Oración y conversión del corazón, contribución al Concilio Panortodoxo – editorial ECCLESIA

Oración y conversión del corazón, contribución al Concilio Panortodoxo – editorial ECCLESIA

         Del 19 al 26 de junio, tras 1.139 años, las Iglesias ortodoxas se reúnen en concilio ecuménico en la isla griega de Creta. La convocatoria, histórica y cuajada, en principio, de esperanza, se ha visto empañada por la ausencia de cinco Iglesias ortodoxas orientales, entre ellas el Patriarcado de Moscú, el más importante de la ortodoxia, al representar a más de la mitad de los aproximadamente 250 millones de cristianos ortodoxos.

         ¿Cómo interpretar y vivir desde la Iglesia católica este acontecimiento en su ya doble realidad: el Concilio en sí mismo y sus tan destacadas ausencias? Francisco, cuyo compromiso ecuménico tanto está brillando, nos ha dado ya una pauta. Lo hizo el domingo 19 de junio, tras el rezo del ángelus y  a través de twitter. El Papa, con lógica prudencia,  no ha querido entrar públicamente en las divisiones internas de la ortodoxia, pero sí ha pedido oraciones “por nuestros hermanos ortodoxos y por el santo y gran concilio”. Y es que la oración, sí, es el alma del ecumenismo. Una oración que, tarde o temprano, se traducirá en la conversión del corazón, sin la cual la unidad, siempre, en cualquier caso, don de Dios, nunca será posible.

         La larga, dramática y dolorosa  historia de las separaciones y divisiones de los cristianos ha estado salpicada de excesos, suspicacias, protagonismos y  componentes y condicionantes externos y temporales, tantas veces de naturaleza política, estratégica y mundana. La conversión del corazón es, pues, condición indispensable para la unidad tanto “ad intra” como “ad extra”. Una conversión del corazón que significa humildad, rectitud de intención y toma de conciencia de la verdad de la fe cristiana, de la misión y servicio de la Iglesia y del pecado de la división.

         Si nada grande en la vida se consigue sin paciencia, humildad y perseverancia y sin la ayuda de Dios, tampoco se logra y se logrará en el camino ecuménico.