EXTRANJERO

Se traducen con esta palabra varios términos que se refieren a e. en distintas situaciones. Uno era el e. que †œhabitaba† entre los hijos de Israel, con residencia permanente. Otro era el que vení­a de paso, por razones comerciales o de otra í­ndole. Y también los e. que no querí­an ser parte de la congregación de Israel o pertenecí­an a otras naciones. Dios dijo a Abraham: †œSerán benditas en ti todas las familias de la tierra† (Gen 12:3). Este principio general permea toda la legislación que Dios dio a los israelitas cuando salieron de Egipto. Iban muchos e. con ellos, como †¢Bitia, la hija de Faraón (1Cr 4:18). Incluso †¢Caleb, que era miembro de una tribu no israelita, los †¢cenezeos, que se habí­a unido a Israel (Num 32:12), especialmente con la tribu de Judá. Fue necesario, entonces, establecer las leyes que regularí­an el tratamiento que debí­an recibir en la congregación de Israel.

Los israelitas sabí­an †œcómo es el alma del e., ya que e.† fueron en Egipto (Exo 23:9). Dios dispuso que las leyes no establecieran discriminaciones en contra de ellos: †œUna misma ley será para el natural, y para el e.† (Exo 12:49). No se podí­a oprimir al e.: †œNo le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al e. que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo† (Lev 19:33-34). Los jueces debí­an juzgar †œjustamente entre el hombre y su hermano, y el e.† (Deu 1:16). Al hacer sus cosechas, debí­an dejar algo para el e. †œY no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caí­do de tu viña; para el pobre y el e. lo dejarás† (Lev 19:10).
también se estableció que los israelitas ejecutarí­an el juicio que Dios habí­a decretado sobre varias naciones por su corrupción, por lo cual no podí­an hacer con ellas alianza, ni tener misericordia, ni emparentar (Deu 7:1-4). Los moabitas y los amonitas entrarí­an †œen la congregación de Jehovᆝ tras la décima generación (Deu 23:3). Las personas que no hubiesen sido recibidas †œen la congregación† no podí­an participar de la Pascua (Exo 12:45), ni entrar en el †¢templo (Eze 44:7-9). Antes tení­an que circuncidarse y hacerse israelitas. Quien no lo hiciera era un gentil, un goyim, con el cual se evitaban aun ciertos tratos domésticos.
í­a estando en la Tierra Prometida, Dios consideraba que para él los israelitas seguí­an siendo †œforasteros y e.† (Lev 25:23). Esta expresión está relacionada con lo fugaz de la vida en esta tierra: †œE. y advenedizos somos delante de ti … y nuestros dí­as sobre la tierra, como sombra que no dura† (1Cr 29:15). En el NT el creyente entiende que su †œciudadaní­a está en los cielos† (Flp 3:20) y que está aquí­ en una peregrinación (1Pe 1:17). Así­, como †œe. y peregrinos† debe abstenerse †œde los deseos carnales que batallan contra el alma† (1Pe 2:11).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, LEYE COST

ver, PROSELITO

vet, Toda persona que, no siendo israelita, perteneciera “a las naciones” (gentil, que proviene del latí­n “gentilis”, de “gens”, nación), estando sometida a otras autoridades y a otra religión que la de Israel. Reciben de una manera el nombre de extranjeros, p. ej., las siguientes naciones: los madianitas y los egipcios (Ex. 2:22), los jebuseos (Jue. 19:12), los filisteos (2 S. 15:19), los moabitas, amonitas, sidonios, heteos (1 R. 11:1). No quedaban contados entre los extranjeros: (a) los esclavos comprados por dinero, ni los prisioneros de guerra; éstos estaban en poder de sus dueños, y sometidos a las leyes israelitas (Gn. 17:12; Ex. 21:20-21); (b) los prosélitos, esto es, los extranjeros que hubieran adoptado la religión de los israelitas (Gn. 34:14-17; Is. 56:6-8; Hch. 2:10). La Ley de Moisés y el AT distinguen entre los extranjeros establecidos en medio de los israelitas, pero sin ser de su raza, y los visitantes temporales, no israelitas (Ex. 20:10; Lv. 16:29; 17:8; 2 S. 1:13; Ez. 14:7). El extranjero, considerado casi como ciudadano, tení­a sus derechos y deberes bien definidos. Dios ordenó a los israelitas que el extranjero fuera tratado con benevolencia (Lv. 19:33, 34; Dt. 10:18, 19). La Ley salvaguardaba sus intereses (Ex. 22:21; 23:9; Dt. 24:19, 20). Las prohibiciones impuestas a los israelitas afectaban también al extranjero (Ex. 12:19; 20:10; Lv. 16:29; 17:10; 18:26; 20:2; 24:16). Con respecto a Lv. 17:15, esta ordenanza fue posteriormente modificada por Dt. 14:21. El extranjero no estaba obligado a la totalidad de los deberes religiosos que concerní­an a los israelitas. Si se trataba de un hombre libre, podí­a abstenerse de la circuncisión y de la Pascua (Ex. 12:43-46). La ley exhortaba a Israel a invitar al extranjero a las comidas solemnes de los sacrificios (Dt. 16:11, 14). Tení­a derecho a ofrecer sacrificios a Jehová; si caí­a en un pecado involuntario, se beneficiaba del perdón concedido al individuo o a la colectividad; las ciudades de refugio le protegí­an contra el vengador de la sangre (Lc. 17:8; Nm. 15:14, 26, 29; 35:15). Cuando quedaba contaminado, tení­a que someterse a los ritos de la purificación (Lv. 17:15; Nm. 19:10). Si el extranjero y los varones de su casa estaban circuncidados, podí­an participar de la Pascua (Ex. 12:48, 49). Pero el año del Jubileo no traí­a la libertad al extranjero que habí­a caí­do en la esclavitud. Podí­a ser vendido y llegar a ser, por herencia, propiedad de los hijos de su dueño (Lv. 25:45, 46). El extranjero no asimilado se encontraba con algunas prescripciones negativas, porque Israel debí­a seguir siendo el pueblo santo, separado para Dios (Dt. 14:2). Los matrimonios mixtos estaban prohibidos (Ex. 34:16; Dt. 7:3; Jos. 23:12). No se podí­a permitir que ningún extranjero subiera al trono (Dt. 17:15), ni que entrara en el santuario (Ez. 44:9; Hch. 21:28; cp. Dt. 23:3, 7-8). En una época posterior, los judí­os de observancia estricta ni comí­an ni bebí­an con gentiles (Hch. 11:3; Gá. 2:12). Estos últimos, sin embargo, podí­an, en todo momento, acceder al judaí­smo (Gn. 17:27; 34:14-17; Mt. 23:15). Israel esperaba el dí­a en que serí­an integrados al reino. (Véase PROSELITO.) Los amonitas y moabitas estaban sometidos a una cláusula especial: no podí­an venir a formar parte de la comunidad israelita ni siquiera si se circuncidaban (Dt. 23:3). Pero el hijo de un israelita y de una moabita era admitido (cp. Isaí­, Roboam). Cuando los israelitas se apoderaron de Canaán, les fue totalmente prohibido aliarse mediante matrimonio con sus habitantes idólatras (Dt. 7:3). La mayor parte de los cananeos que sobrevivieron a la conquista se hicieron prosélitos. Bajo Salomón, el reino contaba con 153.600 extranjeros (2 Cr. 2:17). En el NT, el término extranjero no tiene el sentido preciso que exhibe en el AT; puede referirse a: un desconocido (Jn. 10:5), un viajero (Lc. 17:16, 18), un visitante (Lc. 24:18), un judí­o perteneciente a la Diáspora (Hch. 2:10; 1 P. 1:1). Tanto los santos del AT como los del NT eran y son extranjeros sobre la tierra. David dijo: “Forastero soy para ti, y advenedizo, como todos mis padres” (Sal. 39:12). Confesaban “que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (He. 11:13). Lo mismo es cierto de los santos en el dí­a de hoy (1 P. 2:11). Su ciudadaní­a se halla en el cielo, y esta tierra ya no es su hogar ni su reposo (Fil. 3:20).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

El A. T. distingue entre el extranjero propiamente tal, el que no es de la estirpe judí­a, el pagano, que es siempre considerado como un enemigo (Mt 17, 25-26; Lc 17, 18), y el forastero, con el que hay que usar de las leyes de la hospitalidad generosa y de la caridad siempre comprensiva (Mt 25, 35; 27, 7). El extranjero residente puede ser incluso admitido en la comunidad israelita y se le debe aplicar el precepto del amor al prójimo (Lev 19, 33-34). Los cristianos venidos del paganismo han de ser considerados como los de casa (Ef 2, 19). El cristiano debe pensar que en este mundo es extraño, emigrante, peregrino, caminante hacia la verdadera patria (1 Pe 1, 17; 2, 11). > buen samaritano.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Persona de origen no israelita, gentil. En hebreo las palabras que se usan son nokj·rí­ y ben·ne·kjár, cuyo significado literal es †œhijo de un (paí­s) extranjero†. (Dt 14:21; Ex 12:43, nota.) Los extranjeros que se encontraban entre los hebreos eran trabajadores asalariados, mercaderes, prisioneros de guerra, cananeos que no habí­an sido ejecutados ni expulsados de la Tierra Prometida y aquellos que circunstancialmente pasaban por el paí­s. (Jos 17:12, 13; Jue 1:21; 2Sa 12:29-31; 1Re 7:13; Ne 13:16.)
Aunque el pacto de la Ley limitaba los derechos de los extranjeros, se les debí­a tratar con justicia y equidad, y debí­an recibir hospitalidad en tanto respetaran las leyes del paí­s. El extranjero se diferenciaba del prosélito circunciso, que habí­a llegado a ser miembro de la congregación de Israel y habí­a aceptado por completo las responsabilidades del pacto de la Ley. También era diferente del poblador que se afincaba en la Tierra Prometida y que, por consiguiente, no solo llegaba a estar bajo ciertas restricciones legales, sino que también disfrutaba de ciertos derechos y privilegios. (Véase RESIDENTE FORASTERO.)
Durante el tiempo en que los israelitas fueron residentes forasteros en Canaán y Egipto, muchos no israelitas llegaron a formar parte de las casas de los hijos de Jacob y sus descendientes. Esto se debió a que contrataron siervos, que viví­an con la familia, y compraron esclavos, que, de acuerdo con los términos expresados en el pacto con Abrahán, tení­an que ser circuncidados. (Gé 17:9-14.) Algunos matrimonios mixtos y su descendencia figuraban entre los que componí­an la vasta compañí­a mixta que acompañó a los israelitas en el éxodo. (Ex 12:38; Le 24:10; Nú 11:4.)
Una vez que Israel se estableció en la Tierra Prometida, tuvo que tratar con extranjeros, como los cananeos que no habí­an sido expulsados del paí­s. (Jue 2:2, 3.) Además, comerciantes y artesanos empezaron a viajar a Israel. (Eze 27:3, 17; 2Sa 5:11; 1Re 5:6-18.) Con toda probabilidad, la cantidad de trabajadores asalariados extranjeros fue aumentando a medida que los israelitas prosperaron en la Tierra Prometida. (Compárese con Dt 8:11-13; Le 22:10.) Algunos extranjeros se alistaron en el ejército de Israel, y como consecuencia, surgió en ellos un sentimiento de estima hacia sus caudillos hebreos y de respeto por la religión de los israelitas, como sucedió en los casos de los guititas, keretitas y peletitas. (2Sa 15:18-21.)

Disposiciones del pacto de la Ley. Mediante el pacto de la Ley, Jehová suministró una legislación básica destinada a regular la relación de Su pueblo con los extranjeros y a proteger la unidad e integridad de los ciudadanos israelitas, así­ como de quienes dependí­an de ellos en sentido económico, religioso y polí­tico. Los israelitas no podí­an tener compañerismo, en particular de í­ndole religiosa, con los extranjeros (Ex 23:23-25; Dt 7:16-26; Jos 23:6, 7), y no debí­an celebrar ningún pacto con ellos ni con sus dioses. (Ex 34:12-15; 23:32; Dt 7:2.) Jehová subrayó repetidas veces lo imperioso de que no se inclinaran ante dioses extranjeros (Ex 20:3-7; 23:31-33; 34:14) y que ni siquiera preguntaran acerca de su religión, o se interesasen en ella. (Dt 12:29-31.)
Las alianzas matrimoniales con extranjeros estaban prohibidas, ante todo debido al peligro que suponí­an para la adoración pura. (Ex 34:16; Dt 7:3, 24; Jos 23:12, 13.) Todos los habitantes de las ciudades de las siete naciones cananeas tení­an que ser destruidos. (Dt 20:15-18.) Sin embargo, tras la captura de una ciudad que no pertenecí­a a ninguna de las siete naciones cananeas proscritas, un soldado israelita podí­a tomar por esposa a una virgen de la ciudad, después que ella habí­a dejado transcurrir un perí­odo de purificación. No puede decirse que en estos casos se formara una alianza matrimonial, ya que los padres de la mujer habrí­an muerto al caer la ciudad. (Dt 21:10-14; Nú 31:17, 18; Dt 20:14.)
Otra restricción era que a ningún extranjero incircunciso se le permití­a comer la Pascua. (Ex 12:43.) Sin embargo, parece ser que los extranjeros podí­an ofrecer sacrificios mediante los sacerdotes, siempre y cuando la ofrenda se conformara a las normas divinas. (Le 22:25.) Como es lógico, los extranjeros no tení­an acceso al santuario (Eze 44:9), pero podí­an ir a Jerusalén a †˜orar hacia la casa de Dios†™, y es improbable que lo hiciesen con las manos vací­as, es decir, sin ningún sacrificio que ofrecer. (1Re 8:41-43.)
En lo referente a asuntos de gobierno, los extranjeros no tení­an derechos polí­ticos, y ninguno de ellos podí­a ser rey. (Dt 17:15.) Los israelitas, residentes forasteros y pobladores podí­an acogerse a la provisión de ciudades de refugio para el homicida involuntario; sin embargo, no se menciona que los extranjeros se pudiesen amparar en esta disposición. (Nú 35:15; Jos 20:9.)
Si bien a los israelitas les estaba prohibido comer un animal sin desangrar, este podí­a venderse a un extranjero. (Dt 14:21.) Durante los años sabáticos, no se permití­a apremiar a un israelita a que pagara sus deudas, pero sí­ se le podí­a exigir el pago a un extranjero. (Dt 15:1-3.) Aunque no se debí­an cobrar intereses a los israelitas, podí­an cobrarse a los extranjeros. (Dt 23:20.)

Causa de dificultades. Durante el tiempo de Josué y el posterior perí­odo de los jueces, muchos extranjeros moraban en el paí­s, y causaron dificultades constantemente. (Jos 23:12, 13.) Los cananeos que permanecieron en la tierra después de la conquista israelita, quedaron sujetos a trabajos forzados (Jos 16:10; 17:13; Jue 1:21, 27-35), pero debido a que los israelitas quebrantaron el mandato de Jehová de expulsarlos del paí­s y erradicar su adoración (Jue 2:1, 2), en su mayor parte los cananeos continuaron practicando sus religiones idólatras y degradadas. Como consecuencia, los israelitas caí­an una y otra vez en el lazo de la adoración falsa (Sl 106:34-39), sobre todo la de los baales y las imágenes de Astoret. (Jue 2:11-13.) Estos extranjeros de origen cananeo se hallaban en Israel durante el tiempo de David, e incluso durante el reinado de Salomón, cuando se les impusieron trabajos forzados en el templo y en las demás obras de construcción que realizó Salomón. (1Re 9:20, 21; véase TRABAJO FORZADO.)
En contra del mandato divino, Salomón tomó muchas esposas extranjeras, que con el tiempo desviaron su corazón de la adoración pura de Jehová hacia la de los dioses extranjeros. (1Re 11:1-8.) El que la religión falsa se introdujera en el más alto estamento gubernamental tuvo consecuencias desastrosas. Resultó en la escisión de la nación y, con el tiempo, en su destierro en Babilonia, ya que sus reyes, tanto los de Judá como los de Israel, descarriaban al pueblo hacia la adoración falsa. Por fin, el pueblo sufrió el cumplimiento de las maldiciones que se predijeron como castigo ineludible por violar la Ley. (1Re 11:9-11; 2Re 15:27, 28; 17:1, 2; 23:36, 37; 24:18, 19; Dt 28:15-68.)
Después que un resto de israelitas fieles retornó del destierro en Babilonia, muchos de ellos contrajeron matrimonio con mujeres extranjeras. (Esd 9:1, 2; Ne 13:23-25.) Como resultado de ese mal proceder, tanto Esdras como Nehemí­as vieron necesario que se expulsara a las esposas extranjeras y a sus hijos. (Esd 10:2-4, 10-19, 44; Ne 13:1-3, 27-30.) También se tomaron medidas contra otros extranjeros por su conducta incorrecta. (Ne 13:7, 8, 16-21.)
Los conquistadores babilonios no mostraron consideración alguna a los judí­os cuando destruyeron Jerusalén. (Lam 2:5-12, 19-22.) Tras su liberación, estos vivieron un constante enfrentamiento con los extranjeros afincados en la Tierra Prometida, hostigados sobre todo por los gobernantes helénicos de Siria. En su esfuerzo por conservar su adoración restaurada, los judí­os tuvieron que resistir la persecución implacable de Antí­oco IV Epí­fanes, que aspiraba a helenizarlos. Durante los siglos que siguieron al destierro, los israelitas siempre lucharon por su independencia, lo que engendró celo por el judaí­smo, y, en algunos casos, un nacionalismo exacerbado. Estos factores, aunados al temor de perder su identidad racial por causa de los matrimonios con extranjeros, quizás contribuyeron a que se alejasen de la actitud liberal hacia los extranjeros que impregna las Escrituras Hebreas. (Compárese con 1Re 8:41-43; 2Cr 6:32, 33; Isa 56:6, 7.)

Durante el siglo I E.C. Los judí­os del siglo I E.C. llegaron a tener una actitud de aislamiento y exclusivismo, debido sobre todo a la influencia de sus lí­deres religiosos. Una prueba clara de este sentimiento se muestra en su desdén por los samaritanos, pueblo de ascendencia mixta israelita y extranjera. Por regla general, los judí­os †˜no se trataban con los samaritanos†™, a quienes ni siquiera les pedí­an agua para beber. (Jn 4:9.) No obstante, Jesús dejó bien claro lo equivocado de tales extremismos. (Lu 10:29-37.)
El inicio del nuevo pacto sobre la base del sacrificio de rescate de Cristo puso fin a la separación legal entre judí­o y gentil. (Ef 2:11-16.) Sin embargo, aun después del Pentecostés de 33 E.C. los primeros discí­pulos tardaron en comprender este hecho. Pedro manifestó ante el gentil Cornelio cuál era el sentimiento general de los judí­os: †œBien saben ustedes cuán ilí­cito le es a un judí­o unirse o acercarse a un hombre de otra raza†. (Hch 10:28.) En Juan 18:28 se muestra que los judí­os consideraban contaminación ceremonial entrar en un hogar gentil. A pesar de que en la Ley dada por medio de Moisés no habí­a ningún mandato especí­fico contra esa relación ocasional, este parecer era común entre los judí­os y, en particular, entre sus lí­deres religiosos. Los primeros cristianos de origen judí­o necesitaron algún tiempo para liberarse de las restricciones impuestas por las actitudes dominantes y llegar a reconocer, como recalcó el apóstol Pablo, que para los que tienen la †˜nueva personalidad cristiana†™ no hay †œni griego ni judí­o, circuncisión ni incircuncisión, extranjero, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todas las cosas y en todos†. (Gál 2:11-14; Col 3:10, 11.)
La palabra griega para †œextranjero† es bár·ba·ros, y se referí­a básicamente a alguien que no hablaba griego. (Véase BíRBARO.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

A. ADJETIVOS 1. alogenes (ajllogenhv”, 241) (alos, otro; genos, raza). Se usa en Luk 17:18, de un samaritano. Moulton y Milligan ilustran la utilización de este término con la inscripción en la barrera del templo: “que ningún extranjero pase dentro del muro, ni al patio que rodea al santuario”. Según Mommsen, esta inscripción fue tallada por los romanos; cf. .¶ 2. alotrios (ajllovtrio”, 245) denota: (a) perteneciente a otro (alos), véase AJENO; (b) extraño, extranjero; traducido “extranjero” en Heb 11:34: Véase EXTRAí‘O. 3. alofulos (ajllovfulo”, 246), extranjero, de otra raza (alos, otro; fulon, tribu). Se usa en Act 10:28 “un extranjero”.¶ 4. barbaros (bavrbaro”, 915), véase . 5. xenos (xevno”, 3581), extraño (véanse EXTRAí‘AR(SE) EXTRAí‘O, B, Nº 1, más adelante). Denota extranjero, forastero (Mat 25:35,38,43,44: “forastero”; 27.7: “extranjeros”; Act 17:21 “extranjeros”; Eph 2:12 “ajenos”, v. 19: “extranjeros”; Heb 11:3 “extranjeros”, RV: “peregrinos”; 3 Joh_5 “desconocidos”, RV: “extranjeros”).¶ 6. paroikos (pavroiko”, 3941), relacionado con paroikeo, habitar al lado, o entre (de para, al lado; oikeo, habitar, morar), significa lit. morador cercano, y luego advenedizo (con este significado se encuentra en Inscripciones); y de ahí­, como nombre, extranjero. Se usa con eimi, ser, en Act 7:6 “su descendencia serí­a extranjera”; en v. 29: “extranjero”; Eph 2:19 “advenedizos”, donde el término anterior, traducido “extranjeros” es xenos; en 1Pe 2:11 “extranjeros”.¶ Notas: (1) Para paroikia, traducido “extranjeros” en Act 13:17 (cf. Nº 6 más arriba), véase ; (2) exo, adverbio, que significa fuera, se usa en Act 26:11 “extranjeras”, de ciudades más allá de los lí­mites de Palestina (RV: “extrañas”), lit.: “hacia las ciudades fuera”, incluyendo Damasco. Véanse AFUERA, EXTERIOR, A, FUERA. B. Verbo paroikeo (paroikevw, 3939) denota morar al lado o entre (para, al lado; oikeo, morar); luego, morar en un lugar como paroikos, extranjero (véase Nº 6 más arriba), (Luk 24:18 “¿Eres tú el único forastero?”; RV: “¿Tú solo peregrino eres?”); es preferible la traducción que dan la RVR y la RVR77, por cuanto monos es adjetivo, solo, no un adverbio, solo, o solamente, calificando por tanto al nombre, y no al verbo. En Heb 11:9 “habitó como extranjero” (RV: “habitó †¦ como en tierra ajena”.¶ EXTRAí‘AR(SE), EXTRAí‘O (SER), EXTRAí‘O A. VERBOS 1. thaumazo (qaumavzw, 2296), admirarse, maravillarse. Se traduce “se extrañaba” en Luk 1:21; “se extrañó” (Luk 11:38; 1 Joh 3:13). Véase ADMIRAR, A, Nº 2, etc. 2. xenizo (xenivzw, 3579) denota, en la voz pasiva, considerar algo extraño (1Pe 4:4 “les parece cosa extraña”, RV, RVR; v. 12: “no os sorprendáis”, RV: “no os maravilléis”); en Act 17:20, el participio presente, voz activa, se traduce “cosas extrañas” (RV: “unas nuevas cosas”). Véase HOSPEDAR, etc. 3. apalotrioo (ajpallotriovw, 526) [de apo, de (ablativo), y B, Nº 2]; significa ser hecho extraño, ser alejado. En Eph 2:12 “alejados de la ciudadaní­a de Israel”; 4.18: “ajenos”; Col 1:21 “extraños”. La condición del incrédulo es presentada en un estado triple de alienación: (a) de la ciudadaní­a (RV: “república”) de Israel, (b) de la vida de Dios, (c) del mismo Dios.¶ Este término se usa de israelitas en la LXX, Eze 14:5 “que se han apartado”; y de los malvados en general (Psa 58:3). B. Adjetivos 1. xenos (xevno”, 3581) denota: (a) extranjero, ajeno, extraño; Act 17:18, de dioses: “nuevos” (RV: “divinidades extrañas”); Heb 13:9, de doctrinas: “extrañas” (RV, RVR, RVR77); (b) insólito; 1Pe 4:12b, de la ardiente prueba de la persecución: “alguna cosa extraña” (RVR: “alguna cosa peregrina”) (para la primera parte del v. véase Nota (1) más abajo). Véase AJENO, DESCONOCIDO, EXTRANJERO, FORASTERO, HOSPEDADOR, NUEVO. 2. alotrios (ajllovtrio”, 245), primariamente, perteneciente a otro (lo opuesto a jidios, lo propio), vino luego a significar extranjero, extraño, no de la propia familia, ajeno; enemigo. Se traduce “extraño” en Mat 17:25,26; Joh 10:5,6; véase AJENO, Nº 1, etc.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

La palabra hebrea gēr (sinónima de tôšaḇ) se usa para designar a uno que no es israelita y que se pone bajo la protección de Israel, y que por eso tiene ciertos derechos, privilegios y responsabilidades que se niegan al zār («extranjero») o nēḵār («desconocido»).

Gēr se aplica a Israel en Egipto (Gn. 15:13; Ex. 22:21), a Abraham en Canaán (Gn. 23:4), a Moisés en Madián (Ex. 2:22), a Israel como pueblo elegido por Dios (Lv. 25:23; 1 Cr. 29:15), a David (Sal. 39:12; 119:19) y a Jehová (Jer. 14:8).

Se clasifica al gēr entre las viudas, huérfanos y necesitados (Dt. 14:19; Sal. 146:9; Ez. 22:29). Él participaba en las obligaciones del pacto (Dt. 29:11s.; 31:12s.; Jos. 8:33, 35). Podía comer la pascua si era circuncidado (Ex. 12:48). Participaba al mismo nivel con los israelitas nativos en los ritos y ceremonias (Nm. 15:14s.; Dt. 26:11; Jos. 20:9; 2 Cr. 20:35; Ez. 14:7; 47:22s.). También debía ser castigado en el caso que desobedeciera la legislación divina (Lv. 17:8–12; 18:26ss.).

Debía amarse al gēr (Lv. 19:34), debía ayudársele (Lv. 25:35). No se debía oprimir al extranjero (Ex. 22:21; 23:9). Se proveía para sus necesidades físicas (Dt. 24:19ss.).

Esta clase de gente venía principalmente de tres partes: (1) «grande multitud de toda clase de gente» (Ex. 12:38); (2) cananeos que no habían sido exterminados (Jos. 9:3–27); (3) cautivos de guerra (Nm. 31:12). En el tiempo de Salomón su número era 153.600 (2 Cr. 2:17).

En el NT, los creyentes gentiles que estaban «sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel, y ajenos a los pactos de la promesa», ahora eran «conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios» (Ef. 2:12, 19). Mientras tanto, en este mundo, los creyentes son peregrinos (1 P. 1:1, 17; 2:10s.). Su verdadera ciudadanía está en los cielos (Fil. 3:20; Heb. 11:13–16; 13:14).

BIBLIOGRAFÍA

W.H. Bennett en EB: H.M. Wiener en ISBE; James Donald en HDAC.

Wick Broomall

EB Encyclopaedia Biblica

ISBE International Standard Bible Encyclopaedia

HDAC Hastings’ Dictionary of the Apostolic Church

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (256). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

La fluctuación bastante arbitraria entre los términos advenedizo, extranjero, forastero, extraño y ajeno tiende a oscurecer el hecho de que los mismos se refieren a diferentes grupos de personas. En la clasificación siguiente debe tenerse en cuenta esta inconsistencia.

a. El extraño o forastero

El extraño es esencialmente el que no pertenece a la casa o comunidad en la que se encuentra. La palabra zār proviene de la raíz zûr, ‘desviarse’ o ‘partir’. Así, puede referirse simplemente al que no es del lugar (1 R. 3.18). Por lo tanto puede aplicarse al que usurpa una posición que no tiene derecho a ocupar. La “mujer extraña” de Proverbios es una persona de esta clase. Un uso más amplio de esta palabra la hace equivalente a forastero o extranjero, e. d. el que no pertenece a la nación, lo que virtualmente lo equipara con un enemigo (Is. 1.7; Jer. 5.19; 51.51; Ez. 7.21; 28.7, 10; Abd. 11).

b. El extranjero

El término noḵrı̂ puede referirse simplemente a la persona de otra raza; pero también adquiere connotación religiosa a causa de la relación de otras naciones con la idolatría. Fue por esto que se prohibió a los israelitas casarse con cananeos (Dt. 7.1–6). Uno de los cargos contra Salomón fue que amó a muchas mujeres extranjeras que lo alejaron de Yahvéh (1 R. 11.1ss). El exilio en Babilonia se consideraba como un juicio por esta práctica muy difundida en la nación. Por tal motivo el retorno del exilio estuvo signado por un estricto cumplimiento de la prohibición de concertar matrimonios mixtos. El judaísmo posterior pervirtió el empeño que puso Esdras en la pureza nacional (Esd. 9–10), convirtiéndolo en un rígido exclusivismo que fue un impedimento al libre acceso de conversos gentiles a la iglesia cristiana primitiva, y del que era protagonista el movimiento judaizante.

c. El residente extranjero

El residente extranjero es aquel que se ha radicado en forma permanente en otro país, en contraste con el que sólo se queda temporariamente. En este caso la palabra es gēr, de la raíz gûr, ‘residir’ o ‘morar’, aunque a veces se usa la palabra alternativa tôšāḇ cuando se quiere significar simplemente poblador. Los israelitas mismos fueron extranjeros de esta clase en Egipto (Gn. 15.13; Ex. 22.21; Dt. 10.19; 23.7). Más aun, este hecho debía regir su actitud hacia los extranjeros en Israel, que podían comprender toda una tribu, como los gabaonitas (Jos. 9), o los restos de las tribus cananeas después de la conquista. Su número fue bastante considerable, como puede verse por el censo de Salomón (2 Cr. 2.17).

El extranjero residente o inmigrante tenía muchos privilegios. Los israelitas no sólo no debían oprimirlos (Ex. 22.21; 23.9; Lv. 19.33–34), sino que también debían amarlos (Dt. 10.19). Una razón que se menciona como justificación del día de reposo es que el extranjero pudiera tomar “refrigerio” (Ex. 23.12). Los frutos caídos en las viñas y los sobrantes de las cosechas en los campos debían quedar para él (Lv. 19.10; 23.22; Dt. 24.19–21). Se los incluyó en las estipulaciones con respecto a las ciudades de refugio (Nm. 35.15; Jos. 20.9). Estaban en un mismo plano con la viuda y el huérfano, como personas indefensas; por lo tanto, Dios es su defensor y oportunamente juzgará a sus opresores (Sal. 94.6; 146.9; Jer. 7.6; 22.3; Ez. 22.7, 29; Zac. 7.10; Mal. 3.5). El mayor inconveniente de su posición era que si estaba sujeto a esclavitud no se lo incluía en la liberación general en el año del jubileo (Lv. 25.45–46). En cuanto a la vida religiosa, estaba sujeto a la ley que prohibía el pan leudado durante la fiesta de los panes sin levadura (Ex. 12.19). Debía abstenerse de trabajar en el día de reposo y en el de expiación (Ex. 20.10; Lv. 16.29). Sobre él también regía la prohibición en cuanto a comer sangre (Lv. 17.10, 13), como tamb. todo aquello que pudiera catalogarse como inmoralidad (Lv. 18.26), idolatría (Lv. 20.2), y blasfemia (Lv. 24.16). Podía, sin embargo, comer carne de animales inmundos (Dt. 14.21). No estaba obligado a guardar la pascua, pero si así deseaba hacerlo, debía circuncidarse (Ex. 12.48). Virtualmente se encontraba en el mismo nivel que el israelita (Lv. 24.22), y en la visión de Ezequiel sobre la era mesiánica ha de participar de la heredad de Israel (Ez. 47.22–23).

En el NT la gran característica del evangelio es que aquellos que no pertenecían a Israel, y por lo tanto eran “extranjeros y advenedizos” (Ef. 2.12, 19–20), se han convertido en coherederos en el Israel de Dios. Los cristianos son ahora los extranjeros de este mundo, y deben vivir como peregrinos (1 P. 2.11).

Bibliografía. H. Bietenhard, F. S. Rothenberg, “Extranjero”, °DTNT, t(t). II, pp. 157–167; R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985, pp. 117–119; R. Martin-Achard, “Residir como forastero”, °DTMAT, t(t). I, pp. 583–588; id. “Extranjero”, °DTMAT, t(t). I, pp. 728–730 y t(t). II. pp. 97–100.

EBi y DAC (s.v. “stranger”); J. Pedersen, Israel, 3–4, 1940, pp. 272ss, 585; H. Bietenhard et al., NIDNTT 1, pp. 683–692; 2, pp. 788–790.

H.M.C.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico