EON

La palabra eón no aparece en la Biblia en castellano. Aion significaba originalmente duración de tiempo relativo, limitado o ilimitado, p. ej., un perí­odo de tiempo, o eternidad, y es traducida con frecuencia como †œmundo†, †œera† y †œpara siempre†. Aeon a veces es sinónimo del gr. kosmos, orden mundial (p. ej., Mar 4:19; 1Co 1:20; 1Co 2:6; 1Co 3:19). La consumación de los siglos (Heb 9:26) es el perí­odo comenzado en la primera venida de Cristo; el fin del mundo (Mat 24:3; Mat 28:20) es su culminación en su segunda venida. Vivimos en el perí­odo entremedio (1Co 10:11). Este mundo [tiempo] actual y el mundo venidero se contrastan (p. ej., Mat 12:32; Mar 10:30; Rom 12:2; Eph 1:21; 2Ti 4:10; Tit 2:12; Heb 6:5).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Del griego aion, que traduce el hebreo ‘olam. Este último indica en el Antiguo Testamento un tiempo del que no se conoce ni el principio ni el fin: por eso puede significar bien un tiempo muy lejano en el pasado o bien un tiempo que todaví­a está por llegar. en ambos casos se refiere a un tiempo muy largo, pero ciertamente limitado.

Sólo en épocas más recientes el ‘olam empezó a usarse para indicar un tiempo ilimitado, es decir, la eternidad. En el Nuevo Testamento se recoge este término con el doble significado tradicional: a) tiempo remoto o futuro, pero limitado: b) tiempo ilimitado, eternidad. Hay que advertir que en la Biblia la eternidad no se concibe como atemporalidad, como en el pensamiento griego, sino como duración ilimitada, como tiempo sin fin. Precisamente en este sentido los autores bí­blicos atribuyen en varias ocasiones a Dios la caracterí­stica de la eternidad y destacan la diferencia entre el eón de Dios y el eón del mundo: el de Dios es un eón superior, cualitativa y cuantitativamente, al eón del mundo. ” Por consiguiente, el eón de Dios no dura simplemente más tiempo que el eón del mundo; Dios está presente a él y lo supera como soberano’ (A. VOgtle)- Por eso el Nuevo Testamento piensa que la eternidad ” es también una peculiaridad del mundo auténtico de la salvación, de los bienes escatológicos y de la condenación escatológica’ (A. Darlap).

De la distinción entre eón de Dios y eón del mundo que hizo la apocalí­ptica judí­a a partir del siglo 1 a.C. nace la doctrina de los dos eones, que contrapone el eón presente, caracterizado por la injusticia y por el pecado y sometido a la influencia del maligno, al eón futuro, caracterizado por el contrario por la justicia, el bien, la felicidad, la vida: este último eón está bajo la influencia exclusiva benéfica de Dios. Es evidente que este eón futuro constituye el éschaton absoluto, que Dios mismo ha hecho posible y ha actualizado. La contraposición entre los dos eones está muy acentuada en la comunidad de Qumran. También el Nuevo Testamento se refiere en varias ocasiones a esta diferencia entre los dos eones, el presente y el futuro: a veces atribuve su uso al- mismo Jesús (por ejemplo, Mt 12,32: Lc 16,8): en todo caso, debe presuponerse para poder comprender el anuncio del Nazareno: ciertamente sus oyentes comprendieron el “Reino’ qué proclamaba como el eón futuro, donde la soberaní­a de Dios serí­a perfectamente reconocida por todos y producirí­a buenos frutos para todos – los hombres, especialmente para los más pobres, La gran novedad del anuncio cristiano sobre el eón futuro se refiere a su presencia en la historia gracias a la persona misma de Jesús; “A través de él, el eón futuro se extiende ya en este eón, ya que en su persona, en sus palabras y en sus obras (…) se hizo palpable la voluntad de Dios como ofrecimiento defí­nitivo, ya que así­ es como comenzó el Reino escatológico, (A, VOgtle).
G. M. Salvati

Bibl.: o, Cullmann, Cristo y el tiempo, Estela, Barcelona ] 968; A, Darlap, Tiempo, en CFT 11, 779-785; A. Marangon. Tiempo, en NDTB, 1850-1866.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

E. es la transcripción de la palabra griega aión, que a su vez corresponde al hebreo ólám. Estas dos expresiones originales son traducidas con razón mediante diversos conceptos. Por ello, para lograr una inteligencia completa del sentido de e. hay que atender a la historia del concepto.

I. La terminologí­a
1. En los primeros libros del Antiguo Testamento ólám significa un tiempo lejano y oculto, cuyo –> “principio y fin” se pierden en la obscuridad; por esto ólám puede significar tanto tiempo “pasado” como “futuro”, y así­, en general, significa un tiempo largo, pero absolutamente limitado. A veces `óldm designa un tiempo percibido como muy largo, como una “eternidad”, pero que en realidad es tan breve como la vida de un hombre (p. ej., Dt 15, 17; Sal 37, 12). La duración del `ólám, se orienta, de acuerdo con la concepción hebrea del tiempo, según la conciencia del que lo vive y habla de él, o sea, según la experiencia del tiempo finito del hombre. El concepto griego de -> eternidad (eterno = infinito; temporal – finito) es todaví­a extraño al Antiguo Testamento. Por primera vez en los escritos más tardí­os – no antes del Deuteroisaí­as -, `ólám toma el sentido de “tiempo infinitamente largo”, de “eternidad” (Is 40, 28). Puesto que `ólám (= aión) es un concepto verdaderamente temporal, la traducción griega del Antiguo Testamento pudo reforzar el singular de aión, que paulatinamente se iba desvaneciendo: a) por la repetición del singular (como, p. ej., en Sal 44, 7); b) por el uso frecuente del plural; c) más raramente, por la combinación de los dos procedimientos: así­ en el giro del Sal 83, Tob 14, 15.

2. El Nuevo Testamento recoge el uso terminológico del Antiguo Testamento. En consecuencia sólo del contexto puede deducirse si se trata de ” un largo tiempo” o de “la eternidad”: “desde tiempos primitivos” (Lc 1, 70), “desde antiguo” (Act 3, 21), “para siempre” (Jds 13 ), “para la eternidad” (Jn 4, 14; 6, 51 entre otros). El giro tan frecuente en los LXX, eis tous aionas, se encuentra mucho en fórmulas doxológicas. Principalmente Pablo y el Apocalipsis usan con preferencia la fórmula ascendente “eternamente”, o “por toda la eternidad”. Por más que este giro referido al futuro quiera acentuar la superioridad de Dios y de los esjata (en sentido estricto) sobre el tiempo, sin embargo él confirma a la vez que también en el Nuevo Testamento el concepto de ” eternidad” conserva su ordenación al tiempo (al mundo), y que el pensamiento bí­blico no llega a conocer la eternidad atemporal de los griegos.

II. El eón de Dios
Análogamente al cambio de significado pasando de “tiempos remotos” a “eternidad”, se modifica también la representación del eón de Dios. El “Dios antiquí­simo” (Gén 21, 33) es conocido como el “Dios eterno” (Is 40, 28; 2 Mac 1, 25). Esta propiedad de la -> esencia de Dios es afirmada claramente en el NT (Rom 1, 20; 16, 26), y en los escritos tardí­os se aplica también al Cristo glorificado (Heb 13, 8; Ap 1, 18 entre otros).

Así­, pues, el pensamiento bí­blico mide el e., la “eternidad” de Dios en el e. o tiempo del mundo. Dios existe antes de la creación del mundo (Sal 90, 2; 102, 25-29; Gén 1, 1; Jn 17, 24; Ef 1, 4), pero existirá también después de finalizar este mundo (Sal 102, 27; Ap 21, lss); por consiguiente el e. de Dios es temporal y también cualitativamente superior al del mundo. Rica en consecuencias es la doxologí­a de 1 Tim 1, 17: después de “rey de los eones” está la antigua denominación de Dios como “rey eterno” (Jer 10, 10). Pero tan pronto como e. tiene una significación espacial (mundo, espacio del mundo; especialmente Heb 1, 2; 11, 3) o puede revestir un sentido tanto temporal como espacial (Mt 13, 39s; 24, 3; 28, 20; cf. 1 Cor 10, 11; Heb 9, 26), se cambia con ello la designación de Dios. Dios es el rey de “los tiempos del mundo”, el que con su gracia y juicio hace que se sucedan las épocas. Por tanto, el e. de Dios no sólo es más largo que el e. del mundo; sino que, además, Dios está preordenado y supraordenado como dominador al e. mundano.

En consonancia con todo esto, en el NT, “eterno” significa también la “peculiaridad del auténtico mundo salví­fico, de los bienes escatológicos y de la condenación escatológica” (A. DARLAP 365).

III. La doctrina de los dos eones
1. En el judaí­smo tardí­o
La distinción entre el e. de Dios y el e. del mundo condujo a la doctrina de los dos eones, que a partir del siglo I a.C. fue elaborada por la -> apocalí­ptica judí­a y se hizo usual entre los rabinos. Como, según Dan 7, los imperios que se van sucediendo son enemigos de Yahveh y se oponen al reino de Dios, el cual al fin los substituirá, en principio con este apocalipsis clásico (cf. también Dan 2) se ha dado ya el paso hacia la distinción radicalmente dualista de dos únicos eones, a saber, “este e.” (`ólám ha-zeh) y el “e. venidero” (`ólám ha-bá’). Estos dos eones se oponen diametralmente por su contenido, oposición que -por lo menos- queda reforzada bajo el influjo del -> dualismo iranio. “Este e.” es el siglo de la injusticia y del pecado, de los trabajos y de la caducidad. Como tiempo del mundo actual está, a la postre, bajo el influjo de Satán. En cambio, el “e. venidero” pertenece por completo a Dios, es esencialmente bueno, está lleno de intensa vida y felicidad; y es difí­cil decidir hasta qué punto algunos escritos sitúan este e. venidero en el cielo (en lugar de situarlo en la tierra renovada). Como tiempo y mundo nuevo, que en último término introduce Dios mismo, este e. venidero es necesariamente el eskhaton absoluto. La contraposición de los dos eones está muy acentuada en la comunidad de –> Qumrán.

2. En el Nuevo Testamento
a) Sin duda, Jesús no tomó la contraposición entre “este e.” y el “e. venidero” como punto central de su predicación. E incluso resulta problemático si él la usó alguna vez. Sin embargo, algunas palabras de Jesús transmitidas en los sinópticos hablan con fundamento de “este e.” (Mt 12, 32; Lc 16, 8; 20, 34) y de “aquel e.” (Lc 20, 35), del “e. venidero” (Mc 10, 30 = Lc 18, 30), o del “e. futuro” (Mt 12, 32); pues la proclamación del -> reino de Dios por parte de Jesús presupone claramente la distinción de dos eones esencialmente distintos. Cuando Jesús promete la entrada en el cielo o reino de Dios (“la entrada en la vida”), etc., al oí­r la expresión “reino de los cielos” (= “reino de Dios”), los judí­os tuvieron que pensar en el “e. venidero”, en el todaví­a futuro mundo consumado de Dios. A pesar de todo, Jesús tuvo sobradas razones para tomar el concepto abstracto “reinado de Dios” como idea clave en que se resumí­an la predicación y realización de la salvación escatológica. Con ello acentuó que el mundo venidero se realizará única y exclusivamente por voluntad y obra de Dios, y además que el estado final no tiende ” primariamente a una transformación puramente externa del mundo”, sino a imponer por completo los derechos soberanos de Dios sobre el poder del milagro (F. SCHIERSE 681). Y sobre todo, el uso del concepto de reino de Dios como idea central hizo posible la modificación e incluso ruptura del esquema de los dos eones por parte de Jesús. Mientras que para la expectación contemporánea del e. venidero el reinado escatológico de Dios, o bien es todaví­a puro futuro o bien ha llegado simplemente, está presente; Jesús se alza con la pretensión inaudita de que el e. venidero irrumpe con él en este e., pues en su persona y en sus palabras y acciones, entendidas como una unidad, se ha hecho experimentable la voluntad de Dios como definitiva oferta de gracia y exigencia ética, ha hecho su irrupción el reinado escatológico de Dios.

b) La primitiva predicación cristiana habla reiteradamente de “este e.”; el mismo sentido tienen las expresiones “este mundo”, “el presente tiempo” (kairós) y la construcción en singular, preferida por las cartas pastorales, “el presente e.”. Este e. está en oposición a la voluntad de Dios (Rom 12, 2); su sabidurí­a es necedad ante Dios (1 Cor 1, 20; 3, 18); su “dios” obstaculiza la fe (2 Cor 4, 4). Las “fuerzas rectoras de este e.” (1 Cor 2, 6ss) son poderes supraterrestres y opuestos a Dios, poderes de ángeles (-> demonios), a los cuales está sometido el viejo mundo. Juan en armoní­a con el acercamiento del concepto de e. a su idea de kosmos, habla de “este mundo” (Jn 8, 23, etc.). Por tanto, en la primitiva predicación de la Iglesia este e. es entendido como un poder demoní­aco, que domina el mundo no redimido e incrédulo y quiere arrastrar a los hombres hací­a la perdición; pero ese poder está consagrado ya a su aniquilación. El Apocalipsis de Juan usa temáticamente la idea de este e. que se halla bajo el dominio de poderes satánicos, que se precipita hacia su final entre terribles tribulaciones; y la usa para hacer comprensible la terrible persecución de las comunidades de Asia Menor y para anunciar plásticamente la victoria final de Dios y de su Cristo. Sorprende que la predicación neotestamentaria hable tan pocas veces del e. futuro (Ef 1, 21; cf. 2, 7), a pesar de que los creyentes se saben redimidos por Cristo “del perverso e. actual” (Gál 1, 4) y, según Heb 6, 5, han experimentado ya las fuerzas del “e. venidero”. Pablo mismo no usa jamás esta expresión. Son ideas antitéticas de “este e.” sus enunciados sobre Dios, Cristo, el Espí­ritu y los bienes escatológicos de la salvación. Lo dicho manifiesta cómo en el Nuevo Testamento se rompe decisivamente la doctrina judí­a de los eones, e igualmente el pensamiento terreno y eudemonista del judaí­smo.

BIBLIOGRAFíA: Billerbeck IV /2 799-976; H. Sasse, aiwv: ThW I 197-209; J. Schmid, El evangelio según san Marcos (Herder Ba 1967); F. J. Schierse: LThK2 I 680-683; K. Koch, Spdtisraelitisches Geschichtsdenken am Beispiel des Buches Dn: HZ 193 (1961) 1-32; O. Cullmann, Cristo y el tiempo (Estela Ba 1967); A. Darlap, Ewigkeit: HThG I 363-368; M. Rlssi: Biblisch-Historisches Handwtirterbuch, bajo la direc. de B. Reicke – L. Rost, I (GS 1962) 103 s; R. Schnackenburg, Reino y reinado de Dios (Fax Ma 1968); W. Michaelis, Reich Gottes und donen-Wende in der Verkündigung Jesu: Ntl. Aufsütze (Festschrift J. Schmid) (Rb 1963) 161-166; A. Vógtle, Zeit und Zeitüberlegenheit in biblischer Sicht: WeItverstündnis ¡in Glauben, bajo la direc. de J. B. Metz (Mz 1965) 224-253.

Anton Vtigtle

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica