CRECIMIENTO

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Desarrollo en las dimensiones cuantitativas del cuerpo o de la personalidad. El concepto cualitativo se suele vincular al término maduración.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

AT. YAHVEH, AUTOR DE TODO CRECIMIENTO. 1. Las condiciones del crecimiento. La aspiración de toda *vi-da es realizar su naturaleza; crecer es la ley. Sin embargo, el hombre no es dueño de su progreso. Yahveh, autor de la *creación, preside todo crecimiento, el cual viene a ser el signo tangible de su presencia y de su acción. Dios hace crecer al *justo como el agua hace crecer a la palmera, al cedro (Sal 92,13s), al papiro (Job 8,11ss). “¡Creced y multiplicaos!”: tal es la *bendición que acompaña a todo viviente (Gén 1,22; 8,17), al hombre en primer lugar (Gén 1,28; 9,7). La prosperidad material y la *fecundidad del individuo, del clan, de la nación, manifiestan la solicitud de Yahveh (Sal 144,12s). Pero es también un mandamiento: el hombre debe colaborar a su progreso (Ecl 11,1-6) en continuidad con la iniciativa divina (Dt 28,62s; 30,16ss). Su *bienaventuranza no será, no obstante, obra de sus manos (Dt 6,10s), no será el salario de un esfuerzo cada vez más tenso: el acceso a la salud no se halla al término de un crecimiento puramente humano (Ecl 2,1-11). Porque el hombre por sí­ solo no es capaz sino de *pecado, y la falta entorpece el crecimiento: las espinas y los abrojos (cf. Is 5,6; 32,13) reemplazan al *árbol de vida, y la tierra no da *frutos sino a costa de duras fatigas (Gén 3,17ss).

2. El crecimiento de Israel. La *fe asegura la fecundidad a Israel: Dios es quien abre el seno estéril de Sara y promete una posteridad numerosa a Abraham (Gén 17,6) y a sus descendientes (Gén 35,11). La *fidelidad a la alianza garantiza la prosperidad del pueblo (Lev 26,9; Dt 30, 5). Por el contrario, el abandono de Yahveh es causa de retroceso, de destrucción (Dt 28,63s; Ag 1,10s); se retorna al caos primitivo (Is 34, 11). Sin embargo, un *resto sobrevive (Is 4,2s; 6,13; 10,19ss). El crecimiento detenido un momento vol-verá, pues, a comenzar (Jer 31,28): en Sión reconstruida, el pueblo mesiánico, de nuevo próspero (Ez 36, 10s) se multiplicará y fructificará (Jer 3,16) como las ovejas (Jer 23,3); y vendrá el Mesí­as, verdadero germen de Israel (Is 11,1.10; Jer 23,5; Zac 6,12s).

3. Los modos de crecimiento. Al mismo tiempo que la obra de vida, se despliega también el poder del *mal y del *error, parásito de la acción divina, formando cuerpo con ella hasta el punto que la discriminación se hace casi imposible. En el Génesis prolifera el pecado: a la falta de Adán sucede la de Caí­n, y pronto “la tierra se pervirtió y se llenó de violencia” (Gén 6,11). Esta doble corriente atraviesa toda la historia de Israel, que crece pese a la oposición exterior (IMac 1,9ss) o al mal alimentado en su seno (Esd 9, 6ss; Eclo 47,24); el progreso del mal parece incluso provocar el crecimiento del *bien. Pero su desarrollo no es idéntico: al paso que el mal crece hasta un lí­mite en que se extenúa su poder (2Mac 6,14s), el bien abunda y sobreabunda (Ex 1, 12), el amor divino triunfa de la in-fidelidad humana (Is 1,18; 54,7s). Ezequiel, recordando simbólicamente la historia de Israel, presenta sucesivamente a la elegida, a ‘la que Dios hace crecer (Ez 16,7), a la esposa adúltera que multiplica hasta el colmo sus prostituciones (16,26.29.51), y finalmente el triunfo de Yahveh que da con sobreabundancia (16,60. 63). También Daniel describe el progreso de la iniquidad (Dan 8,8-14), que alcanza una amplitud increí­ble (8,24s), pero sin poder rebasar “el tiempo del fin” (12,7s). En los dí­as mesiánicos la salud y la vida triunfarán más allá del pecado y de la muerte: la tierra, a pesar de sus faltas, “hará germinar la liberación” (Is 45,8); “en lugar de la espina crecerá el ciprés, en lugar de las zarzas el mirto” (Is 55,13) y el mismo desierto florecerá (Is 35,1s.6s; 41,18s).

NT. EL CRECIMIENTO EN CRISTO. 1. Crecimiento de Jesús. Jesucristo lleva a su *cumplimiento o remate el influjo creciente de Yahveh sobre su pueblo. Dentro del crecimiento fí­sico inaugura el tiempo del crecimiento interior hacia la *plenitud total: como Samuel (lSa 2,26) y Juan Bautista (Lc 1,80) “crece en sabidurí­a, en estatura y en *gracia delante de Dios y delante de los hombres” (Lc 2,40.52). Luego, al final de su vida, como el grano caí­do en tierra, que debe morir para fructificar (Jn 12,24), instaura, más allá de la muerte, una nueva posibilidad de crecimiento: su *cuerpo se edificará, los cristianos constituirán el hombre perfecto, en el vigor de laedad, que realizará la *p’lenitud de Cristo” (Ef 4,12ss). En adelante el hombre no puede ya progresar sino desapareciendo para dejar que crezca Cristo en él (Jn 3,30).

2. Crecimiento del reino. En la Iglesia de Cristo es Dios el dueño del crecimiento: el *reino es semejante al grano que crece por sí­ mismo (Mc 4,26-29). El hombre planta y riega, pero Dios hace crecer (ICor 3,6); el hombre no puede “añadir un codo a la duración de su vida”, mientras que Dios hace crecer los lirios de los campos (Mt 6,27s). Ahora su acción se realiza por Cristo (ITes 3,12). El Señor ha echado la simiente, que es “la *palabra de Dios” (Lc 8,11) ; debe crécer hasta producir el ciento por uno (Mt 13, 23). Como el fermento que trabaja la masa “hasta que todo ha fermentado” (Mt 13,33), ‘la palabra del Se-ñor crece (Act 6,7; 12,24; 19,20). Así­ venimos a ser en Cristo cooperadores de Dios para hacer crecer y *edificar su obra (ICor 3,9; Ef 2, 21; IPe 2,2.5). El reino está funda-do, pero debe extenderse al universo, como el modesto grano de mostaza que acaba por “albergar a las aves del cielo” (Mc 4,32). El número de los discí­pulos debe crecer (Act 5,14; 6,7; 11,24), la comunidad debe incrementarse (Act 16,5). Pero el verdadero progreso no es de orden visible: es el del *conocimiento de Dios (Col 1,10; 2,19), “en la gracia y en el conocimiento de Jesús” (2Pe 3,18), en la fe (2Cor 10,15; F1p 1,25), que se realiza en obras (2Cor 9,10), pues el verdadero crecimiento se des-envuelve del interior al exterior.

3. Perspectivas escatológicas. Jesús inaugura así­ el triunfo definitivo del bien sobre el mal; su resurrección señala el término de los poderes de la muerte. El buen grano y la cizaña seguirán, sin embargo, creciendo juntos hasta la *siega; entonces el propietario mandará quemar a la una y entrojar al otro (Mt 13,30ss). Los evangelios, sobre todo el de Juan, describen el crecimiento ‘de la oposición de los *fariseos y del *mundo a la *revelación creciente de Jesús: el *endurecimiento al mismo tiempo que el amor (Jn 12,37ss). Pero después de la *hora del “reino de las tinieblas)) (Lc 22,53) viene el de la exaltación Un 17,1). Pablo desarrolla la misma dialéctica; la epí­stola a los Romanos subraya el dinamismo de la misericordia divina más allá de los progresos del mal: cuando Israel llega al colmo del endurecimiento, ‘la gracia se dirige a los paganos hasta su conversión total; luego, gracias a un pequeño resto, “todo Israel será salvo” (Rom 11,25s), pues “donde se multiplicó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5,20). Es sin duda también el sentido de la “apostasí­a” final: colmo alcanzado por “el misterio de la impiedad ya en acción” (2Tes 2,3-7), después de lo cual el Señor aniquilará al *impí­o (2,8) y salvará a sus elegidos (2,13; cf. Ap 20,7-15).

Esta lucha es el movimiento mismo del crecimiento del reino; caracteriza el tiempo de la Iglesia, hasta que Dios sea “todo en todos” (lCor 15, 28); se desarrolla también en el corazón ‘del creyente, que “prosigue su carrera para tratar de alcanzar, habiendo él mismo sido alcanzado por Cristo Jesús” (Flp 3,12ss).

-> Cumplir – Edificar – Fecundidad – Fruto – Mies – Perfección – Plenitud.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

Sustantivo que significa multiplicación, aumento, y es traducción de diferentes términos heb. y gr. Tiene formas verbales equivalentes: crecer, aumentar, multiplicar. En un principio la palabra se refería a la reproducción y germinación natural del ganado y los productos agrícolas, pero siempre bajo la dirección y el control de Dios (Lv. 26.4, °vrv2 “productos”; Dt. 7.13, °vrv2 “cría”; Sal. 67.6, °vrv2 “fruto”), como se reconoce en el diezmo (Dt. 14.22; cf. Pr. 3.9). De aquí surge que la prosperidad es un signo del favor de Dios (Dt. 6.3), así como la adversidad lo es de su disgusto (Jer. 15.8), y la búsqueda de ganancias sobre la base de las posesiones está condenada en la misma forma que la usura (Lv. 25.37; Ez. 18.8ss; cf. Sal. 62.10). El concepto se emplea simbólicamente sobre la relación de Israel con Dios (Jer. 2.3), y sobre las bendiciones espirituales que imparte Dios (Is. 29.19; 40.29), especialmente mediante la venida del Mesías (Is. 9.3, 7).

En el NT se aplica al crecimiento de la iglesia en número (Hch. 6.7; 16.5; 1 Co. 3.6) y en profundidad (Ef. 4.16; Col. 2.19). También se aplica a los individuos en general (Lc. 2.52; Jn. 3.30; Hch. 9.22, °nbe), y específicamente en lo que se refiere a la fe (Lc. 17.5; 2 Co. 10.15), al amor (1 Ts. 3.12; 4.10), al conocimiento (Col. 1.10), o a la impiedad (2 Ti. 2.16; cf. °nbe).

P.A.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico