DISCIPLINA

v. Castigo, Corrección
Pro 15:32 tiene en poco la d menosprecia su alma
Eph 6:4 criadlos en d y amonestación del Señor
Heb 12:5 hijo mío, no menosprecies la d del Señor
Heb 12:8 pero si se os deja sin d .. sois bastardos
Heb 12:11 ninguna d al presente parece ser causa


ver CORRECCION

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

En la Biblia, el término d. se aplica primeramente al proceso de instrucción y corrección que Dios utiliza para con su pueblo o una persona. En el AT se expresa el concepto mediante las palabras hebreas yasar y musar, que se refieren a castigar, instruir. En el NT la palabra griega es paideia. Se relaciona el término con la idea del padre que corrige a su hijo (Pro 19:18). Así­, se nos dice en Deu 8:5 †œque como castiga el hombre a su hijo, así­ Jehová tu Dios te castiga†. Por eso, †œbienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso† (Job 5:17-18; Pro 3:11). El Señor †œa quien ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo†. Y esto es señal de que somos hijos de Dios (Heb 12:1-10). La d. no se limita a la corrección cuando el hijo de Dios hace algo malo, sino que incluye la idea de someterlo a pruebas y dificultades, siempre con la idea de aumentar su santidad y hacerlo crecer en la fe. El apóstol Pablo estuvo sometido a esa d., por lo cual podí­a decir: †œ… como castigados, mas no muertos† (2Co 6:9). El propósito de Dios en la d. es †œque participemos de su santidad†, aun cuando se trate de un castigo por algún pecado cometido, pues así­ †œsomos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo† (1Co 11:32).

La d. en la iglesia, aunque no designada en esa forma, es una clara enseñanza de las Escrituras. El Señor Jesús estableció un proceso que debe utilizarse para dirimir problemas entre creyentes (†œSi tu hermano peca contra ti†). Primero hay que hablar con la persona; segundo, si no oye, debe volver a hablarse en presencia de dos o tres testigos; tercero, si no escucha todaví­a, entonces, †œdilo a la iglesia†; cuarto, si no oye a la iglesia †œtenle por gentil y publicano† (Mat 18:15-17). La exhortación final es la de darle a la persona recalcitrante el tratamiento que los judí­os otorgaban a los gentiles, con los cuales se procuraba no tener mucha comunión, o a los publicanos, que eran considerados como traidores a su patria y corruptos. Pero algunos piensan que este caso no se refiere a una exclusión completa de la comunidad.
d. eclesiástica debe ejercerse teniendo en cuenta que hay distintos niveles de gravedad en las faltas. En 2Co 2:1-11 Pablo menciona el caso de un hermano que le habí­a causado tristeza, sin que se nos diga la razón de ello. Pero los creyentes de †¢Corinto le habí­an reprendido. Después de eso, recomendaba que le perdonaran y consolaran. No se trataba de una persona que habí­a cometido un pecado público, porque ya el apóstol habí­a escrito que en ese caso lo que se imponí­a era sacar de la comunidad al culpable (1Co 5:1-12). También escribió que †œsi alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta [a los Tesalonicenses], a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence. Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano† (2Te 3:14-15). Se observa en estas palabras un grado de d. que no llega al extremo. Pero se presentan circunstancias en las cuales la iglesia tiene que actuar con mayor radicalidad, procediendo a la †¢excomunión. Toda d. debe ser ejercida por la iglesia, bajo la autoridad de los pastores (1Te 5:12-13). Y en los casos en que esté envuelta la responsabilidad de uno de ellos, si insiste en pecar, debe ser reprendido †œdelante de todos, para que los demás también teman† (1Ti 5:19-20). †¢Excomunión.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

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Concepto pedagógico que alude a todo lo que conviene que haga y reciba el “discí­pulo” por parte del “docente”.

Se integra en este concepto las normas y el orden, los estilos de relación y las condiciones del entorno, las acciones y también las intenciones.

La disciplina puede ser más positiva (premios y estí­mulo) o más negativa (castigos y exigencias), más orientativa o más preventiva, más espontánea o más regulada y normativa. Pero en toda tarea educativa la disciplina es imprescindible para el grupo y para cada persona del grupo. Y se asume más por dependencia de voluntad ajena o de manera más autónoma (autodisciplina).

También en las acciones pastorales y catequí­sticas se precisa espí­ritu y formas de disciplina. Las formas se pueden hacer más impositivas o más liberales, más dialogales o más monologales, más previstas o más improvisadas. Pero la eficacia de lo que se haga en grupo, para que resulte educativo, estará siempre ordenados por la más conveniente acción disciplinar.

Esa acción se realizará sin perder de vista las mejores formas de relación interpersonal, de confianza y de alegrí­a.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

El sustantivo hebreo mu·sár y el verbo ya·sár comunican el sentido de disciplina, castigo, corrección y exhortación. En la Septuaginta griega y en las Escrituras Griegas Cristianas, el sustantivo pai·déi·a y el verbo pai·déu·o, que corresponden respectivamente a las formas hebreas, tienen el mismo significado básico. Ambas se derivan de pais, †œniño†, y el sentido primario de pai·déi·a tiene relación con las medidas necesarias para la formación del niño, a saber: disciplina, instrucción, educación, corrección y castigo.

Fuentes y objetivos. La disciplina de Jehová es una expresión de su amor a su pueblo. (Pr 3:11, 12.) La instrucción que El les da corrige puntos de vista equivocados, contribuye a moldear la mente y da orientación a su conducta. En la época de Moisés, los israelitas recibieron disciplina de Dios al ser testigos oculares de las manifestaciones de su grandeza, cuando Jehová, con su incomparable poder, ejecutó juicio sobre todas las deidades egipcias, liberó a su pueblo y destruyó al ejército egipcio en el mar Rojo. Pero además hubo juicios impresionantes contra miembros desobedientes del pueblo de Israel, así­ como la provisión milagrosa de agua y alimentos, acciones que transmitieron lecciones inigualables sobre la importancia de tomar a pecho y aplicar todo cuanto Jehová dice. En conjunto, estas medidas sirvieron para hacerles más humildes y grabar en ellos el debido temor a Jehová, basado en fe y obediencia. (Dt 8:3-5; 11:2-7.)
La disciplina de Jehová suele administrarse por medio de sus representantes, a quienes confiere autoridad. Por ejemplo: los ancianos, que serví­an en calidad de jueces, tení­an que disciplinar al israelita que acusara falsamente a su esposa de no haber sido virgen cuando se casó. (Dt 22:13-19.) Cuando los padres disciplinan con buena razón a sus hijos, representan a Jehová, y se espera de los hijos que respondan a esa disciplina como a lo que es: una expresión del amor de sus progenitores, cuyo objeto es salvaguardar su bienestar eterno. (Pr 1:8; 4:1, 13; 6:20-23; 13:1, 24; 15:5; 22:15; 23:13, 14; Ef 6:4.) En la congregación cristiana, los ancianos hacen uso de la Palabra de Dios para disciplinar: enseñar, censurar y rectificar. (2Ti 3:16.) Cuando Jehová disciplina a miembros de la congregación cristiana por algún mal cometido, lo hace para ayudarlos a reponerse de su caí­da en pecado e impedir que se hagan partí­cipes del juicio condenatorio que pesa sobre el mundo impí­o. (1Co 11:32.) Asimismo, Jesucristo, como cabeza de la congregación cristiana y debido al afecto que siente por ella, se encarga de que reciba la disciplina que necesita. (Rev 3:14, 19.)
La expulsión de la congregación es una forma de disciplina más severa. El apóstol Pablo vio necesario recurrir a esta medida cuando †˜entregó a Alejandro e Himeneo a Satanás†™. (1Ti 1:20.) Esto significa que, una vez cortados de la congregación, volvieron a ser parte del mundo controlado por el Diablo. (1Co 5:5, 11-13.)
La persecución que Jehová permite que sus siervos sufran puede servirles de disciplina o de preparación, y producir en ellos el deseable fruto de la justicia, del que disfrutarán en paz cuando la prueba haya terminado. (Heb 12:4-11.) Hasta se preparó al Hijo de Dios para que fuese un sumo sacerdote compasivo y misericordioso mediante las pruebas que su Padre permitió que sufriese. (Heb 4:15.)

Prestar atención o no hacer caso. Los inicuos, los necios y aquellos cuya moralidad es despreciable manifiestan su odio por la disciplina de Jehová al no hacer caso de ella. (Sl 50:16, 17; Pr 1:7.) Sin embargo, las malas consecuencias de ese necio proceder se convierten a su vez en una medida disciplinaria que suele resultar en un duro castigo. Con razón dice el proverbio: †œLa disciplina de los tontos es la tontedad†. (Pr 16:22.) Puede que caigan en pobreza, ignominia, enfermedad y hasta les sobrevenga muerte prematura. La historia de los israelitas es un ejemplo de la gran pérdida que ese proceder conlleva. No prestaron atención a la disciplina que, bien por censura o corrección, Dios les dio a través de los profetas. Tampoco hicieron caso de la disciplina que Jehová les impuso al retirarles su protección y bendición. Por fin experimentaron la dura disciplina que se les habí­a venido anunciando: desolación y exilio. (Jer 2:30; 5:3; 7:28; 17:23; 32:33; Os 7:12-16; 10:10; Sof 3:2.)
En cambio, prestar atención a la disciplina, unido al temor respetuoso que se le debe a Dios, hace sabia a la persona y la capacita para usar correctamente el conocimiento que adquiere, con lo que se evita mucho dolor y sufrimiento personal. La disciplina que se recibe con aprecio y se pone en práctica puede incluso aumentar la expectativa de vida en la actualidad y hacer realidad la promesa de una vida eterna. Es propio, entonces, que se tenga la disciplina en muy alta estima. (Pr 8:10, 33-35; 10:17.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

La disciplina implica instrucción y corrección, el entrenamiento que mejora, moldea, fortalece y perfecciona el carácter. Es la educación moral que se obtiene por el reforzamiento de la obediencia a través de la supervisión y control. Generalmente el concepto se traduce por experiencia, castigo e instrucción (hebreo yāsar, mûsar; griego paideuō, paideia). La disciplina del creyente por parte del Padre celestial frecuentemente se ilustra con la corrección hecha por el padre humano. «Como castiga el hombre a su hijo (yāsar), así Jehová tu Dios te castiga» (Dt. 8:5; Sal. 6:1; 38:1). No debe despreciarse la enseñanza a pesar de la corrección, mûsar, del Todopoderoso (Job 5:17; Pr. 3:11). El valor de la disciplina de un padre humano se enfatiza en Pr. 19:18.

El AT y su enseñanza se amplifica en el NT, especialmente en Heb. 12:3–12, al considerar cuidadosamente el sufrimiento experimentado por el Salvador (v. 3). Al cristiano se le recuerda que valore la disciplina del Todopoderoso (paideia), vv. 5, 7, 11. La disciplina es una evidencia segura de la calidad de hijo (vv. 7, 8); y del amor de Dios (v. 6). La falta de disciplina es una evidencia de aborrecimiento antes que de amor (Pr. 13:24). Más aún, el resultado final de la disciplina que por el momento puede parecer penosa es por último buena para aquel que está siendo instruido (Heb. 12:10, 11).

La disciplina puede ser severa pero no aniquiladora «como castigados, pero no muertos» (2 Co. 6:9; Sal. 118:18); y tal tipo de disciplina libra de la condenación con el mundo (1 Co. 11:33). La disciplina a menudo produce pena, dolor y pérdida (Job. 33:19, yāḵaḥ) a la vez que el cristiano comparte la seguridad de Pablo del consuelo de Dios (2 Co. 1:3–11; 12:7–10). Existe una autodisciplina (Dn. 10:10, hithpael forma verbal de ʿānāh). Los sufrimientos consiguientes tienen como finalidad librarnos de consideraciones temporales (1 P. 4:1, 2; 2 Co. 5:15; 1 Jn. 2:15–17).

El propósito de la disciplina es la corrección, la superación, la obediencia, la fe y la confianza del hijo de Dios. El resultado es felicidad, una bendición (Job 5:17; Sal. 94:12); y la seguridad de Ap. 3:19: «Yo reprendo y castigo a todos los que amo …».

En tanto que no existe un plazo especial para la disciplina eclesiástica sobre los creyentes que están en error, existe una enseñanza clara del tema (cf. 1 Co. 5:1–13; 2 Co. 2:4–11). Parece que únicamente los pecados públicos están sujetos a la censura eclesiástica, en tanto que otros deben confesarse primero a Dios (1 Jn. 1:9) y luego a un hermano cristiano (Stg. 5:16). Si una conferencia privada, una confesión y un intento de corrección fracasan, luego el asunto debe ser llevado delante de la iglesia (Mt. 18:15; 1 Ts. 5:14).

Al ocioso, y al que se mete irresponsablemente en los asuntos de otro debe amonestársele; y si es necesario separársele de la congregación (2 Ts. 3:6–15).

La disciplina sobre el ofensor se determinaba en una asamblea pública de los miembros de la iglesia (1 Co. 5:4). Una censura de acuerdo a la ofensa debía imponerse al cristiano pecador; incluso hasta el extremo de ser entregado a Satanás (v. 5). Tal castigo y condenación traerían temor y respeto por parte de los demás (1 Ti. 5:20; Hch. 5:11). Todo tipo de comunión con «los malignos» debía terminar (v. 13; Ro. 16:17; 2 Jn. 10). Después de un arrepentimiento verdadero, el hermano disciplinado debía ser restaurado perdonado y confortado «para que no sea consumido de demasiada tristeza …» (2 Co. 2:7–10). El resultado de la disciplina eclesiástica administrada apropiadamente a la luz de la Escrituras (2 Ti. 3:16), en el amor de Cristo, y bajo la guía del Espíritu Santo era una iglesia íntegra y de un corazón limpio (1 Co. 5:7, 8)

BIBLIOGRAFÍA

HDAC, I, pp. 303–304; ISBE, II, p. 852; CE, V, pp. 30–32.

V.R. Edman

HDAC Hastings’ Dictionary of the Apostolic Church

ISBE International Standard Bible Encyclopaedia

CE Catholic Encyclopaedia

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (184). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología