Para conocer la mente de Dios, uno debe primero “creer que Él es” (Hebreos 11:6), y que la reverencia o temor del Señor es el principio de la sabiduría (Salmo 111:10).

La mayor expresión del amor del Padre es el regalo precioso de su propio Hijo amado , Jesús, para ser el redentor de la humanidad. Tanto en palabra como en acción, Jesús reveló la mente de Dios. Jesús fue “lleno de gracia y de verdad”  (Juan 1:14). No habló de sí mismo sino como lo recibió de su Padre. Juan 12:49,  “…el Padre que me envió, el me dio un mandamiento de lo que debo decir y lo que debo hablar.” (También Juan 8:28.)

Cuando uno confiesa su fe en Dios, y se consagra a sí mismo para hacer la voluntad de Dios, sólo entonces es uno preparado para recibir las verdades de Dios. Jesús habló claramente a sus discípulos, pero a la gran mayoría de la gente, les habló en parábolas. Mateo 13:10-11 (NVI), 10 “Y acercándose los discípulos, le dijeron: ‘¿Por qué les hablas en parábolas?’ 11 Respondiendo él, les dijo: “Porque a vosotros os ha sido dado saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no les ha sido dado”.

Muchas escrituras revelan las intenciones de nuestro Padre celestial hacia su familia humana. Por ejemplo leemos en el Salmo 19:1, “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos”  La creación muestra la mente y el corazón de nuestro Creador. Está la belleza de los cielos estrellados y la calidez del sol.

El glorioso mundo natural es para que todos lo disfruten – la vida animal, y la infinita variedad de plantas, flores y vegetación. Esto solo puede ser la obra de un ser de gran sabiduría, gran poder, cuyo fundamento es la justicia, y es ciertamente un Dios de amor. El Apóstol Pablo declara que los atributos invisibles de Dios (amor, sabiduría, justicia y poder) son “claramente vistos” y entendido por su creación. (Romanos 1:20).

 

También vemos que Dios se propuso desde el principio de la creación tener una familia de hijos que compartirían Su naturaleza divina.  Esto comenzaría con Su Hijo unigénito y aquellos que serían sus fieles discípulos. Después de que el cuerpo de Cristo esté completo, entonces la gloria del Señor será revelada a toda la humanidad. Todos rezamos “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10)  “Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová como las aguas cubren el mar.”  Habacuc 2:14.