“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4:13).
Es una afirmación de fe que está relacionada con Hebreos 11:1. Parece una locura la declaración: todo lo puedo, no dice, algunas cosas, dice “todo”. Y todo es todo.
El cristiano expresa su completa dependencia de la gracia divina. No hay nada que se deja al azar, no hay nada que esté sólo bajo la competencia humana. Todo su ser, sus actividades, sus estados de ánimo, sus logros, absolutamente todo está supeditado al concurso Divino.
Hay una relación entre el poder hacer la cosas y la fortaleza. Para poder hacer hay que ser fuertes, de dónde proviene esa fuerza: de Cristo. A Cristo no lo vemos, por lo menos, no lo vemos interviniendo en nuestras vidas como vemos a nuestros padres o a nuestros amigos.
Sin embargo, sabemos que está cerca de nosotros. Y esa seguridad de su compañía sólo es posible por la fe. Tenemos la certeza de lo que esperamos, la convicción de lo que no vemos.