v. Maldición, Maldito
Jos 6:18 ni toquéis, ni toméis alguna cosa del a
Jos 7:1 una prevaricación en cuanto al a .. Acán
Rom 9:3 deseara yo mismo ser a .. de Cristo
1Co 12:3 nadie que hable por .. llama a a Jesús
1Co 16:22 no amare al Señor Jesucristo, sea a
Gal 1:8 os anunciare otro evangelio .. sea a
Anatema (gr. anáthema, literalmente «algo puesto [establecido]»; luego, «algo puesto aparte» como una ofrenda votiva a un templo, «algo maldito»). En la LXX anáthema corresponde comúnmente al heb. jêrem, (una cosa) «dedicada [maldita]». Este vocablo hebreo proviene del verbo heb. jâram, «dedicar a la destrucción». La idea básica de esta palabra es que algo (o alguien) ha sido puesto bajo una prohibición; prohibición que lo destina a la destrucción o lo aparta de la sociedad (Deu 13:17; Jos 6:17, 18; 7:1-15; 1Ki 20:42; etc.). A veces una «cosa» era eliminada del uso profano y «consagrada» o «santificada» (Lev 27:28, 29; Eze 44:29). En el NT el término se usa en Rom 9:3; 1Co 12:3; 16:22 y Gá. 1:8, 9, con el sentido de pronunciar una maldición sobre otro, o ponerse uno mismo bajo maldición. En 1Co 16:22 tiene el sentido especial de pronunciar maldición sobre quien deliberadamente desprecia el amor de Cristo.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
griego anathema, ofrenda, objeto maldito. Así tradujeron los Setenta el término hebreo jérem. Lo que se consagra de manera absoluta a Dios Lv 27, 28-29; el botín de la guerra santa, a. por orden divina, Dt 7, 1-2; 20, 13 ss; Jos 6, 17-21; 8, 26-27; 1 S 15, 3, todo, hombres, animales, debe destruirse; los objetos preciosos deben destinarse al santuario. El a. puede ser consecuencia de un voto hecho a Dios Nm 21, 1-3. Violar o incumplir el a. era considerado sacrilegio, lo que acarreaba un castigo severo, como le sucedió a Akán por quedarse con parte del botín de Jericó consagrado al anatema Jos 7; Dios dice a Samuel que se arrepiente de haber hecho rey a Saúl, y manda al profeta para que recrimine al rey el haber incumplido el a. tras derrotar a los amalecitas y perdonar la vida a su rey Agag y no destruir el ganado 1 S 15, 10-23. Este concepto absoluto de a., derivado de la guerra santa en el A. T., cambia en el N. T., Mt 5, 44-45. A. también significa lo prohibido por Dios Dt 7, 26. En el N. T. a. significa blasfemia como en Co 12, 3; maldición como en Rm 9, 3; Ga 1, 8; 1 Co 16, 22. ® maldición.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
(gr., anathema, transliteración del heb., herem, consagrado). Algo dedicado a Dios que pasa a ser de él y es, por lo tanto, irrevocablemente quitado del uso común. La persona dedicada así es condenada a muerte. Esa muerte implica la falta total de valor moral (Lev 27:28-29; Rom 3:9; 1Co 12:3; 1Co 16:22; Gal 1:9). Ver CONSAGRADO.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
Maldito, consignado a condenación, 1Ti 1:20, Gal 1:8, 1Co 16:22, 1Co 12:3, Rom 9:3, Exo 32:32.
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
En el AT es traducción de la palabra hebrea herem que señalaba a algo apartado de una forma que no podía ser utilizado para un fin profano y que pertenecía a Dios. Específicamente se refiere al botín de guerra cuyo uso lo decidía Jehová, si no ordenaba su completa destrucción. Así, si en una guerra se tomaba una persona cautiva como a., no podía †œser rescatada; indefectiblemente ha de ser muerta† (Lev 27:29). Cuando se venciera a los pueblos cananeos, los israelitas debían quemar en el fuego †œlas esculturas de sus dioses†, cuidándose de no codiciar †œplata ni oro de ellas para tomarlo†, ni traerlos a sus casas (†œpara que no seas a.; del todo la aborrecerás y la abominarás, porque es a.† [Deu 7:25-26]). Dios condenó a Jericó como †œciudad a. a Jehová, con todas las cosas que están en ella† (Jos 6:17). El pecado de Acán consistió en que †œtomó del a.† (Jos 7:1).
La cosa consagrada como a. si era usada fuera de ese contexto contaminaba al que así lo hacía, lo convertía en a. Por esta razón, en el caso de Acán Dios dijo que Israel había †œvenido a ser a.† (Jos 7:12). También Saúl recibió censura por haber conservado lo que él llamó †œlas primicias del a.† tras la victoria sobre Amalec (1Sa 15:21). Igualmente cuando †¢Acab derrotó a los sirios y perdonó la vida a †¢Ben-adad, Eliseo le reconvino (†œ… soltaste de la mano el hombre de mi a.† [1Re 20:42]).
és del exilio se desarrolló entre los judíos la costumbre de declarar †œa.† a una persona, como exclusión definitiva o transitoria de la comunidad. En tiempos de Esdras se decidió que el que no acudiera a la convocatoria hecha para resolver el problema de los matrimonios mixtos †œel tal fuese excluido de la congregación† (Esd 10:8). Esa costumbre siguió en la sinagoga (Jua 9:22). En el NT la palabra aparece en Luc 21:5, donde se dice que †œel templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas (anathëma)†, con el sentido que tenía en el griego de una cosa apartada, consagrada para un dios.
misma palabra †œa.†, pero con una carga de destrucción y aniquilamiento, se usa para señalar algo destinado a maldición y condenación. Pablo hubiera escogido ser a. si eso hubiera hecho posible la salvación de sus hermanos judíos (Rom 9:3). Es imposible, entonces, †œque nadie que hable por el Espíritu de Dios llame a. a Jesús† (1Co 12:3), pero †œel que no amare al Señor Jesucristo, sea a.† (1Co 16:22). Igualmente, si alguien †œanunciare otro evangelio diferente … sea a.† (Gal 1:8). La palabra anathëma, cuando se usa en forma de verbo en griego, se traduce como †œmaldecir† (Mar 14:71; Hch 23:12, Hch 23:14, Hch 23:21).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
Esta es una palabra griega no traducida en la mayor parte de los pasajes (Ro. 9:3; 1 Co. 12:3; 16:22; Gá. 1:8, 9). En Hch. 23:14 se traduce «maldición». El solemne pasaje de 1 Co. 16:22, dice: «El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene.» En Gálatas (Gá. 1:8, 9) se dice que si alguien, hombre o un mismo ángel del cielo, predica cualquier otro evangelio que el que habían recibido, que sea anatema. Dos solemnes denuncias que tienen relación con la postura adoptada acerca de la persona del Señor Jesús y del evangelio de Dios. La palabra «anathema» se usaba de cualquier ofrenda votiva en los templos paganos, las cuales no podían ser redimidas; de ahí, cualquier cosa dedicada. En el NT se trata de lo consagrado a la maldición de Dios y a la destrucción. En el AT se corresponde con el término «herem», todo aquello consagrado a la destrucción (cp. Lc. 27:28, 29; Jos. 6:17; 7:1).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
[019]
Condena o rechazo, sobre todo de tipo religioso y ritual. En griego se dice «herem» (rechazo). Los LXX lo tradujeron por «anathema» o «excomunión».
Aparece con frecuencia en el Antiguo Testamento en referencia a las personas, a los grupos, a los objetos o a las acciones. Existe un anatema social (excomunión) y un anatema cultual (impurificación). El anatema cultual suponía la aniquilación de la persona, objeto o grupo anatematizado. Implicaba el rechazo por parte de la Asamblea por no atenerse a las exigencia de la ley o del culto.
Entre los cristianos de los primeros siglos se recogió el concepto y la palabra, al ser de lengua griega en los primeros momentos, para aludir a la ruptura con el hereje o con el cismático, declarados anatemas por alejarse de la doctrina o de la moral de la comunidad creyente. Unas veces la condena suponía excomunión (ruptura) y otras simple maldición (rechazado, protesta).
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Anatema (en hebreo ) es un término técnico en las guerras santas de Israel para indicar el botín obtenido, como propiedad exclusiva de Dios. Como pertenecía a Dios, no podía emplearse en ningún uso profano y, por tanto, debía ser destruido. Consagrar al anatema era, por consiguiente, dar a la destrucción. Los hombres y los animales eran quitados del medio, exterminados. Los objetos preciosos, también como propiedad de Dios, podían ser entregados al santuario. En el N. T., «anatema» es también la ofrenda hecha a la divinidad, piedras preciosas y ofrendas votivas (Lc 21,5). En San Pablo, «anatema» se refiere generalmente a lo que cae bajo la ira de Dios, lo que está sujeto a maldición, lo maldito (cf. Gál 1,8; 1 Cor 16,22; Rom 9,3). ->ón.
E. M. N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
anathema (ajnavqema, 331), transliteración del griego. Se usa frecuentemente en la LXX, donde traduce el vocablo hebreo querem, o jerem, algo dedicado a Dios, sea que sea: (a) para su servicio, como los sacrificios (Lev 27:28; cf. anathema, ofrenda votiva), o (b) para su destrucción, como en el caso de un ídolo (Deu 7:26), o una ciudad (Jos 6:17). Más tarde adquirió el sentido más general del desfavor de Jehová (p.ej., Zec 14:11). Este es el significado con que se usa en el NT. Se usa de: (a) la sentencia pronunciada (Act 23:14; lit.: «se maldijeron a sí mismos con una maldición»); véase anathematizo en ; (b) del objeto sobre el que se arroja la maldición, «maldito». En los siguientes pasajes, la RVR mantiene el vocablo «anatema». Rom 9:3; 1Co 12:3; 16.22; Gl 1.8, 9. La RV tiene «apartado» en Rom 9:3, y mantiene «anatema» en los otros cuatro pasajes. En Gl 1.8, 9, el apóstol declara en los términos más enérgicos posibles que el evangelio que él predicaba era el único y exclusivo camino de la salvación, y que predicar otro equivalía a hacer nula la muerte de Cristo. Véase .
Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento
El ático anazēma significaba «algo puesto a un lado para reservarlo», y específicamente, una ofrenda votiva puesta aparte para un dios, y que se colgaba en su templo o en un lugar público. La LXX usó el término como traducción del hebreo ḥērem, y después llegó a tener la fuerza de «cualquier cosa destinada a la destrucción» (Lv. 27:29; Jos. 6:17). Aquello que era «consagrado» a Dios era algo prohibido para usos ordinarios. La RV60 traslitera colocando la palabra «anatema» todas las veces que el griego anazēma aparece en el NT (Ro. 9:3; 1 Co. 12:3; 16:22; Gá. 1:8, 9). La palabra llegó a ser un término fuerte de execración, llevando consigo la idea de desprecio moral. Se supone que Esd. 10:8 es el punto de partida para la teoría de que anazēma puede significar «excomunión» (JewEncy, I, p. 559). En el Talmud es indudable que ḥērem se usa para excomunión. Algunos padres griegos también usaron anazēma para denotar excomunión (Véase).
Ro. 9:3 no puede significar excomunión, debido a apo tou Christou [= «separado de Cristo» RV60], sino separación (véase) de Cristo y de la bendición eterna (Crem, p. 547). Los padres de la iglesia trataron de explicar la palabra como si significara excomunión de la iglesia, porque deseaban evitar que el deseo pareciera profano (ICC, in loco). Aunque Pablo sabía que nada celestial ni terrenal podía separarlo de Cristo, Pablo estaba movido a ese deseo por un sacrificio voluntario.
En 1 Co. 12:3 Pablo podría estar recordando sus días en los que se opuso a la verdad cristiana (Hch. 26:11). Ahora declara que nadie podrá ser motivado por el Espíritu de Dios, y seguir pronunciando esta execración. Un tiempo más tarde cuando llegó la persecución, los cristianos eran colocados en esta prueba crucial, el blasfemar contra Cristo.
Quizá Gá. 1:8, 9 sea el uso más fuerte del término. Pablo se coloca a sí mismo primero, después a los ángeles, y por último a cualquier hombre, bajo maldición si a alguien se le ocurriese predicar otro evangelio (diferente) del ya entregado a los gálatas.
En 1 Co. 16:22 anazēma se coloca junto con el arameo maranata («Nuestro Señor viene», «Nuestro Señor, ven»). El uso del arameo ha sido explicado como una expresión de uso común como nuestro «Aleluya» o «amén». La interpretación usual es que aquel que no ama, aquel que no siente ningún afecto por nuestro Señor Jesucristo será maldito cuando el Señor venga.
BIBLIOGRAFÍA
Crem, p. 54; EB, I, pp. 468–470; ISBE, 1, p. 130; JewEnc, pp. 559ss.; Lange, Romans, pp. 302ss.; LSJ; W.A. Sanday y A.C. Headlam, (ICC) Romans; Thayer, p. 37; WDB, p. 28.
Charles L. Feinberg
LXX Septuagint
RV60 Reina-Valera, Revisión 1960
JewEncy Jewish Encyclopaedia
Crem Cremer’s Biblico-Theological Lexicon of NT Greek
ICC International Critical Commentary
EB Encyclopaedia Biblica
ISBE International Standard Bible Encyclopaedia
WDB Westminster Dictionary of the Bible (Davis—Gehman)
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (28). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología
1. El gr. anathēma significaba originalmente “algo que se coloca (en un templo)”, de allí una ofrenda votiva, forma y sentido que se preserva en Lc. 21.5 (
2. El gr. anathema (e breve) es posterior; lexicógrafos como Hesiquio distinguen las formas, pero están relacionadas en su sentido y a menudo se las confunde en la práctica.
La LXX a menudo emplea anathema para representar el heb. ḥērem, *maldición, “la cosa consagrada”, aquello que ha de prohibirse (* Consagrar a la destrucción), lo cual comprende la destrucción total (
Es así que los cristianos podían oír, dada la naturaleza del sincretismo helénico, la horrible blasfemia “sea Jesús anatema” de labios de predicadores aparentemente “inspirados” (1 Co. 12.3): ya sea como abjuración de lealtad (Plinio, Ep. 10.96 y otras fuentes indican que se presionaba a los cristianos perseguidos para que “maldijeran a Cristo”), o como manera de desacreditar al Jesús terrenal en contraste con el Cristo exaltado. Cualquiera fuera la condición de quien hablaba, ningún mensaje que degradara a Cristo podía provenir del Espíritu Santo. Pablo podía desear, por el bien de sus hermanos no convertidos, “ser anatema”, lo que significaba separación de Cristo (Ro. 9.3), y podía declarar “anatema”, lo que significaba el retiro del reconocimiento de la iglesia cristiana, a todo el que predicara “cualquier otro evangelio” (Gá. 1.8–9). En estos casos °vrv2 translitera “anatema”, mientras que
En 1 Co. 16.22, se usa “anatema” para colocar bajo maldición a los que odian a Cristo, añadiéndosele a continuación *“maranata”. Esto quizás tenga el sentido general “y que nuestro Señor ejecute prontamente sus juicios” (cf. C. F. D. Moule,
Los conspiradores de Hch. 23.14 se colocan bajo anathema (°bj; “maldición” °vrv2; °vm “grave maldición”; °ba “juramento”):
El sentido eclesiástico de la excomunión es una extensión, no un ejemplo, del uso bíblico, aunque no es imposible que la práctica en la sinagoga (cf.
El verbo relacionado aparece en Mr. 14.71; Hch. 23.12, 14, 21.
Bibliografía.H. Aust, D. Müller,
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico
(Griego anathema; literalmente, colocado en alto, suspendido, poner aparte).
Término que anteriormente denotaba ofrendas hechas a la divinidad que se suspendían del techo o paredes de los templos con el propósito de exponerlas a la vista. Así según su etimología, anathema significa una cosa ofrecida a Dios; en el Antiguo y Nuevo Testamentos se usa a veces en este sentido. En Judit 16,18 se dice que Judit, habiendo tomado todas las armas de Holofernes, que el pueblo le había concedido, y las cortinas de su cama que ella misma había traído, y las ofreció al Señor como anatema de desprecio. En 2 Macabeos 9,16 Antíoco promete adornar con los más preciosos regalos (anathemata) el templo que había saqueado; y en Lucas 21,5 se hace mención del templo construido de piedras preciosas y adornado con ricos regalos (anathemata). Como los objetos odiosos también se exponían a la vista, por ejemplo, la cabeza de un criminal o de un enemigo, o sus brazos o despojos, la palabra anathema vino a significar una cosa odiada, o execrable, dedicada al aborrecimiento o destrucción pública. “Para entender la palabra anatema”, dice Vigoroux, “primero debemos remontarnos al verdadero significado de herem , del cual es equivalente. Herem viene de la palabra haram, cortar, separar, maldecir, e indica lo que es maldito y condenado a ser cortado o exterminado, ya sea una persona o una cosa, y en consecuencia, aquello que le está prohibido usar al hombre.” Ese es el sentido de anatema en el siguiente pasaje del Deuteronomio 7,26: “no debes meter en tu casa una cosa abominable, pues te harías anatema como ella. Las tendrás por cosa horrenda y abominable, porque son anatema.” Naciones, individuos, animales y objetos inanimados podían constituirse en anatema, es decir, maldito y condenado a la destrucción. Fue así que el pueblo habitante de la Tierra Prometida era anatema, como dice Moisés (Deut. 7,1-2): “Cuando… Yahveh tu Dios los haya arrojado delante de ti, los destruirás.”
Cuando el Señor anatematizaba un pueblo, éste tenía que ser exterminado completamente. Saúl fue rechazado por Dios por haber perdonado a Agag, rey de los amalecitas, en medio de gran parte del botín (1 Sam. 15,9-23). Cualquiera que perdonase algo perteneciente a un hombre que había sido declarado anatema, se volvía él mismo anatema. He ahí la historia de Akán quien tomó los despojos de Jericó: “El anatema está en medio de ti, oh, Israel, no podrás sostenerte delante de tus enemigos hasta que no extirpéis el anatema de entre vosotros.” (Josué 7,11). Akán, con su familia y sus rebaños, fueron lapidados hasta morir. A veces era una ciudad el objeto del anatema. Cuando éste era riguroso, todos los habitantes debían ser exterminados, la ciudad quemada y se les negaba permiso incluso para reconstruirla, y sus riquezas se ofrecían a Yahveh. Este fue el destino de Jericó (Jos. 6,17). Si el anatema es menos estricto, todos los habitantes son ejecutados, pero los rebaños se podían dividir entre los vencedores (Jos. 8,27). La obligación de matar a todos los habitantes en ocasiones admitía excepciones en el caso de doncellas que permanecían cautivas en manos de los conquistadores (Núm. 31,18). La severidad del anatema en el Antiguo Testamento se explica por la necesidad de preservar al pueblo judío y protegerlo de la idolatría que profesaban los vecinos paganos.
En el Nuevo Testamento anatema ya no conlleva la muerte, sino la pérdida de bienes o exclusión de la sociedad de los fieles. San Pablo usa frecuentemente esa palabra en ese último sentido. En la Epístola a los Romanos (9,3) él dice: “Pues desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne”, es decir, “Desearía estar separado y ser rechazado por Cristo, si por ese medio lograra la salvación para mis hermanos.” Y de nuevo, usando la palabra en el mismo sentido, él dice (Gál. 1,9); “Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!” Pero el que está separado de Dios está unido al diablo, lo cual explica por qué San Pablo algunas veces en lugar de anatematizar a una persona se la entrega a Satanás (1 Tim. 1,20; 1 Cor. 5,5). Anatema significa también estar abrumado con maldiciones, como en 1 Cor. 16,22: “El que no quiera al Señor, ¡sea anatema!”.
En una fecha temprana la Iglesia adoptó la palabra anathema para denotar la exclusión de un pecador de la sociedad de los fieles; pero el anatema se pronunciaba principalmente contra los herejes. Todos los concilios, desde el Primer Concilio de Nicea al Concilio Vaticano II, han parafraseado sus cánones dogmáticos: “Si alguno dice… sea anatema”. Sin embargo, aunque durante los primeros siglos el anatema no parecía diferir de la sentencia de excomunión, comenzando con el siglo VI se hizo una distinción entre los dos. Un Concilio de Tours decretó que luego de tres amonestaciones se recitara en coro el Salmo 108(107) contra el usurpador de los bienes de la Iglesia, que caiga en la maldición de Judas Iscariote, y “que no sólo sea excomulgado, sino anatematizado, y que sea golpeado con la espada de los cielos”. Esta distinción fue introducida a los cánones de la Iglesia, como se prueba por la carta del Papa Juan VIII (872-82) encontrada en el Decreto de Graciano (c. III, q. V, c. XII): “Sepan que Engeltrudis no sólo está bajo la sentencia de excomunión, que la separa de la sociedad de los hermanos, sino también bajo anatema, que la separa del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.”
Esta distinción se halla en las primeras Decretales, en el capítulo Cum non ab homine. En el mismo capítulo, el décimo de las Decretales II, tit. I, el Papa Celestino III (1191-98), hablando de las medidas necesarias para proceder contra un clérigo culpable de robo, homicidio, perjurio u otros crímenes, dice: “Si luego de haber sido depuesto de su oficio, se vuelve incorregible, primero será excomulgado; pero si persevera en su contumacia, deberá ser golpeado con la espada del anatema; pero si sumergido en lo profundo del abismo, llega al punto que desprecia estas penalidades, debe ser entregado al brazo secular.” En un período posterior, Gregorio IX (1227-41), Lb. V, tit. XXXIX, cap. LIX, Si quem, distingue entre excomunión menor, o la que implica exclusión sólo de los Sacramentos, y excomunión mayor, la que implica la exclusión de la sociedad de los fieles. Declaró que en todos los textos que se menciona la excomunión se trata de la excomunión mayor. Desde ese tiempo no ha habido diferencia entre la excomunión mayor y el anatema, excepto el mayor o menor grado de ceremonia al pronunciar la sentencia de excomunión.
El anatema permanece como una excomunión mayor que se promulga con mayor [[solemnidad]. El Papa San Zacarías (741-52) redactó una fórmula para esta ceremonia en el capítulo Debent duodecim sacerdotes, Causa XI, quest. III. El Pontifical Romano la reproduce en el capítulo Ordo excommunicandi et absolvendi, distinguiendo tres clases de excomunión: la menor, incurrida anteriormente por una persona que mantenía comunicación con alguien bajo sentencia de excomunión; la mayor, pronunciada por el Papa al leer una sentencia; y anatema, o la penalidad incurrida por crímenes de orden grave, y promulgada solemnemente por el Papa. Al emitir esta sentencia el Papa se viste con amito, estola y una capa pluvial violeta, usa su mitra, y es ayudado por doce sacerdotes vestidos en sobrepelliz y sosteniendo velas en las manos. Toma su asiento frente al altar o en algún lugar adecuado, y pronuncia la fórmula de anatema que finaliza con estas palabras: “Por lo cual en el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, del bendito San Pedro, príncipe de los Apóstoles, y de todos los santos, en virtud del poder que se nos ha dado de atar y desatar en el cielo y en la tierra, privamos a N. mismo y a todos sus cómplices y a todos sus favorecedores de la Comunión del Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor, lo separamos de la sociedad de todos los cristianos, lo excluimos del seno de nuestra Santa Madre la Iglesia en el cielo y en la tierra, lo declaramos excomulgado y anatematizado y lo juzgamos condenado al fuego eterno con Satanás y sus ángeles y todos los réprobos, mientras que no rompa los grilletes del demonio, haga penitencia y satisfaga a la Iglesia; lo entregamos a Satanás para que mortifique se cuerpo, que su alma se salve el día del juicio.” A lo que todos los presentes responden: “Fiat, fiat, fiat.” El Papa y los doce sacerdotes lanzan al piso las velas encendidas que habían estado sosteniendo, y le notifican por escrito a los sacerdotes y obispos vecinos el nombre del excomulgado y la causa de su excomunión, para que no tengan comunicación con él. Aunque es entregado a Satanás y sus ángeles, todavía puede, e incluso está obligado a arrepentirse. El Pontifical da la forma de absolverlo y reconciliarlo con la Iglesia. La promulgación del anatema con tal solemnidad está bien calculada para infundir terror a los criminales y traerlos al estado de arrepentimiento, especialmente si la Iglesia le añade la ceremonia del Maranatha.
Al final de la Primera Epístola a los Corintios, 16,22, San Pablo dice. “Si un hombre no ama a Nuestro Señor, sea anatema, maranatha”, lo cual significa, “Ven Señor”. Pero los comentadores han considerado esta expresión como una fórmula de excomunión muy severa entre los judíos. Sin embargo, esta opinión no es apoyada por Vigouroux, «Dict. de la Bible» (s.v. Anathème). En la Iglesia Latina, Maranatha se ha vuelto una fórmula de anatema muy solemne, por la cual el criminal es excomulgado, abandonado al juicio de Dios, y rechazado del seno de la Iglesia hasta la venida del Señor. Un ejemplo de tal anatema se halla en estas palabras del Papa San Silverio (536-38): “Si alguien en lo sucesivo engaña a un obispo de tal manera, sea anatema maranatha ante Dios y sus santos ángeles.” El [[Papa Benedicto XIV) (1740-58–De Synodo diocesana X, I) cita el anatema maranatha formulado por los Padres del Cuarto Concilio de Toledo contra los culpables del crimen de alta traición: “El que ose despreciar nuestra decisión, que sea golpeado con anatema maranatha, es decir, que sea maldito en la venida del Señor, que tenga su lugar con Judas Iscariote, él y sus compañeros. Amén.” Hay mención frecuente de este anatema maranatha en las Bulas de erección de las abadías y otras edificaciones eclesiásticas. Aun así el anatema maranatha es una censura el criminal puede ser absuelto; aunque es entregado a Satanás y sus ángeles, la Iglesia, en virtud del Poder de las Llaves, puede recibirlo de nuevo a la comunión de los fieles. Más que eso, es en vista de dicho propósito que toma medidas tan rigurosas contra él, para que por la mortificación de su cuerpo su alma se pueda salvar en el último día. La Iglesia, animada por el espíritu de Dios, no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Esto explica el porque de las muy severas y terribles fórmulas de excomunión, conteniendo todos los rigores del Maranatha tienen, como por regla, cláusulas como ésta: “A menos que se arrepienta, o dé satisfacción, o se corrija.”
Bibliografía: VIGOUROUX in Dict. de la Bible, s.v. Anethème; VACANT in Dict. de théol. cath., s.v. Anathème; VON SCHERER in Kirchenlex., 2d ed., I, 794-798; BENEDICT XIV, De Synodo Dioecesanâ, x, i.
Fuente: Gignac, Joseph. «Anathema.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907.
http://www.newadvent.org/cathen/01455e.htm
Traducido por Luz María Hernández Medina.
Fuente: Enciclopedia Católica