AMMONITAS

pueblo semita del este de Jordania, al norte de Sijón, en el curso superior del Yabboq. Después de la destrucción de Sodoma y Gomorra, habiendo Dios salvado a Lot de la catástrofe, éste salió de Soar y se fue a vivir con sus dos hijas en una cueva. Ambas, para perpetuar el linaje, se acostaron con Lot, concibieron y parieron, la mayor a Moab, y la menor a Ben Ammí­, de éste descienden los a. Gn 19, 36-38.

El territorio de Ammón fue antiguamente de los refaí­tas que fueron desalojados por los ammonitas Dt 2, 20-21, y éstos establecieron allí­ su capital Rabbá Jr 49, 2; Ez 25, 5, o Rabbat Ammón, actualmente Ammán, capital de Jordania. No obstante los ví­nculos entre los a. y los israelitas Dt 2, 19 y 37, estos pueblos guerrearon constantemente. Por haber tratado mal a Israel cuando éste salió de Egipto, Amón no fue admitido en la asamblea de Yahvéh Dt 23, 4-7.

Los a. junto con los amalecitas, se aliaron con Eglón, rey de Moab, y vencieron a los israelitas; éstos quedaron sometidos al rey moabita por dieciocho años Jc 3, 13-14. Luego, habiendo idolatrado Israel, Dios lo entregó en manos de los filisteos y los a., Jc 10, 7-9. Jefté derrotó a los a. en Mispá Jc 11. Saúl derrotó a Najás, rey a., 1 S 11, 1-11. Muerto Najás, tomó el trono a. su hijo Janún, a quien David envió sus embajadores para consolarlo por la muerte de su padre, pero fueron prendidos por Janún, lo que provocó la guerra en la cual David derrotó a los a. 2 S 10; 1 Cro 19.

Joab jefe del ejército de David, tomó y destruyó Rabbá, ciudad real de los a. 2 S 12, 26-31; 1 Cro 20, 1-3. Judas Macabeo venció a los a. cuyo jefe era Timoteo 1 M 5, 6. Los a. fueron crueles, por lo que en Ez 25, 110, Am 1, 13-15 se anuncia su destrucción, así­ como en So 2, 9-11.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(De [Pertenecientes a] Ammón).
Descendientes de Ammón, el hijo que Lot tuvo con la menor de sus dos hijas. (Gé 19:36-38.) Eran parientes cercanos de los moabitas, quienes descendieron de Moab, el otro hijo de Lot. Tanto en la historia bí­blica como en la historia seglar antigua se les suele mencionar junto con los moabitas. También estaban emparentados con los israelitas, como lo muestra el hecho de que el lenguaje ammonita fuera un dialecto del hebreo, si bien ese parentesco era más lejano. A pesar de esto, salvo raras excepciones, fueron enemigos hostiles de la nación de Israel.

Territorio ocupado. Seguramente fue por consideración al fiel antepasado Lot por lo que Jehová Dios permitió a los ammonitas tomar posesión del territorio que antes habí­a estado en poder de los refaí­m, un pueblo de elevada estatura al que los ammonitas llamaban †œzamzumim†. (Dt 2:17-21.) Esta tierra se encontraba al E. del bajo Jordán, y, en un tiempo, el territorio de los ammonitas se uní­a al de los moabitas en la meseta existente al E. del mar Muerto. Sin embargo, con anterioridad a la entrada de Israel en Canaán, los amorreos habí­an desalojado a los ammonitas de parte de su tierra y los habí­an empujado hacia el N. y hacia el E., de modo que los separaron de los moabitas, quienes también sufrieron la pérdida de bastante territorio. (Nú 21:26; Jos 12:2; Jue 11:13, 22.) Posteriormente, la tierra de los hijos de Ammón se extendió, con alguna variación, desde el curso superior del serpenteante valle torrencial de Jaboq, en dirección oriental, hacia el desierto (Nú 21:24; Jos 12:2); su capital, Rabá (la moderna `Amman), estaba situada junto a la cabecera del torrente de Jaboq. (Dt 3:11.) Los arqueólogos han descubierto en esta región antiguos emplazamientos y fortalezas fronterizas ammonitas.
Por orden divina, los israelitas se abstuvieron de penetrar en el territorio ammonita cuando conquistaron las tierras lindantes de los amorreos. (Dt 2:37; Jos 13:8-10.) De manera que aunque Josué 13:25 dice que la tribu de Gad recibió †œla mitad de la tierra de los hijos de Ammón† como parte de su herencia tribual, parece ser que se refiere a la porción de tierra que los amorreos les habí­an arrebatado anteriormente, un territorio que estaba situado, según se cree, entre el rí­o Jordán y el alto Jaboq.

Conflictos con Israel. Fue en el tiempo del rey Eglón de Moab cuando los ammonitas y los amalequitas se unieron a los moabitas para atacar a Israel, y subyugaron el territorio que queda al O. del Jordán, incluida Jericó. (Jue 3:12-14.) Cuando el juez Ehúd neutralizó años después los efectos de aquel ataque (Jue 3:26-30), los ammonitas no volvieron a ser una amenaza importante para Israel hasta los dí­as de Jefté. Para entonces los israelitas habí­an vuelto a servir a los dioses de las naciones, lo que resultó en un perí­odo de opresión de dieciocho años durante el cual los ammonitas amenazaban a Israel desde el E., mientras que los filisteos lo hací­an desde el O. Las fuerzas ammonitas no solo aterrorizaron a los israelitas que viví­an en Galaad, sino que incluso acosaron a las tribus de Benjamí­n, Judá y Efraí­n, al O. del Jordán. (Jue 10:6-10.) Cuando los israelitas finalmente se limpiaron de la adoración falsa, se reagruparon bajo la dirección de Jefté. Este primero refutó las acusaciones de los ammonitas sobre la usurpación de los derechos sobre la tierra, enviando mensajes oficiales, y luego les infligió una aplastante derrota. (Jue 10:16–11:33; véase JEFTE.)
Hay escriturarios que opinan que la alusión de Jefté a †œKemós tu dios† es errónea, pues afirman que Kemós era la deidad nacional de Moab, no de Ammón. (Jue 11:24; Nú 21:29.) Si bien es cierto que a la deidad ammonita se la conocí­a por los nombres de Mólek, Milcom o Malcam (1Re 11:5, 7; Jer 49:1, 3), según algunos doctos, estos tres términos (todos relacionados con la raí­z del término †œrey†) son tí­tulos, no nombres propios, por lo que muy bien pudieron aplicar al dios Kemós. En cualquier caso, se ha de tener presente que los ammonitas eran politeí­stas (Jue 10:6), así­ que es posible que el culto a Kemós estuviera tan extendido entre ellos como lo estaba entre sus parientes, los moabitas.
Según la Versión de los Setenta, aproximadamente un mes después que Saúl llegó a ser rey de Israel, el rey Nahás de Ammón puso sitio a la ciudad de Jabés en Galaad, exigiendo la rendición de la ciudad e imponiendo el cruel requisito de que, como condición para la paz, cada uno de sus hombres permitiera que se le sacara el ojo derecho. (Véase NAHíS núm. 1.) Al saber del sitio, Saúl demostró su valí­a como rey formando a las fuerzas israelitas y poniendo en fuga a los ammonitas. (1Sa 11:1-4, 11-15.) Una declaración posterior de Samuel revela que fue la amenaza creciente de los ammonitas bajo Nahás lo que finalmente indujo a los israelitas a solicitar un rey. (1Sa 12:12.)

Durante la gobernación de David. Los ammonitas también fueron sojuzgados por David, y se tomó de ellos despojo o tributo. (1Cr 18:11.) El relato que se hace de este suceso en 2 Samuel 8:11, 12 forma parte de un resumen de las conquistas de David, resumen que quizás no esté en estricto orden cronológico con relación a los relatos precedentes y subsiguientes. Así­, 2 Samuel 10:1, 2 da a entender que existí­a una relación relativamente pací­fica entre Ammón e Israel durante la gobernación de David hasta el tiempo de la muerte del rey Nahás. No obstante, Hanún, el hijo y sucesor de Nahás, encolerizó muchí­simo a David, pues humilló a los mensajeros que le habí­a enviado como portadores de consuelo. Al percatarse de la seriedad de la afrenta que habí­an cometido, los ammonitas se procuraron tropas mercenarias de los sirios y se prepararon para atacar a Israel, pero no pudieron con la estrategia del general israelita Joab y de su hermano Abisai, y fueron vencidos. (2Sa 10:1-14; 1Cr 19:6-15.)
En la primavera siguiente, las fuerzas de David sitiaron Rabá, ciudad capital de Ammón. En una ofensiva desesperada de los ammonitas sitiados, murió Urí­as el hitita. (2Sa 11:1, 17, 24, 26, 27; véase RABí núm. 1.) Es difí­cil determinar la duración del asedio. Puede que el relato sobre el nacimiento del hijo adulterino de Bat-seba y el posterior nacimiento de Salomón se haya insertado porque ambos alumbramientos se produjeron durante el sitio, o bien con el fin de ofrecer el desenlace de las relaciones de David con Bat-seba, aun cuando uno o ambos nacimientos hubiesen tenido lugar después del sitio. Aunque del comentario que se encuentra en 1 Crónicas 20:1, 2 no se infiere que el sitio haya tenido una duración prolongada, no deberí­a extrañar que el asedio a la ciudad se extendiera de un año a otro. David mismo finalmente completó la conquista de la capital ammonita. (2Sa 12:26-29.)
†œLa corona de Malcam†, mencionada en el relato de la captura de Rabá, debió ser una corona que llevaba puesta el dios ammonita, también llamado Mólek o Milcom en otros pasajes del texto bí­blico. Aunque en este pasaje la Versión Valera traduce la expresión hebrea Mal·kám por †œsu rey†, no parece lógico que se tratase de un rey en persona, por cuanto la corona pesaba †œun talento de oro† (unos 34 Kg.). También parece probable que a David le colocaran la corona solo por un breve instante, tal vez para significar así­ su victoria sobre aquel dios falso. (2Sa 12:30.)
Debido a la manera de traducir 2 Samuel 12:31 las versiones Torres Amat de 1856 y Valera de 1909, hay quien ha entendido que David cruelmente aserró, destazó y quemó vivos a los ammonitas derrotados. No obstante, varias traducciones posteriores (BJ, NBE, VP, NM) dan el sentido correcto, al mostrar que a los ammonitas se les castigó a hacer trabajos forzados con sierras, con hachas y en la fabricación de ladrillos. Este sentido está probado por el hecho de que ahora se sabe que el término hebreo que en algunas traducciones se vierte †œhorno de ladrillos† se refiere más bien a un molde de madera en el que se poní­a la arcilla para que tomara forma de ladrillo.
No todos los ammonitas eran enemigos implacables de Israel, pues entre los hombres poderosos de David se hallaba Zéleq el ammonita. (2Sa 23:37.) El rey Salomón tuvo esposas ammonitas, entre las que se cuenta a la madre de Rehoboam. (1Re 11:1; 14:31.) Sin embargo, esta relación propició su apostasí­a y el que erigiese †œlugares altos† para el culto a Milcom y a otros dioses, lugares que finalmente derruyó el fiel rey Josí­as. (1Re 11:5; 2Re 23:13.)

Después de la división del reino. Los ammonitas recobraron su independencia de los reyes daví­dicos y, durante el reinado de Jehosafat (936-c. 911 a. E.C.), se unieron a los moabitas y a los habitantes de la región montañosa de Seí­r en una ofensiva combinada contra Judá, pero los aliados sufrieron una derrota aplastante. (2Cr 20:1-4, 10-26.) Las inscripciones del rey asirio Salmanasar III, quien gobernó en el tiempo del rey Jehú de Israel (c. 904-877 a. E.C.), hacen mención de las fuerzas de †œBasa, hijo de Ruhubi, de Ammón†, como parte de una coalición de reyes que se opusieron a Asiria en la batalla de Qarqar. (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 225.) Posteriormente, uno de los conspiradores en la muerte del rey Jehoás de Judá (c. 859 a. E.C.) fue Zabad, hijo de Simeat la ammonita. (2Cr 24:22, 26.) Más adelante, el fuerte gobierno de Uzí­as (829-778 a. E.C.) una vez más hizo a los ammonitas tributarios de Judá. (2Cr 26:8.) Jotán, el hijo de Uzí­as, volvió a imponer a Ammón esta dominación, exigiéndole cien talentos de plata (660.600 dólares [E.U.A.]), diez mil medidas de coro (alrededor de 2.200 Kg.) de trigo y diez mil de cebada. (2Cr 27:5.) La solvencia de los ammonitas para pagar esta fuerte suma durante tres años seguidos pudo haberse debido a su ventajosa ubicación en una de las rutas comerciales más importantes entre Arabia y Damasco, así­ como a la relativa fertilidad de la región del valle torrencial de Jaboq (aún en la actualidad esta región es rica en trigo y cebada).
Por lo visto, la creciente intervención de la potencia asiria en Palestina durante el reinado de Acaz, el sucesor de Jotán (761-746 a. E.C.), permitió que los ammonitas se libraran de la dominación judí­a, pero solo para caer bajo la opresión asiria, ya que los registros de Tiglat-piléser III mencionan a †œSanipu de Bit-Ammón [la casa de Ammón]† entre los que pagaban tributo a Asiria, junto con Acaz de Judá y Salamanu de Moab. El Prisma de Senaquerib, que narra su invasión de Judá en el tiempo de Ezequí­as, también muestra a Ammón llevando regalos al invasor asirio, mientras que Esar-hadón, hijo de Senaquerib y contemporáneo de Manasés, menciona a †œPuduil, rey de Bet-Ammón† como uno de los que proporcionaron materiales para la edificación de la ciudad de Ní­nive.
Parece probable que después de la deportación de los habitantes del reino norteño de Israel que llevaron a cabo Tiglat-piléser y uno de sus sucesores (2Re 15:29; 17:6), los ammonitas comenzaran a ocupar el territorio de la tribu de Gad, para lo que ya habí­an peleado contra Jefté, aunque sin éxito. (Compárese con Sl 83:4-8.) En consecuencia, el mensaje profético de Jehová por medio de Jeremí­as reprende a los ammonitas por haberse apoderado de la herencia de los gaditas y les advierte de una venidera desolación que se cierne sobre Ammón y su dios Malcam (Milcom). (Jer 49:1-5.) Los ammonitas fueron aún más lejos y enviaron partidas merodeadoras para hostigar a Judá en los años finales de ese reino, gobernado entonces por el rey Jehoiaquim. (2Re 24:2, 3.)

Invasión babilonia. Cuando Babilonia conquistó el reino de Judá (607 a. E.C.), algunos judí­os huyeron a Ammón, Moab y Edom, pero regresaron más tarde al enterarse de que se habí­a nombrado gobernador a Guedalí­as. (Jer 40:11, 12.) Sin embargo, el rey Baalí­s de Ammón conspiró junto con Ismael, uno de los jefes del ejército de Judá, para asesinar a Guedalí­as (2Re 25:23; Jer 40:14; 41:1-3), y consumado el hecho, Ismael se refugió en Ammón. (Jer 41:10-15.)
Aunque Ammón se regocijó por la caí­da de Jerusalén, a este pueblo circunciso finalmente le llegó el dí­a en que Jehová le pidió cuentas debido a su incircuncisión de corazón. (Jer 9:25, 26.) Conforme a las profecí­as proclamadas por Jeremí­as, Ezequiel y Amós, los ammonitas comenzaron a beber la copa de la ira de Jehová y experimentaron la espada, el hambre, la peste y la desolación de su tierra. (Jer 25:17, 21; 27:1-8; Eze 25:1-10; Am 1:13-15.)
La descripción de Ezequiel sobre el momento en el que el rey de Babilonia (Nabucodonosor) se detiene en una encrucijada y hace uso de la adivinación para decidir si ir contra Rabá de Ammón o contra Judá (Eze 21:19-23, 28-32), indica que Ammón no se sometió de buen grado al yugo babilonio. Aunque Nabucodonosor atacó primero a Jerusalén, el historiador judí­o Josefo registra que en el quinto año después de la desolación de Jerusalén, hizo la guerra a Celesiria, Ammón y Moab. (Antigüedades Judí­as, libro X, cap. IX, sec. 7.) Como se habí­a predicho, Ammón llegó a ser †œun descansadero de rebaño† y Rabá, †œun apacentadero de camellos†. (Eze 25:5.) En consecuencia, †œlos orientales† poseerí­an la tierra, establecerí­an sus tiendas y apacentarí­an sus camellos en ella. (Eze 25:4.)
Es probable que en cumplimiento de Jeremí­as 49:6, Ciro, el conquistador de Babilonia, permitiera que los exiliados ammonitas, junto con los de otras naciones, regresaran a su tierra natal.

Se casan con israelitas. Cuando los judí­os regresaron del exilio (537 a. E.C.), un ammonita llamado Tobí­as fue uno de los dirigentes de la oposición a que se reedificasen los muros de Jerusalén. (Ne 4:3, 7, 8.) Después, incluso tuvo la arrogante osadí­a de hacer uso de un comedor del recinto del templo, hasta que Nehemí­as, indignado, arrojó fuera sus muebles. (Ne 13:4-8; véase TOBíAS núm. 2.) Muchos de los exiliados judí­os que regresaron habí­an tomado esposas ammonitas y de otras naciones, pero se les reprendió con severidad por ello y, como resultado, las despidieron. (Esd 9:1, 2; 10:10-19, 44; Ne 13:23-27.)
Después de la expulsión de Tobí­as del recinto del templo, se leyó y aplicó la ley de Dios registrada en Deuteronomio 23:3-6, que prohibí­a que los ammonitas y los moabitas entrasen en la congregación de Israel. (Ne 13:1-3.) Por lo general, se entiende que esta restricción, impuesta alrededor de mil años antes debido a que los ammonitas y los moabitas se negaron a socorrer a los israelitas cuando estos se acercaban a la Tierra Prometida, significa que estos pueblos no podrí­an llegar a formar parte de la nación de Israel en la condición legal de verdaderos miembros que disfrutaran de todos los derechos y privilegios propios del israelita. Sin embargo, esto no significa que los ammonitas y los moabitas no pudieran asociarse con los israelitas o residir entre ellos y beneficiarse como consecuencia de las bendiciones que Dios derramaba sobre su pueblo. Algunos ejemplos son: Zéleq, quien, como se mencionó antes, estuvo entre los guerreros principales de David, y Rut la moabita. (Rut 1:4, 16-18.)
En cuanto a este último caso, del matrimonio de Rut con Boaz se desprende que cuando las mujeres de estos pueblos se convertí­an a la adoración del Dios verdadero, podí­an casarse con hombres judí­os. Además, debido a que los términos †œammonita† y †œmoabita† están en género masculino en el texto hebreo de Deuteronomio 23:3-6, la Misná judí­a (Yebamot 8:3) arguye que solo estaban excluidos de Israel los varones ammonitas y moabitas. Sin embargo, el que Esdras exigiera que los hombres judí­os despidieran a sus esposas extranjeras, así­ como la actitud similar, ya mencionada, que adoptó Nehemí­as, es una prueba más de que la admisión de mujeres ammonitas y moabitas en Israel dependí­a de su aceptación de la adoración verdadera.
Aunque la historia, incluido el libro apócrifo de 1 Macabeos (5:6), muestra que Ammón siguió siendo un territorio definido hasta el siglo II a. E.C., parece que para el siglo I a. E.C. esa región llegó a formar parte del reino nabateo, y para el siglo III E.C. los ammonitas desaparecieron de la historia como pueblo, absorbidos seguramente por las tribus árabes. Como Sofoní­as habí­a profetizado, los hijos de Ammón llegaron a ser †œcomo Gomorra, […] un yermo desolado†. (Sof 2:8-10.)
En vista de que los ammonitas desaparecieron como pueblo a principios de la era común, la mención de Ammón en la profecí­a de Daniel con respecto al †œtiempo del fin† debe tener aplicación en un sentido espiritual: una referencia, en buena lógica, a los enconados enemigos del Israel espiritual de Dios, la congregación cristiana. (Da 11:40, 41.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Contenido

  • 1 Origen y raza
  • 2 Su país y civilización
  • 3 Ammón e Israel
  • 4 Bibliografía

Origen y raza

Los ammonitas fueron una raza muy afín a los hebreos. Uno de los usos de su nombre en la Biblia manifiesta la antigua creencia hebrea acerca de esta relación cercana, pues se les llama Bén’ámmî, o “hijo de mi pueblo”, lo que significa que a esa raza se la consideraba como descendiente del pariente más cercano de Israel. Este juego de palabras sobre el nombre Ammón no surgió del nombre en si, sino que presupone la creencia en el parentesco entre Israel y Ammón. El nombre Ammón no puede ser aceptado como prueba de esa creencia, pues su origen es obscuro, derivado quizás del nombre de una deidad tribal. El lenguaje ammonita, sin embargo, sí constituye una prueba de su origen común. Si bien es cierto, que no nos ha llegado ninguna inscripción amonita, pero los nombres ammonitas que se han preservado pertenecen a un dialecto con una afinidad muy cercana al hebreo. Más aún, la cercana relación de sangre entre Moab y Ammón, admitida por todos, el lenguaje de la piedra moabita, casi hebreo en su forma, es un testigo sólido de la afinidad racial entre Israel y Ammón. Este argumento lingüístico reivindica la creencia de que Israel siempre tuvo en consideración este parentesco con los ammonitas.

La creencia ha sido expresada de forma inequívoca en Génesis 19,32-38, donde se atribuye a Lot, el sobrino de Abraham, la paternidad de Ammón y su hermano, Moab. Esta repugnante narración ha sido tradicionalmente considerada como un hecho literal, pero recientemente ha sido interpretada, por el P. Lagrange, OP., como una narrativa de una burda ironía popular por medio de la cual los israelitas expresaban su aversión por la corrupta moral de los moabitas y ammonitas. Sin embargo, es dudoso que tal ironía se dirigiera contra el propio Lot. Otros estudiosos ven en la depravación de esos pueblos una prueba de la realidad del relato bíblico acerca de su origen incestuoso. Los etnólogos, al interpretar ese origen a partir del sobrino de Abraham siguiendo los cánones de autenticidad de su ciencia, sostienen que ello indica que los israelitas eran considerados la tribu más antigua y más poderosa, mientras que los ammonitas y moabitas eran considerados como ramificaciones del tallo principal. El carácter del Génesis, que en ocasiones parece preservar las tradiciones populares en lugar de la exactitud etnológica, se toma como confirmación de esa posición. Pero no se niega de modo alguno que la tradición hebrea del parentesco inmediato de Israel, Ammón y Moab sea correcta. Los tres forman juntos un solo grupo y se clasifican como pertenecientes a la rama aramea de la raza semita.

Su país y civilización

Los ammonitas se establecieron al este del río Jordán; su territorio originalmente comprendía todo el territorio desde dicho río hasta el desierto, y del Río Yabboq, al sur, hasta el Río Arnón (Jc. 11,13-22), que luego perteneció a la porción de Rubén y Gad. “También éste país era considerado país de refaítas; los refaítas habitaron aquí antiguamente; y los ammonitas los llamaban zanzumitas” (Deut. 2,20), al que pertenecía Og, rey de Basán, quien pereció ante los hijos de Israel en los días de Moisés (cap. 3). Sin embargo, poco antes de la invasión hebrea comandada por Josué, los ammonitas fueron expulsados de ese rico territorio por los amorreos y se retiraron a las montañas y valles que forman la parte oriental del distrito actualmente conocido como El-Belka. Ellos continuaron creyendo que su territorio original les pertenecía por derecho, y en épocas posteriores lo reconquistaron y mantuvieron por un período muy largo.

Su tierra, aunque no era muy fértil, disfrutaba de agua abundante y excelentes pastos. Jeremías dice de Ammón que se gloría en sus valles y confía en sus tesoros (Jer 49,4). Su ciudad principal era Rabbath, o Rabbath-Ammon, para distinguirla de otra ciudad del mismo nombre en Moab, y yacía en medio de un valle fértil y bien cultivado. Era la ciudad real; en tiempos de David floreció bajo el gobierno de un rey poderoso y estaba bien fortificada, aunque sucumbió ante el ataque de Joab, general de David (2 Sam. 11-12). Ptolomeo II (Philadelphus) la reconstruyó posteriormente y la llamó Filadelfia; aún conserva algo de su nombre original, aunque actualmente los árabes la conocen como Amman. Sus ruinas, hoy día, son de las más imponentes del otro lado del Jordán, a pesar de las muchas vicisitudes de la ciudad, e iluminan y dan vida a la ya de por sí vibrante narración del ataque de Joab. Los ammonitas tenían muchas otras ciudades además de Rabbath (vea Judit 11,33; 2 Sam 12,31), pero sus nombres han desaparecido. Indican, al menos, un considerable desarrollo de la civilización y muestran que a los ammonitas no se les puede clasificar, como se hace a menudo, casi en el plano de nómadas. En lo tocante a religión, practicaban la idolatría y las abominaciones comunes a las razas semitas que rodeaban a Israel. Su dios se llamaba Milkom, supuestamente otra forma de Moloc. Parece que los hebreos sentían por los ammonitas un desprecio especial, al igual que por los moabitas. A nadie de esos pueblos, ni siquiera luego de convertirse a la religión de Yahveh, se le permitía entrar al Tabernáculo; ni sus hijos o descendencia hasta la décima generación (Deut. 23).

Ammón e Israel

Esta distinción contra sus parientes cercanos se debía al tratamiento que estos últimos le habían dado a Israel durante su camino a Palestina, cuando Israel luchaba por constituirse en una nación. Los hebreos no tenían pensado arrebatar sus tierras a los descendientes de Lot, ya fuera Moab o Ammón, y se les había indicado específicamente que no lo hicieran. Esta amistad especial y el reconocimiento de su consanguinidad no fueron correspondidos por ninguno de los dos pueblos, quienes se negaron a abastecer a los israelitas, e incluso emplearon a Balaam, quien era ammonita, o por lo menos vivía entre ellos, para maldecir el ejército de Israel; aunque, como es bien sabido, Balaam fue obligado a dar en su lugar una bendición (Deut. 23,4-5; Núm. 22 – 24). Debido a esta carencia de amor fraterno, se puso una prohibición contra los ammonitas; pero no hubo intentos de arrebatarles sus tierras, sino que al llegar a sus fronteras, simplemente se desviaron por otro camino. Sin embargo, la faja de tierra a lo largo del Jordán que ellos reclamaban, le fue quitada a los amorreos que los había desposeído de ella. Se dice que Moisés le había asignado también a la tribu de Gad la mitad de la tierra de Ammón (Jos. 13,25), pero no existe constancia de que se la arrebataran a los ammonitas, lo que además hubiera estado en contradicción con la orden divina ya mencionada. Más bien parece que se trata de un territorio del cual ellos ya habían sido expulsados.

Poco después de la muerte de Josué, cuando los israelitas ya se habían establecido al otro lado del Jordán, los ammonitas se aliaron con los moabitas, en el reinado de Eglon, y atacaron exitosamente a Israel; pero a su vez los moabitas fueron vencidos y se estableció un largo período de paz (Jc. 3,30). Más tarde, durante la judicatura de Yair, los hebreos fueron atacados simultáneamente por los filisteos desde el sureste y los ammonitas desde el este. En especial Gad, cuyo territorio yacía al este del Jordán, hubo de sufrir durante dieciocho años los ataques de los ammonitas, y eventualmente el enemigo victorioso atravesó el Jordán y devastó los países de Judá, de Benjamín y Efraín (Jc. 10). Ante esta crisis Israel entró en pánico, pero surgió un salvador en la persona de Jefté, que fue elegido líder.

Los ammonitas exigieron que se les cediera el territorio más allá del Jordán, desde el Arnón hasta el Yabboq, del cual habían sido desposeídos, pero Jefté se rehusó ya que 300 años antes los israelitas habían quitado esas tierras a los amorreos, no a los ammonitas. Audazmente llevó la guerra al país de los invasores, y los derroto completamente, arrebatándoles veinte ciudades (Jc. 11,33). En tiempos de Saúl los ammonitas había recobrado un gran poder y bajo el reinado de Najás (Nahash) habían sitiado a Jabes Galaad. Saúl había sido elegido rey por Samuel sólo un mes antes y su elección aún no había sido ratificada por el pueblo; pero en cuanto supo del sitio convocó un gran ejército y derrotó a los ammonitas, causándoles muchos daños (1 Sam. 11). Esta victoria lo elevó a la monarquía. Se mencionan sin gran detalle otras acciones de Saúl en contra de los ammonitas (14,47), y también la amabilidad de Najás hacia David (2 Sam. 10,2), probablemente antes de su ascensión al trono.

David marcó el inicio de su gobierno con hazañas militares y se dice que dedicó a Dios el botín capturado a Ammón (8,11); No obstante, no se menciona ninguna guerra, porque cualquier acción bélica habría sido incongruente con la amistad entre David y Janún, sucesor de Najás (10,2). La oferta de amistad de David hacia Ammón fue rechazada, y sus embajadores fueron maltratados, tras lo cual se inició la guerra. Los sirios se unieron a los ammonitas, y ambos fueron atacados y vencidos por Joab, el principal general de David. Al año siguiente Joab invadió de nuevo el territorio de Ammón, persiguió a su gente hasta Rabaath, y sitió la ciudad real. Fue durante este sitio que sucedió el incidente de David y Betsabé, que culminó cuando David envió al fiel Urías a su muerte en Rabbath, causando con ello la mancha más terrible en su carácter. Cuando Joab hubo sometido la ciudad envió por David, quien llegó y se cosechó la gloria de la victoria; se colocó en su cabeza la enorme corona del rey, saqueó la ciudad y masacró a sus habitantes, e hizo lo mismo en todas las ciudades ammonitas (caps. 10 – 12). Así se quebró la fuerza de Ammón, y aparentemente éste se convirtió en vasallo de Israel. Posteriormente, hacia el final del reinado de David, otro hijo del rey Najás, ya sea por falta de espíritu o por genuina humanidad, se mostró generoso con David cuando el entonces anciano y asediado rey combatía con su hijo Absalón (17). Algunos ammonitas parecen haberse enlistado en el ejército de David; se menciona a uno de ellos entre sus treinta y siete guerreros más valientes (23,37).

No se narran hostilidades durante el reinado de Salomón, el cual tomó mujeres ammonitas como esposas, adoró a sus deidades y edificó un lugar alto en su honor (1 Rey. 11), que fue destruido por Josías (2 Re 23,13). Cuando murió Salomón y su reino se dividió, los ammonitas recuperaron su independencia y se aliaron con los asirios, combatiendo a su lado en un ataque a Gilead, con lo que creció su territorio. La bárbara crueldad que mostraron en esa ocasión provocó la denuncia de Amós, quien predijo la caída de Rabbath (Amós 1,13). Durante la invasión asiria, en el reinado de Teglatfalasar, cuando sus vecinos los rubenitas y gaditas fueron llevados a la cautividad, los ammonitas recuperaron parte de su antiguo territorio a lo largo del Jor´dan (2 Rey. 15,29; Jer. 49,1-6).

En tiempos de Josafat, rey de Judá, cuando los israelitas estaban más debilitados, los ammonitas encabezaron una confederación de naciones para subyugarlos; pero habiendo surgido la sospecha entre los aliados, terminaron destruyéndose unos a otros e Israel escapó milagrosamente (2 Crón. 20,23). Después de casi 150 años, Joatam, rey de Judá, se aventuró a atacar a los ammonitas, los conquistó y los hizo vasallos exigiéndoles un tributo anual (2 Cro 27), que sin embargo sólo fue pagado tres años. Pero ya se acercaba la condena de la monarquía hebrea, en la que los ammonitas iban a jugar un papel importante. Nabucodonosor, rey de Babilonia, los empleó, al igual que a otras naciones de la comarca, para destruir el reino de Judá (2 Re 24), y cuando llegó finalmente la caída, fue el rey de los ammonitas quien envío asesinos a Judea para matar al gobernador quien había reunido a los sobrevivientes Judá (2 Re 25; Jer, 40,14). Después del retorno el antiguo odio parece aún sobrevivir (Neh. 4). En tiempos de Judas Macabeo los ammonitas eran aún una nación fuerte, y el gran líder tuvo que pelear muchas batallas antes de conquistarlos (1 Mac. 5). No se hace ulterior mención de ellos en tiempos bíblicos. San Justino Mártir se refiere a ellos como un pueblo numeroso en su época, pero al siglo siugiente desaparecieron de la historia.

Bibliografía

Bible Dictionaries of HASTINGS, VIGOUROUX; Jewish Encyclopædia; DELITSCH, DILLMAN, DRIVER, GRAY, Commentaries (Numbers); LAGRANGE, Historical Method.

Fuente: Fenlon, John Francis. “Ammonites.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907.

http://www.newadvent.org/cathen/01431b.htm

Traducido por Javier Algara Cossío. L H M.

Fuente: Enciclopedia Católica