EZEQUIEL, LIBRO DE

El lugar del ministerio de Ezequiel era Babilonia, a la cual habí­a sido deportado en el 597 a. de J.C.

Ezequiel 8—11 contiene una visión singular de los acontecimientos que se estaban llevando a cabo en Jerusalén (comparar Eze 24:1-2). Parecerí­a imposible que Ezequiel en Babilonia pudiera haber conocido en tal detalle los acontecimientos en Jerusalén salvo por revelación divina.

El libro se divide en tres partes:

( 1 ) la denuncia de Judá e Israel (capí­tulos 1—24, 593-588 a. de J.C.),

( 2 ) oráculos en contra de las naciones extranjeras (capí­tulos 25—32, con fecha del 587-571) y

( 3 ) la futura restauración de Israel (capí­tulos 33—48, con fecha del 585-573).

Se pronunciaron las profecí­as de la primera sección antes de la caí­da de Jerusalén. El llamado de Ezequiel a la obra profética (capí­tulos 1—3) incluye su visión de la gloria divina: el trono de Dios cargado por un carro extraterreno de querubines y ruedas (Eze 1:4-21).
El profeta come el rollo en el cual está escrito su triste mensaje (Eze 2:8—Eze 3:3) y se le ordena que sea el atalaya del Señor, con el precio de su propia vida si no da la alarma (Eze 3:16-21; ver 33:1-9).
Ezequiel entonces predice la destrucción de Jerusalén con actos simbólicos (Eze 4:7) como el sitio de una copia de la ciudad (Eze 4:1-8) y el racionamiento del alimento y la bebida (Eze 4:9-17).
Después sigue la famosa visión de la iniquidad de Jerusalén para la cual Ezequiel es arrebatado en espí­ritu a Jerusalén (capí­tulos 8—11) y ve todo tipo de idolatrí­a repugnante practicada en las cortes del templo.

Mientras mira la profanación de la casa del Señor, ve como la gloria divina que se ha manifestado en el lugar santí­simo (Eze 8:4) deja el templo y la ciudad (Eze 9:3; Eze 10:4, Eze 10:19; Eze 11:22-23), simbolizando el abandono de Dios de su pueblo apóstata. En ese momento Ezequiel vuelve en espí­ritu a Babilonia. El resto de la primera sección (capí­tulos 12—24) registra las acciones simbólicas y los sermones que predicen la caí­da de Jerusalén. Realiza actos simbólicos de la salida al exilio (Eze 12:1-7), predica en contra de los falsos profetas (cap. 13) y en dos oráculos conmovedores (capí­tulos 16, 23) describe la apostasí­a del pueblo ingrato. Su declaración de la responsabilidad del individuo ante Dios (cap. 18) es famosa. Finalmente anuncia el comienzo del sitio de Jerusalén, en la tarde del mismo dí­a en que muere su esposa y se vuelve mudo hasta la caí­da de la ciudad (cap. 24).

Después de las profecí­as del juicio en contra de las naciones extranjeras (Ezequiel 25—32) viene el punto culminante de la visión del profeta, escrito después de la caí­da de Jerusalén: la restauración de Israel (capí­tulos 33—48).

Dios traerá al pueblo de nuevo a su tierra, enviará el hijo de David a reinar sobre ellos y les dará un nuevo corazón (capí­tulos 34, 36). La visión del valle de los huesos secos (cap. 37) es una declaración figurada de esta recomposición de la nación. Después sigue el triunfo de Israel sobre los poderes gentiles, Gog y Magog (capí­tulos 38 y 39). Finalmente se describe un gran templo restaurado (capí­tulos 40—43), con sus santos servicios (capí­tulos 44—46), el rí­o de vida que fluye de él (cap. 47) y el pueblo de Israel viviendo en sus lugares alrededor de la ciudad llamada Jehovah está allí­ (cap. 48), a la cual ha vuelto la gloria de Dios (Eze 43:2, Eze 43:4-5; Eze 44:4).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Este notable libro lleva el nombre del profeta que lo escribió. Ezequiel, hijo del sacerdote Buzí­, tal vez haya completado la escritura del libro en Babilonia en el año 591 a. E.C. Abarca un perí­odo aproximado de veintidós años, desde 613 hasta alrededor de 591 a. E.C. (Eze 1:1-3; 29:17.)
El libro de Ezequiel se distingue por sus visiones, sí­miles, alegorí­as o parábolas, y de manera especial, por acciones simbólicas, como la ocasión en que Dios mandó a Ezequiel que grabara sobre un ladrillo el contorno de Jerusalén y a continuación fingiera sitiarlo como señal para Israel. (Eze 4:1-17.) Otras acciones simbólicas fueron la unión de dos palos, que representaban las dos casas de Israel (37:15-23), y el que Ezequiel horadase un agujero en la pared y saliera a través de él con su equipaje, lo que representaba el cautiverio de Jerusalén (12:3-13). La ilustración de Oholá y Oholibá es una de las ví­vidas alegorí­as del libro (cap. 23). Otra particularidad del libro es la minuciosidad con que Ezequiel fechó sus profecí­as, ya que no solo registra el año de destierro del rey Joaquí­n, sino el mes y el dí­a del mes (1:1, 2; 29:1; 30:20; 31:1; 32:1; 40:1).

Autenticidad. La autenticidad del libro se aprecia en el cumplimiento de sus profecí­as. (Pueden verse ejemplos en AMMONITAS; EDOM, EDOMITAS; TIRO.) Además, la arqueologí­a corrobora su autenticidad. El célebre arqueólogo norteamericano W. F. Albright escribió: †œLos datos arqueológicos han probado […] la originalidad sustancial de los libros de Jeremí­as, Ezequiel, Esdras y Nehemí­as fuera de toda duda, confirmando el cuadro tradicional de los sucesos, así­ como también el orden en el que se produjeron†. (The Bible After Twenty Years of Archeology [1932-1952], 1954, pág. 547.)
La autenticidad del libro de Ezequiel también se apoya en la armoní­a que guarda con el resto de la Biblia. A pesar de que ninguno de los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas cita de él o lo refiere directamente, se encuentran alusiones a algunas de sus declaraciones, así­ como muchas expresiones similares. Tanto Ezequiel como Jesús hablaron de un árbol todaví­a húmedo que se secó (Eze 17:24; Lu 23:31), y también de un juicio de personas a las que se comparó a ovejas y cabras. (Eze 34:17; Mt 25:32, 33.) En el libro de Revelación aparecen muchas ilustraciones similares a las que se encuentran en Ezequiel. (Compárese Eze 1:28 con Rev 4:3; Eze 10:3, 4 con Rev 15:8; Eze 12:25 con Rev 10:6; Eze 37:10 con Rev 11:11.)
También ha de mencionarse que entre los papiros bí­blicos griegos de Chester Beatty hay un códice que debió tener originalmente unos 118 folios y que contiene, entre otras porciones de la Biblia, los libros de Ezequiel, Daniel y Ester. Copiado por dos escribas hacia la primera mitad del siglo III, corrobora la transmisión fiel del libro de Ezequiel hasta nuestros dí­as.
Puesto que Jeremí­as y Ezequiel eran contemporáneos, sus profecí­as tienen muchos aspectos en común. (Compárese Eze 18:2 con Jer 31:29; Eze 24:3 con Jer 1:13; Eze 34:2 con Jer 23:1.) Asimismo, Ezequiel y Daniel —también contemporáneos— usan expresiones similares. Mientras estaba atado con cuerdas, Ezequiel profetizó acerca del reino de Judá, e indicó mediante la sentencia †œun dí­a por un año† que cada uno de los dí­as de la profecí­a representaba un año. (Eze 4:4-8.) En una profecí­a relacionada con el Reino, Daniel habló del tocón de un árbol que tení­a ataduras y especificó el tiempo que tendrí­a que pasar hasta que se removieran. (Da 4:23.) Otra profecí­a cronológica de Daniel fue la de las setenta semanas relacionadas con la venida de Mesí­as el Caudillo, en cuyo cumplimiento cada dí­a corresponde a un año. (Da 9:24-27.)

Orden del libro. En su mayor parte, las profecí­as y visiones de Ezequiel están ordenadas tanto cronológica como temáticamente. Hay cuatro versí­culos (29:17-20) que no están en orden cronológico (compárese con Eze 29:1; 30:20), sino que aparecen colocados de acuerdo con el tema: la profecí­a contra Egipto. Hasta el décimo mes del noveno año del primer cautiverio, las profecí­as de Ezequiel giraron en torno a la caí­da y desolación completa de Jerusalén, con tan solo contadas alusiones a la restauración. Este es el tono de los primeros veinticuatro capí­tulos. Durante el sitio de Jerusalén, el profeta dedica su atención en especial a anunciar calamidad sobre las naciones paganas que, tal como Jehová habí­a previsto, se regocijarí­an por la caí­da de Jerusalén. Después de llegar la noticia de la caí­da de la ciudad, el profeta comenzó a proclamar su gloriosa restauración, y este vino a ser el tema predominante del resto del libro. (Eze 33:20, 21.)
El libro de Ezequiel revela que la religión falsa de Babilonia se encontraba incluso en los recintos del templo de Jehová, representada en especial por la adoración al dios babilonio Tamuz. (Eze 8:13, 14.) Aparte de tal culto detestable practicado en el mismo templo de Jehová, los judí­os apóstatas habí­an llenado la tierra de Judá de violencia. Así­ que no es de extrañar que en su visión Ezequiel oyese la llamada que se hizo a los que habrí­an de ejecutar el juicio de Jehová para que fuesen con sus armas y se pusiesen de pie al lado del altar, en el patio interior del templo. A continuación Jehová les ordenó que pasasen por en medio de la infiel Jerusalén y matasen a todo el que no estuviese marcado como su adorador: †œA viejo, joven y virgen y niñito y mujeres deben matar… hasta arruinamiento. Pero no se acerquen a ningún hombre sobre el cual esté la marca, y desde mi santuario deben comenzar† (9:6). Ezequiel informa que los ejecutores del juicio de Jehová comenzaron la matanza con los setenta ancianos que estaban adorando representaciones idólatras grabadas sobre una pared de una cámara del patio interior. También se ejecutó a las mujeres que estaban sentadas a la entrada llorando por el dios babilonio Tamuz y a los apóstatas que adoraban al sol en el pórtico (8:7–9:8). La visión de Ezequiel anticipó lo que le acaecerí­a a Jerusalén cuando Jehová le hiciese beber la copa de Su furia mediante su siervo ejecutor: el rey Nabucodonosor (Nabucodorosor) y su ejército. (Jer 25:9, 15-18.)
Seguramente las profecí­as de restauración que dio Ezequiel fueron un consuelo para los judí­os desterrados. En el año vigésimo quinto de su destierro (593 a. E.C.), Ezequiel tuvo una visión sobresaliente de un templo nuevo de Jehová, diseñado por El mismo, así­ como de una ciudad adyacente llamada Jehová-Samah, que significa †œJehová Mismo Está Allí­† (Eze 40:1–48:35). En medio de una tierra pagana e idólatra, esta visión habrí­a de fortalecer la esperanza que tení­an los desterrados judí­os arrepentidos de volver a adorar al Dios verdadero Jehová en su templo.
La profecí­a de Ezequiel da énfasis al tema de la Biblia: la vindicación del nombre de Jehová por medio del Reino mesiánico. Además, muestra que aunque Dios iba a permitir que el trono de David estuviera vacante un largo perí­odo de tiempo, eso no habrí­a de significar en modo alguno que El habí­a abandonado su pacto con David para un reino. El Reino le serí­a dado a aquel que tuviera el derecho legal. Con eso, Ezequiel, al igual que Daniel, señaló a los judí­os la esperanza del Mesí­as. (Eze 21:27; 37:22, 24, 25.) Jehová hizo que Ezequiel registrara más de sesenta veces que la gente †˜tendrá que saber que yo soy Jehovᆙ. Ezequiel ensalza el nombre memorable de Dios al utilizar la expresión †œSeñor Soberano Jehovᆝ en 217 ocasiones. (Eze 2:4, nota.)

[Recuadro en la página 910]

PUNTOS SOBRESALIENTES DE EZEQUIEL
Profecí­as concernientes a la destrucción de Jerusalén a manos de Babilonia y la restauración de un resto fiel. Una de las ideas que se repiten más a menudo es que los hombres †œtendrán que saber que yo soy Jehovᆝ
Se escribió en Babilonia, en su mayor parte durante los seis años que precedieron a la destrucción de Jerusalén (607 a. E.C.); algunas secciones se escribieron en una fecha tan tardí­a como 591 a. E.C.

Jehová comisiona a Ezequiel (entonces desterrado en Babilonia) para que sirva de atalaya (1:1-3:27)
Recibe una visión estremecedora de la gloria de Jehová y de los querubines con cuatro caras y las ruedas llenas de ojos
Responsabilidad seria como atalaya

Profecí­as para advertir a las infieles Judá y Jerusalén (4:1-24:27)
Se le ordena a Ezequiel que represente el sitio que sobrevendrá a Jerusalén acostándose sobre su lado derecho ante un ladrillo tallado durante trescientos noventa dí­as y sobre su lado izquierdo, otros cuarenta dí­as; durante ese tiempo subsistirá con cantidades exiguas de pan y agua
La tierra, incluidos los lugares que se han usado para la idolatrí­a, quedará desolada; el pueblo infiel perecerá, pero un resto sobrevivirá; ni el oro ni la plata servirán para escapar
Se practica idolatrí­a en el templo, por lo que Jehová decide expresar su furia de manera implacable; solo sobrevivirán los que hayan sido marcados por el secretario vestido de lino
Ezequiel ilustra la huida del rey Sedequí­as y el pueblo al sacar su equipaje a través de un orificio abierto en la pared
Juicio de Jehová contra los profetas y profetisas falsos
El enigma de las águilas y la vid indica las amargas consecuencias que tendrá el que el pueblo haya buscado ayuda en Egipto
El juicio de Jehová dependerá de las acciones individuales, y no, como afirman algunos erróneamente, de los pecados de sus antepasados
Se quitará la corona del inicuo rey Sedequí­as, y la gobernación real por el linaje de David cesará hasta que llegue Aquel que tiene el derecho legal
Se asemeja a las infieles Samaria y Jerusalén a dos prostitutas, Oholá y Oholibá. Los anteriores amantes de Jerusalén la tratarán con severidad
El sitio de Jerusalén se compara a una olla al fuego, y sus habitantes, a la carne que hay en su interior

Profecí­as contra algunas naciones vecinas porque Jehová ve que les regocijaba la caí­da de Jerusalén (25:1-32:32)
Amón, Moab, Edom y Filistea quedarán desoladas
Nabucodonosor sitiará Tiro, que con el tiempo llegará a ser un lugar desolado; su destrucción se compara al naufragio de una bella nave con su cargamento; la dinastí­a de Tiro terminará debido a su arrogancia y traición
Nabucodonosor saqueará Egipto como pago por haber ejecutado el juicio divino contra Tiro; Faraón y sus huestes se comparan a un cedro que será cortado

Profecí­as acerca de la liberación y restauración del pueblo de Dios (33:1-48:35)
Jehová volverá a juntar a su pueblo, sus ovejas, y levantará sobre ellas un pastor, su siervo David
Edom será desolada, pero la tierra de Israel florecerá como el jardí­n de Edén
Se asemeja a los israelitas desterrados en Babilonia a huesos secos, muertos, a los que se revivifica
Al unir dos palos, que representan a José y Judá, se ilustra que bajo David, el siervo de Dios, los israelitas desterrados volverán a disfrutar de unidad
Gog atacará al pueblo restaurado de Jehová, pero El promete protegerlo y destruir las huestes de Gog
Ezequiel recibe una visión de un templo y sus rasgos principales; un torrente fluye desde el templo hasta el mar Muerto, donde sana las aguas, por lo que prolifera la pesca y los oficios afines; los árboles que están a lo largo del torrente producen fruto comestible y hojas con propiedades curativas
Se reparte la tierra, y se describe la ciudad †œJehová Mismo Está Allí­†

Fuente: Diccionario de la Biblia

I. Estructura y contenido

Las indicaciones de fecha (1.2; 3.16; 8.1; 20.1; 24.1; 26.1; 29.1, 17; 30.20; 31.1; 32.1, 17; 33.21; 40.1), aparte de las que aparecen en los cap(s). 25–32, forman una serie coherente que señalan momentos importantes del mensaje de Ezequiel (véase art. anterior). Es razonable inferir que los cap(s). 25–32 fueron insertados en su posición actual por analogía con Is. 13–27, para señalar la división entre las dos fases principales de la actividad de Ezequiel; cf. también la posición probablemente original de las profecías contra las naciones en Jeremías (así LXX). En los cap(s). 1–24 es el profeta del destino inexorable, que interpreta los acontecimientos futuros para el remanente en el exilio (¡no para Jerusalén!) con el fin de prepararlos para su futuro papel. Los cap(s). 33–39 ofrecen un bosquejo del mensaje con el que procuró fortalecer a los exiliados como pueblo de Dios. El largo intervalo entre 33.21 y 40.1 (unos 13 años), el notable cambio de estilo, y el hecho de que Josefo escribe sobre dos libros de Ezequiel (Ant. 10.79) sugieren que los cap(s). 40–48 representan un grupo de profecías separadas, si bien vinculadas, a la par de los cap(s). 33–39.

II. Paternidad y fecha

Ezequiel tiene un lugar incuestionable en la lista de Ben Sirá al comienzo del ss. II a.C. (Ecl. 49.8), pero hubo un movimiento en el ss. I d.C. para lograr que el libro fuese retirado del uso público. Para ello había tres razones. Algunos consideraban que el cap(s). 16 resultaba demasiado repugnante para su lectura en público; que el cap(s). 1 y sus paralelos se usaban en peligrosas especulaciones teosóficas (los que se dedicaban al misticismo Merkabhah [‘carruaje’] pensaban que constituían la clave para los misterios de la creación); sobre todo, numerosos detalles en los cap(s). 40–48 se consideraban contradictorios con respecto a la ley de Moisés, ya considerada inmutable. Los esfuerzos de Hananías ben Ezequías, que resolvieron las aparentes discrepancias, garantizaron para Ezequiel una posicion pública en el canon fariseo.

Esta posición raras veces fue disputada, y J. Skinner pudo decir en 1898 (HDB, 1, pp. 817a) que “el libro de Ezequiel (salvo en lo que respecta a un texto algo corrupto) existe en la forma en que salió de las manos de su autor… Ni la unidad ni la autenticidad de Ezequiel han sido cuestionadas sino por una pequeña minoría de entendidos. No sólo lleva la estampa de una solamente en su fraseología, sus imágenes, y su modo de pensamiento, sino que está dispuesto según un plan tan claro y tan global que las pruebas en relación con la concepción literaria de su composición se vuelven completamente irresistibles”.

A pesar de la fuerza de estos argumentos la posición comenzó a cambiar en 1924; los ataques a la unidad y la autenticidad de Ezequiel pueden dividirse en tres grupos, que tienden a superponerse.

a. Fecha de composición

C. C. Torrey vio en este libro un seudoepigráfico, escrito alrededor del 230 a.C., que describía las abominaciones del reinado de Manasés; un editor le dio su forma actual en fecha no posterior al 200 a.C. M. Burrows llevó a una fecha similar mediante pruebas lingüísticas. L. E. Browne propuso una fecha durante la época de Alejandro Magno. J. Smith, por otra parte, consideraba a Ezequiel como un israelita del N deportado en el 734 a.C., que les profetizó a sus compañeros de exilio hasta que regresó a Jerusalén en 691 a.C., donde dio a conocer la mayor parte de sus oráculos. Estos puntos de vista han tenido muy poca aceptación.

b. El lugar de la profecía

Aunque la fecha propuesta por Torrey ha tenido poca aceptación, muchos lo han seguido en cuanto a considerar que la mayor parte del libro tiene origen palestino. Se considera ampliamente que, haya o no sido deportado Ezequiel en 597 a.C., estuvo profetizando en o cerca de Jerusalén hasta su destrucción en el 586 a.C. Quizá la mejor presentación de este punto de vista sea la de Pfeiffer, IOT, 1948, pp. 535–543. La justificación principal de esta perspectiva es la mala interpretación tradicional de los oráculos de Ezequiel antes del 586 a.C., en el sentido de que estaban dirigidos a la Jerusalén condenada. Su gran debilidad es la amplia redistribución del texto que requiere, y la ausencia de motivación adecuada para la distorsión de la verdadera actividad de Ezequiel.

c. La unidad del libro

Basándose fundamentalmente en el contraste entre la poesía y la prosa de Ezequiel, G. Hölscher le atribuyó sólo 170 versículos (mayormente poéticos) del total de 1.273, mientras que los restantes serían de un editor levítico entre 500 y 450 a.C. W. A Irwin llegó a una conclusión semejante por otros métodos, atribuyendo unos 250 versículos a Ezequiel. Muchos niegan que los cap(s). 40–48 sean de él. Sus argumentos constituyen un desafío a una exégesis más profunda, pero no han logrado convencer a la mayoría, aun cuando las inserciones editoriales se reconocen en forma creciente.

Parecería justo agregar que estos intensos estudios críticos han tenido la virtud de anularse mutuamente en buena medida. Han llevado a una comprensión mucho mayor de muchos aspectos del libro, pero han dejado la posición general, en buena medida, como se encontraba antes de 1924. Desde la obra de C. G. Howie ha habido un vuelco general hacia una posición más conservadora. Son pocos ahora los que niegan que se trate de una producción exílica por Ezequiel mismo. En los primeros 39 capítulos, G. Fohrer, mayormente sobre bases subjetivas, niega poco más de 100 versículos al profeta, y esto sin perjudicar ninguna sección principal de su mensaje. Alrededor del mismo número de versículos de los últimos 9 cap(s). le son negados al profeta, pero aquí la motivación parecería todavía más subjetiva.

También se ha abandonado en general la idea de que Ezequiel debe haber profetizado en Jerusalén durante la primera parte de su actividad. El comentario principal más reciente, el de W. Zimmerli, adopta una posición mayormente conservadora, pero no atribuye la composición del libro a Ezequiel mismo.

III. El texto

Muchos hapaxlegómena y expresiones técnicas, como también oscuridad en el lenguaje simbólico, han llevado a que los escribas cometiesen frecuentes errores. La LXX puede usarse a menudo para corregir el hebreo, pero esto debe hacerse con sumo cuidado. Hay una comparación interesante del hebreo y el griego en Cooke, Ezekiel, ICC, pp. xl-xlvii.

IV. La enseñanza religiosa del libro de Ezequiel

Para entender este libro correctamente tenemos que comprender que, como todos los escritos de los profetas, no se trata de un manual de teología; es la palabra de Dios a un remanente muy golpeado y en el exilio, experimentando lo que los teólogos de esa época habían considerado imposible. Si Ezequiel por su simbolismo pareciera recalcar la trascendencia de Dios, es con el fin de aclarar que su omnipotencia no puede ser limitada por el fracaso de su pueblo. Ello lleva al más crudo desenmascaramiento de la historia y la religión de Israel en el AT (16; 20; 23). La promesa de restauración ya no está ligada al arrepentimiento previo del pueblo, sino que es un acto de la gracia de Dios que lleva al pueblo al arrepentimiento (36.16–32). La restauración se hace sobre todo para vindicar el honor de Dios, y no por amor a Israel. Por cuanto todo depende de la gracia de Dios, la relación del individuo con Dios no depende de su herencia ni de su propio pasado (18; 33.10–20). Muchos han deducido de 40–48 un cuadro de Ezequiel como un ritualista sacerdotal estrecho, pero esto resulta de no lograr reconocer el carácter esencialmente escatológico de dichos capítulos. Testimonio de esto lo ofrece la aparente falta de interés que demostraron los exiliados que regresaron en estos capítulos. Ni siquiera intentaron poner en práctica aquellos aspectos que estaban dentro de sus posibilidades, tales como confirmar el sacerdocio a los sadoqueos (44.15–16), o la aparente duplicación de un día de expiación (45.18, 20; cf. °lpd y [parcialmente] °nc para la lectura correcta según la LXX). En el simbolismo de la exacta conformidad al plan y a la ley divinos se nos muestra al pueblo de Dios conformándose finalmente en forma perfecta a sus propósitos.

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G. Hölscher, Hesekiel: Der Dichter und das Buch, 1924; M. Burrows, The Literary Relations of Ezekiel, 1925; C.C. Torrey, Pseudo-Ezekiel and the Original Prophecy, 1930; G. A Cooke, The Book of Ezekiel, ICC, 1936; W. A. Irwin, The Problem of Ezekiel, 1943, “Ezekiel Research since 1943”, VT 3, 1953, pp. 54–66; C. G. Howie, The Date and Composition of Ezekiel, 1950; G. Fohrer y K. Galling, Ezechiel, 1955; J. B. Taylor, Ezekiel, TOTC, 1969. W. Zimmerli, Ezechiel, 1969.

H.L.E.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico