Jn 16, 5-11: Conviene que me vaya

18 Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. 19 Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. 20 Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. 21 Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.

Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)


Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia

Francisco de Sales

Carta: La aflicción nos hace ver el fondo de nuestra miseria

«No es el siervo mayor que su Señor» (Jn 15, 20)
A Mme. Bourgeois, Abadesa de Puits d’Orbe; abril de 1605. XIII, 26

Por lo que me dice nuestro buen padre, todavía estáis en manos de médicos y cirujanos. Comparto vuestros sufrimientos y los encomiendo al Señor para que los haga útiles y que cuando salgáis de ellos se pueda decir de vos lo que se decía del buen Job: «en todo esto, él no pecó, sino que esperaba en Dios.» Valor, mi querida hermana, mirad a vuestro Esposo, vuestro rey, coronado de espinas y desgarrado, de tal modo que se le podían contar los huesos. Pensad que la corona de la esposa no ha de ser más suave que la de su Esposo y que si de tal manera le han destrozado, que se le podían contar los huesos, es cosa justa que se pueda ver uno de los vuestros. Como la «Rosa»entre espinas, así está mi Amada entre la doncellas. Es el lugar natural de esta flor; también es lo más propio del Esposo. Aceptad mil veces al día esta cruz, besadla con gusto por amor de Aquél que os la envía, pues Él la envía por amor y como el más rico presente. Representaos a menudo al Salvador crucificado frente a vos y mirad a ver cuál de los dos sufre más por el otro. Y vuestro mal os parecerá enseguida mucho menor. ¡Dios mío, qué feliz vais a ser eternamente si sufrís por Dios ese pequeño mal que Él os envía!

No os engañaréis si pensáis que estoy junto a vos en esta tribulación; lo estoy de corazón y con todo afecto. Pero, hija mía, tened confianza, sed firme; si creéis, veréis la gloria de Dios. ¿Qué creéis que es el lecho del dolor? No es otra cosa sino escuela de humildad; en él aprendemos a ver nuestras miserias y debilidades y lo vanos, sensibles y desvalidos que somos.

Es uno de los grandes beneficios que nos trae la aflicción, que nos hace ver el fondo de nuestra miseria.


Uso Litúrgico de este texto (Homilías)

Tiempo de Pascua: Sábado V