JUAN XXIII

[041](1881-1963)
La figura del buen Papa Juan XIII late en la Historia de la Iglesia del siglo XX como un signo de bondad, de pastoral de acogida y de renovación conciliar.

1. Vida

Se llamaba Angelo Giuseppe Roncalli. Nació el 25 de Noviembre de 1881, en Sotto il Monte, a 12 kilómetros de Bérgamo, al norte de Italia. Era hijo de un viñador sencillo, recto, cristiano. En el hogar se educaron 13 hermanos, de los cuales él fue el tercero.

En este ambiente hogareño y numeroso se forjó un santo y un hombre bueno y compasivo. Su personalidad, cautivadora por su campechaní­a y su buen humor le acompañó toda la vida. Cautivó a sus feligreses como Párroco y Obispo, y al mundo entero como Papa.

De niño estudió en su pueblo, pero también trabajó duramente en el campo y en la viña. Fue monaguillo de su parroquia y allí­ sintió la llamada al sacerdocio. Parece que le llamaban sus compañeros “Angelito, el cura”.

A los once años, fue admitido en el Seminario de Bérgamo. Manifestó una precoz madurez y una piedad admirable. Recibió la tonsura, que implicaba el uso del hábito eclesiástico, y resaltó por su bondad y aprovechamiento académico y son responsabilidad.

En su “Diario del Alma” recuerda con encanto las alegrí­as de su vida de seminaristas, pero también las luchas que tuvo para sacar adelante su vocación.

En 1901 obtuvo una beca para estudiar en el Ateneo Pontificio de San Apolinar, en Roma. Al año interrumpió los estudios para realizar el servicio militar obligatorio para los clérigos. Lo hizo en el regimiento de infanterí­a de Bérgamo. En 1902 era ya sargento.

En 1903 volvió a Roma, culminando sus estudios teológicos con el Doctorado. Y el 10 de Agosto de 1904 fue ordenado sacerdote. Su primera Misa la celebró al dí­a siguiente en la Basí­lica de San Pedro.

En Enero de 1905 volvió a Bérgamo para trabajar como secretario personal de su Obispo, Giacomo Tedeschi. Escribió una hermosa biografí­a sobre tan santo prelado. La primera edición apareció en Bérgamo el año 1916. Al mismo tiempo que era secretario, dio clases Historia y Apologética en el Seminario de Bérgamo.

Fue recto y complaciente con los seminaristas, que siempre le recordaron como excelente animador. Hizo alguna investigaciones en la Biblioteca Ambrosiana y compartió con el entonces prefecto de la misma, Achille Ratti que serí­a luego Pí­o XI, investigaciones sobre la obra y pensamiento de S. Carlos Borromeo. Más tarde publicó un trabajo sobre sus investigaciones en forma de “Edición crí­tica de las actas de la visita apostólica de San Carlos Borromeo a Bérgamo”.

En 1914 tuvo que incorporarse como sanitario al ejército, con motivo de la guerra universal. Luego actuó como capellán militar hasta 1916. En 1918 fue nombrado director espiritual del Seminario de Bérgamo.

En Enero de 1921 fue llamado a Roma para trabajar en la Congregación para la Propagación de la Fe. Fue nombrado por Benedicto XV “Prelado Doméstico de Su Santidad”. Se le encomendó la misión de visitar a algunos Obispos italianos e informarles sobre las reformas que el Papa pretendí­a y sobre sus planes para financiar las misiones. También hizo algunas visitas a diversos Obispos de los Paí­ses Bajos, Bélgica, Alemania y Francia.

En Marzo de 1925 Pí­o XI lo nombró Visitador Apostólico en Bulgaria, en cuya población y autoridades, mayoritariamente ortodoxas, causó excelente impresión por su flexibilidad y cercaní­a personal. Originó cálidas amistades, aunque los católicos no eran más que unos 40.000 en la nación. Con este motivo fue consagrado Obispo el 19 de Marzo de 1921.

Fue nombrado luego Delegado Apostólico de la misma Bulgaria, cargo que mantuvo hasta que, en 1934, fue nombrado también Delegado Apostólico para Turquí­a y Grecia. Dejó la residencia de Sofí­a y se trasladó a Estambul y en 1937 a Atenas.

Fueron años difí­ciles por motivo de la Segunda guerra mundial. Con apoyo de la Santa Sede y en contacto con las autoridades ortodoxas, prestó valiosas ayudas a muchos perseguidos y encarcelados. Incrementó relaciones especiales con el Gran Rabino de Palestina, que desde Atenas se comunicaba con el Vaticano continuamente para luchar por la salvación de los judí­os de Europa que estaban siendo exterminados.

Los años vividos en Oriente le permitieron entender mejor el sentido de la desunión de las Iglesias y le originaron una sensibilidad singular hacia el Ecumenismo.

El 6 de Diciembre de 1944 Pí­o XII le nombró Nuncio en Parí­s. Llegó el 1 de Enero de 1945. En los ocho años que duró su misión diplomática se ganó el corazón de la sociedad francesa. Trabajó por suavizar la difí­cil situación de los prisioneros de guerra alemanes.

En Enero de 1953, a sus 71 años, fue elegido Cardenal por Pí­o XII. Y fue designado Patriarca de Venecia, Diócesis pequeña pero muy importante.

En su diario escribí­a entonces: “En los pocos años que me quedan de vida, quiero ser un pastor en la plenitud del término”. Ni se imaginaba lo que todaví­a le quedaba por realizar en la Iglesia. Los pocos años que pasó en la Sede veneciana se dedicó en actividades pastorales y a contactos con la gente sencilla. Cercano en el trato con los fieles y con el clero, resultó un Pastor admirable y servicial.

2. Su Pontificado

Contaba 76 años cuando, el 28 de Octubre de 1958, fue elegido sucesor de Pí­o XII. Quiso asumir el nombre del Apóstol Juan, por ser el discí­pulo amado y por querer dar una muestra de amor al rebaño que sorpresivamente Cristo le confiaba.

Muchos llamaron a su pontificado “etapa de tránsito”. Pero los hechos desmintieron las primeras impresiones. Juan XXIII sintió la inspiración de convocar un Concilio Ecuménico, lo que tomó por sorpresa a todos. El “Papa bueno” “el “Pastor amable” el “experto diplomático”, tres meses después de elegido Pontí­fice, el 25 de Enero de 1959, convocó con su autoridad a todos los Obispos el mundo a un Concilio en el Vaticano.

Con bondad, energí­a y vitalidad persuadió a todos sobre tal conveniencia de este acontecimiento, haciéndolos ver que habí­a llegado el momento del “aggiornamento” de la Iglesia, término que él mismo empleó en Junio de 1959.

El 29 de Junio de 1959 se publicó su encí­clica “Ad Petri cathedram”, en donde se apuntan los fines del Concilio y las esperanzas depositadas en la acción del Espí­ritu Santo en la Iglesia.

El 5 de Junio de 1960, con el Motu propio “Supernu Dei nutu”, se inician oficialmente los preparativos con el nombramiento de 15 comisiones y secretariados.

Juan XXIII siguió con especial interés los preparativos de la Magna Asamblea. Por decisión suya se hizo un Concilio pastoral, evitando las meras discusiones dogmáticas o las grandes polémicas disciplinares.

En el radiomensaje “Ecclesia Christi lumen gentium”, del 11 de Septiembre de 1962, explicó a la cristiandad el alcance de tal acontecimiento, al mismo tiempo que pedí­a a todos oraciones y conversión de vida según el Evangelio, reclamando a todos los cristianos su participación y acogida. En la Constitución apostólica “Humanae salutis”, del 25 de Diciembre de 1961, se convocó el Concilio para el año 1962; y en el Motu propio “Concilium”, del 2 de Febrero de 1962, se fijó la fecha de inicio para el 11 de Octubre.

Al mismo tiempo que el Concilio se preparaba con las convenientes Comisiones y trabajos, la actividad del Pontí­fice se volvió más intensa, sin perder un ápice su serenidad y sonrisa.

En 1959 instituyó un Secretariado para la Promoción de la Unión de los Cristianos, tema que le quemaba el corazón desde su estancia en Bulgaria, Turquí­a y Grecia. Solí­a decir una frase que se transformó en el lema del movimiento ecuménico: “Ya no queremos saber quién tuvo o quién no tuvo la razón. Una sola cosa debemos decir, que hace muchos siglos que estamos separados y ha llegado el momento de volver a unirnos.”

Sus catequesis semanales y sus homilí­as frecuentes se encargaron de sembrar confianza o optimismo cristiano.

El Concilio se inició el 11 de Octubre de 1962. Nada más comenzado, el Papa se enteró de su mortal enfermedad que en poco tiempo terminarí­a con su vida. Su fortaleza de ánimo fue impresionante, así­ como la claridad de su conciencia en las horas de Cruz que el Señor le deparó. Las sesiones de la primera etapa conciliar terminaron el 8 de Diciembre. Antes de su reanudación, falleció el Pontí­fice, el 3 de Junio de 1963, dejando a todos los cristianos con el recuerdo de un santo pastor y con la cordial impresión de haber gozado durante unos años de un singular don de Dios en la Iglesia.

Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de Septiembre del año 2001. En la ceremonia pronunció estas palabras que resumí­an su figura admirable: “Contemplamos hoy en la gloria del Señor a Juan XXIII, el Papa que conmovió al mundo por la afabilidad de su trato, que reflejaba la singular bondad de su corazón… Ha quedado en el recuerdo de todos los hombres la imagen del rostro sonriente del Papa Juan y de sus brazos abiertos para abrazar al mundo entero. La ráfaga de novedad que aportó a la Iglesia no se referí­a a la doctrina, sino más bien al modo de exponerla; era nuevo su modo de hablar y actuar, y era nueva la simpatí­a con que se acercaba a las personas comunes y a los poderosos de la tierra.”

3. Documentos y catequesis

Las intervenciones y los documentos del Papa le hicieron pasar a la Historia como una figura clave. A pesar de lo corto de su pontificado, sólo de cinco años, su catequesis fue decisiva en la marcha de la Iglesia.

Más que la profundidad de la doctrina o los argumentos esgrimidos en sus homilí­as semanales, fue su talante evangélico el inyectó una ráfaga de frescura en la Iglesia. Su cercaní­a y bondad constituyó el estilo catequí­stico de Juan XXIII.

3.1. Sus documentos Con todo, sus documentos fueron verdaderamente hito en el pensamiento eclesial del tránsito conciliar. En 1959 publicó “Princeps Pastorum” sobre la Evangelización, con talante abierto y alentador. En 1959 también publicó la encí­clica “Ad Petri Cathedram” (1959) sobre la convivencia en la Iglesia y la necesidad del Concilio que pensaba convocar.

En la Constitución Apostólica “Humanae salutis”, del 25 de Diciembre de 1961, trazó las lí­neas del Concilio. En 1961 publicó su Encí­clica magistral sobre la Iglesia: “Mater et Magistra”, presentando a la Iglesia como orientadora de los pueblos.

En 1962 sacó la “Ecclesia Christi lumen gentium”, también sobre la Evangelización del mundo En 1962 publicó la “Gaudet Mater Ecclesia”, sobre la Eclesiologí­a.Y en 1963 ofreció al mundo la Encí­clica “Pacem in terris”, que fue como su testamento sobre la paz.

Además multiplicó sus mensajes y sus consignas, sobre todo a los educadores de la fe. Precisamente en la Carta al II Congreso Catequí­stico de Venecia, el 22 de Abril de 1961, ofreció una de las más hermosas definiciones que se han dado de la catequesis. “Es la enseñanza sistemática y ordenada de la doctrina cristiana, revelada por Dios y transmitida por la Iglesia, para ser conocida y vivida cada vez más profundamente.”
3.2. Sus lí­neas pastorales
Fueron definidas más por sus actitudes pastorales que por sus tratados doctrinales.

– La importancia de la Iglesia en la obra de la salvación marcó todo su estilo pastoral.

– Fue su sensibilidad ecuménica la que más determinó su modo de actuar y lo que más le hizo admirado, acogido y seguido en todos los ambientes internacionales, religiosos o laicos.

– La apertura que manifestó para la nuevo, para la acogida al cambio, a pesar de sus edad y aspecto, fue la primera fuente de su influencia.

– Quiso una Iglesia nueva, real, encarnada en el mundo en cambio. Por eso anunció un Concilio ecuménico nuevo, no la conclusión del inacabado Vaticano I. En su pretensión supo educar con su confianza para que todos superaran el misticismo, el doctrinarismo y el autoritarismo de las épocas anteriores.

– En cuanto a su metodologí­a educadora, fue su talante afable, paternal y cercano, de cura de aldea elevado a la cumbre, lo que marcó un hito en las formas catequí­sticas y pastorales d la Iglesia.

– En el fondo de todo el mensaje de Juan XXIII, latió siempre el amor entrañable a Cristo y a Marí­a, el sentido de amor para los descarriados, la persuasión de que, a la hora de la verdad, es el Señor el que mueve los corazones y el que ilumina las inteligencias.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Juan XXIII

Antipapa de la facción de Pisa (1400-15). Nació alrededor del año 1370. Murió el 22 de noviembre de 1419. El Cardenal Baldassare Cossa fue uno de los siete que abandonaron a Gregorio XII en mayo de1408 y a una con los que obedecían a Benedicto XIII (Cfr. PEDRO DE LUNA), convocaron el Concilio de Pisa, que tuvo a Cossa como cabeza.

Descendiente de una familia napolitana noble pero venida a menos, en su juventud abrazó la carrera militar, pero posteriormente la abandonó para dedicarse al servicio de la Iglesia. Muy talentoso y dotado de gran energía, estudió leyes en Bolonia, donde obtuvo el doctorado, para ingresar después en la curia papal. Bonifacio IX lo creó cardenal diácono el 27 de febrero de 1402 y le asignó la iglesia titular de San Eustaquio. Al año siguiente lo designó legado de Romandiola. El 17 de marzo de 1403 partió para Bolonia donde, hasta 1408, brilló como un astuto administrador financiero del territorio papal, así como hábil estadista y comandante. Era, a la vez, totalmente mundano, ambicioso, lleno de artimañas, falto de escrúpulos e inmoral; un buen soldado, pero pésimo hombre de iglesia. Desempeñó un papel muy importante en el Concilio de Pisa (1409), y luego, cuando los dos papas, Gregorio XII de Roma y Benedicto XIII de Avignon, fueron depuestos, él manejó la elección de Pietro Philarghi, quien fue elevado al papado y coronado con el nombre de Alejandro V. El nuevo papa siempre estuvo bajo la influencia de Baldassare Cossa. Este último apoyó a Luis de Anjou en una expedición militar contra Ladislao de Nápoles. Luis tomó varias fortalezas de los territorios eclesiásticos, y en 1400 capturó Roma. La proclamación de la elección papal de Alejandro V sucedió en Roma, pero él se negó a abandonar Bolonia, donde murió el 3 de mayo de 1410. Confiado en lograr un entendimiento con ese Papa, el Príncipe Malatesta de Rimini, protector de Gregorio XII, urgió a los cardenales de la facción de Pisa que aceptaran una nueva elección. Los cardenales que se habían reunido en Bolonia no aceptaron la propuesta al principio, pero apoyados por Luis de Anjou y por la ciudad de Florencia, eligieron a Baldassare Cossa el día 17 de mayo de 1410. Cossa fue ordenado sacerdote el día 24 de mayo, y al día siguiente fue consagrado y coronado papa, tomando el nombre de Juan XXIII.

Poco después de ascender al solio pontificio, Juan recibió al embajador de Sigismundo de Hungría, quien deseaba entrevistarse con él acerca de los asuntos religiosos y políticos de su reino. El día 18 de mayo murió el Rey Ruprecht de Alemania, firme aliado de Gregorio XII. Los electores de Mainz y Colonia escribieron a Juan para informarle que pensaban elegir a Sigismundo, Rey de Hungría, como rey de Alemania. Ya Sigismundo había comenzado negociaciones con el Papa de Pisa, incluso desde antes de conocer de la muerte de Ruprecht. Ello ayudó a que Juan hiciera mayores esfuerzos en su favor, y el día 21 de julio Sigismundo, que se había reconciliado con su hermano Wenzel de Bohemia, fue electo rey de Alemania. La elección de Sigismundo fue reconocida también por Gregorio XII. En abril de 1411, Juan XXIII avanzó sobre Roma junto con Luis de Anjou. Allí entablaron combate con Ladislao de Nápoles a quien vencieron totalmente en la batalla de Roccasecca (19 de mayo de 1411), pero no aprovecharon esa victoria. Poco después, Luis de Anjou retornó a Francia, permitiendo con ello que Ladislao reuniera sus tropas y reforzara sus posiciones. Enseguida Juan inició negociaciones con Ladislao, a pesar de que sobre este último pesaba una excomunión desde el 11 de agosto de 1411. Consecuentemente, Ladislao abandonó la causa de Gregorio XII y reconoció a Juan como papa legítimo. En recompensa, este último retiró la excomunión y le otorgó a Ladislao el reino de Nápoles, y no dijo nada cuando éste conquistó Sicilia. Además lo nombró gonfalonier, o abanderado, de la Iglesia romana, y le otorgó ayuda financiera (16 octubre de 1412).

Obedeciendo una resolución aprobada en el Concilio de Pisa, Juan había convocado un nuevo concilio, que debería reunirse en Roma el 29 de abril de 1412, con el objeto de llevar a cabo reformas eclesiásticas. También nombró algunos cardenales nuevos, entre los que se encontraban muchos varones ilustres tales como Francesco Zarabella de Florencia, Pierre d’Ailly, Obispo de Cambrai, Guillaume Fillastre, decano de Reims, y Roberto Hallam, Obispo de Salisbury. Desde los inicios de 1412 se realizaron conferencias y reuniones de clérigos a lo ancho de toda Francia, en preparación del nuevo concilio. Entre los representantes designados por el Rey se encontraban el Cardenal Pierre d’Ailly y el Patriarca Cramaud, que fue creado cardenal en 1413. Mas al inaugurarse el concilio en abril, hubo tan pocos participantes que hubo de posponerse varias veces. Cuando finalmente se iniciaron las sesiones, lo único que se logró fue la condenación de los escritos de Wycliff, y el concilio se clausuró en marzo de 1413. Las lamentables debilidades de las negociaciones de Juan con Ladislao condujeron a otro ataque del último sobre los territorios papales. En mayo de 1413 invadió la provincia romana y Juan fue obligado a escapar con sus cardenales. Huyó a Florencia donde se acogió a la protección de Sigismundo, rey de Alemania, quien en ese entonces trabajaba en el norte de Italia en la convocatoria de un nuevo concilio que terminara con el desafortunado cisma. Los legados de Juan tenían autorización para llegar a un acuerdo con Sigismundo acerca de ese asunto, y éste aprovechó la problemática situación del Papa para insistir en que se eligiera Constanza como sede del concilio. El 30 de octubre de 1413 invitó a los papas Gregorio XII y Benedicto XIII, y a toda la cristiandad, y convenció finalmente a Juan XXIII, con quien se reunió en Lodi a fines de noviembre para emitir la bula de convocatoria (Diciembre 9 de 1413) para un concilio general que se iniciaría el 1 de noviembre de 1414.

La posición de Juan mejoró gracias a la súbita muerte de Ladislao (6 de agosto de 1414), y pudo volver a Roma. Pero los cardenales alegaron que su presencia era necesaria en el concilio de Constanza, y que debería cumplir su promesa de presidirlo personalmente y de dirigir el tratamiento de todos los asuntos eclesiásticos. El día 1 de octubre de 1414, Juan salió hacia Constanza con una gran comitiva y provisto de abundantes recursos, pero con un corazón muy angustiado y lleno de tristes presentimientos. La timidez y la suspicacia habían tomado el lugar del espíritu guerrero que había mostrado en sus tiempos de cardenal. De camino a través del Tirol formó una alianza con Federico de Austria, quien estaba enemistado con Sigismundo. Juan y sus nueve cardenales entraron en Constanza el 29 de octubre de 1414 y el concilio se inauguró el 5 de noviembre. Las perspectivas del Papa de Pisa parecían cada día más inciertas. El Emperador no se había comprometido a nada permanente con Juan. En un tiempo había necesitado de este papa, por contar éste con la mayor cantidad de cardenales, pero, a partir del verano de 1413, había llegado a la conclusión de que la unidad sólo se podría promover si los tres que afirmaban tener derecho al torno pontificio fueran depuestos o abdicaran. En un inicio Juan dominó el concilio, mientras intentaba incrementar el número de sus seguidores a base de regalos y con ayuda de espías que le informaban sobre el carácter de sus miembros. No obstante, la hostilidad del concilio hacia él iba en aumento muy claramente. Los principales portavoces entre sus cardenales eran Pierre d’Ailly y Fillastre. Pero luego del arribo de Sigismundo incluso ellos expresaron sin ambages que la única manera de poner fin al cisma era por la abdicación de los tres papas.

En la segunda sesión del concilio Juan fue persuadido de leer en voz alta una promesa formal de abdicación voluntaria al papado (2 de marzo, 1415), y a repetir esa promesa en una bula el 8 de marzo. Pero el 20 de marzo huyó secretamente de Constanza a Schaffhausen, en los territorios del Duque Federico de Austria, y de ahí a Friburgo im Breisgau, que pertenecía al Duque de Burgundia, otro de sus seguidores. Habiendo causado tantos problemas al concilio, la huida de Juan únicamente incrementó la hostilidad en su contra, y mientras que él trataba de negociar algo respecto a su abdicación, sus seguidores fueron forzados a rendirse ante Sigismundo. Formalmente depuesto en la duodécima sesión, (29 de mayo de 1415), Juan entregó su dimisión y se encomendó a la misericordia del concilio. Varios escritos de sus opositores, así como los cargos formales del concilio, acusaron a Juan de crímenes muy graves. De conducta secularizada y ambiciosa, su vida moral no podía librarse de reproches, además de que sus métodos carentes de escrúpulo no eran congruentes con la importancia de su función. Eso no obstante, fueron exagerados en extremo los crímenes de los que sus adversarios y el concilio lo acusaron. Luego de su abdicación, se le conoció de nuevo como Baldassare Cossa y se encomendó su custodia al Palatino Luis, quien había sido siempre su enemigo. Este último lo tuvo preso en varios lugares: Rudolfzell, Gottlieben, Heidelberg y Mannheim. En la sesión cuadragésima segunda del concilio, el 28 de diciembre de 1417, después de la elección de Martín V, se decretó la liberación de Cossa. Pero no fue sino hasta el año siguiente que Juan recuperó su libertad. Enseguida se dirigió a Florencia, donde residía Martín V, y rindió a éste obediencia como cabeza de la Iglesia. El nuevo Papa lo nombró cardenal obispo de Tusculum, el día 23 de junio de 1419. Mas Cossa ya estaba muy agotado y falleció unos meses después en Florencia, donde fue enterrado en el baptisterio, a un lado de la catedral. Cosimo de Medici erigió una tumba magnífica en su memoria.

Vitæ Johannis XXIII en MURATORI, Rerum Ital. Scriptores, III, II, y en Liber Pontif., ed. DUCHESNE, II, 523 ss., 536 ss.; THEODORICUS DE NIEM, Historia de vita Joannis XXIII Pont. Max. Rom., ed. VON DER HARDT, Constantiense Concilium, II, pt. XV, 335 sqq.; HUNGER, Zur Gesch. Papst Johanns XXIII (Bonn, 1876); SCHWERDFEGER, Papst Johann XXIII und die Wahl Sigismunds zum römischen König (Viena, 1895); GÖLLER, König Sigismunds Kirchenpolitik vom Tode Bonifaz’ IX bis zur Berufung des Konstanzer Konzils (Freiburg im Br., 1902); IDEM, Papst Johann XXIII u. König Sigismund im Sommer 1410 en Römische Quartalschrift (1903), 169 ss.; REINKE, Frankreich und Papst Johann XXIII (Münster, 1900); VALOIS, La France et le grand schisme d’Occident, IV (Paris, 1902); PASTOR, Gesch. der Päpste, I (4th ed.), 192 ss.; HOLLERBACH, Die gregorianische Partei, Sigismund und das Konstanzer Konzil in Röm. Quartalschrift (1909), Geschichte, 129 ss.; (1910), 3 ss. Véanse también las bibliografías correspondientes a CONSTANZA, CONCILO DE; PISA, CONCILIO DE; CISMA, OCCIDENTAL.

J.P. KIRSCH

Transcrito por Jim WGKofron

Con mi agradecimiento a St. Mary’s Church, Akron, Ohio

Traducido por Javier Algara Cossío

Fuente: Enciclopedia Católica