DEVOCION MARIANA

“Devoción” y “donación”

La palabra “devoción” indica una “entrega” con matices de relación personal. La devoción mariana es una “donación” a los planes salví­ficos de Dios en Cristo, por medio de una actitud relacional con Marí­a.

La devoción mariana de la Iglesia es una actitud que se desprende de los tí­tulos marianos. Cada tí­tulo mariano (maternidad divina, virginidad, Inmaculada, Asunción, asociada…) es fuente de espiritualidad eclesial y, por tanto, una invitación a vivir la unión con Cristo, imitar las actitudes internas de Marí­a (Tipo de la Iglesia), celebrar el misterio pascual aplicado a ella, como victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.

La verdadera devoción a Marí­a tiene siempre como finalidad la relación, imitación y configuración con Cristo, puesto que consiste en “reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes” (LG 67). La devoción a Marí­a favorece “la unión inmediata de los creyentes con Cristo” (LG 60), puesto que “atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacrificio y al amor del Padre” (LG 67)). “Marí­a guí­a a los fieles a la eucaristí­a” (RMa 44).

Culto y devoción

Cuando la “devoción” tiene lugar en los momentos de celebrar el misterio de Cristo, es decir, en la liturgia, entonces se llama “culto”. A través del año litúrgico y también en la celebración de la eucaristí­a y de los demás sacramentos, la Iglesia recuerda siempre a Marí­a y también celebra en ella el fruto de la redención. También se puede hablar de “culto” cuando se celebran los misterio cristianos por medio de ceremonias o ritos que no son oficiales, aunque sí­ aprobados por la Iglesia (culto o piedad y religiosidad popular). Por medio del culto mariano, “la Iglesia admira y ensalza en ella el fruto más espléndido de la Redención y la contempla gozosamente, como una purí­sima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansí­a y espera ser” (SC 103).

Entonces la actitud eclesial respecto a Marí­a, tanto en los momentos de culto y devoción, como en todo el proceso de la vida espiritual, se concreta en actitud relacional (oración, contemplación), imitativa (fidelidad, virtudes), celebrativa (liturgia, fiestas, devoción popular), comprometida (caridad, servicio), sapiencial (estudio, formación). El culto y la devoción mariana abarcan toda la vida cristiana de modo sencillo y coherente, como de quien vive el cristianismo “con Marí­a y como Marí­a” (RMi 92). El caminar escatológico de la Iglesia peregrina es una “mirada” de fe (que es también de relación) hacia “la gran señal” (Apoc 12,1), como a su “cumplimiento escatológico” (RMa 6).

El concilio, al exponer el significado y el fundamento del “culto especial” hacia la Santí­sima Virgen, habla conjuntamente tanto del culto (celebración) como de la devoción (actitud). Es siempre una actitud de “veneración y amor, invocación e imitación”, como consecuencia de las “palabras proféticas” de Marí­a en el Magní­ficat (LG 66; cfr. Lc 1,48-49). Esta devoción y culto mariano, que “se distingue esencialmente del culto de adoración tributado al Verbo encarnado lo mismo que al Padre y al Espí­ritu Santo”, se aplica (se incultura) en diversos tiempos y lugares, y “teniendo en cuenta el temperamento y manera de ser de los fieles” (LG 66).

Actitudes fundamentales y prácticas concretas

Las actitudes fundamentales de devoción mariana (conocerla, amarla, imitarla, invocarla, celebrarla) se han ido viviendo en una prácticas concretas oraciones, imágenes, medallas, escapularios, santuarios… El concilio Vaticano II indicó una lí­nea general de esta praxis “estimen en mucho las prácticas y los ejercicios de piedad hacia ella recomendados por el Magisterio en el curso de los siglos” (LG 67). El mismo concilio sólo concreta el tema de las “imágenes de Cristo, de la Santí­sima Virgen y de los santos”, siguiendo las decisiones de los concilios anteriores (ibí­dem). Las directrices del Magisterio subrayan la práctica devocional litúrgica, pero no dejan de indicar algunas devociones concretas. “Marialis cultus” (Pablo VI) dedica la tercera parte al “Angelus” (n.41) y al Rosario como “compendio de todo el evangelio” y “salterio de la Virgen” (nn.42-55). Invita también a valorar la celebración litúrgica del sábado (n.9).

Valor santificador y evangelizador

El concilio Vaticano II, al resumir la doctrina mariana, afirma que quiere “explicar cuidadosamente tanto la función de la Santí­sima Virgen en el misterio del Verbo encarnado y del Cuerpo Mí­stico, cuanto los deberes de los hombres redimidos para con la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, especialmente de los fieles” (LG 53). Se busca conocerla, amarla, imitarla, pedir su intercesión, celebrar sus fiestas, vivir su presencia activa y materna… De ahí­ se deriva la consecuencia de comprometerse en la misión de hacerla conocer y amar según los planes salví­ficos y universales de Dios.

Referencias Apariciones marianas, consagración, espiritualidad mariana, imágenes, mariologí­a, religiosidad popular (mariana), santuarios marianos, Virgen Marí­a.

Lectura de documentos LG 66-67; MC (todo el documento); CEC 971.

Bibliografí­a AA.VV., La Virgen en el culto de la Iglesia (Salamanca, Sí­gueme, 1986); AA.VV., Fundamentos teológicos de la piedad mariana Estudios Marianos 48 (1983); AA.VV., Culto y piedad mariana hoy, la exhortación “Marialis Cultus” Estudios Marianos 43 (1978); J.A. DE ALDAMA, El culto de la Santí­sima Virgen en la Iglesia, en Comentarios a la Constitución sobre la Iglesia ( BAC, Madrid, 1966) 1048-1084; D. BERTETTO, La devozione mariana promossa dal Vaticano II, en La Madonna nella nostra vita (Roma, PAS, 1971) 51-69; B. CUEVA, Al Hijo por la Madre, Espiritualidad mariana (Madrid, PPC, 1986); A. DAVID, La dévotion í  la Sainte Vierge, en Maria V, 691-720; J. MARTIN VELASCO, Devoción mariana, en Nuevo Diccionario de Mariologí­a (Madrid, Paulinas, 1988) 572-599; B. MONSEGU, El culto y devoción mariana, en Enciclopedia mariana postconciliar (Madrid, Coculsa, 1975) 427-434.

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización