25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. 26 Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». 27 Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Conferencias: El dolor de María vino después
«He aquí a tu madre» (Jn 19,27)
Los siete dones del Espíritu Santo, conferencia VI, 15-21
La gloriosa Virgen ha pagado nuestro rescate como mujer valiente y animada por un amor de compasión hacia Cristo. En el evangelio de Juan se dice: «La mujer, cuando está apunto de dar a luz está triste porque ve venir su hora….» (Jn 16,21). La buenaventura Virgen no ha experimentado los dolores de parto porque no había concebido a consecuencia del pecado como Eva, contra la que fue pronunciada la maldición. El dolor de la Virgen vino después, ha dado a luz en la cruz. Las otras mujeres conocen el dolor físico del alumbramiento, ella experimentó el del corazón. Las otras sufren por una alteración física, ella por la compasión y el amor.
La bienaventurada Virgen ha pagado nuestro rescate como mujer valiente y amando con amor de misericordia por el mundo y, sobre todo, por el pueblo cristiano. «¿Puede una madre olvidarse de su pequeño y no tener entrañas para el fruto de su seno? (cf Is 49,14) Esto nos puede dar a entender que el pueblo cristiano todo entero ha salido de las entrañas de la gloriosa Virgen. ¡Qué Madre tan llena de amor que tenemos! ¡Hagámonos semejantes a ella e imitémosla en su amor! Ella tuvo compasión de nosotros hasta el punto de no considerar para nada la pérdida material y el sufrimiento físico. «Hemos sido rescatados pagando un precio.» (cf 1Cor 6,20).
Uso Litúrgico de este texto (Homilías)