera estar siempre presente en nuestro corazón y es una parte de nuestra adoración hacia Él. Es lo único que podemos hacer ante lo que hizo por nosotros, y continúa haciendo.

Leamos los versículos 20 y 21, en los cuales

Jesús habló de la naturaleza espiritual del reino de Dios

“Preguntado por los fariseos cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o Helo allí, porque el reino de Dios está entre vosotros.”

El reino no se podría calcular por observación. ¿A quién hablaba Él? A los Fariseos, que le estaban exigiendo que les dijese cuando vendría el reino. No estaba diciendo que el reino estaba dentro de los corazones de aquellos malvados y hostiles Fariseos. Más bien, el reino de Dios estaba entre ellos en la presencia del Rey, del Señor Jesucristo.

En Sus próximas palabras

Jesús habló de que vendría otra vez

Una de las decepciones que ilusionan a muchos en nuestro tiempo es que el ser humano se mejorará a sí mismo y al mundo, y que edificará el Reino de Dios sin Dios. Cristo trató este Tema del día glorioso del reino, de los cambios futuros y de Su regreso, advirtiendo a Sus discípulos sobre cualquier engaño al respecto. Una de las fases de Su retorno está explicada en 1 Tesalonicenses 4:13-18. En este pasaje que hoy estamos estudiando, Jesús estaba hablando sobre el otro aspecto, es decir, de su venida a la tierra para establecer su reino. Leamos los versículos 22 y 23:

“Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del hombre y no lo veréis. Y os dirán: Helo aquí o Helo allí. No vayáis ni los sigáis”

La primera vez que vino, fallaron al no reconocerle, porque estaban buscando a un Mesías que les liberase de Roma. En vez de ello, Jesús vino como un niño y vivió como un campesino. La próxima vez no vendrá a un lugar aislado como Belén, sino de forma gloriosa. Por eso les advirtió a los Suyos que no prestasen atención a quienes pretendiesen identificarle o predecir su venida en momentos concretos. Por tal motivo, no puede predecirse la fecha del retorno de Cristo. Dicen los versículos 24 y 25:

“porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del hombre en su día. Pero primero es necesario que padezca mucho y sea desechado por esta generación.”

Cuando Jesús venga a establecer Su reino, será de forma pública y espectacular. La explicación de Mateo 24 es más extensa. Aquí se aclara que la cruz figura en el programa de Dios. Él pasó por la cruz para salvarnos y poseernos a ti y a mí. El tenía que sufrir y ser rechazado por Su pueblo. Los versículos 26 y 27 añaden:

“Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca y vino el diluvio y los destruyó a todos.”

No había nada malo en que comiesen, bebiesen y se casasen, actos necesarios para la vida. Pero la generación de Noé estaba viviendo como si Dios no existiese, cuando el juicio era inminente. Así como hoy la gente desarrolla su vida normalmente, sin reconocer la realidad de un futuro juicio de Dios. Y dicen los versículos 28 y 29:

“Asimismo, como sucedió en los días de Lot, cuando comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y los destruyó a todos.”

Lot fue diferente a Noé, aunque fue un caso parecido en algunos aspectos. Nadie estaba alarmado en Sodoma, ni haciendo preparativos para evacuar la ciudad. La gente no había creído el mensaje de Lot. Pero Dios no destruiría la ciudad hasta que Lot fuese quitado de ella. (De la misma manera, Dios no traerá la Gran Tribulación (que precederá inmediatamente a la venida de Cristo a la tierra) hasta que haya recogido a los Suyos. (Es interesante que se cite a Lot aquí como un ejemplo, y no en Mateo 24. Es que en Mateo 24 Él estaba respondiendo a una pregunta sobre Su venida a la tierra para establecer su reino. Aquí en Lucas, el Tema era más amplio. Sodoma, a causa de su pecado estaba al borde de la destrucción y en el momento en que Lot salió, cayó el juicio. Creo que en el instante en que los creyentes salgan de esta tierra, comenzará la gran tribulación.)

Continuemos leyendo los versículos 30 y 31:

“Así será el día en que el Hijo del hombre se manifieste. En aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que esté en el campo, asimismo no vuelva atrás.”

Dios tiene personas en el mundo que, en muchos aspectos, son como Lot. Aunque han confiado en Cristo como Salvador, se comprometen con los valores y actitudes del mundo. (Sin embargo, como creyentes, serán recogidos del mundo antes que comience el día del juicio. En la actualidad, el mundo no escucha a la iglesia.) Así como en el tiempo de Lot, la gente adoptaba una actitud burlona. En el relato de Mateo sobre el Discurso del Monte de los Olivos, el Señor Jesús llamó a este período la Gran Tribulación. Y ahora, retrocedió nuevamente a los días de Lot. Leamos el versículo 32:

“Acordaos de la mujer de Lot.”

Ella fue un ejemplo de alguien que no creía en Dios. Tenía hijas y amigos en Sodoma. ¿Por qué miró atrás? Ella no creyó que Dios iba a destruir la ciudad y mientras salía de ella, ya tenía deseos de regresar. Esto nos habla de la gran importancia de confiar en Dios. Leamos el versículo 33:

“Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.”

Esta es una de las grandes paradojas de la Biblia. En aquel día habrá personas que lucharán por salvar sus vidas, aunque será demasiado tarde. Tendrían que estar dispuestos a perder sus vidas y dirigirse a Cristo. Y dicen los versículos 34 al 36:

“Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama: el uno será tomado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas: la una será tomada y la otra dejada. Dos estarán en el campo: el uno será tomado y el otro dejado.”

En los días de Noé, ¿quiénes fueron quitados del mundo? ¿Quiénes se quedaron? Esto se menciona en el Discurso de los Olivos, en Mateo 24:37-41, como referencia directa a llevar a los malvados al juicio y a dejar en la tierra a los que entrarán en el reino.

Observemos que la referencia del Señor admite la redondez de la tierra, al hablar de personas que por la noche estarían durmiendo, en un lado de la tierra, mientras otras estarían trabajando en el campo durante el día, en el otro lado de la tierra.

“Respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? Él les dijo: Donde esté el cuerpo, allí se juntarán también los buitres.”

Este pasaje (puede compararse con Apocalipsis 19:17, que llamamos la batalla de Armagedom, que terminará cuando Cristo establezca Su reino sobre la tierra) parece indicar que Jesús estaba afirmando que esta gente sería llevada a juicio. De la misma manera que un cadáver hace que los buitres se reúnan sobre él, así la gente muerta quedaría consignada para el juicio, al no estar lista para el reino.

Hemos hablado de personas que parecen vivir normalmente, pero están muertas espiritualmente, es decir, separadas de Dios. Por ello el Evangelio nos trae un mensaje de vida eterna y salvación. Como dijo Jesús en Juan 5:24: quien presta atención a mis palabras y cree en el que me envió, tiene vida eterna; y no será condenado, pues ha pasado de la muerte a la vida.