EZEQUIEL. LIBRO DE

Uno de los llamados profetas mayores. Al parecer este libro estaba antiguamente dividido en dos partes que luego fueron refundidas, pues Josefo dice que este profeta dejó dos libros.

Autor y fecha. No existen problemas serios de fecha con los oráculos de E., pues el mismo profeta se encarga de indicar cuando recibí­a los oráculos (Eze 1:1-2; Eze 3:16; Eze 8:1; Eze 20:1; Eze 24:1; Eze 26:1; etcétera). El libro fue escrito por el profeta E., que ejerció su ministerio en Babilonia durante el reinado de Nabucodonosor (605-562 a. C.).

Caracterí­sticas. En lo esencial, el mensaje de E. es el mismo que el de Jeremí­as. Uno predicaba entre los exiliados y el otro en Jerusalén. Pero E. utiliza más alegorí­as y parábolas que cualquier otro profeta. Una de las caracterí­sticas más relevantes del ministerio profético de E. es la forma en que Dios hace que el mismo profeta se convierta en una especie de actor que dramatiza los eventos que anuncia. Así­, muchas veces la profecí­a se entiende a través del ejemplo del profeta mismo, que viene a representar una especie de lección objetiva a los ojos de su pueblo. El profeta repite a menudo la expresión: †œY conocerán que yo soy Jehovᆝ, cuando termina un oráculo que habla de la intervención de Dios en la historia, ya sea para juicio o bendición.

Antecedentes históricos. Cuando los caldeos conquistaron a Jerusalén la primera vez, el rey †¢Jeconí­as (Joaquí­n, Coní­as) fue llevado cautivo a Babilonia, con parte de su familia y unas 10.000 personas de Judá. Entre ellos estaba E. que era un sacerdote. Nabucodonosor puso como rey vasallo a un tí­o del rey, a quien llamó †¢Sedequí­as. En el año 589 a.C. Sedequí­as buscó una alianza con Egipto y se rebeló contra los caldeos, no haciendo caso de los consejos de Jeremí­as. Mientras tanto, entre los exiliados, E. recibe la orden de profetizarles. Sus oráculos anuncian que Jerusalén serí­a destruida, pero que Dios, por amor de su nombre, retornarí­a a los exiliados a su tierra. En medio de su predicación se produce el sitio y la conquista de Jerusalén por parte de los caldeos, con la ayuda de varios pueblos. Sedequí­as es apresado, le sacan los ojos y le llevan a Babilonia. El profeta anuncia el juicio contra Israel, pero también contra los pueblos que fueron instrumentos del castigo de Dios. Al final, Dios restaurará a Israel y el templo será glorioso.

Visión de la gloria de Jehová. Exiliado en Babilonia, E. recibe el llamamiento, antes de la segunda caí­da de Jerusalén. El profeta ve †œvisiones de Dios†, que incluye a una †œvisión de la semejanza de la gloria de Jehovᆝ. El profeta escucha una voz que le ordena ir a predicar a los hijos de Israel. Debe comer un rollo en el cual estaban escritas †œendechas y lamentaciones y ayes† (Eze 1:1 a 3:27).

Anuncio del sitio de Jerusalén. El profeta tiene que mostrar gráficamente, haciendo un modelo en barro de la ciudad santa y poniéndola como asediada por ejércitos. También dramatiza sobre el tiempo que durará el asedio, el hambre que se pasará y la destrucción y esparcimiento del pueblo (Eze 3:1 a 5:17).

Desolación del territorio de Israel. No sólo Jerusalén será destruida, sino que †œlos montes de Israel† sufrirán la desolación. Pero el Señor dice que dejará †œun resto†, un remanente. Lo más trágico es el anuncio de que el templo serí­a destruido. La razón para estos juicios residí­a en que los judí­os †œconvirtieron la gloria de su ornamento en soberbia, e hicieron de ello las imágenes de sus abominables í­dolos† (Eze 7:1-27).

Transportado en visión a Jerusalén. Una figura celestial arrebata al profeta (†œpor las guedejas de mi cabeza†) y lo lleva †œen visiones de Dios a Jerusalén†. Allí­ ve de nuevo la gloria de Dios pero también la idolatrí­a del pueblo y unos varones que reciben orden de poner una †œseñal en la frente a los hombres que gimen† por esos malos hechos a fin de que sean salvados de la matanza que tendrá lugar de inmediato. Se repite la visión de la gloria de Jehová (Eze 8:1 a 10:22).

Juicio y promesa. El profeta ve a los lí­deres del pueblo que están diciendo que no vendrí­a el mal. Dios le ordena profetizar lo contrario. Mientras profetizaba murió uno de los lí­deres, lo cual hace que el profeta pregunte a Dios si pensaba destruir †œdel todo al remanente de Israel†. La respuesta de Dios es que aunque serí­an arrojados entre las naciones, les protegerí­a (†œles daré un corazón, y un espí­ritu nuevo pondré dentro de ellos†) y luego les retornarí­a a su tierra. Aquí­ termina la visión de Jerusalén y el profeta se encuentra de nuevo entre los cautivos en Babilonia, a los cuales dice estas cosas (Eze 10:1 a 11:25).

Caí­da de Jerusalén. El profeta dramatiza a una persona que sale de viaje. La explicación es que se referí­a †œal prí­ncipe en Jerusalén†, que serí­a traí­do prisionero a Babilonia, pero que no podrí­a ver la ciudad. (Así­ pasó. A Sedequí­as le sacaron los ojos.) Además, E. come su pan con temblor, como señal de que así­ comerí­an los habitantes de Jerusalén. En Israel se decí­a que el tiempo pasarí­a sin que nada aconteciese, pero Dios dice †œno se tardará más, sino que en vuestros dí­as…† (Eze 12:1-28).

Contra los falsos profetas. Eran hombres y mujeres que profetizaban †œde su propio corazón…. vanidad y adivinación mentirosa†. Anunciaban paz †œno habiendo paz†. No debí­an pensar que la presencia de justos en medio de ellos podrí­a evitar el juicio, porque aun si estuvieran †¢Noé, †¢Daniel y †¢Job, ellos se salvarí­an por su justicia pero no evitarí­an el castigo a los demás (Eze 13:1 a 14:23).

Parábola de la vid quemada. Dios compara a Jerusalén con un trozo de madera de vid que él lanzó al fuego y que no sirve ya para nada. Reitera así­ que convertirá †œla tierra en asolamiento† (Eze 15:1-8).

Parábola de la esposa infiel. Dios narra la historia de Jerusalén comparándola con una niña que crece y se hace hermosa, a quien él rescata de la desnudez y la pobreza y con la cual se casa. Ella se prostituyó y adulteró con los í­dolos, con Egipto, con los asirios, con los cananeos y los caldeos (†œÂ¡Cuán inconstante es tu corazón…!†). Por tanto Dios tomará †œa todos tus enamorados† y con ellos mismos hará juicio sobre Jerusalén, la cual ha aumentado los pecados que cometió Samaria, su †œhermana mayor† (Eze 16:1-63).

Parábola de las dos águilas. El profeta plantea la figura de dos águilas. Una arranca †œel principal† de los renuevos del cedro y lo lleva †œa tierra de mercaderes†, y siembra otro árbol †œde la simiente de la tierra† que se convierte en †œuna vid de mucho ramaje†. Pero habí­a otra águila hacia la cual esta vid orientó sus raí­ces. Se pregunta: †œ¿Será prosperada?† El profeta interpreta la parábola diciendo que se trata del rey de Babilonia, que se llevó al rey de Jerusalén, pero dejó †œa uno de la descendencia real e hizo pacto con él†. éste, sin embargo, habí­a faltado al juramento y habí­a buscado una alianza con Egipto, por lo cual serí­a hecho preso y llevado a Babilonia (Eze 17:1-24).

El alma que pecare, esa morirá. Estaban equivocados los que decí­an que †œlos padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera†. Dios proclama su perfecta justicia, que trae retribución a cada cual según sus obras (Eze 18:1-32).

Endecha sobre los prí­ncipes. El linaje real de Israel, que fue antes como un león, ha caí­do en †œla trampa† de Egipto y en †œel foso† de Babilonia, donde está cautivo. También le compara a una vid que dio †œvaras fuertes para cetros de reyes…. Pero fue arrancada con ira† (Eze 19:1-14).

Recapitulación de las rebeldí­as de Israel. Frente a †œlos ancianos de Israel† que vinieron para consultar al profeta, Dios hace memoria de la historia de Israel con sus continuas rebeliones y la repetida misericordia divina. Pese a todas esas cosas, Dios les recogerá de entre los pueblos por amor de su nombre. Pero mientras tanto, se dictamina juicio †œcontra el bosque del Neguev† (Judá), en la forma de un fuego. Este mensaje hace gemir de dolor al profeta, porque †œla espada está afilada† para destrucción. Es la espada del rey de Babilonia que vendrá contra Jerusalén y contra los amonitas (Eze 20:1 a 21:32).

Pecados de los lí­deres. Por medio de tres oráculos Dios enumera los abundantes pecados que se cometí­an en Jerusalén. La casa de Israel será tratada como se trata la escoria, en un horno de fuego. Los lí­deres representados por los profetas, los sacerdotes y los prí­ncipes violaron el pacto. †œPor tanto, derramé sobre ellos mi ira† (Eze 22:1-31).

Parábola de Ahola y Aholiba. Samaria (Ahola) y Jerusalén (Aholiba) son presentadas como dos hermanas con esos nombres. Ahola fornicó con los asirios y ellos mismos luego la maltrataron. Aholiba no aprendió del ejemplo de su hermana, pues hizo lo mismo con los caldeos. Hizo más, pues volvió a buscar sus fornicaciones con Egipto (†œtrayendo en memoria…. la lujuria de tu juventud†). Por lo cual, sus amantes la maltratarí­an, en tal forma que nunca más volverí­a a buscar la alianza con Egipto. Ahola y Aholiba son †œmujeres depravadas† que tendrán que pagar por sus pecados de idolatrí­a (Eze 23:1-49).

Parábola de la olla. Estando en Babilonia, E. conoce el dí­a en que Nabucodonosor comenzó el segundo sitio de Jerusalén. Emite entonces una parábola sobre una olla en la cual pone huesos a hervir. Así­, dice, está Jerusalén asediada por los caldeos (Eze 24:1-14).

Muerte de la esposa. Dios dice que la esposa del profeta morirá y le prohí­be llorar o endecharla. Así­ sucede. Su actitud es señal a los exiliados, pues Dios iba a profanar su propio santuario y ellos no debí­an llorar ni guardar duelo (Eze 24:15-27).

Oráculos contra las naciones. Varios pueblos ayudaron a los caldeos en la toma de Jerusalén. El profeta, entonces, pronostica juicio contra los amonitas, los moabitas, los edomitas, los filisteos, los cereteos y Tiro. Como Judá se habí­a apoyado en Egipto, también se lanzan largos oráculos en su contra. Poco después el profeta recibe la noticia del cumplimiento de la caí­da de Tiro y anuncia la de Egipto, conjuntamente con †œEtiopí­a, Fut, Lud, toda Arabia, Libia, y los hijos de las tierras aliadas† (Eze 25:1 a 32:32).

El atalaya. Dios llama la atención a los exiliados acerca del tema de la responsabilidad personal, tanto del profeta mismo como del pueblo que escucha el mensaje. El profeta es un atalaya que debe apercibir al pueblo. Si no lo hace, es responsable ante Dios. Pero si lo hace y el pueblo no se apercibe, el atalaya es libre de responsabilidad y el pueblo carga con su propia culpa. Dios juzgará a cada uno †œconforme a sus caminos† (Eze 33:1-20).

La conquista de Jerusalén. Llega la noticia de que la ciudad ha sido conquistada. Algunos de los que quedaron pensaban que por haber sobrevivido podrí­an poseer la tierra. El profeta les dice que no, que serí­an aniquilados. Dios dice al profeta que los que escuchan sus mensajes en el fondo se burlan de él, pero que cuando vean el cumplimiento †œsabrán que hubo profeta entre ellos† (Eze 33:21-33).

Oráculos contra los pastores. Los que gobiernan al pueblo son comparados a pastores que viven del rebaño, pero lo descuidan y maltratan. Dios dice que él será el pastor de su pueblo. Luego se dirige a las ovejas mismas y dice que él juzgará †œentre oveja y oveja†. David será el pastor, el prí­ncipe, con un nuevo pacto (Eze 34:1-31).

Oráculo contra Seir. Dios reitera el juicio contra Edom, que habí­a guardado †œenemistad perpetua† contra Israel y se habí­a regocijado con su desgracia (Eze 35:1-15).

Futura bendición de la tierra. Dios se dirige †œa los montes de Israel† diciéndoles que habí­an sido desolados por las naciones a causa de su ira, pero que él les restaurarí­a (†œHe aquí­, yo estoy por vosotros, y a vosotros me volver醝) (Eze 36:1-15).

Promesa del retorno. A Dios le duele que los gentiles vean a los exiliados y digan: †œEstos son pueblo de Jehová, y de la tierra de él han salido†. Por amor a su propio nombre les retornará a la tierra. Les dará un †œcorazón nuevo† y habitarán su paí­s en prosperidad (Eze 36:16-38).

Visión del valle de huesos. Esa promesa de restauración es ilustrada con una visión en la cual el profeta contempla un valle lleno de huesos. Dios ordena que el Espí­ritu venga, y les da vida. †œY estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo†. La explicación es que Israel estaba como esos huesos, pero Dios abrirí­a sus sepulcros y pondrí­a su Espí­ritu sobre ellos (Eze 37:1-14).

Futura unidad de Israel. La restauración que Dios promete incluye el unir a todas las tribus en una sola nación, con un solo gobierno (†œMi siervo David será rey sobre ellos†), un nuevo pacto, con el santuario de Dios entre ellos (Eze 37:15-28).

Último intento de las naciones. El profeta anuncia que en un tiempo futuro (†œde aquí­ a muchos dí­as†) muchos pueblos vendrán †œde los confines del N† para atacar a Israel. Pero Dios destruirá a los invasores (†œTodas las naciones verán mi juicio que habré hecho†) y el pueblo recibirá el Espí­ritu de Dios (Eze 38:1 a 39:29).

Visión del templo. Los oráculos de E. terminan con la contemplación de la gloria futura de Israel resumida en un gran templo que el profeta describe detalladamente. Ve también el culto, incluyendo los sacrificios, restaurado. Asimismo, se establecen cuáles serí­an las fronteras futuras de la tierra de Israel y la forma en que la tierra será distribuida entre las tribus (Eze 40:1 a 48:35).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano