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Significado Bíblico de ORACION

Significado Bíblico de ORACION

Significado de Oracion

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(heb. tefillâh, «oración», «salmo de alabanza»; gr. generalmente désis,
«súplica», «oración»; proseuje, «oración», «intercesión»; etc.).

Comunión con Dios que consiste generalmente en alabanza, gratitud y/o súplica.
La oración presupone la fe de que Dios existe, oye, se interesa y «es
galardonador de los que le buscan» (He. 11:6). Supone que existe una relación
correcta entre el suplicante y su Creador, o que debe restaurarse dicha
relación. Idealmente, la oración es una expresión del alma hacia Dios que
manifiesta amor y aprecio, el deseo de la conducción divina, la confesión del
pecado o pedidos específicos. Su propósito no es tanto producir un cambio en
el Señor como en el suplicante, y condicionar su mente y su vida para que Dios
pueda realizar su voluntad de bien en él y por él. Déesis usualmente indica
una oración que pide un beneficio especial (Lc. 1:13; Ro. 10:1; Fil. 1:19;
etc.), mientras proseuje es la oración con sentido más general (Mt. 21:13; Lc.
6:12; Hch, 1:14; Ef.1:16; 1 P. 3:7; etc.). La fe es un ingrediente esencial de
la oración (Mt. 21:21, 22). Mediante las parábolas del amigo que llamó a
medianoche (Lc. 11:5-13) y la del juez injusto (18:1-8), nuestro Señor 860
enfatiza la importancia de la persistencia, la perseverancia y el fervor en la
oración. Las relaciones correctas en el hogar son importantes para que las
«oraciones no tengan estorbo» (1 P. 3:7). Un espíritu perdonador es esencial
para el perdón de los propios pecados (Mt. 6:14, 15). La humildad también es
un ingrediente esencial (Lc. 18:10, 11). La oración ha de ser ofrecida a Dios
en el nombre de Cristo (Jn. 14:13, 14). Las motivadas por el egoísmo no pueden
ser contestadas (Stg. 4:3), y Dios no escucha las oraciones de los que
deliberadamente le desobedecen, o que tienen el propósito de desobedecerlo (Pr.
15:29; 28:9). En vista de que la oración refleja la conciencia de la necesidad
y la fe en el poder de Dios de suplir lo que hace falta, él a menudo hace por
nosotros, como resultado de ella, lo que de otro modo no haría. Algunas
personas «no tienen» porque «no piden» (Stg. 4:2).

La oración debe ser sencilla y no ostentosa (Mt. 6:5, 7). Para que sea
respondida es esencial que el pedido esté en armonía con la voluntad de Dios.
El suplicante debería orar según el ejemplo de Cristo: «Pero no sea como yo
quiero, sino como tú» (26:39). «Si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad,
él nos oye» (1 Jn. 5:14). Demasiado a menudo «qué hemos de pedir como
conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos indecibles» (Ro. 8:26). Se deben ofrecer oraciones especiales por los
enfermos (Stg. 5:14, 15), con sinceridad de corazón, con la fe sencilla de que,
en su propio tiempo y manera, Dios proveerá lo que sea mejor. Así, él puede
atender nuestro pedido o negarlo; y puede proveer algo mejor o hacernos esperar
la respuesta hasta una mejor ocasión.

Como el título lo sugiere, varios salmos constituyen oraciones (Sal. 17; 86;
90; 102; etc.). En la oración intercesora de Cristo, en la noche de su traición
(Jn. 17), oró por la unidad de los discípulos y porque tuvieran fuerzas para
vivir en el mundo sin ser influidos por él (vs 15, 22). La más conocida es la
oración modelo que Cristo enseñó a sus discípulos: el Padrenuestro. Aunque es
breve, abarca las necesidades y aspiraciones básicas del creyente devoto (Mt.
6:9-13; Lc. 11:2-4).

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: ORACION

ORACIÓN según la Biblia: La oración es la comunicación con Dios. Siendo el Creador del mundo, y reinando sobre él, no es un ser impersonal, sino un Dios dispuesto a escuchar a los hombres.

La oración es la comunicación con Dios. Siendo el Creador del mundo, y reinando sobre él, no es un ser impersonal, sino un Dios dispuesto a escuchar a los hombres. Sus leyes no lo limitan; son la expresión de Su propia operación, generalmente uniforme, en providencia y preservación.

Puede, sin embargo, actuar de una manera libre, conforme al consejo de Su voluntad, modificando Su forma de actuar, e influenciando los sentimientos, la voluntad y la inteligencia de los hombres.

Las oraciones y las respuestas dadas por Dios a ellas se hallan incluidas en Su plan, desde el comienzo de la creación, que Él sostiene con Su constante presencia.

La oración surge del corazón humano: en la angustia, clama a Dios, que demanda la oración de todos, pero que sólo admite las peticiones hechas de manera íntegra.

La oración del impío es abominación ante Jehová (Pr. 15:29; 28:9). Sólo aquellos que no practican el pecado pueden allegarse a Dios por medio de la oración. La actitud de rebelión contra la autoridad divina debe ser depuesta; se debe implorar el perdón.

La oración, comunión del hijo de Dios con su Padre, incluye la adoración, la acción de gracias, la confesión, la petición (Neh. 1:4-11; Dn. 9:3-19; Fil. 4:6). Así es como el pueblo de Dios ha orado a través de las eras. La oración es, así, el derramamiento del corazón ante el Creador. Él responde mediante bendiciones (1 R. 9:3; Ez. 36:37; Mt. 7:7).

Jehová escucha toda oración sincera; tiene compasión por todas Sus criaturas (Sal. 65:3; 147:9). Santiago, citando un ejemplo histórico, afirma: «La oración eficaz del justo puede mucho» (Stg. 5:16). Y Cristo declara a Sus discípulos: «Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré» (Jn. 14:13).

Convencido de que sólo Dios sabe cuáles podrán ser las consecuencias últimas, buenas o malas, de una respuesta a la oración, el creyente acepta ya de entrada la respuesta afirmativa o negativa del Señor.

El apóstol Juan, dirigiéndose a los cristianos, formula así la doctrina de la oración: «Esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye» (1 Jn. 5:14).

La respuesta será la que nosotros mismos desearíamos si pudiéramos tener el conocimiento que nos falta. En ciertos casos, la no concesión de nuestras peticiones es con frecuencia la mayor de las bendiciones. El que ora con una actitud recta se confía enteramente a la sabiduría de su Señor.

La oración debe ser pronunciada en el nombre de Cristo, sin el que ningún pecador puede tener acceso ante el Señor. El creyente debe tener presente que se está allegando a un Dios tres veces santo, y que se debe basar no en mérito alguno de su parte, que no tiene valor alguno, sino en los méritos de Cristo: Él es quien nos ha purificado de nuestros pecados con Su sangre y ha hecho de nosotros reyes y sacerdotes.

La oración se dirige al Dios trino y uno: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cada una de las tres Personas de la Trinidad es invocada en la bendición apostólica: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros» (2 Co. 13:14).

La oración se dirige asimismo al Cristo resucitado, como lo hacían los primeros cristianos (1 Co. 1:2). Esteban, sufriendo el martirio, ora a Cristo; Pablo le suplica a Él y le da las gracias. Los rescatados proclaman Su gloria y soberanía (Hch. 7:59, 60; 2 Co. 12:8, 9; 1 Ts. 3:11; 1 Ti. 1:12; Ap. 1:5, 6).

La oración es ofrecida a Dios por el Espíritu (Ef. 6:17). Sólo Él sabe lo que nos es preciso pedir, para permanecer dentro de la línea de la voluntad divina. La oración que Él forme en nosotros será ciertamente otorgada, siempre y cuando nada en nuestros pensamientos y conducta venga a obstaculizar nuestras oraciones (1 Ti. 2:8; 1 P. 3:7).
Actitud durante la oración.

Los israelitas, por lo general, oraban de pie (1 S. 1:26; Dn. 9:20; Mt. 6:5, etc.). Sin embargo, la postura de rodillas podía señalar una mayor devoción (2 Cr. 6:13; Esd. 9:5; Dn. 6:10; Lc. 22:41, etc.). En ambos casos, las manos eran extendidas hacia Dios (1 R. 8:22; Neh. 8:6; Lm. 2:19; 3:41), o hacia Su santuario (Sal. 28:2; 2 Cr. 6:29).

Esta postura era sumamente fatigosa cuando se prolongaba; Moisés se sentó en una piedra, en tanto que Aarón y Hur sostenían sus brazos (Éx. 17:11-12). Como señal de humillación se oraba en ocasiones prosternándose con el rostro vuelto hacia el suelo (Neh. 8:6; 1 R. 18:42; 2 Cr. 20:18; Jos. 7:6). Daniel se dio a la oración y a la súplica en ayuno y vistiéndose de saco y ceniza (Dn. 9:3; cfr. Sal. 35:13). El hombre arrepentido se golpeaba el pecho acusándose ante Dios (Lc. 18:13).

Al dejar de existir el Templo, la plegaria vino a tomar en el judaísmo el lugar de los sacrificios. El Talmud reglamenta de manera minuciosa los diversos tipos de oraciones, su orden y la actitud que demandaban. Los antiguos rabinos estimaban cosa esencial llevar filacterias durante la oración.

Los cristianos son llamados a una vida de dependencia de Dios en oración, mientras se enfrentan en este mundo contra el Enemigo y sus ardides en una tremenda lucha espiritual. El apóstol Pablo exhorta así: «Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos…» (Ef. 6:18).

Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: ORACION