De una palabra gr. que significa aparición, el término originalmente marcaba una fiesta para celebrar el bautismo de Cristo (Mat 3:16-17); y lo sigue haciendo en las iglesias ortodoxas de Oriente. Sin embargo, a partir del siglo IV se ha relacionado la epifanía con la manifestación de Cristo a los reyes magos, los primeros gentiles que creyeron en él (Mat 2:1-12). En Inglaterra es tradición que el monarca ofrezca oro, incienso y mirra en la capilla real todos los años el 6 de enero, el día en el cual se celebra la fiesta.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
(manifestación).
De Jesús al mundo, por los Reyes Magos, en el Bautismo, y en el primer milagro: (Mt.2, 3:13-17, Jn.2).
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
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Fiesta primitiva que celebraba y sigue celebrando la Iglesia en torno a la manifestación del Señor (fainomai es «manifestar», en griego)
Fue la primera fiesta navideña en el comienzo del Nuevo año. Posiblemente procedía de algunas comunidades de Egipto, probablemente hacia comienzos del siglo II, pues Clemente de Alejandría habla ya de que algunos, como los discípulos de la secta de Basílides, celebraban esos días el Bautismo del Señor.
En el siglo IV ya se multiplican los testimonios de su celebración en casi todas las Iglesias del Oriente y en alguna de Occidente, haciendo en ella el especial recuerdo a la manifestación del Señor a los hombres por medio de su Bautismo en el Jordán y el testimonio divino de ser declarado por una voz del cielo como «Hijo muy amado del Padre, al que hay que escuchar.» (Lc. 3.22)
La Navidad romana comienza a sustituir la fiesta de origen oriental que la urbe celebraba en el solisticio de invierno, cuando los romanos se regocijaban con una fiesta al sol. Se situaba en torno al 25 de Diciembre. Pronto la Navidad cristiana se asoció a esa fecha, conservando la del 6 de Enero como referida a la manifestación del Señor a todos los hombres, representados en los magos del Oriente que llegaron para adorar la niño. Los testimonios occidentales del siglo IV se van haciendo más explícitos. En el 361 se celebraba la Epifanía en las iglesias Galas y en el 380 se cita ya su celebración en las hispanas; en el 383 hay testimonios de su existencia en la Italia del Norte.
A partir del siglo V en todo Occidente se celebra la fiesta de la Epifanía el 6 de Enero, fiesta venida de Oriente. Y en Oriente se extiende la fiesta de la Natividad el 25 de Diciembre, fiesta que procede de Occidente. Quedó así encauzado el ciclo de Navidad, que sería, junto con el pascual, celebrado con solemnidad en toda la cristiandad.
El sentido de la Epifanía se orienta a recordar que Cristo se ha manifestado a todos los hombres, eligiendo un pueblo y viniendo a él para la purificación del pecado. Es una fiesta de regocijo, porque es la culminación de las promesas proféticas y el comienzo de los anuncios apostólicos. Por eso se recuerda el Bautismo de Jesús, en el que se manifiesta también como el Hijo de Dios, pues el Padre celeste le proclama como Hijo querido a quien se debe escuchar. A este recuerdo se unió con frecuencia la conmemoración del primer milagro en Caná.
En ese contexto de manifestación del Mesías es donde hay que colocar la conmemoración posterior de la llegada de los Magos del Oriente, a quienes se presentó en la liturgia oriental como los primeros gentiles que conocieron el misterio del recién nacido. La fantasía popular los convirtió en el medievo en reyes de tres razas y en su poder de reyes y en el simbolismo de sus ofrendas (oro, incieso y mirra: Mt. 2.11) se iniciaron muy tardíamente las populares ilusiones infantiles y las leyendas, como la relacionada con sus reliquias. Fueron éstas traídas en 1164 por Federico Barbarroja y depositadas en la «urna de los tres reyes». Hoy se halla en la catedral de Colonia; antes estuvo depositada en Milán.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Es la fiesta de la manifestación («epipháneia») del Señor, que tuvo su origen en Oriente (6 de enero) y que equivale a la fiesta de Navidad. En Occidente se celebra a continuación de la fiesta navideña. Se acentúa la manifestación del Señor como Hijo unigénito del Padre (el bautismo en el Jordán y las bodas de Caná) y la llamada universal de los pueblos a recibir la salvación de Cristo (adoración de los Magos). La fiesta del bautismo del Señor (domingo después de Epifanía) y la presentación de Jesús en el templo (2 de febrero) forman parte de esta «manifestación».
En realidad, en toda la vida de Jesús hay una manifestación continua de «su gloria» (Jn 1,14; 2,11), puesto que «Dios nos ha salvado y nos ha llamado… por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, y que se ha manifestado ahora con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús» (2Tim 1,9-10). Pero el nacimiento de Jesús con la adoración de los Magos, es una manifestación especial de su salvación para todos los pueblos.
En la persona de los Magos de Oriente, todos los pueblos son llamados a encontrar «la gloria del Señor» en la nueva Jerusalén (cfr. Is 60,1). Son los «reyes de la tierra» profetizados en los salmos mesiánicos «Los reyes de Tarsis y las islas traerán tributo… Todos los reyes se postrarán ante él, le servirán todas las naciones» (Sal 71,10-11).
Los dones ofrecidos por los Magos manifiestan su actitud de fe «Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra» (Mt 2,11). Los dones indican el reconocimiento de Cristo Mesías Rey (oro), Dios (incienso) y hombre (mirra o resina aromática para la sepultura). En los textos litúrgicos se quiere indicar también los dones que ahora ofrece la Iglesia al Señor amor (oro), oración (incienso), sacrificio (mirra). Cristo se manifiesta y se comunica ahora en la Eucaristía.
Es la fiesta del nacimiento del Señor en cuanto manifestado como Salvador por medio de su carne mortal. Los textos litúrgicos dan a entender todos estos contenidos, pero especialmente recalcan la revelación de Cristo Salvador como luz de los pueblos. Al manifestarse en carne mortal, nos ha hecho partícipes a todos de su realidad de Hijo de Dios y de su gloria inmortal. «Hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación» (prefacio).
Referencias Adviento, año litúrgico, Encarnación, Jesucristo, Navidad, Presentación de Jesús.
Lectura de documentos CEC 528.
Bibliografía AA.VV., Fiesta de Epifanía, en Asambleas del Señor (Madrid, Marova, 1967) 10; AA.VV., Noël, Epiphanie, retour du Christ (Paris 1967); B. BOTTE, Los orígenes de la Navidad y de la Epifanía (Madrid, Taurus, 1963); T. CABESTRERO, Navidad y Epifanía del hombre nuevo (Salamanca, Sígueme, 1970); J. LEMARIE, Navidad y Epifanía. La manifestación del Señor (Salamanca, Sígueme, 1966); J. LOPEZ MARTIN, El año litúrgico ( BAC, Madrid, 1984) V; A. NOCENT, Celebrar a Jesucristo Navidad y Epifanía (Santander, Sal Terrae, 1979).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
Epifanía es una aparición inesperada de la divinidad. Se puede hacer a través de una intervención milagrosa. Se trata de una visita bienhechora y salvadora de Dios (Lc 1, 79). Jesucristo es la gran epifanía de Dios, que en El se nos ha manifestado como salvador del mundo. Será también epifanía el glorioso retorno escatológico de Jesucristo (1 Tim 6, 14; Tit 2, 13). > apariciones; revelación; parusía.
E. M. N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
(-> revelación, encamación). La palabra epifanía (manifestación) ha entrado en la liturgia cristiana para evocar la presencia y manifestación de Dios en el nacimiento de Cristo, tal como aparece en el relato de los magos (Mt 2,1-12).
(1) Religiones epifánicas y proféticas. En sí misma, la palabra epifanía (con su experiencia de fondo) no pertenece a la tradición de la Biblia hebrea, de tal manera que los especialistas han tendido a distinguir dos tipos de religiones. (a) Las religiones paganas, que pue den llamarse religiones de epifanía, porque en ellas se revela el misterio eterno de Dios en formas inmutables, de presencia o manifestación de lo divino. (b) Por el contrario, la religión bíblica es de tipo profética: no da testimonio del Dios «que siempre es», sino del Dios que actúa en el tiempo, abriendo un camino de historia que culminará en el día de Yahvé, en el momento de su revelación final, de tipo apocalíptico, no epifánico (significativamente, el nombre de Antíoco Epífanes ha quedado como símbolo de los enemigos de Yahvé: 2 Mac 2,20; 2,13). De todas formas, esta distinción no puede tomarse como absoluta, y así en los textos finales del Antiguo Testamento (LXX) se alude con frecuencia a la epifanía de Dios; en esa línea, el mismo texto de 2 Mac, que rechaza al rey Antíoco, porque se hace llamar Epífanes (manifestación de Dios), habla de la epifanía o manifestación del Dios israelita (cf. 2 Mac 15,34; 2,21; 14,15).
(2) La epifanía cristiana. Los textos más antiguos del Nuevo Testamento no hablan tampoco de la epifanía de Dios, sino que emplean un lenguaje más bien apocalíptico. Pero los textos tardíos, como las pastorales, influidos por el entorno helenista, han empleado ese lenguaje, que aparece ya también en Lc 2,11-12, donde Jesús viene a mostrarse como manifestación de Dios sobre la tierra (cf. Lc 2,10-11). En esa línea se sitúa la pequeña confesión de 1 Tim 3,16 donde se dice que «el misterio se manifestó en la carne y fue justificado en el Espíritu; se apareció a los ángeles y fue predicado a las gentes; fue creído en el cosmos y fue asumido en Gloria». Aquí no se utiliza la palabra epifanía, pero sí otras que son equivalentes, igualmente marcadas por el pensamiento griego: el misterio se ha manifestado (ephaneróthé), de tal forma que se ha dejado ver en el nivel angélico. De la epifanía (de Dios o de Cristo) habla 1 Tim 6,14 y 2 Tim 4,1-8. Pero el texto epifánico por excelencia es el de Tito 2,11-13: «Se ha manifestado (epephané) la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, enseñándonos a vivir de manera prudente, justa y piadosa en este tiempo, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, aguardando la bienaventurada esperanza, la manifestación (epiphaneian) de la gloria de nuestro gran Dios y Sal vador nuestro Jesucristo». El autor de la carta a Tito ha interpretado el cristianismo como religión de epifanía, pero conservando un elemento escatológico: se ha manifestado (epephan) ya la gracia de Dios que nos salva, pero sólo como un primer paso que conduce a la esperanza (y revelación) definitiva de la epifanía total, es decir, de la manifestación de la gloria de nuestro Dios y salvador Jesucristo. Por otra parte, frente a los mitos o cultos orientales que hablaban de la epifanía de un Dios cósmico (o de un emperador sagrado), la carta a Tito habla de la epifanía de «nuestro Dios Jesucristo», es decir, del Mesías crucificado. Quizá en ningún otro lugar del Nuevo Testamento se ha presentado el cristianismo con expresiones tan helenistas. En ningún otro lugar se ha destacado tanto la divinidad de Jesús, en claves de epifanía sagrada, conservando, sin embargo, las bases cristianas.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
El verbo griego epiphaino tiene el significado activo de » mostrar'»; intransitivamente se usa para decir «mostrarse'» De él se deriva el substantivo epiphaneia, es decir «aparición». En el griego clásico y helenístico se utiliza este término en diversos contextos, sobre todo de carácter militar. Indica en estos casos la aparición imprevista e inesperada del enemigo, que puede decidir la suerte de la batalla. Relacionado con el uso lingüístico militar, epifanía indica también la aparición de la divinidad para socorrer a alguien. Así, por ejemplo, una inscripción de Cos atribuye a la aparición del dios Apolo la derrota sufrida por los galos en Delfos el año 278 a.C. En la historia de las religiones se conoce una fiesta de la epifanía, o «día de la llegada de Apolon, celebrada en muchas ciudades griegas en primavera o al comienzo del verano. La divinidad epifánica por excelencia, en el ámbito de las experiencias extáticas ligadas a su culto, era Dionisos.
En el Antiguo Testamento griego, en un contexto militar, el término indica la manifestación de una potencia favorable. En el Nuevo Testamento, por el contrario, sólo se usa como término religioso y casi siempre para indicar la aparición de Cristo al final de los tiempos (cf. 2 Tes 2,8; 1 Tim 6,14. 2 Tim 4,1.8; Tit 2,13). Cuando la aparición terrena de Cristo se entiende como acontecimiento escatológico, se designa también como » epifanía». Véase por todos 2 Tim 1,9-10: «…la gracia que nos ha sido dada desde la eternidad en Jesucristo. Esta gracia se ha manifestado ahora por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo » En la liturgia la fiesta de la Epifanía se fijó el día 6 de enero. Sobre el origen de esta fecha hay diversas hipótesis.
Probablemente estuvo ligada a la fiesta pagana del solsticio de invierno: cuando era ya más visible el aumento de la luz, los cristianos celebraban a Cristo como «luz verdadera que ilumina a todo hombre». En la Iglesia ortodoxa, la epifanía es la fiesta de la manifestación del Señor Jesús, o sea, la celebración de su nacimiento como hombre verdadero. Con este significado se tiene el primer testimonio de esta fiesta en san Epifanio. En la época de san Juan Crisóstomo, en Antioquía y en Egipto se añadía también la conmemoración del bautismo de Jesús en el Jordán. En Occidente la fiesta tiene un significado distinto, va que se celebra entonces «la revelación de Jesús al mundo pagano» que tiene su prototipo en la venida d~ los magos a Belén para adorar al Redentor recién nacido. Por este motivo, en la lengua alemana se le da a esta fiesta el nombre de DreikOnigsfest (la fiesta de los tres reves).
Actualmente, en el Misal romano la liturgia de la Epífanía celebra la venida de los magos, entendida como primicia de los paganos que acogen al Señor Jesús. El sentido de la fiesta se describe de este modo en el «prefacion» » Hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación: pues al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal nos hiciste partícipes de la gloria de su inmortalidad».
M. Semeraro
Bibl.: y Saxer. Epifanía, en DPAC, 1, 718719. A.’ Bergamini, Navidad/Epifanía, en NDL, 1405-1409′ T. Cabestrero, Navidad y epifanía del hombre nuevo, Sígueme, Salamanca 1970; J Lemarié. Navidad y Epifanía, La manifestació» del Señor, Sígueme. Salamanca 1966.
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico
véase Revelar
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas
La fiesta de la Epifanía ocurre doce días después de Navidad, es decir, el 6 de enero. El nombre se deriva de la palabra griega epifaneia («manifestación»), y la fiesta tiene al parecer un origen oriental. Se celebraba en un solo día la navidad de nuestro Señor, su bautismo en el Jordán, y la manifestación de su gloria en las fiestas de las bodas de Caná (Jn. 2:11). Cuando en el siglo IV, la iglesia griega adoptó la fecha romana para la celebración de la Navidad (25 de diciembre), la Epifanía comenzó a observarse en el Occidente como una fiesta separada y llegó a asociarse con la manifestación de Cristo a los gentiles en la persona de los sabios hombres de Oriente (Mt. 2:1–11). En la actualidad, el día está estrechamente relacionado con la Navidad, señalando el término de las festividades en el honor del nacimiento de Nuestro Señor. En la Iglesia Griega, la Epifanía aún mantiene su carácter como una celebración del bautismo de Cristo.
Frank Colquhoun
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (210). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología
También conocida bajo los siguientes nombres: (1) ta epiphania, o he epiphanios, sc. hemera (rara vez he epiphaneia: aunque, por ejemplo ocurre en Athanasius, he somatike epiphaneia); theophaneia: dies epiphaniarum; festivitas declarationis, manifestationis; apparitio; acceptio. (2) hemera ton photon: dies luminum; dies lavacri. (3) phagiphania, Bethphania; etc. (4) Festum trium regum: donde el holandés Drie-koningendag danés Hellig-tre-kongersdag, etc. (5) Décimo segundo día, sueco Trettondedag;, etc. – El significado de estos nombres se explicará a continuación. Entre los sirios la fiesta se llamó denho (hacia arriba), un nombre relacionado con la noción de la luz que se eleva expresada en Lucas. I, 78. El nombre Epifanía sobrevive en Befana, la gran feria que tenía lugar en esa estación en Roma; es difícil afirmar hasta dónde se puede conectar la práctica que se llevaba a cabo en esa época de comprar todo tipo de imágenes de alfarería, combinadas con silbatos, y que representaban algún tipo de vida romana, con la costumbre bastante similar que estaba de moda durante la fiesta de Saturnalia en diciembre. La alfarería o pasta sigillaria vendida en ese entonces en toda Roma, ver Macrobius; s. I, x, xxiv; II, xlix; y Brand, «Pop. Ant.», 180, 183.
I. HISTORIA
Como lo sugiere su nombre, la Epifanía tuvo su origen en la Iglesia Oriental. Allí existe por cierto una homilía de Hippolytus a la cual (sólo en un manuscrito) se le puso el lema ieis ta hagia theophaneica [no epiphaneia: Kellner]; ésta es dirigida en su totalidad a un individuo que estaba a punto de ser bautizado, y trata sólo el Sacramento del Bautismo. Fue revisada por Bonwetsch y Achelis (Leipzig, 1897); Achelis y otros la consideran adulterada. La primera referencia sobre la cual nos podemos sentir seguros se encuentra en Clemente (Strom, I, xxi, 45, en P.G., VIII, 888) que escribe: «Encontramos aquellos que también de un modo demasiado curioso le asignan al Nacimiento de Nuestro Salvador no sólo el año sino el día, el cual afirman que es el 25 Pachon (20 de mayo) en el año vigésimo octavo de Augusto. Pero los seguidores de Basilides también celebran el día de Su Bautismo, pasando la noche previa en lecturas. Y ellos dicen que fue el 15 del mes de Tybi del año 15° año de Tiberius Caesar. Y algunos dicen que se cumplió el 11 del mismo mes.» Ahora, 11 y 15 Tybi corresponden al 6 y al 10 de enero respectivamente. De inmediato surge la pregunta: ¿Los Basilidianos celebraban la Natividad de Cristo y también Su Bautismo el 6 y el 10 de enero, o simplemente mantenían Su Bautismo en esos días, al igual que Su Natividad en otra fecha? Si las propias palabras de Clemente no lo sugieren, la evidencia sugiere lo anterior. Es seguro que el festival de la Epifanía en el Oriente admitió muy tempranamente una conmemoración más o menos marcada de la Natividad, o al menos del Angeli ad Pastores, la «manifestación» más impresionante de la gloria de Cristo en esa ocasión. Lo que es más, la primera referencia a la fiesta eclesiástica de la Epifanía (Ammianus Marcellinus, XXI, ii), en 361, parece estar duplicada en Zonaras (XIII, xi) por una referencia al mismo festival que el de la Natividad de Cristo. Más aún, Epiphanius (Haer., li, 27, en P.G., XLI, 936) afirma que el seis de enero es hemera genethlion toutestin epiphanion, el Cumpleaños de Cristo, es decir Su Epifanía. Por cierto, el asigna el Bautismo al 12 Athyr, es decir al 6 de noviembre. Nuevamente en los capítulos xxviii y xxix (P.G. XLI, 940 sp.) él sostiene que el Nacimiento de Cristo, es decir la Teofanía, tuvo lugar el 6 de enero al igual que el milagro en Caná, lo que diera como consecuencia que el agua, en varios lugares (por ejemplo Cibyra), por obra de un milagro se convirtiera anualmente en vino, del cual él mismo había bebido. Primeramente, se tendrá en cuenta que si Clemente no niega expresamente que la Iglesia celebraba la Epifanía en su tiempo en Alejandría, al menos sugiere que no lo hacía. Menos aún podemos pensar que el 6 de enero era guardado como santo por la Iglesia. Lo que es más, Origen, en su lista de festivales (Contra Celsum, VIII, xxii, P.G., XI, 1549), no lo menciona en lo absoluto.
Sin tener en cuenta la vaguedad del nombre Epifanía, en esta fiesta se celebraban varias manifestaciones diferentes de la Divinidad y la gloria de Cristo desde tempranas épocas en su historia, especialmente el Bautismo, el milagro de Caná, la Natividad, y la visita de los Reyes Magos. Pero no podemos suponer por un momento que en primera instancia se estableció un festival de manifestaciones en general, en el cual la devoción local popular le atribuía significados especificados según lo indicaran las circunstancias. Parece bastante claro que el Bautismo fue el evento conmemorado en forma predominante. Las Constituciones Apostólicas (VIII, xxxiii; cf. V, xii) lo mencionan. Kellner cita (cf. Selden, de Synedriis, III, xv, 204, 220) el Almanaque Copto más antiguo para el nombre Dies baptismi sanctificati, y el último para eso de Immersio Domini como se aplica a esta fiesta. Por cierto, San Gregorio de Nacianceno, identifica, ta theophania con he hagia tou Cristou gennesis, pero este sermón (Orat. xxxviii en P.G., XXXVI. 312) probablemente se predicó el 25 de diciembre de 380; y luego de referirse al Nacimiento de Cristo, asegura a su audiencia (P.G., 329) que a la brevedad verán a Cristo bautizado. El 6 y 7 de enero, predicó las oraciones xxxix y xl (P.G., loc. cit.) y en ellas declaró (col. 349) que habiendo ya celebrado el Nacimiento de Cristo y la llegada de los Reyes Magos guiados por una estrella, ahora tendría lugar la conmemoración del Su Bautismo. El primero de estos dos sermones está encabezado eis ta hagia phota, refiriéndose a las luces que se llevan ese día para simbolizar la iluminación espiritual del bautismo, y el día debe ser diferenciado cuidadosamente de la Fiesta de la Purificación, también llamada Festum luminum por una razón totalmente diferente. Sin embargo San Crisóstomo, en 386 (ver NAVIDAD) predicó «Hom. vi in B: Philogonium» donde (P.G., XLVIII, 752) él le llama a la Natividad el padre de los festivales, porque si Cristo no hubiera nacido, tampoco hubiera sido bautizado, hoper esti ta theophania. Esto muestra con qué soltura se utilizaba este título. (Cf. Chrys., «Hom. in Bapt. Chr.», c. ii, en P.G., XLIX, 363; A.D. 387). Casiano (Coll., X, 2, en P.L., XLIX; 820) dice que incluso en sus tiempos (418-427) los monasterios egipcios aún celebraban la Natividad y el Bautismo el 6 de enero.
En Jerusalén la fiesta tenía una referencia especial con la Natividad debido al vecindario de Belén. La información que nos dejó Etheria (Silvia) está mutilada en su comienzo. Sin embargo, el título de la fiesta subsiguiente, Quadragesimae de Epiphania (Perigrin. Silviae, ed. Geyer, c.xxvi), no nos deja ninguna duda con respecto a lo que ella está describiendo. En la vigilia de la fiesta (5 de enero) una procesión salió de Jerusalén hacia Belén y regresó a la mañana siguiente. En la segunda hora se realizaron los servicios en una iglesia Gólgota decorada espléndidamente, después de la cual se visitó la de Anastasis. En el segundo y tercer día se repitió esta ceremonia; en el cuarto día se ofreció el servicio en el Monte de los Olivos; en el quinto día en la tumba de Lázaro de Betania; en el sexto día en Sión; en el séptimo día en la iglesia de Ansatasia, en el octavo día en la de la Santa Cruz. La procesión a Belén se repitió durante la noche. De acuerdo con esto se verá que esta octava de Epifanía en toda su extensión tuvo un tinte tan fuerte a Natividad que condujo a la exclusión de la conmemoración del Bautismo por lo menos en el año 385. Sin embargo, es por medio del bautismo propiamente dicho en este día que el Occidente parece entrar en contacto con el Oriente. San Crisótomo (Hom. en Bapt. Chr. en P.G., XLIX, 363) nos dice cómo los Antiocianos solían llevar a sus hogares agua bautismal consagrada en la noche del festival, y que ésta permanecía durante un año sin echarse a perder. Hasta este día, la bendición de las aguas por medio de la inmersión de un crucifijo en un río, en el mar, o en un lago o por medio de otro ritual complejo, es una ceremonia muy popular. Neale cita un relato muy vívido («Holy Eastern Church» [Sagrada Iglesia Oriental], Introducción, p. 754; cf. las versiones griega, siríaca, cóptica, y rusa, revisadas o traducidas de los textos originales por John, Marqués de Bute, y A. Wallis Budge). Las personas consideran que todas las dolencias, espirituales y físicas, se pueden curar aplicando agua bendita. Sin embargo, la costumbre parecería, estar originalmente conectada más con el milagro de Caná que con el Bautismo. Sin embargo, ese bautismo en este día era bastante común en el Occidente, y esto está probado por la queja del Obispo Himerius de Tarragona al Papa Damasco (d. 384), que los bautismos se estaban celebrando en la fiesta de la Epifanía. El Papa Siricius, quien le respondió (P.L., XIII, 1134) identifica las fiestas de Natalitia Christi y de su Apparitio, y se indigna mucho por la extensión del período para los bautismos más allá de Pascua y de Pentecostés. El Papa León I («Ep. Xvi ad Sicil. Episcopos», c.i, en P.L., LIV, 701; cf. 696) denuncia la práctica como un irrationabilis novitas; pero el Consejo de Gerona (can. iv) lo condenó en 517, y Víctor Vitensis lo menciona como una práctica regular de la Iglesia (Romana-) Africana (De Persec. Vandal., II, xvii, en P.L., LVIII, 216). Más aún, San Gregorio de Tours, (De gloriâ martyrum en P.L., LXXI, 783; cf. cc. Xvii, xix), relata que aquellos que vivían cerca del Jordán se bañaba en él ese día, y que solían ocurrir milagros. San Jerónimo (Comm en Ez., I, i, en el verso 3 en P.L., XXV, 18) afirma definitivamente que es por el bautismo y la apertura de los cielos que el dies Epiphaniorum aún se venera y no por la Natividad de Cristo en la carne, pues entonces absconditus est, et non apparuit – «Él estaba escondido y no apareció.»
En el artículo NAVIDAD, se deja en claro que la Epifanía en Occidente se introdujo luego de la introducción de la Navidad el 25 de diciembre. No se encuentra en el Calendario Philocaliano, mientras que parece muy probable que el 25 de diciembre se celebraba en Roma antes del sermón del Papa Liberius (en St. Ambrose, De virg., iii, I, en P.L., XVI, 231) que muchos le asignaron el 25 de diciembre de 354. San Agustín observa claramente asociaciones Orientales en las fiestas de la Epifanía: «Precisamente», dice él (Serm. ccii, 2, en Epiph. Domini, 4, en P.L., XXXVIII, 1033), «ha rehusado celebrar este día con nosotros; pues ni aman la unidad, ni están en comunión con la Iglesia Oriental, donde en definitiva apareció la estrella.» San Philasrius (Haer., c. cxl, en P.L., XII, 1273) agrega que ciertos herejes se rehusan a celebrar la Epifanía, por considerarla aparentemente, como una duplicación innecesaria de la fiesta de la Natividad, sin embargo, agrega el santo, fue sólo después de doce días que Cristo «se le apareció a los Reyes Magos en el Templo.» El dice que el dies epiphaniorum, (P.L., XII, 1274), es considerado por algunos como «el día del Bautismo, o de la Transformación que ocurrió en la montaña.» Finalmente, un anotador sirio desconocido de Barsalibi (Assemani, Bibl. Orient., II, 163) escribe claramente: «El Señor nació en el mes de enero en el mismo día en el que celebramos la Epifanía; pues las fiestas de la Natividad y de la Epifanía se celebraban en un mismo día, porque en el mismo día Él nació y fue bautizado. La razón por la cual nuestros padres cambiaron la solemnidad celebrada el 6 de enero, y la transfirieron al 25 de diciembre se presenta a continuación: era costumbre de los paganos celebrar el nacimiento del sol en este mismo día, el 25 de diciembre, y en ese día ellos encendían luces para la fiesta. En estas solemnidades y festividades también participaban los Cristianos. Por lo tanto cuando los maestros observaron que los Cristianos se inclinaban a celebrar este festival, se reunieron en consejo y decidieron que se celebrara en esta fecha la verdadera fiesta del nacimiento y el 6 de enero la fiesta de las Epifanías. Por lo tanto, simultáneamente, con este nombramiento prevaleció la costumbre de encender luces hasta el sexto día».
Es más sencillo decir que, aproximadamente en el momento de la difusión de la celebración de diciembre en el Oriente, el Occidente tomó la fiesta Oriental de enero, manteniendo todas sus características principales, aunque también le adjuntó a medida que pasó el tiempo, una importancia abrumadora, a la aparición de los Reyes Magos. Por cierto, Epifanio dijo (loc. cit.) que no sólo el agua en muchos lugares se convirtió en vino el 6 de enero, sino que ríos enteros, y probablemente el Nilo, experimentaron un milagro similar; nada de este tipo se menciona en el Occidente. El Sacramentario Leonino es imperfecto en esto; pero las ocho homilías de León sobre la Theophania (en P.L., LIV, Serm. xxxi, col. 234, a Serm. xxxviii, col. 263) están relacionadas casi totalmente con los Reyes Magos, mientras en Serm. xxxv, col. 249, definitivamente sostiene su visita como la conmemoración para la cual se instituyó la fiesta. Fulgentius (Serm. iv en P.L., LXV, 732) habla solamente de los Reyes Magos y de los Inocentes. Los sermones de Agustín (cxcix-cciv en P.L., XXXVIII) tratan casi exclusivamente sobre el tema de la manifestación, y el Sacramentario Gelasiano (P.L., LXXIV, 1062) exclusivamente tanto sobre la vigilia como sobre la fiesta. El Sacramentario Gregoriano utiliza mucho el Ps. lxxii (A. V. lxxiii), 10 y menciona las tres grandes apariciones en el Canon solamente. Sin embargo el Ambrosiano, se refiere a las tres manifestaciones en el prefacio de la vigilia, y en el prefacio de la fiesta, al bautismo solamente. El «Missale Vesontiense» (Neale y Forbes, The Anc. Liturgies of the Gallican Church [Las Antiguas Liturgias de la Iglesia Anglicana], p. 228) habla, en la oración, de la Illuminatio, Manifestatio, Declaratio, y compara su Evangelio de Mateo, iii, 13-17; Lucas, iii, 22; y Juan, ii, 1-11, donde se enfatizan el Bautismo y Caná. Los Reyes Magos se mencionan en la Circuncisión. El Misal Gótico (Neale y Forbes, op. cit., p.52) menciona a los Reyes Magos en la vigilia, diciendo que la Natividad, el Bautismo y Caná hacen la Illustratio de Cristo. Sin embargo, a todas las manifestaciones se las menciona con el nombre de phagiphania, incluyendo (casualmente) la alimentación de los 5000, una alusión popular en Oriente. Agustin (Serm. supl. Cxxxvi, 1, en P.L., XXXIX, 2013) habla de levantar a Lázaro (cf, día 5 del ritual de Jerusalén) como en igualdad con las otras manifestaciones donde en el Oriente tiene lugar el nombre de Bethphania. Máximo de Turín admite que el día es de tres milagros, y especula (Hom. vii, en epiph., en P.L., LVII, 273) sobre la conexión histórica de la fecha y los eventos. Polemius Silvanus, Paulinus de Nola (Poem. xxvii; Natal., v, 47, in P.L., LXI) y Sedulius (en P.L., LXXII) todos insisten en las tres manifestaciones. El Misal Mozarábico se refiere principalmente a que los Reyes Magos, utilizaron su palabra bienvenida de Cristo Acceptio, un término de «iniciación» común a los Mitraistas y Cristianos. En 381, el Consejo de Saragossa (can. iv), interpretado junto con la Misa del Misal Mozarábico in jejunio epiphaniae, deja en claro que una fiesta en esta época no era algo poco común incluso entre los ortodoxos. «Cod. Theod.» (II, viii, 20; XXV, v, 2) prohibe el circo en ese día en el año 400; «Cod. Justi.» (III, xii, 6) lo hace un día de guardar. En 380 ya está marcado por el cese de los negocios legales en España; en Thrace (si podemos confiar en «Passio S. Philippi» en Ruinart, «Acta», 440,2) se mantenía desde 304. Kellner cita el «Testamentum Jesu Christi» (Mainz, 1899) como que lo cita dos veces (I, 28, IV, 67, 101) como un gran festival junto con Pascua y Pentecostés.
En el Cargo presente, Crudelis Herodes alude a las tres manifestaciones; en Nocturno i, la primera respuesta para el día, la octava, y el Domingo dentro de la octava, trata sobre el Bautismo, como la hace la segunda respuesta; la tercera respuesta, como todas esas de Nocturnos i y iii, es sobre los Reyes Magos. La antífona al Benedictus dice: «Hoy la Iglesia se une a su cónyuge celestial, porque en el Jordán Cristo lavó los pecados de ella; los Reyes Magos se apresuraron con obsequios para la fiesta de la boda real, y los invitados se regocijaron en el agua que se volvió vino.» O Sola menciona sólo a los Reyes Magos. La antífona del Magníficat de las Vespertina Segundas lee: «Mantenemos nuestro Día Santo adorado con tres milagros: hoy una estrella condujo a los Reyes Magos hasta la cuna, hoy el vino se convirtió en agua en una boda, hoy en el Jordán Cristo deseó ser bautizado por Juan para salvarnos.» En la Epifanía era una costumbre muy general anunciar la fecha de la Pascua, e incluso de otros festivales, una práctica ordenada por muchos consejos, por ejemplor el de Orléans en 541 (can i); Auxerre en 578 y 585 (can. ii), y aún guardado (Kellner) en Turin, etc. Gelasius finalmente nos dice (Ep. ad episc. Lucan., c. xii, en P.L., LIX,, 52) que la dedicación de vírgenes ocurrió especialmente en ese día.
II. ORIGEN
La razón para la fijación de este día es imposible de descubrir. La única solución tolerable es la de Mgr. Duchesne (Orig. Chr., 262) quien explica simultáneamente la celebración del 6 de enero y del 25 de diciembre por un reconocimiento hacia atrás del 6 de abril y del 25 de marzo respectivamente. Sozomen (Hist. Eccl., VII, xviii, in P.G., LXVII, 1473) dice que el Pepyzitae, o Phrygian Montanists, mantuvo la Pascua el 6 Abril; por lo tanto (considerando la cantidad exacta de años de la vida Divina) el cumpleaños de Cristo debería haber caído el 6 de enero. Pero, se puede insistir en que el primer anuncio que tenemos sobre el cumplimiento de esta fecha, se refiere al Bautismo de Cristo. Pero esto (si asumimos que los Basilidians, también discutieron sobre el 6 de abril) habremos llegado al aniversario exacto del Nacimiento. ¿Pero por qué celebrar preeminentemente el Bautismo? ¿Podría ser que la celebración hubiera comenzado con aquellos, de la secta que fuere, que sostenían que en el Bautismo Dios descendió sobre Cristo? Sobre este terreno incierto será mejor que no avancemos hasta que se nos presente evidencia más reciente, si es que la hay. Tampoco es el lugar para analizar las leyendas de los Tres Reyes, la cual se puede encontrar en el artículo REYES MAGOS. Kellner, Heortologie (Freiburg im Br., 1906); Funk en Kraus, Real-Encyclopädie, s. v. Feste; Bingham, Antiquities of the Christian Church (London, 1708-22), Bk. XX, c. iv; Usener, Religionsgeschichtliche Untersuchungen (Bonn, 1889). I.Cyril Martindale.
CYRIL MARTINDALE
Transcrito por Robert H. Sarkissian
Traducido por Silvia Bonilla
Fuente: Enciclopedia Católica