FORTIFICACION

Fortificación (heb. bîrâh, bîrânîth, mibsâr, mâôz, misgâb, metsûrâh; gr. parembole, ojúrí‡ma; todos los términos significan “fortificación [fortaleza*]”, “ciudadela fortificada”, “castillo”, “baluarte”, “refugio seguro”, “campamento protegido”, etc.). Desde tiempos remotos hasta comparativamente recientes, los habitantes de las ciudades se protegí­an rodeándolas con fuertes muros.* En tiempos de guerra, quienes viví­an a campo abierto o en las aldeas buscaban protección dentro de las ciudades amuralladas o fortificadas. Hubo diversos tipos de fortificaciones en los diferentes perí­odos de la historia. I. Antes del 1800 a.C. Las excavaciones, en Jericó muestran que esta ciudad tuvo una sucesión de muros desde tiempos muy tempranos. Por otro lado, lugares como Teleilât el-Ghassûl, que floreció antes del fin del 3er Milenio a.C., no muestran rastros de muros. La ciudad de Tell el-Fârah (probablemente Tirsa), al norte, tení­a un muro circular de 8 a 9 m de espesor que consistí­a de una cara interior y otra exterior hecha de piedras de tamaño mediano; el espacio entre las caras estaba relleno de tierra y piedras. Tení­a refuerzos en el interior de la ciudad. Además, habí­a una muralla menor fuera del muro principal como protección adicional. II. Edad Media del Bronce (1800-1600 a.C.). Las fortificaciones más sólidas de todas las épocas se construyeron en el Perí­odo Medio del Bronce. Sólidos muros, más anchos en la base, con una cara inclinada en el exterior, estaban fundados sobre excavaciones de poca profundidad para hacer más difí­cil el trabajo de cavar debajo de ellas. La parte inferior estaba hecha de piedra, la superior, de ladrillos. En este perí­odo, los muros de Jericó consistí­an de un revestimiento o muro de contención de piedra, de unos 3,60 m de altura, encima del cual habí­a un muro de ladrillos enlucidos de unos 11 m con una inclinación de 35º. Culminaba con una pared de ladrillos de altura desconocida, que hací­a difí­cil, si no imposible, escalarlo. El resultado era un sistema defensivo imponente, similar al de los castillos medievales. Los hicsos, que aparecieron en la Media Luna Fértil en este perí­odo e introdujeron los caballos y los carros, construyeron grandes campamentos fortificados para sus fuerzas de carros. Estaban protegidos por muros en forma de rampas inclinadas de tierra apisonada 466 recubierta de piedras. Alrededor del muro en Tell el-Ajjûl, cerca de Gaza, habí­a un foso de 6m de profundidad cuya pared interior estaba inclinada hacia el campamento con un ángulo de 35 grados. En ningún otro perí­odo de la antigua Palestina hubo muros que igualaran a las fortificaciones de este perí­odo en fortaleza y grandiosidad. III. Edad Tardí­a del Bronce (1600-1200 a.C.). Este fue el último perí­odo cananeo antes que las ciudades fueran conquistadas gradualmente por los hebreos en el perí­odo de los jueces. Las técnicas del perí­odo precedente continuaron, pero se usaron piedras más grandes; y a los muros se añadieron torres sobresalientes que permití­an a los defensores barrer a los atacantes con ataque cruzado. Del mismo modo, las puertas se construyeron con 2 ó 3 pares de torres que reducí­an el ancho útil de la puerta a la mitad, lo que facilitaba construir barricadas en casos de ataques. A este perí­odo pertenecen las ciudades descritas en la Biblia como “fortificadas con muros altos, con puertas y barras” (Deu 3:5; cf Num 13:28; Jos 14:12). Túneles subterráneos protegí­an el acceso a los manantiales. En la mayorí­a de los casos, estas fuentes de agua estaban fuera de los muros de la ciudad, al pie de los cerros o colinas sobre los que estaba construida la ciudad. Este tipo de provisión de agua se ha encontrado en Jerusalén, Gezer, Meguido, Gabaón y otros lugares. IV. Edad del Hierro, durante el cual los israelitas tuvieron el control de Palestina (1200-600 a.C.). Los israelitas, asombrados por las inexpugnables ciudades cananeas (Num 13:28), intentaron imitar, después de la conquista de Canaán, sus fortificaciones. Sin embargo, las excavaciones muestran que los muros construidos por los israelitas fueron de mamposterí­a ordinaria y mucho más delgadas y menos sólidas que las de sus predecesores. La pequeña fortaleza de Saúl en Gabaa* es un ejemplo. No es hasta el tiempo del gran constructor de ciudades, Salomón (1Ki 9:17-19), cuando los muros de las ciudades israelitas muestran la misma solidez y excelencia de construcción que las de los cananeos (fig. 495). Los muros de Meguido, Ezión-geber y Gezer revelan que los hebreos, tal vez con ayuda fenicia (5:18; 7:13, 14), en el s X a.C. dominaron el arte de la construcción de muros de piedra bien hechos y sólidos. Se registra expresamente que Roboam, el hijo y sucesor de Salomón, fortificó muchas ciudades (2Ch 11:5-12). Asa y Jotam también construyeron ciudades fortificadas (14:2, 6; 27:1, 4). Jotam y Ezequí­as fueron especialmente activos en fortalecer los muros de Jerusalén (27:3; 32:2, 5). La misma actividad también se registra entre los reyes de Israel. Jeroboam I construyó Siquem y Penuel (1Ki 12:25); Baasa hizo un intento fallido de fortificar Ramá (15:17, 21); y Omri fundó y construyó la sólida fortaleza-capital de Samaria (16:24). Uno de los muros mejor conservados del perí­odo de los reyes hebreos es el de Tell en-Natsbeh, tal vez la antigua Mizpa. Las fortificaciones, construidas c 900 a.C., tení­an unos 4 m de espesor, el que estaba muy aumentado por muros de contención o apoyo en la base. Once torres rectangulares, a intervalos, daban fortaleza adicional a la muralla. La única puerta de la ciudad no se abrí­a directamente en el muro, sino entre 2 secciones paralelas de muro y en ángulo recto a ellas (fig 417; cf la fig 357). El propósito de esta disposición era forzar a los soldados atacantes de la puerta a exponer ante los defensores su lado derecho, generalmente no protegido por un escudo. Las puertas de Meguido y de Laquis usaban el mismo sistema, aunque diferí­an en detalles. Los relieves asirios que muestran ciudades palestinas de los ss VIII y VII a.C. también permiten tener una idea de las fortificaciones construidas por los hebreos durante el reino dividido (figs 241, 308). V. Perí­odos posteriores. No se han encontrado restos de muros del perí­odo persa, aunque tenemos informes detallados de la restauración de la muralla de Jerusalén en dí­as de Nehemí­as, que vivió durante ese tiempo (Neh 3:4, 6). Del helení­stico nos queda una torre circular excavada en Samaria, las fortificaciones de Bet-sur, y la fortaleza o estructura del templo de los Tobí­ades, en la Transjordania occidental. Se encuentran restos monumentales de fortificaciones construidas en el perí­odo romano en varios lugares, como la así­ llamada “Torre de David”, edificada por Herodes el Grande e incorporada a la ciudadela actual (fig 282); las hiladas inferiores de mamposterí­a de la Fortaleza Antonia; las hiladas inferiores de bloques de piedra del famoso Muro de los Lamentos, que formó parte de la muralla del templo en tiempos de Cristo; y varios restos de estructuras en Hebrón, Samaria, Masada, etc. Este perí­odo se distingue por el extraordinario tamaño de los bloques de piedra (hasta de 7 m de largo), que daban a los muros la impresión de invulnerabilidad. Bib.: A. G. Barrois, Manuel d’archéologie biblique [Manual de arqueologí­a bí­blica] (Parí­s, 467 1939), t 1, pp 127-212; AWBL 16-24, 32-35.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico