APOLINAR DE LAODICEA

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Hereje de cierto prestigio en el siglo IV, que hizo posible con su error clarificar la doctrina sobre el Espí­ritu Santo.

1. Vida
Vivió entre el 310 y el 390. Fue Obispo de Laodicea cuando su padre, Obispo de la misma sede, terminó su función episcopal. Se le llamó el Joven, para distinguirlo de su padre Apolinar, llamado el Viejo.

Una parte de su vida discurrió unida a su progenitor. La segunda fue independiente; fue entonces cuando elaboró lo más sistemático de su doctrina.

Apolinar el padre dirigió una escuela de Retórica en Beirut, en la que hizo su formación el hijo. Ambos tuvieron problemas con el Obispo arriano Teodoto, que los excomulgó por haber recitado himnos a Baco y por haber dado hospitalidad a algunos herejes.

En su afán de unir la Filosofí­a y el arte griegos con el cristianismo, sufrieron una fuerte decepción cuando Juliano el Apoóstata prohibió a los cristianos enseñar cultura clásica el 362.

Ambos Apolinares se entregaron a componer “Poemas bí­blicos” de cierto valor literario y de alto significado representativo. Hicieron hasta 24 libros con la Historia del pueblo de Israel.

Repetidas veces proclamaron su fe según el sí­mbolo de Nicea y reclamaron su sincera adhesión eclesial.

El Apolinar Joven fue ordenado como Obispo el 361. Y pronto comenzaron las polémicas con las doctrinas que enseñaba e iba elaborando.

2. Doctrina
Su concepción helení­stica se mezclaba con una visión triádica del hombre: cuerpo, mente y espí­ritu (soma, psique y pneuma) que identificaba con el cuerpo, el alma y el espí­ritu de la Biblia.

Enseñó que el Verbo divino se “in-humanizó (anthropesis, hombre) más que se en-carnó (sakosis, carne). Por lo tanto el Verbo tomó la función del alma, pero Jesús siguió teniendo mente y cuerpo terrenos y reales.

Su enseñanza era que en Jesús estaba la divinidad y actuaba la divinidad. Mantuvo que el Logos, o la naturaleza divina de Cristo, ocupó el lugar del alma humana. El cuerpo de Cristo era una forma espiritualizada y glorificada de la humanidad.

A pesar del rechazo de su doctrina, no de su persona, en el Sí­nodo de Alejandrí­a del 362, Apolinar siguió gozando de gran prestigio. Hasta S. Jerónimo asistió a sus lecciones entre el 374 y el 375. Con todo, la oposición a sus formas cristológicas se fue intensificando.

3. Condena
Fue de nuevo condenada su doctrina como herética por los concilios romanos del 377 y del 381 y también por el Concilio de Constantinopla del 381.

Es difí­cil dilucidar cuáles fueron sus obras reales, pues muchas se le atribuyeron después. Sí­ parece que combatió a Porfirio con 30 libros y a Juliano, el Apóstata, con el tratado “De la verdad”.

Tal vez son suyas “De la unidad de Cristo”, “De la encarnación del Verbo de Dios”, “De la fe y de la encarnación”, libros atribuidos durante mucho tiempo a otros escritores. Apolinar el Joven murió hacia el 390 en su sede de Laodicea.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Vida: Nació en Laodicea hacia el 310, hijo de un presbí­tero del mismo nombre. Su amistad con Atanasio originó que fuera excomulgado por el obispo arriano Georgio en el 342. En el 346 se produjo el regreso de Atanasio y el 361 fue elegido obispo de Laodicea. Combatió a los arrí­anos pero, finalmente, él mismo fue condenado como hereje en los sí­nodos romanos de 377 y 382, que se celebraron bajo el papa Dámaso. El concilio de Constantinopla del 381 condenó asimismo su cristologí­a a la que nos referimos más abajo. Murió en torno al 390.

Obras: Sabemos que comentó diversos libros del Antiguo y del Nuevo Testamento aunque sólo nos han llegado restos en diversas †œcatenae.† Igualmente redactó un par de obras apologéticas dirigidas contra el neoplatónico Porfirio y contra Juliano el apóstata, respectivamente, pero no nos han llegado. La misma suerte han corrido sus escritos antiheréticos. También se ha perdido su aporte a la poesí­a cristiana, que debió de ser notable. Paradójicamente la mayor parte de su obra conservada — en forma fragmentaria — son aquellos escritos teñidos de heterodoxia cristológica. Se discute la autenticidad de las dos cartas dirigidas a Basilio el Grande.

Teologí­a: Preocupado por la herejí­a arriana y la mutilación que ésta implicaba de la creencia en la plena divinidad de Cristo, Apolinar cayó en una visión que lesionaba gravemente la humanidad del salvador. Partiendo de Platón afirmaba la coexistencia en el hombre de espí­ritu, alma y cuerpo. Según Apolinar, en Cristo se daban los dos segundos y el primero era reemplazado por el Logos. De esta manera, mientras su divinidad era completa no sucedí­a lo mismo con su humanidad. Cristo no podí­a haber tenido una humanidad completa porque Dios y hombre no podí­an unirse completamente y además porque el espí­ritu puede decidir entre el bien y el mal, lo que hubiera permitido que Cristo pecara, algo inconcebible. Apolinar abogaba pues por la existencia de una sola naturaleza en Cristo. Aparentemente aquella tesis solventaba los problemas cristológicos y quizá eso explica su influjo posterior, pero lo cierto es que sólo lesionaba gravemente la creencia cristiana en la humanidad completa y perfecta de Cristo privando de sentido a la encarnación y a la redención.

VIDAL MANZANARES, César, Diccionario de Patrí­stica, Verbo Divino, Madrid, 1992

Fuente: Diccionario de Patrística