Significado Bíblico de CONFESION
Significado de Confesion
Ver Concordancia
(heb. tôdâh; gr. homologuía, homologuéÇ).
Por lo general, un reconocimiento de fe en Dios y en su superioridad y
autoridad, o una admisión de pecado; cualquiera de los 2, de acuerdo con las
circunstancias, puede ser público o privado, y ya sea a Dios o a los hombres.
La confesión del poder y la supremacía de Dios puede ser o no sincera (1 R.
8:33,35: Is. 48:1), voluntaria o involuntaria (Ro. 14:11; Fil. 2:11), como
también la confesión del pecado. En la confesión individual debe haber un
reconocimiento específico del pecado o pecados involucrados (Lv. 5:5),
acompañado de arrepentimiento (Mt. 3:2,6,8; Hch. 2:38; cf Sal. 38:18),
restitución si es necesaria y posible (Lv. 6:4; Lc. 19:8; cf Nm. 5:7,8), y
reforma (1 R. 8:35; Pr. 28:13; Is. 55:7; Hch. 19:18,19). Si se cumplen los
requisitos, se asegura el perdón (1 Jn. 1:9). Todos los pecados se deben
confesar a Dios, y los que afectan a las personas, también a ellas (Mt.
5:23,24; Lc. 17:4; Stg. 5:16).
La palabra «confesión» se usa a veces para describir una declaración de fe en
Cristo (Lc. 12:8; Ro. 10:9; 1 Jn. 4:15); un reconocimiento abierto o una
profesión de las creencias de la persona (Hch. 23:8; Ro. 10:10); o la
aceptación o afirmación de una creencia o de un hecho (Jn. 1:20; Hch. 24:14).
También se usa la palabra para describir el reconocimiento que Cristo hace de
su propio pueblo ante el Padre (Mt. 10:32; Ap. 3:5). No existe apoyo bíblico
para establecer una confesión eclesiástica en la que la absolución del pecado
viene a ser una función sacerdotal.
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: CONFESION
CONFESIÓN según la Biblia: (a) La primera es la «confesión de pecado». Era ordenada por la ley, y si iba acompañada de sacrificio llevaba al perdón (Lv. 5:5; Nm. 5:7).
Hay dos aplicaciones de esta palabra, una de las cuales es frecuentemente pasada por alto.
(a) La primera es la «confesión de pecado». Era ordenada por la ley, y si iba acompañada de sacrificio llevaba al perdón (Lv. 5:5; Nm. 5:7).
Es hermoso ver cómo Esdras, Nehemías y Daniel confesaron los pecados del pueblo como si hubieran sido suyos propios (Esd. 9:1-15; 10:1; Neh. 1:6; 9:2, 3; Dn. 9:4-20).
Cuando Juan el Bautista estaba cumpliendo su misión, el pueblo «confesaba» sus pecados, y eran bautizados (Mt. 3:5, 6); del cristiano se dice: «si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Jn. 1:9; cp. Sal. 32:5).
Somos exhortados a confesarnos mutuamente nuestras ofensas (Stg. 5:16).
(b) La otra aplicación del término es la «confesión del Señor Jesús». Los gobernantes judíos dispusieron que si alguien «confesaba» que Jesús era el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga (Jn. 9:22).
Por otra parte: «si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos serás salvo…» se confiesa para salvación.
Aquí tenemos la profesión, como ciertamente se traduce la misma palabra, «homologeõ»: «Retengamos nuestra profesión», «Profesión de nuestra esperanza» (He. 5:14; 10:23).
Ante Poncio Pilato el Señor Jesús dio testimonio de la buena profesión: Confesó que era el rey de los judíos.
A Timoteo se le recuerda que él ha profesado una buena confesión (1 Ti. 6:12, 13).
Toda lengua tendrá que confesar que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (Fil. 2:11).
Es una gran gracia para el creyente poder confesarle ahora de corazón.