Señor Eterno, Dios de Abraham, Isaac y Jacob, a Ti, que estableciste a Jerusalén como la ciudad de la paz, venimos con corazones llenos de esperanza y súplica. Recordamos Tus palabras en el Salmo 122:6 que nos instan a “Pedir por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman.” En un mundo en el que el caos y la discordia a menudo toman protagonismo, clamamos por la paz de esta ciudad tan amada, tan central para Tu corazón.
Oh Dios, que en Isaías 62:1 dijiste: “Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha”, te rogamos que la paz reine en sus calles, que sus hijos e hijas caminen sin temor y que los ecos de alegría y alabanza resplandezcan desde sus murallas.
Reconocemos, oh Señor, que la verdadera paz proviene únicamente de Ti. Así como escribiste en Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da”, te pedimos que derrames esa paz sobre Jerusalén, una paz que sobrepasa todo entendimiento, una paz que une y no divide, una paz que protege y no daña.
Asimismo, tomamos Tu promesa en Isaías 60:18, “No se oirá más de violencia en tu tierra, ni de destrucción ni quebranto dentro de tus fronteras; y llamarás a tus murallas Salvación, y a tus puertas Alabanza”, y la declaramos sobre Jerusalén. Que cada piedra, cada callejón, cada templo, cada hogar, refleje Tu gloria y majestuosidad. Que las naciones vean y reconozcan la mano poderosa de Dios sobre esta tierra.
Finalmente, Señor, inspira a líderes, ciudadanos y naciones a buscar incansablemente la paz, a ser artífices de reconciliación, y a amar a Jerusalén como Tú la amas. Que nuestros corazones se unan en un solo clamor, pidiendo la bendición y prosperidad de la Ciudad Santa.
En el nombre de Jesucristo, Príncipe de Paz, ofrecemos esta oración. Amén.