Significado Bíblico de ROMA
Significado de Roma
Ver Concordancia
(gr. Rhom, «fuerza»; lat. Roma).
Ciudad capital del Imperio Romano hasta el reinado de Constantino y actual
capital de Italia. Estaba situada en el centro de la Península Itálica, a unos
24 km de la costa, sobre el río Tíber, lo que permitía que los barcos de
ultramar llegaran hasta ella, dándole también un fácil acceso al mar. Al mismo
tiempo, estaba lo suficientemente distante tierra adentro como para estar
protegida contra ataques marítimos directos. Roma ocupaba, así, una posición
geográfica favorable. Mapa XIX, C-8.
434. Mapa de la Roma antigua.
I. Historia.
A. Roma antes de Augusto.
La leyenda atribuye su fundación a los mellizos Rómulo y Remo. La fecha, de
acuerdo con una cierta tradición predominante, fue el 21 de abril del 753 a.C.
Sin embargo, la investigación arqueológica parece indicar que el lugar habría
sido ocupado mucho antes por grupos de pueblos itálicos, llamados lacios, con
mezcla de sabeos, que descendieron de las montañas por el valle del Tíber.
Ocuparon varias de las 7 colinas donde más tarde se edificó Roma,
principalmente las Palatina, Esquilina, Quirinal y Viminal. Las habitantes de
la aldea sobre la colina Palatina habrían llegado a dominar a las otras bajo un
líder que por tradición fue Rómulo. En cualquier caso, las diversas 1001
poblaciones se unieron para formar una ciudad llamada Roma. El valle al norte
de la colina Palatina llegó a ser el lugar del mercado (lat. forum). También se
usó como centro político y religioso de la nueva ciudad. El Forum Romanum
siguió con este último carácter por muchos siglos. Incluía en sus límites el
asiento del Senado, los principales templos de la ciudad, el hito de oro desde
el cual partían todos los caminos, e importantes basílicas (salas de justicia o
lugares de reunión). A medida que Roma establecía su supremacía sobre las
tribus vecinas, más y más gente se mudaba a la ciudad, hasta que cubrió las 7
colinas tradicionales, todas al este del Tíber: Palatina, Capitolina, Quirinal,
viminal, Esquilina, Celia y Aventina (fig 434). Tal vez, por varios siglos la
ciudad-estado fue un reino, pero poco se sabe de él. Hubo 7 reyes legendarios
desde Rómulo hasta Tarquino el Soberbio; por lo menos los últimos reyes fueron
etruscos, del otro lado del Tíber. Durante este período, Roma habría
establecido su poder sobre los latinos de la zona. Alrededor del 500 a.C. una
revuelta de la nobleza produjo la expulsión del último rey, y posteriormente
los etruscos fueron arrojados al otro lado del Tiber. El resultado fue una
república que duró 5 siglos, La República estaba gobernada por un Senado y 2
magistrados elegidos anualmente, llamados cónsules. El 1er, período de la
República estuvo marcado por luchas entre los plebeyos y los patricios -la
clase inferior y la aristocracia-, que terminó con la reconciliación y el
otorgamiento de plenos derechos civiles a los plebeyos, y la conquista y
unificación de Italia. El saqueo de Roma por los galos en el 390 a.C. fue un
obstáculo temporario, sin consecuencias adversas permanente en el poder
constantemente creciente de la próspera ciudad-estado.
Después que casi toda Italia fue incorporada a Roma, ésta avanzó paulatinamente
hacia la supremacía de todo el Mediterráneo. En el oeste fue reconocida como
la principal competidora y opositora de Cartago, una fuerte ciudad-estado y un
poder marítimo en el norte de África, fundada por los fenicios. La lucha duró
un siglo, durante el cual se pelearon 3 guerras (264-146 a.C.). Roma estuvo
cerca de una derrota total y final, pero después de la 2ª guerra púnica (201
a.C.) emergió como vencedora indiscutida sobre Cartago y dueña de todos los
países del Mediterráneo occidental, lo que la llevó a su participación en los
asuntos orientales.
Desde entonces encontramos a los ejércitos romanos peleando durante los ss II y
I a.C. contra Macedonia, los Seléucidas, los Tolomeos y otros gobernantes
menores. Al principio, la meta de Roma era sólo establecer su autoridad y
mantener el orden, aunque poco a poco, el Africa del noreste, Egipto, Siria,
Macedonia y Grecia fueron absorbidos por el imperio. Pero la acumulación de
riquezas y el aumento de poder produjo tensiones sociales y políticas en la
misma capital, lo que causó mucho derramamiento de sangre. Las dictaduras de
Mario y Sila, y luego la de César, dieron por resultado que se viera que la
forma republicana de gobierno, diseñada para un estado pequeño, no era adecuada
para afrontar los problemas de un imperio. El asesinato de César en el 44 a.C.
fue causado por el resentimiento de quienes temían que estaba queriendo
eliminar la república y erigirse en rey. Pero un retorno al estilo antiguo de
vida y de gobierno ya no era practicable. y el imperio de Augusto fue
finalmente la respuesta natural a las demandas de la época. Entretanto, el
imperio había continuado su expansión. Pompeyo había conquistado Siria y
Palestina, y César había conquistado la Galia (ahora Francia) y había entrado
en Bretaña y Alemania. En la lucha final por el poder, después de la muerte de
César, Octavio (Augusto) tomó Egipto y la anexó en el 30 a.C.
B. El Imperio desde Augusto hasta Trajano.
Aunque el Imperio duró 5 siglos, sólo los siglos 1º y 2º constituyen la edad de
oro de Roma; como sólo 1ª la mitad de este período cubre la historia del NT, no
se incluirá el resto en este breve esbozo histórico. Cuando Octavio venció a
sus oponentes y quedó como único victorioso, estabilizó el gobierno romano. El
13 de enero del 27 a.C. la Asamblea y el Senado le otorgaron el poder supremo
como emperador y fue hecho «Augusto» el 16 de enero. El poder de Augusto (fig
54) y el de sus sucesores se basaba legalmente en el ejercicio de la autoridad
constitucional de varias magistraturas simultáneas, pero su control del
ejército los transformaba en monarcas de hecho, si no de nombre. El emperador
controlaba la legislación y prácticamente todo el servicio civil del imperio.
Aunque compartía sus poderes con el Senado, este augusto cuerpo con el tiempo
llegó a ser sólo una entidad que aprobaba todo lo que aquél hacía.
El reinado de Augusto estuvo señalado por la virtual reconstrucción de Roma.
Se levantaron muchos edificios magníficos en la capital y en numerosas otras
ciudades. Estimuló el gobierno local y aseguró las fronteras del imperio. La
meta de sus conquistas era más bien proteger sus provincias y someter a los
países 1002
DOMINIO DE ROMA SOBRE PALESTINA HASTA LA PRIMERA GUERRA JUDAICA1
1003 que expandir su poder y su territorio. Tiberio (14-37 d.C.) siguió los
pasos de su padre adoptivo. Aunque su reinado no estuvo libre de actos de
terror, su gobierno fue concienzudo y buena su administración de las
provincias. No hizo nuevas conquistas, pero concentró todos sus esfuerzos en
conservar y fomentar la paz, y en mantener fuerte y sano el imperio. Gayo,
apodado Calígula (37-41 d.C.), fue un monarca extravagante y autoritario, pero
su reinado no duró lo suficiente como para dañar seriamente la sólida
estructura de Roma.
En el reinado de Claudio (41-54 d.C.) se vio una mayor influencia de los
libertos, muchos de los cuales llegaron a ser administradores en el servicio
civil. Se añadieron varias nuevas provincias (2 Mauritanias, Bretaña, Licia y
Tracia). Bajo Nerón (54-68 d.C.) terminó temporariamente el tiempo de paz del
imperio. Fue extravagante, tiránico y cruel; incluso, fue acusado de incendiar
roma (64 d.C.). Tuvo que luchar contra los partos y los armenios, y suprimir
conspiraciones en casa y revueltas en Bretaña, España, Galia y Judea. Algunas
de esas rebeliones fueron dirigidas por nacionales que se levantaban contra el
gobierno opresivo de los romanos, mientras que otras fueron dirigidas por
administradores o generales romanos que se levantaron contra el emperador.
Cuando el hombre odiado fue finalmente derribado, se suicidó (68 d.C.), y las
llamas de la rebelión parecieron ahogar el imperio. En el año que siguió, con
4 emperadores (68-69 d.C.), el estado logró sobrevivir al desastre, al caos y a
la guerra civil sólo por obra de los anteriores constructores del imperio, en
especial Augusto y Claudio. Galba, Otón y Vitelio llegaron al trono en rápida
sucesión, pero salieron del escenario tan pronto como llegaron a él. Sólo el
último de los 4, Vespasiano, después de llegar al trono con el respaldo de su
ejército, obtuvo el apoyo general (69-79 d,C.). Terminó con los levantamientos
civiles y concluyó con éxito las guerras extranjeras, especialmente la
sangrienta judía, que resultó en la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C. Así
comenzó otra era de paz y prosperidad, que se extendió más allá de los 27 años
de su dinastía.
Vespasiano ejerció su autoridad independientemente del Senado, y su economía
restauró las finanzas del estado, que siguieron bien durante el reinado de su
hijo Tito (79-81 d.C.), y soportó el gasto de su hijo Domiciano (81-96 d.C.).
Nerva (96-98 d.C.) es el primero de los «5 buenos emperadores» cuyo reinado
combinado duró 84 años (96-180 d.C.). Fue elegido por el Senado como el
«primer ciudadano», y no impuesto por el ejército. Como encontró difícil
controlarlo, nombró a su general Trajano como su sucesor y lo hizo virtualmente
su corregente. Este ejemplo fue seguido por los siguientes 3 gobernantes, y el
sistema pareció funcionar. Trajano fue un gobernante firme, pero tolerante;
trabajó en armonía con el Senado y el imperio alcanzó su mayor extensión y
prosperidad. Durante su reinado (97-117 d.C.) terminó la era apostólica, por
lo que se dejará aquí este repaso de la historia de Roma.
II. Roma en tiempos de Pablo.
La capital del imperio en tiempos del apóstol ya no era la ciudad
comparativamente pequeña de la República. La estimación de su población varía
ampliamente: desde 800.000 hasta 1.600.000 habitantes bajo el reinado de
Augusto. Hay demasiados factores desconocidos para poder tener certeza al
respecto, pero la cifra de 1.000.000 parece razonable. El antiguo Muro de
Servio, construido durante la República, sólo había encerrado las 7 colinas
enumeradas antes, y la población hacía mucho que había sobrepasado los límites
de la antigua ciudad. Recién en el 271-275 d.C. Aurelio construyó el Muro
Aureliano, cuyo trazado todavía puede seguirse en grandes extensiones a través
de la Roma actual (fig 434).
El centro de la ciudad en tiempos de Pablo era el Foro Romano, con su Vía Sacra
bordeada de estatuas de hombres famosos y dioses. Allí estaba la tumba
tradicional de Rómulo, el legendario fundador de Roma, la casa del Senado (fig
437) y el templo de Saturno, usado como la tesorería del estado, en la que se
almacenaban los tributos de los países extranjeros y los fondos en reserva del
imperio; también el templo de Cástor* y Pólux, donde se verificaban las pesas y
medidas y se ensayaban los metales para las monedas, y varios otros templos.
Cerca del Capitolio estaba el hito de oro grabado con las distancias desde Roma
hacia diversos lugares sobre los principales caminos romanos. Sobre el
Palatino (fig 119) se hallaban los palacios de Augusto y de Tiberio. Allí
también vivió Nerón hasta que, después del incendio de 64 d.C., extendió su
nueva Casa de Oro en la parte sur del Esquilino. En el valle de Murcia, entre
el Palatino y el Aventino, estaba el Circo Máximo, que había sido construido en
tiempos de la República y reconstruido por Julio César. Este gran estadio
tenía capacidad para 320.000 espectadores (o 150.000 según otra estimación).
El agua se traía a la ciudad mediante acueductos, incluyendo 2 que construyó
Claudio (completados 1004 en el 52 a.C.), grandes secciones de los cuales
todavía están en pie. Sin embargo, muchos majestuosos edificios, cuyas
impresionantes ruinas son notables todavía hoy, no existían en tiempos de
Pablo: el Coliseo (fig 435), construido por los emperadores Flavios (72-80
d.C.); los arcos de triunfo de Tito (fig 436), de Septimio Severo y de
Constantino; la gran basílica de Constantino, el Foro de Trajano, con la
elevada columna de ese emperador; y las magníficas Termas (baños públicos) de
Diocleciano y Caracalla.
435. El coliseo en Roma.
III. Roma y Judea.
Cuando los judíos oyeron por 1ª vez, durante el período de los macabeos, acerca
de las conquistas de los romanos, quedaron tan impresionados que comenzaron a
pensar en hacer un trato con ellos para sacarse de encima el yugo seléucida (1
Mac. 1:10; 7:1; 8:1-20). Es muy dudoso que los romanos dieran los primeros
pasos en esta dirección, como lo asevera 2 Mac. 11:34-38. La iniciativa fue
tomada por Judas Macabeo (1 Mac. 8:17-32) y sus hermanos Jonatán (12:1- 4, 16)
y Simón (14:16-24). Pero fue Juan Hircano quien tuvo éxito en interesar a los
romanos en su causa, y en hacer un tratado con ellos para obtener su protección
y ayuda en caso de necesidad (cf 15:15-24). Sin embargo, la amistad romana
pronto se cambió en tutela. Cuando Hircano II y Aristóbulo II, los 2
hermanos, se pelearon por el trono y el cargo de sumo sacerdote, el caso fuce
puesto a consideración de Seauro, a quien Pompeyo había enviado a Siria (65
a.C.), y más tarde de Pompeyo (63 a.C.). Como resultado, los romanos
interfirieron, conquistaron Judea y Jerusalén, y pusieron el país bajo su
propio control.
En el 40 a.C. designaron a Herodes como rey vasallo sobre el país, y después de
su muerte (4 a.C.) lo dividieron en 3 regiones entre sus 3 hijos. Nueve años
más tarde, Augusto destituyó a uno de ellos, Arquelao, y puso procuradores*
sobre su territorio: Judea y Samaria. De allí en adelante hasta el inicio de
la Guerra Judeo-romana en el 66 d.C., excepto el período en que HerodesAgripa
I fue rey de Judea (41-44 d.C.), este territorio fue
administrado por procuradores romanos. Cuando la rebelión judía resistió con
éxito los primeros esfuerzos del ejército romano de Siria de aplastarla, Roma
envió a Vespasiano para continuar la campaña. Antes de alcanzar la victoria
completa se lo llamó a Roma, y en el 69 d.C. fue nombrado emperador. Su hijo
Tito (más tarde su sucesor) dirigió el sitio de Jerusalén y tomó la ciudad en
el 70 d.C., aunque hubo pequeños focos de resistencia hasta el 73. Celebró su
conquista de Judea acuñando monedas conmemorativas (fig 169, Nº 12); su arco de
triunfe en Roma (fig 436) muestra un relieve del candelabro de 7 brazos
tomado del templo (fig 110).
IV. Judíos en Roma.
Pompeyo envió judíos a Roma como prisioneros después de conquistar Jerusalén
(63 a.C.). Sin embargo, no fueron los primeros judíos en llegar a la ciudad,
porque Cicerón dice en su defensa de Valerio Flaco (59 a.C.) que tenía que
hablar suavemente para no incitar a los judíos a la rebelión, y también
menciona que en repetidas ocasiones se había enviado oro de Roma a Jerusalén.
Los judíos eran especialmente numerosos en el Transteverino (el moderno
Trastevere), un distrito de la ciudad de Roma que está al oeste del río y sobre
la isla del mismo. César los favoreció y les permitió retener su propia
organización cuando muchos otros grupos extranjeros fueron disueltos. Augusto
también estaba favorablemente dispuesto hacia ellos y confirmó sus privilegios.
El tamaño de la colonia judía en Roma en ese tiempo se pone de manifiesto por
el hecho de que 8.000 judíos se unieron a los enviados de Jerusalén para pedir
la anulación del testamento de Herodes después de su muerte. En el 19 d.C.,
durante el reinado de Tiberio, los judíos fueron expulsados de Roma por un
escándalo financiero, pero esta orden fue anulada 12 años más tarde, y hay
indicios de que no todos los judíos fueron obligados a abandonar Roma durante
esos años. Un 2º edicto de expulsión fue proclamado por Claudio (cf Hch.
18:2), quien primero los había favorecido cuando llegó al trono. Cuando Pablo
llegó a Roma por el 61 d.C., invitó a los dirigentes judíos a su casa para
explicarles por qué había llegado a esa ciudad (Hch. 28:17-20). Esto muestra
que habían regresado una vez más a Roma. De Hch. 28:21 y 2:10 resulta evidente
que los judíos en Roma tenían buenas conexiones con Jerusalén. Cuando se
desató la guerra del 66 d.C., también comenzó un período de gran sufrimiento
para los judíos en el 1005 extranjero, entre los cuales se contaban los de
Roma.
Bib.: C-PF 28; FJ-AJ xiv. 10.8,17, S-LCIJ 84: FJ-AJ xviii. 11.1
436. El Arco de Tito en Roma.
V. Origen de la iglesia cristiana en Roma.
Nada seguro se sabe sobre el origen de la iglesia cristiana de Roma. También
carece de fundamento la tradición que afirma que Pedro o Pablo, o ambos, la
fundaron; en realidad, es improbable que alguno de ellos tuviera algo que ver
con el inicio de esa iglesia. Sin embargo, es posible que el evangelio llegara
a Roma por medio de algunos judíos que aceptaron el cristianismo durante la
fiesta de Pentecostés en Jerusalén, cuando se convirtieron muchos extranjeros
(Hch. 2:10, 41). Por otra parte, que la iglesia era grande y estaba en una
condición espiritual excelente (Ro. 1:8; 15:14), parece indicar que fue fundada
por algún misionero cristiano destacado. Cuando Claudio expulsó a los judíos
(48/49 d.C.), sólo pudieron permanecer los cristianos de origen gentil. Esto
habría resultado en una ruptura de las conexiones entre la iglesia cristiana de
Roma y la comunidad judía. Cuando Pablo llegó en el 61 d.C., los dirigentes de
los judíos sólo sabían «de esta secta» que «en todas partes se habla contra
ella» (Hch. 28:22). Además, revelaron que no tenían conocimiento de la
iglesia cristiana local o de hostilidad existente contra ella.
El apóstol Pablo por mucho tiempo había tenido el deseo de visitar Roma, y c 58
d.C. escribió a los cristianos de allí que los visitaría cuando pasara por
Italia en un viaje planificado para España (Hch. 19:21; Ro. 15:24, 28).
Sin embargo, sólo 3 años más tarde pudo llegar a la capital, no como misionero
de paso hacia España, de acuerdo con sus planes, sino como preso que había
apelado a Nerón (Hch. 28:16). Su 1ª, estadía en Roma duró unos 2 años
(c 61-63 d.C.). Como era su costumbre, trató de ganar conversos entre los
judíos, pero tuvo poco éxito (vs 23-29). Aparentemente desde ese momento en
adelante -y ciertamente después del 64 d.C.- hubo un distanciamiento entre los
cristianos y los judíos en la capital. Como la iglesia cristiana ya no era
reconocida como una secta judía, perdió los privilegios que había tenido
mientras se la había considerado parte de los judíos. En realidad, 1006 llegó
a ser una sociedad ilegal. Esto abrió la puerta a la persecución, la 1ª de las
cuales se realizó en forma oficial y organizada en Roma bajo Nerón (64 d.C.),
cuando acusó a los cristianos por el incendio de la ciudad. Véase Pablo (IV,
3-6.)
Durante su 1er encarcelamiento, Pablo escribió las siguientes epístolas: Ef.,
Col., Flm. y Fil. Después de un período de libertad fue arrestado nuevamente y
llevado otra vez a Roma. Durante su 2ª prisión escribió 2 Ti. Una tradición
unánime afirma que sufrió el martirio en esa ciudad. Pedro también habría
llegado a Roma en algún momento del reinado de Nerón, y allí también perdió la
vida bajo la mano cruel de ese insano (esto también es atestiguado por la
tradición).
VI. Religión romana.
Para el observador superficial, la religión romana del tiempo del imperio
parece sólo ligeramente diferente de la de los griegos. Esta impresión nace
del hecho de que los romanos no tuvieron originalidad en asuntos religiosos, y
de que tomaron muchos dioses del panteón griego. No crearon mitología, ni
poesía religiosa, ni filosofía como los griegos. Los romanos primitivos no
tenían dioses personificados; creían en espíritus divinos, poderes u
operaciones providenciales (numina), que ni eran masculinos ni femeninos; pero
estos espíritus o poderes de la naturaleza con el tiempo desarrollaron
atributos de deidades personales. Tenían dioses familiares, Lares y Penates,
los espíritus de la granja, la casa y la familia, de quienes se pensaba que
protegían los hogares, los campos y el suministro de alimentos. Pusieron mucho
énfasis en la magia, especialmente la magia simpática natural.
Al principio, el culto de los romanos primitivos no tenía necesidad de templos
ni de estatuas. El rey era originalmente el sacerdote, y no fue sino hasta el
s VI a.C. cuando se construyó un templo para una tríada de dioses del estado
romano -Júpiter, Juno y Minerva-, que más tarde llegaron a identificarse con
las deidades griegas Zeus,* Hera y Atenea. La religión también llegó a ser
función del estado. En tiempos de la República los romanos experimentaron un
gran cambio religioso. Al ponerse cada vez más en contacto con otros pueblos,
en Italia y fuera de ella adoptaron las ideas y las formas de adoración
extranjeras. Por eso se encuentran templos en honor de Demeter, Dionisio y
Perséfone, que fueron adorados bajo los nombres latinos de Ceres, Liber y
Proserpina. Más tarde, Diana* fue tomada como representante de la diosa griega
Artemisa, y Venus como Afrodita. Luego entró Apolo, el dios sol. Finalmente,
se introdujeron varias deidades orientales y sus cultos, como el de la Cibele
Frigia -la Magna Mater de Anatolia-, Baco con sus orgías, Isis de Egipto (en el
s II a.C.) y Mitra (s I a.C.).
437. Parte de la curia antigua, la casa del Senado en Roma, tal como fue
reconstruida c 300 d.C. se preservó porque la convirtieron en iglesia.
Durante el período de Augusto se hicieron esfuerzos para volver a la religión
romana primitiva y su sencillez. Estos esfuerzos revelan que los mejores
niveles de la sociedad no estaban satisfechos con la compleja mitología griega
y los ritos sensuales de las religiones orientales que habían invadido el
Occidente. Este sentimiento de frustración religiosa fue en parte responsable
por la rápida aceptación del cristianismo por gran número de personas cuando
entró en el mundo romano a mediados del s I d.C. Otro culto nuevo influido por
conceptos orientales se introdujo en el período imperial: el culto al
emperador. Dos años después de su muerte en el 44 a.C., Julio César fue
deificado; Augusto, aunque rehusó aceptar honores divinos en forma oficial
durante su vida, no tenía objeciones de que lo llamaran «dios» en las
provincias orientales, donde diversos pueblos por siglos habían considerado
que sus reyes eran dioses. Del mismo modo, Tiberio rehusó honores divinos en
su tierra, pero los estimuló en las provincias. Calígula exigió ser tratado
como dios, y Nerón fue el 1er emperador que realmente usó la corona con rayos
que representaba el Sol, probablemente para indicar que quería ser considerado
como protegido del dios Sol: Apolo. Domiciano se hizo llamar «señor y dios».
Nada fue más difícil para el cristiano que la exigencia estatal de adorar al
emperador como a un dios; la mayoría de las crueles persecuciones 1007
posteriores se debieron a que los cristianos entraron en conflicto con la Roma
oficial por no aceptar esta exigencia.
VII. Estilo de vida en las ciudades romanas.
Los apóstoles realizaron la mayor parte de su obra en las ciudades; por eso
resulta de interés al lector de la Biblia saber cómo era la vida en una ciudad
romana del período imperial. Las excavaciones en Pompeya, Ostia y otros
centros nos dan un cuadro vívido de la interesante vida de un ciudadano
romano en el período apostólico. El centro cultural y económico era el foro o
mercado, que cortes- ponde a la actual plaza central, En el foro, o en sus
vecindades, estaban las oficinas de los magistrados, los principales templos y
muchos comercios, aunque había negocios por toda la ciudad. En el centro de la
ciudad estaba el tribunal de justicia y los principales baños públicos, a donde
la gente iba no sólo para asearse sino para entretenerse, realizar ejercicios
atléticos y encontrarse con amigos y conocidos. El teatro proporcionaba
espectáculos musicales y dramáticos; en el anfiteatro, o a veces, en el circo o
el estadio, se veía los sangrientos juegos de animales y de gladiadores contra
animales salvajes y feroces. Prácticamente toda industria y artesanía se
limitaba a los pequeños talleres, con frecuencia alojados en las casas donde
vivían los artesanos, los profesionales o los dueños de las fábricas. Los
negocios generalmente ocupaban la planta baja de los edificios de departamentos
o, en las casas más pequeñas, las habitaciones que daban hacia la calle. Los
esclavos domésticos vivían en la misma casa que sus amos. Todas las calles
estaban pavimentadas con piedras, y la mayoría tenía aceras más altas a ambos
lados, con senderos elevados para que los peatones pudieran cruzarlas. No
tenían sistemas de drenaje. Los carros no podían usar las calles durante el
día en la ciudad de Roma. El agua se obtenía de pozos particulares o de
fuentes en las esquinas, hacia donde se la canalizaba por medio de acueductos y
caños de plomo por debajo de las calzadas (fig 439).
Había casas de todo tamaño y forma. En la Roma más antigua, como en los
pueblos más pequeños, las unidades eran para una sola familia, donde las
habitaciones se abrían hacia el interior y eran iluminadas por aberturas en el
techo o el patio interior. Si embargo, en días de Pablo sólo los pocos ricos
en la capital podían tener casas individuales como las típicas conocidas
(domus, «casa») de las ciudades menores, como Pompeya y Herculano, de 1 ó 2
pisos, con las habitaciones construidas alrededor de un patio interior llamado
atrio y alrededor de un espacio abierto llamado peristilo.
438. Plano de la «Casa del Cirujano» en Pompeya, una típica casa privada romana
de la clase adinerada.
La descripción de una casa particular, la «Casa del Cirujano» en Pompeya, nos
dará una idea de las que habitaban los romanos ricos en tiempos de los
apóstoles (fig 438). La puerta de calle (A) se abría hacia un vestíbulo
angosto (B) que conducía a una recepción (D, atrio). El techo del atrio estaba
inclinado hacia una abertura en el centro que llevaba el agua de lluvia a un
tanque (E) puesto en medio del piso (de dicho tanque el agua generalmente era
llevada a una cisterna para su uso posterior). A ambos lados del atrio había
pequeños dormitorios (F, cubículos), y detrás de ellos 2 habitaciones abiertas
hacia el atrio, llamadas alas (G), que se usaban como lugares para guardar
ropa, instrumentos o útiles en cajas o armarios. Aquí se exhibían las
máscaras mortuorias de los antepasados.
Frente a la puerta de entrada principal y entre el atrio y el peristilo o
patio abierto estaba el tablinum (H). Este era el lugar donde el dueño de
casa se reunía con sus visitantes, y se podría llamar una sala de estar, ya que
las reuniones de la familia se realizaban allí. El tablinum de la Casa del
Cirujano (generalmente separada del atrio por una cortina) se abría hacia el
atrio interior, aunque en algunas casas había allí una pared, con ventanas o
sin ellas. Junto a esta habitación estaba el comedor (I), que se usaba durante
la temporada 1008 fría, unida al atrio por medio de una puerta. Del otro lado
del tablinum central había un corredor angosto (J) que unía el atrio con el
peristilo. Junto al corredor había un cuarto de almacenaje cerrado (K),
también usado como bodega de vinos (apotheca). El patio abierto (M, peristilo)
estaba rodeado de columnas.
439. Reconstrucción artística, basada en la evidencia arqueológica, de una casa
de departamentos romana con comercio en la planta baja. Bien podría ser que
«una casa alquilada», donde el apóstol Pablo vivió durante 2 años enteros,
fuera similar a ésta
Este era una característica que los romanos habían adoptado de las casas
griegas; generalmente tenían estatuas, flores y arbustos en el centro, por lo
tanto, era un pequeño jardín bien cuidado. En uno de los lados del peristilo
había más dormitorios, y en las esquinas, 2 cuartos para los esclavos y la
cocina, y entre ellos una sala (N), abierta hacia el peristilo, la exedra,
donde se comía o se recibía a los huéspedes durante la estación más calurosa.
Aunque esta casa era típica del período imperial, otras estaban construidas de
acuerdo con una eran variedad de planos diferentes. Algunas tenían más de un
atrio, en otras no había peristilo, y no faltaban las de varios comedores y más
habitaciones para la servidumbre, y muchas tenían comedores y dormitorios en
una 2ª planta. A menudo, las habitaciones abiertas hacia afuera eran usadas
como negocios.
Las casas romanas tenían menos muebles que las modernas. Las camas eran marcos
rectangulares apoyados en 4 patas, sobre los que se estiraban cuerdas
entrelazadas que sostenían un colchón; había mesas, armarios, estantes, cajas,
ollas y vajilla de alfarería, ollas y vajillas de metal, candeleros, lámparas y
sofás (reclinatorios) sobre los que los romanos se reclinaban para comer, para
escribir, para descansar, ya que no se sentaban en sillas para esos menesteres
sino que se reclinaban alrededor de una mesa baja. Las paredes de casas como
éstas estaban pintadas con motivos arquitectónicos, paisajes o acontecimientos
de la mitología griega. Véase Comida.
Los que no podían darse el lujo de tales moradas vivían en departamentos de
diversos tamaños, precios y niveles de comodidad. La gente pobre, en 1 ó 2
habitaciones, tal vez detrás o sobre un negocio, que serían los cuarto para
vivir y trabajar al mismo tiempo. La gente de estatus moderado a medio vivía
en departamentos de los pisos superiores de los mismos edificios. Un complejo
de departamentos así era llamado «ínsula» (isla), porque, estaba completamente
rodeado por calles estrechas. En la Roma densamente poblada, la mayor parte de
la gente habitaba en construcciones como la ilustrada en la fig 439, que se
elevaba varios pisos por sobre el nivel de los negocios que daban a la calle.
Se han encontrado restos de edificios que tenían hasta 6 ó 7 pisos. Tal vez
fuera una ínsula la «casa alquilada» donde vivió Pablo -que no era rico y tenía
que trabajar para su sustento- mientras estuvo encarcelado por 1ª vez en
Roma.1009
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología: ROMA
ROMA según la Biblia: (a) Historia. Según la tradición, Roma fue fundada en el año 753 a.C. por Rómulo, que vino a ser su primer rey. La primera fase de su existencia fue la de una monarquía. Hubo siete reyes sucesivos hasta la proclamación de la república en el año 510 a.C., provocada por la tiranía de Tarquino el soberbio.
(a) Historia. Según la tradición, Roma fue fundada en el año 753 a.C. por Rómulo, que vino a ser su primer rey. La primera fase de su existencia fue la de una monarquía. Hubo siete reyes sucesivos hasta la proclamación de la república en el año 510 a.C., provocada por la tiranía de Tarquino el soberbio.
Sin embargo, hasta la instauración de la república, la historia de Roma se mueve en un marco de leyenda mezclada con un fondo histórico en el que es difícil desentrañar la ficción de la realidad. La historia de los dos primeros siglos de la república es asimismo oscura. El gobierno estaba dirigido por los patricios.
Para entonces, la población de Roma estaba compuesta por una mezcla de latinos, sabinos y etruscos. La clase patricia, que detentaba el poder, era ganadera y terrateniente, en tanto que la plebe estaba compuesta de granjeros, artesanos y comerciantes.
Se crearon tensiones, en las que los plebeyos demandaban una igualdad jurídica; de estas tensiones se llegó a una serie de reformas, en las que los plebeyos contaban con un tribuno propio. Más tarde, hacia el año 450-420 a.C., se logró la codificación de las leyes romanas con la promulgación de las Doce Tablas.
A partir de entonces se crea una estratificación social no basada en el linaje, sino en la posesión de medios económicos. Se llegó así lentamente a la situación en que todo ciudadano (una minoría de la población, formada en su mayor parte por esclavos) tenía derecho a voto.
Fue bajo la república que Roma extendió su dominio por toda Italia (entre los años 496 a 270 a.C.). Posteriormente, la república se vio enfrentada con Cartago, que antes había sido fiel aliada en la defensa de sus intereses comunes. El enfrentamiento contra Cartago recibe el nombre de las (tres) Guerras Púnicas.
En el intervalo correspondiente a las dos primeras guerras púnicas, Roma conoció un período de paulatina expansión, marcada por algunos reveses (las victorias de Aníbal, escenario de la guerra en la misma Italia, Roma misma amenazada). Sin embargo, el final de la segunda guerra púnica vio a Roma dueña de unos territorios muy amplios, que comprendían, por el año 201, Sicilia, Córcega, Cerdeña, y toda la España mediterránea.
A partir del año 200 a.C. empezó a intervenir intensamente en los asuntos de oriente. En el año 190 a.C. Antíoco el Grande, rey de Siria y padre del infame Antíoco Epifanes, fue derrotado por los romanos en Magnesia. A partir de ello, Roma asumía el protectorado de varias ciudades de Asia Menor (cfr. 1 Mac. 8:1-10).
Hacia el año 100 a.C. poseían ya casi toda España, el sur de Francia, toda la península de Italia incluyendo la parte alpina, Dalmacia, Grecia, la zona occidental de Asia Menor, y Creta. En el año 63 a.C., Pompeyo se apoderó de Judea, después de haber eliminado el poder de los Seléucidas, reduciendo a Siria a la condición de provincia romana. Judea, aunque hecha tributaria, conservó durante un cierto tiempo un gobierno autónomo. (Véanse JUDEA, HISTORIA BÍBLICA, c, d(I) y HERODES.)
En Roma, las rivalidades políticas abocaron a una serie de luchas intestinas que, sin embargo, no detuvieron sus campañas exteriores. El enfrentamiento entre Mario y Sila no detuvo las victoriosas campañas contra Mitrídates IV, rey delPonto Euxino, ni el comienzo de la ocupación de las Galias, del archipiélago Balear, y muchas otras campañas.
Después de la derrota de Mario, Sila fue nombrado dictador (82 a. C.), pero se vio forzado a abandonar el poder ante la ineptitud del sistema de gobierno que él propugnaba (79 a.C.). Al cabo de varios años de disturbios y luchas intestinas de las que no se libraban ni provincias tan apartadas como España, en el año 60 a.C. se formaba el triunvirato de César, Pompeyo y Craso.
Deshecho éste por mutuas suspicacias, César destrozaba el ejército de Pompeyo en Lérida, en España. Habiendo muerto Craso en su lucha contra los partos, César consiguió un poder incontestado. Sin embargo, caía asesinado el año 44 a.C. en pleno Senado. Se desencadenó una nueva guerra civil. Antonio, Octavio y Lépido formaron un nuevo triunvirato, que acabó con la imposición de la supremacía de Octavio en el año 31 a.C.
El nuevo dueño de la situación se hizo proclamar emperador y asumió el título de Augusto. El Señor Jesucristo nació durante su reinado, y fue crucificado bajo el de Tiberio (véase JESUCRISTO). El martirio de Jacobo, hermano de Juan, tuvo lugar bajo Claudio (Hch. 11:28; 12:1, 2). Por lo que respecta a Pablo, apeló a Nerón (Hch. 25:11).
La destrucción de Jerusalén profetizada por el Señor (Mt. 24; Mr. 13; Lc. 19:41-44; 21:5-36) tuvo lugar en el año 70 d.C. bajo el reinado de Vespasiano y bajo el mando del general Tito, que sería el siguiente emperador (véase CÉSAR) Los limites del imperio en la época de Augusto eran el Rin, el Danubio, el Éufrates, el desierto de África, el Atlántico, y el mar del Norte.
Bajo Claudio se conquistó una parte de Gran Bretaña. Trajano llevó el poderío romano más allá del Éufrates; el imperio romano llegó a englobar la práctica totalidad del mundo civilizado conocido. Posteriormente, con el paso de los siglos, el imperio romano empezó a mostrar señales de decadencia. Los excesos y la corrupción interior, así como los ataques constantes de los enemigos del exterior, fueron fraguando su ruina.
El último soberano del imperio en su integridad fue Teodosio (379-395 d.C.). Sus dos hijos reinaron cada uno sobre una parte del imperio, que quedó dividido en el Imperio de Occidente y el Imperio de Oriente, y que ya jamás volvieron a reunirse. El Imperio de Occidente se desintegró, y Roma cayó bajo los embates de los bárbaros germánicos en el año 476. Uno de sus caudillos, Odoacro, se proclamó rey de Italia.
El Imperio de Oriente, o Bizancio, resistió aún mucho tiempo, hasta la toma de Constantinopla por los turcos en el año 1453. (b) La religión de Roma. En la época de la república se marca ya una distinción entre la religión de los campesinos en las zonas rurales y la religión del Estado.
Los primeros mantenían el culto a los espíritus de los antiguos agricultores, dando su adoración a los dioses de la naturaleza, de los campos y de los bosques, protectores de sus ganados y también de la vida familiar y guardianes de la casa y de sus ocupantes (Lares y Penates).
Era una especie de animismo que concebía la presencia de un espíritu para cada cosa o actividad, pero que no les daba ninguna apariencia antropomórfica (numina). Las fiestas estaban íntimamente relacionadas con los diferentes hitos del año agrícola.
Nada conducente a una exaltación poética, bien al contrario de Grecia, la religión autóctona de los romanos era la de un toma y daca con los espíritus, que a cambio de quedar satisfechos por el reconocimiento de sus poderes en cada campo concreto, protegían a la familia, sus actividades y posesiones.
Por otra parte, la religión del Estado giraba alrededor de deidades tutelares y protectoras, como Júpiter, Marte y muchos otros dioses y diosas. Gradualmente se fue estableciendo la religión estatal. Al principio los cultos eran dirigidos por el cabeza de familia; el Estado asumió el culto, utilizándolo para sus propios propósitos.
El templo erigido en la colina Capitolina, en el mismo centro de Roma, vino a ser el centro oficial de la adoración de una tríada divina que simbolizaba la majestad religiosa del Estado. El sacerdocio, electivo en lugar de hereditario como en Grecia, estaba compuesto de una jerarquía de «flamines» para los dioses más importantes; por otra parte, el colegio de «pontífices», que estaba presidido por el «pontifex maximus», vino a ser el guardián de la ley sagrada, manteniendo el secreto del calendario de fiestas.
Éste era notificado al pueblo de mes en mes. El orden de pontífice proviene del puente construido sobre el Tíber por Ancus Martius, y que fue entregado al cuidado de los sacerdotes.
Casi todas las fiestas romanas estaban consagradas a su historia, Las «Lemurias» eran solemnes expiaciones por el asesinato cometido por el primer rey; las «Quirinales» eternizaban su entronización. Las danzas sabinas se celebraban en honor del escudo que los dioses habían lanzado a los romanos desde el cielo.
Así, cada acto y función del Estado vino a revestirse de significado religioso. Los generales ascendían la colina del Capitolio para consagrar en el templo de Júpiter el botín conseguido. Las mismas asambleas para elecciones o para la discusión de legislación no podían ser convocadas hasta que los augurios no fueran favorables, de la misma manera que el general en el campo de batalla no debía iniciar el combate hasta haber recibido las bendiciones de los auspicios.
De esta manera, los «Augures» vinieron a ser una institución oficial en Roma. La conquista de Grecia llevó a la admirada Roma a la imitación del derrotado adversario. El arte, la literatura, filosofía y religión de Grecia asumieron carta de naturaleza en Roma; en religión, Roma pasó de los antiguos «numina», que en manos del Estado habían ido adquiriendo una concepción más y más antropomorfa, a la identificación de ellos, uno por uno, con los dioses de la jerarquía del Olimpo.
Sin embargo, la clase intelectual, aun asumiendo las formas del politeísmo, pasó mayormente a favorecer distintas escuelas de pensamiento filosófico griego, con todas sus concepciones de la «nueva academia» que, con Carneade, enseñó a Roma el menosprecio por lo sagrado, y que empezó, con un corrosivo cinismo, a minar las bases morales de aquella sociedad en sus clases dirigentes.
La religión, en Roma, vino más y más a centrarse en el culto al Estado, encarnado posteriormente en la persona del emperador. Ya establecido el Imperio bajo Augusto, Virgilio, en su obra Eneida, conecta la familia Julia, a la que pertenece el emperador, con Eneas de Troya. Según el mito, Eneas era hijo de Afrodita / Venus, que era a su vez hija de Zeus / Júpiter.
Así, en esta obra se glorifica a la familia Julia, y por ende a Augusto y a los demás emperadores julianos, como descendencia directa de Júpiter y, por tanto, divinos. (c) Roma y el cristianismo. Roma hizo su aparición en época tardía en el Oriente bíblico. En el AT es entrevista proféticamente en el libro de Daniel (el cuarto imperio en los caps. 2 y 7 del libro de Daniel; véase DANIEL).
En cambio, su poderío se deja ver de continuo en todo el NT. Los judíos soportaban a regañadientes la ocupación romana, con todas las vejaciones que ella implicaba, los pesados impuestos, las profanaciones del Templo. El nacionalismo de los judíos, exacerbado por la implacabilidad de la administración romana, se manifestaba en motines y revueltas ocasionales. S
in embargo, la religión judía había sido reconocida por Roma, de manera oficial, como «religio licita» (religión legal). Josefo (Ant. 14:10, 8, 17) recoge el decreto que permitía explícitamente a los judíos el ejercicio de su religión como de origen demostrable. Así, el judaísmo como tal no podía ser perseguido en Roma.
Este hecho fue de gran importancia al principio de la difusión del cristianismo, que era considerado oficialmente como una corriente del judaísmo (cfr. Hch. 18:15). Por otra parte, el sometimiento total de los judíos a Roma quedó patente en el hecho de que la sentencia de muerte contra el Señor Jesucristo tuvo que ser confirmada por un juez romano, y ejecutada por romanos siguiendo sus métodos para los que no eran ciudadanos romanos (esto es, la crucifixión).
Naturalmente, se daban casos de linchamientos al margen de la legalidad establecida, como lo fue el martirio de Esteban por la turba judía (véase ESTEBAN), y como se intentó con Pablo, cosa que impidió la autoridad romana a tiempo (cfr. Hch. 21:30-32 ss.). (A) Difusión del Evangelio.
Al principio, la existencia del Imperio Romano fue muy favorable para la difusión del Evangelio. Durante más de dos siglos, el orden estable y enérgico establecido por Roma aseguró la paz y la prosperidad.
Las excelentes carreteras romanas, la supresión de la piratería y bandidaje, y el desarrollo consiguiente del tráfico marítimo y terrestre, el conocimiento generalizado del griego en Oriente y del latín en Occidente, la unidad exterior del imperio todo ello ofrecía unas posibilidades que hasta entonces nunca se habían dado para la proclamación universal de la Palabra de Dios.
Por otra parte, el dominio romano, que había quebrantado las barreras entre las razas y religiones particulares, consiguió, por una parte, familiarizar a personas de distintas procedencias entre sí; al mismo tiempo, sin embargo, existía una tal corrupción moral y un tal abandono de las antiguas creencias paganas, que las almas estaban ávidas de una vida nueva y de una verdad liberadora.
La gran difusión de las religiones de misterios provenientes de Oriente constituye una prueba de ello. Cuando surgió el Evangelio, también evocó una respuesta en muchos corazones. En la época de Hechos y de las Epístolas, los funcionarios romanos evidencian en general una actitud de indulgencia hacia los cristianos, y la calidad de ciudadano romano que Pablo ostentaba le fue útil en más de una ocasión.
Pero las persecuciones comenzaron ya bajo Nerón, que acusó a los cristianos del incendio de Roma. Empezaron a ser considerados como traidores y peligrosos para la estabilidad del Estado, porque rehusaban participar en la religión pagana, que constituía un verdadero sostén de lealtad de la plebe al orden establecido.
Al ser conscientes las autoridades del hecho de que grandes masas de la población que no eran judíos habían asumido la nueva fe, separaron tajantemente su trato hacia los cristianos del que daban a los judíos. Así, se lanzaron grandes persecuciones contra los no judíos que rehusaran participar en el culto al emperador.
Al final del siglo I d.C., el emperador Domiciano hizo encarcelar y dar muerte a multitudes de cristianos. Las persecuciones se fueron sucediendo, con algunos períodos de calma, durante dos siglos y medio (véase PERSECUCIONES).
Estas persecuciones ayudaron a refrenar el proceso de corrupción que había invadido a la iglesia cristiana en muchos de sus estamentos, como se puede comprobar de los escritos de los «Padres de la Iglesia», en triste cumplimiento de la advertencia profética del apóstol Pablo (Hch. 20:28-31 ss.).
Por otra parte, la firmeza de muchos cristianos ante las persecuciones, a pesar del también crecido número de muchos meros profesantes que recaían en el paganismo, contribuyó a que muchos más se interesaran en el Evangelio.
El cristianismo llegó finalmente a tener tanta influencia social que el emperador Constantino, cuya madre profesaba el cristianismo, promulgó en el año 313 el Edicto de Milán, por el que los cristianos recibían las mismas libertades y derechos que los paganos, como medida de prudencia política. No fue hasta el reinado de Teodosio (346-395) que el cristianismo fue proclamado la religión oficial de todo el imperio.
(d) El Derecho Romano. El desarrollo del Derecho por Roma es de una importancia fundamental. Moldeó el destino de Occidente, y ha sido el modelo en el que se han inspirado los más diversos códigos del mundo. La Lex Romana es, ciertamente, la gran aportación de Roma a la historia de la humanidad.
El Derecho Romano tenía dos divisiones principales: el Privado y el Público. (A) El Derecho Privado trataba de las relaciones contractuales entre individuos capaces; por ejemplo, contratos en los que las partes se obligaban a determinados compromisos en negocios, etc.
Los compromisos solemnizados tenían pleno valor jurídico, aunque limitado a las partes que se obligaban. (B) El Derecho Público regulaba las relaciones de los individuos con el Estado. Se subdividía en:
(1) Derecho de Gentes, con las normas a aplicar a los individuos carentes de la ciudadanía romana y que ha venido a ser el fundamento del actual Derecho Internacional, y
(2) Derecho Civil, que tenía que ver con las relaciones de los miembros de la civitas con el Estado y que normatizaban el comportamiento de la ciudadanía en temas de interés público. En Roma, las leyes, que debían ser preparadas y propuestas por magistrados, debían ser, sin embargo, refrendadas por el voto de los ciudadanos.
En la época del Imperio, las leyes dictadas por el mismo emperador no requerían de este requisito. Cuando una propuesta de ley de un magistrado era refrendada por el voto de los ciudadanos, se establecía por ello mismo una vinculación de ellos con la ley, que incluía en sus efectos a sus descendientes.
Estas leyes, sin embargo, no eran vinculantes para los extranjeros que estuvieran en Roma o fueran a sus territorios, siendo súbditos de otras naciones no sometidas al Imperio (comerciantes y mercaderes, etc.). Antes de la votación había una vista pública en la que se discutía la ley propuesta.
En esta reunión pública podían participar todos, ciudadanos o no, para expresar sus opiniones; de esta manera, aunque el voto estaba estrictamente reservado a los ciudadanos, se daba oportunidad para ser oídos a amplios sectores que pudieran tener intereses afectados por la propuesta de ley.
En todo caso, las propuestas de ley no podían ir en contra de las llamadas «leyes sacratae». Estas leyes eran una especie de constitución básica, que reflejaba el compromiso a que habían llegado patricios y plebeyos en la época de tensiones y luchas entre ellos, para lograr el establecimiento de una estabilidad político-social, compromiso que ambas partes sociales se habían juramentado solemnemente respetar, ellos y sus descendientes. Las nuevas leyes, por tanto, sólo podían ser puestas en vigor en tanto que armonizaran con la tradición y usos sociales aceptados.
(e) La ciudadanía romana. Originalmente, sólo los romanos residentes en la capital gozaban de los privilegios reservados a los ciudadanos. Posteriormente, estos derechos fueron conferidos a ciertas partes de Italia, y después, para alentar el asentamiento de romanos en otras zonas despobladas de la península, a toda Italia. Fue
Caracalla quien otorgó el título de ciudadano romano a todos los habitantes libres del Imperio (211-217 d.C.). Antes sólo se otorgaba este título, fuera de sus poseedores estrictos, a los que habían rendido servicios al Estado.
También podía ser comprada, especialmente si se trataba de habitantes de localidades o regiones que no habían recibido exenciones. Había ciudades que sí habían recibido derecho a la ciudadanía romana. Ello explica que Pablo, de ascendencia judía (Fil. 3:5) fuera, sin embargo, ciudadano romano.
Claudio Lisias había pagado bien caro este título (Hch. 22.28). Al saber que el apóstol era ciudadano romano, Lisias dio la orden de suspender los preparativos de la flagelación a que se iba a someter a Pablo (Hch. 22:25-29).
Las autoridades de Filipos hicieron azotar a Pablo y a Silas con varas sin previo juicio: cuando los pretores supieron que los presos eran ciudadanos romanos, les presentaron excusas y los liberaron (Hch. 16:36-38).
Al apelar al emperador, Pablo usó de su derecho (Hch. 25:11). Las leyes que regulaban estas cuestiones eran la «Lex Valeria» y la «Lex Porcia», que decretaban que ningún magistrado podía ordenar el encadenamiento, flagelación ni muerte de un ciudadano romano.
Este sólo podía ser ejecutado con el asentimiento del pueblo, reunido en una asamblea plenaria, y votando por centurias. Si, a pesar de las leyes mencionadas, un magistrado o autoridad ordenaba la flagelación de un individuo, éste sólo tenía que, decir: «Soy ciudadano romano.»
La acción judicial se suspendía de inmediato, hasta que la ciudadanía se pronunciara. Cuando el emperador vino a ejercitar el poder supremo en lugar del pueblo, el recurso se dirigía al soberano.