Juan 6,52-59 – no tienen vida en ustedes

Texto del evangelio Jn 6,52-59 – no tienen vida en ustedes

52. Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
53. Jesús les dijo: « En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes.
54. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
55. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
56. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
57. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
58. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»
59. Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.

Reflexión: Jn 6,52-59

Lo que el Señor nos revela aquí, no admite dudas. No hay lugar para el error, ni la interpretación ambigua. Es sumamente delicado y trascendente, por lo que exige nuestra comprensión, si queremos vivir. Alguien podrá decir: “pero vaya, qué disparate, si estoy vivo; reto a quien pueda probarme lo contrario”. Esta es la postura escéptica que brota como respuesta en casi todos aunque no la confesemos tan explícitamente. Y es que, claro, nos vemos en el espejo, nos pellizcan y nos duele, nos llaman, nos ven y tenemos una serie de obligaciones que atender en las que seríamos echados de menos si hoy no nos aparecemos y cumpliendo con aquello a lo que nos comprometimos, lo que parece prueba suficiente y de sobra que estamos vivos y por lo tanto lo que dice el Señor no tiene sentido, porque, en cambio, pudimos no haber leído este texto, como muchos, y nuestra vida seguiría como siempre. No hay nada que haya cambiado por el solo hecho de haber oído al Señor, al extremo de llegar a reconocer que “no tienen vida en ustedes”, como afirma. Y es que la vida no parece depender de conocer y comprender lo que nos está diciendo el Señor; la prueba es que muchos millones han vivido y viven sin conocerle. ¿Es este un disparate esotérico? ¿O, tal vez un discurso incomprensible como nos parece que hay muchos en la Biblia que debemos pasar por alto, porque pocos entendemos lo que dice? ¿Se trata de un discurso subjetivo, doctrinal y desarraigado de aquellos que de vez en cuando nos parece que lanza el Señor para sus más recalcitrantes seguidores, que bien podemos obviar, sin que ello afecte un ápice la admiración que tenemos por Él como hombre único y trascendente, cuyas ideas y pensamientos han revolucionado el mundo? ¿O tal vez solo sea la interpretación y trascendencia que quiso impregnar el evangelista Juan a las Palabras de Jesucristo? En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes.

Es que realmente resulta ininteligible y poco razonable lo que dice el Señor en este pasaje. No refleja la realidad objetiva. ¿Estás de acuerdo? Pues te tengo una mala noticia. Estás equivocado. Has caído en una trampa del intelecto, que pretende que todo ha de corresponder a nuestros “criterios razonables” para ser real, lo que es falso. Hay muchas cosas de las que tenemos que conformarnos con tener un conocimiento intuitivo, porque en realidad nadie ha podido verlas, ni dar testimonio palpable de ellas. Esto ocurre sobre todo con lo más grande y lo más pequeño. La ciencia, nuestra ciencia, siempre está descubriendo elementos constitutivos de cuanto existe más allá de las fronteras de lo tangible, palpable y descriptible. Por lo que, si somos razonables, tendremos que aceptar que ello siempre será así, y que existen misterios que van más allá de nuestra capacidad, que no podemos explicar, tanto en los orígenes como el final de nuestras existencias. Somos multidimensionales y en cualquiera de las direcciones que profundicemos, encontraremos que las fronteras se van ampliando de manera inalcanzable, de modo que tenemos que aceptar que siempre habrá un más allá inaccesible para el hombre, donde se encuentra el origen y la explicación de todo. Esto lo sabemos desde que tuvimos conciencia, porque se trata de una realidad constitutiva y única de nuestro ser: Hemos sido creados por amor, por Dios, que tal como nos lo revela Jesucristo, es nuestro Padre. Esta es una realidad que no es subjetiva, ni accesoria. Es la piedra que desecharon los constructores, es decir la base sobre la cual hemos de edificar y explicar nuestra historia. Sin ella, nada tiene sentido. En cambio con ella, todo se explica y se ordena. Con ese propósito mando Dios Padre a Su Único Hijo, porque es en conocerle y creer en Él que alcanzaremos la Vida Eterna, para la cual fuimos creados. Porque esta consiste en que conozcamos y creamos en quien ha sido enviado por Dios, es decir, en Jesucristo. El que Lo conoce y cree en Él, se Salva, porque entonces encuentra el Camino, que exige el amor para ser transitado. En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes.

Conocer y creer en Cristo exige un cambio en nuestro pensamiento, en nuestro modo de vida, en nuestro modo de obrar, en nuestras razones para vivir. Exige poner en el único orden posible y trascendente nuestra vida. Como el marino aquél que valiéndose del sextante pone a su nave en dirección al puerto aquel al que se le ha encomendado su misión. Solo entonces adquiere sentido todo lo que hace y lo que lleva consigo. Del mismo modo, nuestra vida solo adquiere sentido cuando está enfocada al fin para el que fuimos creados. Este es el que Jesucristo ha venido a revelarnos, y hacia el cual debemos ponernos en marcha, contando con el alimento de Su Palabra y de Su propio Cuerpo y Sangre, los que ha ofrecido para mostrarnos el Camino. Comer de Su Cuerpo y beber de Su Sangre significa entrar en Comunión (común unión) con todo aquello que Él nos da a conocer y nos manda. Es decirle sí, cuenta conmigo. Estoy de acuerdo. Gracias, estoy a Tu disposición. Creo en lo que dices y como prueba de lo que digo, me dispongo a hacer lo que mandas. Creo, además, que me das Tu Cuerpo y Tu Sangre en la Eucaristía, como un Sacramento –presencia visible de algo que es invisible- que será nuestro alimento para la Vida Eterna. Creo en Ti y en Tu Palabra, lo que quiere decir que basta que Tú lo digas, para que yo lo crea. Porque, además, me has dado pruebas suficientes tanto de la veracidad de Tus Palabras, como de Tu amor. Agradezco con todo mi corazón que te hayas tomado este tiempo y te pido perdón por haber necesitado que entregues Tu vida al sacrificio de una muerte atroz, tan solo para salvarme. Creo que has sido resucitado por nuestro Padre, Dios, del mismo modo que hará con nosotros, para vivir eternamente a Su lado. Tengo la certeza que debo hacer Su Voluntad, es decir, lo que Tú me mandas, para alcanzar la vida eterna, única razón de nuestra existencia, aquella para la que fuimos creado por Dios, nuestro Padre. Sin Ti no somos nada. En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes.

Oremos:

Padre Santo, danos perseverancia, para mantenernos firmes en la fe y obrar cristianamente en todo lo que hacemos, dando testimonio de Tu amor…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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