KERIGMA

(Mensaje, predicación).

Predicar el mensaje de salvación que obra en Cristo Jesús, y predicarlo con la palabra y la vida, Rom 16:25.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

ver, CANON, EVANGELIOS, MANUSCRITOS BíBLICOS

vet, Término gr. que significa “predicación”, se utiliza en varios pasajes del NT (Ro. 16:25, etc.). El modernismo teológico utiliza este término para designar un pretendido núcleo central de la predicación apostólica en torno al cual, a decir de esta concepción, se fueron añadiendo mitos y leyendas aportadas por las diversas comunidades cristianas. Evidentemente, esta concepción descarta la genuinidad de los registros del NT, negando su integridad y su paternidad apostólica. (Véanse CANON, EVANGELIOS, y cada uno de los libros de la Biblia bajo su nombre, MANUSCRITOS BíBLICOS, etcétera.)

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

El primer anuncio evangélico

La palabra “kerigma” significa el “anuncio” de una noticia por medio de un heraldo. En el Nuevo Testamento, indica “proclamación” de la Buena Nueva (la gozosa noticia) por medio de la “predicación” (Rom 16,25). De hecho es el primer anuncio sobre Dios Amor, que ha enviado a su Hijo Jesucristo, hecho hombre como nosotros, para nuestra salvación.

Jesús mismo hizo este “anuncio”, proclamando “El Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15). Con ello indicaba que las promesas mesiánicas ya habí­an llegado a “su tiempo” (ibí­dem). La acogida del Reino incluye un cambio de mentalidad (la “conversión”) y una adhesión a la persona de Cristo y a su mensaje “Creer en el evangelio” (Mc 1,15; cfr. Lc 4,43; 11,20). Los Apóstoles invitaron a recibir al Mesí­as (el “Cristo”), como ungido y enviado por Dios en “la plenitud de los tiempos” (Gal 4,4).

Cuando el dí­a de Pentecostés San Pedro proclamó el hecho de la muerte y resurrección de Jesús, invitó también a la aceptación del hecho salví­fico por medio de la fe y del bautismo “A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos… Arrepentí­os y bautizados en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el Espí­ritu Santo” (Hech 2,32-38). Desde el dí­a de Pentecostés, la Iglesia anuncia que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación, por medio de su muerte y resurrección; en él se cumplen las esperanzas mesiánicas.

Elementos fundamentales del “kerigma”

Los elementos fundamentales del “kerigma” se encuentran en diversos pasajes de San Pablo la filiación divina de Jesús (manifestada por la fuerza del Espí­ritu en la resurrección), su realidad humana (manifestada especialmente en su nacimiento y muerte), su redención para nuestra salvación. Cristo, por su resurrección, manifiesta que es Hijo de Dios hecho nuestro hermano por la fuerza del Espí­ritu. “Este evangelio se refiere a su Hijo, nacido de la estirpe de David en cuanto hombre, y constituido por su resurrección de entre los muertos, Hijo poderoso de Dios según el Espí­ritu santificador Jesucristo, Señor nuestro” (Rom 1,1-5). Jesús es el Hijo de Dios y, por tanto, perfecto Dios (Gal 4,4; Rom 9,5), y es también perfecto hombre, hermano nuestro (1Tim 2,5; Fil 2,7; Jn 1,14) y, por tanto, Salvador definitivo, pleno y universal (Tit 3,4).

Estos elementos del “kerigma” aparecen claramente en el conjunto de textos marianos neotestamentarios Mt 1-2 (infancia); Lc 1-2 (infancia); Jn 2,1-12 (Caná); 19,25-27 (cruz); Mc 3,31-35 y paralelos sinópticos (alabanza de la madre de Jesús); Hech 1,12ss (cenáculo); Gal 4,4-7 (“la mujer”); Apoc 12,1 (“la gran señal”). Marí­a es Virgen por obra del Espí­ritu (Cristo es verdadero Hijo de Dios), Marí­a es madre (Cristo es verdadero hombre), Marí­a está asociada a la salvación (Cristo es el único Salvador). Así­, pues, ya ha comenzado el cumplimiento de las profecí­as y de las esperanzas mesiánicas.

Sentido misionero universalista

En el “kerigma” se anuncia a Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, que comunica, de parte del Padre, la vida nueva en el Espí­ritu. Tiene, pues dimensión trinitaria. Jesús habí­a enviado a los apóstoles “a todas las gentes”, para “enseñar” o anunciar el mensaje de su encarnación y redención, de suerte que toda la humanidad quedara invitada y urgida a participar del misterio trinitario de Dios Amor, bautizándose “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espí­ritu Santo” (Mt 28,19). Jesús comunicó el Espí­ritu Santo (“la promesa del Padre”) a los apóstoles, para que tuvieran el valor de anunciar en su nombre este misterio de amor a toda la humanidad (cfr. Lc 24,47-49).

El apóstol es enviado a proclamar este “primer anuncio” a todos los pueblos, puesto que “evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espí­ritu Santo. Testimoniar que ha amado al mundo en su Hijo; que en su Verbo Encarnado ha dado a todas las cosas el ser, y ha llamado a los hombres a la vida eterna” (EN 26).

La novedad de la misión cristiana estriba en este anuncio de la encarnación del Verbo y de su misterio pascual de muerte y resurrección, como epifaní­a del misterio trinitario. Por Cristo, perfecto Dios y perfecto hombre, Dios ha querido salvar al hombre por medio del hombre, comunicándole la vida nueva en el Espí­ritu. El misterio del hombre, creado a imagen de Dios (Gen 1,26-27), ha sido restaurado, por Cristo y en el Espí­ritu. El hombre ya puede participar de la vida trinitaria (Ef 2,18; Jn 14,17.23).

Referencias Anuncio, catequesis, evangelio, homilí­a, predicación.

Lectura de documentos AG 11-13; EN 15, 21-22, 41-43, 51-53; RMi 42-45; CEC 429, 852, 875; TMA 38.

Bibliografí­a J. DANIELOU, Le Kérygme selon le christianisme primitif, en L’annonce de l’évangile aujourd’hui (Paris, Cerf 1962) 78-83; C.H. DODD, La predicación apostólica y sus desarrollos (Madrid, Fax, 1974); J. ESQUERDA BIFET, Marí­a en el “kerigma” o primera evangelización misionera Marianum 42 (1980) 470-488; A. SALAS, Jesús, evangelio vivo. Kerigma y catequesis en el cristianismo primitivo (Madrid, PPC, 1977).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

DJN
 
Por kerigma se entiende la primitiva predicación apostólica, centrada en el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús: Jesús de Nazaret es el Cristo, el Señor, el Salvador, por su resurrección. En sentido más amplio comprende también la catequesis primitiva didajé, la cual comportaba un anuncio más amplio y extenso de la vida, dichos y hechos de Jesús, aunque partiendo siempre también de la resurrección, y exigí­a una respuesta, un asentimiento de fe. Está su realidad presente ya en la vida terrena de Jesús, que aparece “proclamando” el reino de Dios, y se prolonga en la vida y trabajo de los apóstoles y de la entera comunidad cristiana: el núcleo mismo de la comunidad cristiana y por tanto el sentido y el fin primordial de su acción y de su presencia en el mundo es el acto de proclamar el kerigma, valga la redundancia. En cuanto acto acontecimiento y en cuanto el kerigma hace presente a los hombres que lo reciben la salvación misma. En la forma que se presenta en el N. T. ordinariamente contiene un esquemático compendio de la vida, muerte y exaltación de Cristo. Tiene por tanto un componente de relato histórico, inserta a Jesús en la historia, partiendo de su humillación y preexistencia, y Ilegando a su resurrección y exaltación lo anuncia como el acontecimiento definitivo y escatológico. Los discursos de Pedro en Hechos pueden ser las mejores muestras de la forma de presentar el kerigma como proclamación de la irrupción del señorí­o o el reinado de Dios en la resurrección de Cristo, proclamación que se acompaña con signos, sucesos y acciones que lo manifiestan como algo nuevo, un nuevo orden, una situación distinta llena de abiertas posibilidades, sorprendente. Es algo nuevo en su contenido: no una nueva doctrina, ni una nueva visión de Dios, ni un nuevo culto. Lo decisivo del es la acción, la proclamación. Por la proclamación del hecho viene actualmente el Reino de Dios, se hace real el evangelio. Cristo se hace presente, la Palabra de Dios se pronuncia y actúa. “El apostólico era algo más que la simple prelación de un mensaje. Pablo fue a Corinto a llevar el mensaje; pero lo especí­fico suyo, lo que lo contradistinguirí­a de los demás filósofos, no era precisamente lo que habí­a de en kerigma, sino lo que habí­a de y de _namis”. Esto que tiene de fuerza y poder del Espí­ritu es lo que distingue al kerigma de otros actos de palabra también presentes y necesarios en la acción pastoral y evangelizadora: la confesión de fe, la didascalí­a cristiana, la catequesis o la profecí­a carismática, el himno litúrgico, etc. “Resumiendo, podrí­amos decir que el es la proclamación oficial y autorizada del gran hecho cristiano: Jesucristo presente y activo en la historia humana, para conducirla desde dentro a su salvación final”. (J. Me. GONZALEZ Ruiz, s. v. en: de la , col. ). -> evangelio y evangelios; evangelizar.

. Castro

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Entre los elementos dinámicos de la acción misionera de la Iglesia juega un papel de primer orden la realidad teológica y pastoral que nombramos con este vocablo griego y no traducido de “kerigma”.

En su sentido más amplio puede entenderse como abarcador de todo el ámbito pastoral de la palabra: evangelización, misión, catequesis, catecumenado, testimonio, diálogo y compromiso caerí­an bajo su amplio arco (así­ C. Floristán Teologí­a práctica, Salamanca 1993, pp. 359-419). Limitamos sin embargo el concepto a esta dimensión o momento de la acción misionera en el que se manifiesta el núcleo mismo del misterio cristiano: la persona de Jesucristo muerto y resucitado.

Subrayamos desde el principio su condición de elemento dinámico no de fase o periodo superable, como si fuese una etapa o circunstancia inicial que progresando se hubiera de abandonar. Surgido en el ámbito de la Palabra, sin embargo, es inconcebible sin el Espí­ritu, sin el testimonio y sin la fe. Por tanto, entra en la zona de los acontecimientos más que de los anuncios. De modo que su acontecer acompaña todos los estadios o procesos de la acción pastoral, y está, de hecho, presente en todos los ámbitos y sectores de la evangelización.

“La evangelización también debe contener siempre -como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo- una clara proclamación (esto es kerigma) de que en Jesucristo, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios” (RM 44).

Aspectos bí­blicos
Kerigma se puede traducir por proclamación, anuncio o predicación, pero estas palabras no llegan a recubrir el contenido denso de esta realidad transida de brillante novedad cristiana, genuinamente cristiana. Su alta concentración de sentido y su difusión en la teologí­a y en la catequesis posconciliar impiden su traducción.

En el NT que emplea mucho más el verbo (kerysso) que el sustantivo -ya en esto se atisba su condición de concepto dinámico- significa ordinaria y simultáneamente el acto de proclamar y el contenido mismo del mensaje proclamado. Sujeto de esta acción es siempre un mensajero cualificado, autorizado y deputado para ese fin. No todos pueden “proclamar” este mensaje.

De hecho el verbo, que en el NT únicamente se aplica a los apóstoles, no significa propiamente “predicar”, exponer una doctrina, enseñar o hacer una exhortación, sino “proclamar un hecho”.

El objeto directo del verbo proclamar o el contenido del sustantivo kerigma no es otro que “el evangelio” en 1Tes 2, 9; Gal, 2,2; Mc 1, 14; 13,10; 14,9; Mt 4, 23; 9, 35; 24,14; 26, 13; o Cristo Jesús en 1Cor 1, 23; 15,12; 2Cor, 1,19; 11, 4; en Lc preferentemente es el reino de Dios, (Lc 8,1; 9,2; Hch 20,25, 28,31; también en Mt 4,23; 9,35; 24,14) la vida, pasión muerte y resurrección de Cristo. Una llamada que se dirige a los oyentes comprometiéndoles y urgiéndoles.

Está su realidad presente ya en la vida terrena del Salvador, que aparece “proclamando” el reino de Dios, y se prolonga en la vida y trabajo de los apóstoles y de la entera comunidad cristiana: el núcleo mismo de la comunidad cristiana y por tanto el sentido y el fin primordial de su acción y de su presencia en el mundo es el acto de proclamar el kerigma, valga la redundancia. En cuanto acto o acontecimiento y en cuanto contenido el kerigma hace presente a los hombres que lo reciben la salvación misma.

En la forma que se presenta en el NT ordinariamente contiene un esquemático compendio de la vida, muerte y exaltación de Cristo. Tiene por tanto un componente de relato histórico, inserta a Jesús en la historia, partiendo de su humillación y preexistencia, y llegando a su resurrección y exaltación lo anuncia como el acontecimiento definitivo y escatológico. Los discursos de Pedro en Hechos pueden ser las mejores muestras de la forma de presentar el kerigma como proclamación de la irrupción del señorí­o o el reinado de Dios en la resurrección de Cristo, proclamación que se acompaña con signos, sucesos y acciones que lo manifiestan como algo nuevo, un nuevo orden, una situación distinta llena de abiertas posibilidades sorprendente.

Kerigma es pues un acto, una intervención viva y actual de Dios presente por la palabra del mensajero que no se guarda nada de lo que le han dicho, (Hch 24,12) y cuya palabra es mediadora de la oferta de salvación presente en ese acontecimiento.

Es algo nuevo en su contenido: no una nueva doctrina, ni una nueva visión de Dios, ni un nuevo culto. Lo decisivo del kerigma es la acción, la proclamación. Por la proclamación del hecho viene actualmente el Reino de Dios, se hace real el evangelio. Cristo se hace presente, la Palabra de Dios se pronuncia y actúa. “El kerigma apostólico era algo más que la simple prelación de un mensaje. Pablo fue a Corinto a llevar el mensaje; pero lo especí­fico suyo, lo que lo contradistinguirí­a de los demás filósofos, no era precisamente lo que habí­a de logos en el kerigma, sino lo que habí­a de pneuma y de dí­namis”. Esto que tiene de fuerza y poder del Espí­ritu es lo que distingue al kerigma de otros actos de palabra también presentes y necesarios en la acción pastoral y evangelizadora: la confesión de fe, la didascalí­a cristiana, la catequesis o la profecí­a carismática, el himno litúrgico, etc.

“Resumiendo, podrí­amos decir que el kerygma es la proclamación oficial y autorizada del gran hecho cristiano: Cristo presente y activo en la historia humana, para conducirla desde dentro a su salvación final”. (J. Mª. GONZALEZ Ruiz, s.v. en: Enciclopedia de la Biblia, col. 838).

Reflexión Teológica
a. Podemos definir el kerygma, como el hecho dinámico y progresivo de la salvación actuada por Cristo, en cuanto proclamado desde la Iglesia, en cuyo seno se realiza visiblemente la fuerza operante del Espí­ritu. Es proclamado por los enviados con la autoridad de la Iglesia. El kerygma se realiza envuelto en la fuerza y la obra visible del Espí­ritu, que va transformando al oyente que recibe el anuncio y responde con fe.

El kerigma es para la Iglesia una de sus formas de vida y actividad esenciales, imprescindibles e insustituibles. El kerigma identificado con la predicación así­ entendida y junto con la administración de los sacramentos, es el servicio principal que debe realizar la Iglesia. “La evangeli
zación también debe contener siempre -como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo- una clara proclamación de que en Jesucristo, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios”. Todas las formas de la actividad misionera están orientadas a esta proclamación que revela e introduce el misterio escondido en los siglos y revelado en Cristo (cf. Ef 3, 3-9; Col 1, 25-29), el cual es el centro de la misión y de la vida de la Iglesia, como base de toda la evangelización (RM 44).

b. El kerigma tiene estos rasgos:

Es un relato cuyo objeto es en último término todo el conjunto de la revelación divina cuyo condensado y núcleo se encuentra en el misterio pascual. El kerigma presupone la palabra de Dios y está vinculado a todo lo que esta palabra revelado de la actividad salví­fica de Dios en el pasado, presente y futuro. Pero el punto central de este relato es la persona v obra de Jesucristo, la palabra de Dios encarnada.

Es un relato vinculado siempre a la historia de salvación. El kerigma se vací­a de Espí­ritu y deja de servir a la palabra de Dios cuando se mengua o se anula esta vinculación a la historia de la salvación. Queda así­ protegido de toda idealización y de toda desencarnación y atemporalidad. No puede prescindir de lo singular e irrepetible del acontecer histórico, pasado y presente.

Es í­ntegro. Tal relato implica que el Kerigma de por sí­ es siempre í­ntegro: no ha de omitir ni añadir nada. En cuanto relato-acontecimiento, es cumplimiento de un mensaje. El que lo porta habla como embajador de Dios, condición que excluye todo modo autónomo o autocrático de hablar. El kerigma prohibe al portador la imposición de valoraciones y exigencias propias, o su rebaja. El anuncio no es, pues, un acto original creado por el mensajero, sino que su presencia y palabra es siempre instrumental, subordinada. El kerigma está al servicio a la palabra de Dios que es quien habla en el acontecimiento.

Actualización. Si “en el kerigma se da la presencialización y actualización de la palabra divina, dado que esta palabra es para el hombre palabra de la verdad y palabra de salvación, no puede permanecer en el pasado, sino que debe ser traí­da constantemente al presente y dicha a cada uno de los hombres” (CFT t. III “Predicación”, p. 515).

c. Hay formas y grados diversos de ejercitarse el kerigma:

La lectura de la palabra divina fijada en la Escritura tiene el rango de predicación. Y en el culto eucarí­stico tiene su lugar más propio y eficaz.

Pero, también la presentación “ocasional” en la conversación privada, o en actos poco más formales que ésta, tiene lugar el kerigma, el cual siempre ha de precedido, acompañado y seguido de otros actos de preparación, de exposición y de aplicación a la situación de los oyentes.

Prescindiendo de otras diferencias accidentales, las dos formas fundamentales del kerigma son la predicación “primera” o misionera “ad gentes” y la predicación intraeclesial ante la asamblea de los fieles, que suele tener lugar de ordinario en el culto divino. Gracias a la presencia del Señor glorificado, la predicación kerigmática es un acontecimiento salví­fico, pues la palabra de Dios no es sólo un lenguaje informativo o meramente revelador, sino una actividad divina salví­fica. Es la “palabra de salvación” (Act 13,26) en el doble sentido de que en ella se anuncia salvación, pero también se ofrece y dispensa. La palabra de Dios, en efecto, es “fuerza de Dios para la salvación” (Rom 1,16). La actividad salví­fica divina a través de la palabra no está en contradicción con la dispensación de gracia por parte de Dios a través de los sacramentos.

Son dos formas de actividad divina en esencial correlación: ambas poseen su función intransferible y se complementan mutuamente. Ni subrayar la fuerza salví­fí­ca de la palabra divina significa quitar valor a la comunicación sacramental de gracia, ni ensalzar el sacramento representa una depreciación de la palabra. La perenne tensión entre evangelización y sacramentalización sin desaparecer se aclara en cuanto percibimos el sentido de una genuina predicación kerigmática.

De todos modos, ninguna forma de exposición o de adaptación explica o produce el contenido del misterioso acontecimiento temporal y escatológico que se da en el kerigma. Este misterio trasciende todo esfuerzo humano. Consiste en la presencia de la misma palabra encarnada, es decir, Jesucristo. Es Dios mismo quien hace presente su palabra mediante su Espí­ritu en el acto kerigmático. Por eso la proclamación de la palabra de Dios es un misterio: la presencia activa y salví­fica de Dios bajo el velo de la palabra humana. Por lo mismo el núcleo más í­ntimo del kerigma sólo es accesible a la fe, pero la palabra viviente de Dios, no convierte al factor humano de la predicación en mera apariencia prescindible. La predicación kerigmática presenta la palabra de Dios envuelta en palabras del hombre. Es realidad de estructura sacramental, aunque no esté ritualizada.

El kerigma es público en el doble sentido de que no responde a la iniciativa autónoma del particular, pues el predicador está ligado de por vida a la misión que le es encomendada por Dios, ligado a través de Cristo, de sus apóstoles y de la Iglesia. Y como tal proclamación, por más que se pueda dar en el diálogo privado y ocasional, es actuación de destino común, no privado; está dada para todo el mundo y ante toda la creación se proclama. “A toda la tierra alcanza su pregón”. Con la tarea de proclamar (Kerigma), a la Iglesia le fue concedido el poder de conservar la palabra divina (Sagrada Escritura) y dar su explicación auténtica (Magisterio). Todo esto sólo puede hacerlo la Iglesia mediante la asistencia del Espí­ritu Santo que le prometió el Señor. Sucesión apostólica y predicación dotada de autoridad están en esencial correlación con la función kerigmática de la comunidad y especialmente de los fieles cristianos que han sido ungidos y constituidos como profetas, mensajeros y testigos.

El kerigma tiene como fin la conversión y la fe del hombre. De forma que el hombre salvado por la fe y elevado a la vida eterna se halla al fin del camino que Dios describe en su palabra. Pero la salvación sólo se da sobre la base de la aceptación de la propia situación con un conocimiento sereno y realista.

Reflexión pastoral
a. No hay predicación kerigmática atemporal ni utópica aunque siempre sea escatológica. La tarea de predicar y actuar el kerigma inmutable de Dios sólo puede ser sostenida y culminada si se intenta realizar en formas siempre nuevas, adaptadas a los diferentes tiempos. Está ampliamente extendido el reproche de que la predicación, por estar ligada a unas formas de pensamiento y expresión ajenas a la vida actual, superadas y en parte empapadas de clericalismo, no afecta al hombre de hoy.

La tarea indudablemente muy difí­cil de anunciar el kerigma, la palabra de Dios, al hombre de la moderna sociedad masificada y técnica exige como presupuesto ineludible poseer un conocimiento realista y objetivo del hombre y de su entorno. El kerigma no es mágico, es sacramental, no es fundamentalista, es católico y misionero. Sus portadores deben tomar en serio los problemas del hombre de hoy y anunciar el kerigma cristiano como la respuesta verdaderamente clarificadora, liberadora de y absolutamente fiel a estos problemas y situaciones.

El conocimiento de la situación real del hombre actual aparece entonces como primer presupuesto pastoral para una auténtica predicación kerigmática.

Para no caer en el gran peligro de una descripción individualista, espiritualista y moralista, en el que no raras veces cayó la predicación de los últimos siglos, se debe predicar, más de lo que se hizo hasta ahora, el Evangelio como mensaje de Dios, que ofrece en Jesucristo la salvación a todo el mundo.

b. Sobre todo, incumbe hoy a la predicación hacer patente a los hombres,
* frente al predominio de las ideologí­as (de origen social, polí­tico y filosófico) formas modernas de servicio a los í­dolos, que la soberaní­a divina instaurada a través de Cristo es la verdadera libertad;
* y frente al nihilismo habrá de mostrar que esta misma soberaní­a divina es la realidad salví­fica que da pleno sentido a la existencia humana.

Sólo cuando las múltiples exigencias de la palabra de Dios vayan acompañadas, por parte del predicador, de una voluntad sincera y fraternal de convivir y conllevar las angustias, problemas y dudas del hombre actual, podrá el mismo predicador abrigar la esperanza de que los hombres vuelvan a ser capaces de oí­r con ánimo pronto y bien dispuesto la palabra de Dios.

Ni el presente es indiferente al kerigma ni el kerigma se desentiende del presente. Cierto que solamente se podrá hablar de predicación en el sentido del NT, cuando las palabras humanas procedan del conocimiento de la misión y la promesa dadas por Dios de una vez para siempre. Por eso, serí­a pretensión injustificada manejar el concepto de kerigma, como si el acontecimiento fuera manipulable y desentendiéndonos del contenido dado y atendiendo solo a las “demandas” si no a las modas.

Es posible afirmar en buen sentido que el presente constituye el texto de la predicación, como sostiene la lí­nea empirico-crí­tica de la teologí­a, pero llevado al extremo significa reducir a sabiendas la historia de salvación manifestada en la vida, palabra pasión y exaltación de Cristo al presente, y además se acerca peligrosamente al riesgo de someter la necesidad urgente y la relevancia perentoria del kerigma al capricho de los hombres o a las modas de las generaciones. Esa lí­nea teológica tiene ciertamente razón al indicar que hoy dí­a hay que dar testimonio del significado de Jesús dentro del contexto y del conjunto de las formas actuales de vida. Pero el dar testimonio y proclamar incluye asimismo, más allá de la exposición y el anuncio, el sufrir y el no ser comprendido, pues no es el discí­pulo más que su Maestro. Sólo podrá haber kerigma cuando la palabra es anunciada y vivida (cf. 2 Cor 3, 3: sois carta de Cristo). La vida es la mejor interpretación y adaptación.

Por lo que atañe a los destinatarios y a los métodos el kerigma de por sí­ se dirige no tanto a confirmar a los que se hallan ya dentro de la fe, cuanto al acto misionero de ir y proclamar, de salir y llevar el mensaje a los de lejos. Su ámbito más apropiado no es la propia comunidad, que es más que destinataria mediadora del kerigma y su caja de resonancia, sino la humanidad, el universo entero. A eso tiende el evangelio. Es una proclamación que tiene lugar públicamente y a todos se dirige. Aunque se proclame en el interior del culto, su destino no es la asamblea litúrgica allí­ convocada a pesar de que muchas veces tome la forma de monólogo ante un auditorio eclesial y sociológicamente cerrado.

Por otra parte el kerigma no está vinculado exclusivamente a las formas o métodos de comunicación que son usuales hoy. Ciertamente puede y de hecho se lleva a cabo mediante todas las formas en uso: la proclamación, el diálogo, el relato, la información, la enseñanza, etc; pero aun parece que no hemos prestado suficiente atención a formas de comunicación potenciadas por los nuevos medios. A nuevos areópagos (RM 37), nuevos modos de kerigma. En todo caso, una realidad tan indisolublemente ligada al testimonio y a los” signos” o acontecimientos concomitantes, no puede prescindir de la presencia y cercaní­a personales. De ahí­ que el anuncio tenga que prepararse por una larga etapa de prestar atención al oyente, al lugar y a las circunstancias y conveniencias metodológicas que en cada caso son tanto más adecuadas al anuncio expreso. “En este sentido, hay que reflexionar sobre la importancia histórico salví­fica de un desarrollo, en el que, gracias a las técnicas electrónicas de información, se hace posible la simultaneidad global de las experiencias, y un alcance de la información, que llega hasta a penetrar en los hogares, cosa apenas imaginable hace solo unos pocos decenios” (L. COENEN, S.V. Mensaje, en DTNT, Salamanca 1983, p. 66).

La RM en su capí­tulo V, n° 44 ha dado indicaciones preciosas sobre el modo y condiciones del primer anuncio o kerigma. En la compleja realidad de la misión, el primer anuncio tiene una función central e insustituible, porque introduce “en el misterio del amor de Dios, quien lo llamó a iniciar una comunicación personal con él en Cristo (AG 13) y abre la ví­a para la conversión”.

c. Actitudes que acompañan al kerigma:

Está hecho en comunión con toda la comunidad eclesial. “Debe hacerse con una actitud de amor y de estima hacia quien escucha, con un lenguaje concreto y adaptado a las circunstancias” (ib.)
Entusiasmo y parresí­a. “El anuncio está animado por la fe, que suscita entusiasmo y fervor en el misionero, con esa actitud que se designa con la palabra parresí­a, que significa hablar con franqueza y valentí­a. “Confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentí­a de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas” (1 Tes 2, 2).

Confianza en el hombre y en las semillas del verbo que preceden a todo anuncio y lo previenen con la esperanza. “Al anunciar a Cristo a los no cristianos, el misionero está convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción del Espí­ritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre el camino que lleva a la liberación del pecado y de la muerte”.

Perseverancia y resistencia. “El entusiasmo por anunciar a Cristo deriva de la convicción de responder a esta esperanza, de modo que el misionero no se desalienta ni desiste en su testimonio, incluso cuando es llamado a manifestar su fe en un ambiente hostil o indiferente” (RM 45).

Algunas dificultades especiales se presentan hoy para el kerigma. Pero precisamente por su novedad y su diferencia y trascendencia el kerigma no es de esta tierra ni es tierra, es semilla, es diferente y germinal. Proclamar y “testimoniar esta buena noticia no es hoy fácil a causa de la increencia moderna, del auge de los sustitutivos religiosos y del crecimiento de algunos fenómenos sectarios religiosos”.

La opción preferencial por lo pobres impone al kerigma este campo de partida y este lugar de desde el que se lanza el anuncio, sin ese’ respaldo la voz del mensajero queda expuesta a malentendidos que se le podrí­an evitar desde este lugar social. “La evangelización, como proceso de salvación liberadora o de liberación va dirigida a todos los hombres a partir de las exigencias del reino de Dios. Por esta razón tiene unos destinatarios y unos portadores privilegiados, que son los pobres, a los que Dios ama y defiende porque quiere que se implante la justicia de su reino” (C. FLORISTíN, ib., p. 377).

La proclamación kerigmática está siempre acompañada y necesitada del compromiso y el testimonio. La revelación de Dios, que se condensa en el kerigma se cumple “por hechos y palabras í­ntimamente trabados entre sí­” (DV 2), de tal modo que las obras corroboran la doctrina y las palabras proclaman las obras. También la EN afirma que Jesús evangelizó mediante la predicación infatigable de una palabra (EN 11) y por medio de innumerables signos (EN 12) o acciones. Es cierto que el primer significado de kerigma es proclamación verbal de un mensaje (EN 42), pero se ha de acompañar del testimonio de vida (EN 21, 41, 76, 78) y de la indispensable acción transformadora (EN 4), asistencial o liberadora (EN 30).

Si el objetivo del kerigma es la conversión y la fe, se ha avisar siempre que esta conversión implica cambios personales y sociales. El mensaje busca dar sentido y luz a la totalidad de la existencia humana encarnada y de í­ndole social y comunitaria.

El kerigma ha de contar con el actual pluralismo cultural y por tanto se ha de interpretar de diverso modo según esos mismos contextos culturales y dar respuesta en ellos a los dolores y gozos, angustias y esperanzas humanas.

El respeto y ejercicio del pluralismo lleva consigo una fuerte apuesta por la inculturación del kerigma que significa y promueve una í­ntima transformación de los auténticos valores culturales por la integración del todos ellos en el cristianismo. Reconozcamos que en la sociedad tecnificada y secularizada actual, la fe cristiana para muchos es “una opción más”. Si ya no vivimos en ámbito de mayorí­as “culturalmente” cristianas o católicas necesitaremos cambiar muchos lenguajes, formulaciones, ví­as de penetración, con los consiguientes respaldos de complejos y prejuicios que hasta aquí­ nos han condicionado..

Exigencia de la actualidad del kerigma es por tanto la asunción de la realidad social en la que se proclama. Es decir que para hacer efectiva y entendible su proclamación el cristiano heraldo ha de estar atento a la situación personal, social y polí­tica de los hombres en la sociedad concreta que escucha su clamor. Y sabrá que le ha precedido el poder del Espí­ritu pues descubre, con ojos de fe, el desarrollo de la obra de Dios en la acción de los hombres. El mensaje aunque se encuentra fijado en la Escritura, está por así­ decir como anticipado en múltiples facetas de la vida humana. “Al anunciar a Cristo a los no cristianos, el misionero está convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción del Espí­ritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre el camino que lleva a la liberación del pecado y de la muerte” (RM 45).

BIBL. – F. X. ARNOLD, Al servicio de la fe, Buenos Aires, 1963; Ch. MOELLER, Mentalidad moderna y evangelización, Barcelona, 1964; Anuncio del Evangelio hoy, Barcelona, 1964; L. MALDONADO, El mensaje de los cristianos. Introducción a la pastoral de la predicación, Barcelona, 1965; K. RAHNER, Teologí­a de la predicación, Buenos Aires 1950, J. A. UBIETA, El Kerygma apostólico y los evangelios, en EstB, 18 (1959) 21-61; J. Ma GONZíLEZ Ruiz, s.v. Enciclopedia de la Biblia, Barcelona 1967; L. COENEN, DTNT, s. v. Mensaje. Salamanca 1983. CFT., s.v. Predicación, vol. III.

Gabriel Castro Martí­nez

Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios “MC”, Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001

Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización

Substantivo derivado del verbo keryssein; en griego clásico indica una noticia de carácter público y – generalmente vinculante, traí­da por un heraldo; en el Nuevo Testamento designa más bien el anuncio del Evangelio hecho a los judí­os y a los paganos, la proclamación de la buena noticia de la salvación por obra de Cristo, Señor, muerto y resucitado.

Este anuncio del Evangelio no es un simple informe histórico de un acontecimiento ya ocurrido, sino que es él mismo acontecimiento que manifiesta eficazmente el mensaje de salvación que contiene. En efecto, la acción salví­fica de Dios en Jesucristo se hace presente por obra del Espí­ritu Santo en la ” palabra” anunciada por el apóstol. Por eso, los que escuchan el kerigma no pueden permanecer indiferentes, sino que son invitados a convertirse y a creer. Encontramos ejemplos de formulación breve del kerigma sobre todo en los Hechos de los apóstoles (Hch 2,3.5.10.13), donde se percibe el ardiente deseo de difundir por todos los rincones del mundo la buena noticia de la salvación en Cristo.

El uso de este término en teologí­a se hizo muy frecuente a partir de los años cuarenta, cuando un grupo de teólogos jesuitas de la Facultad de Innsbruck (Jungmann, los hermanos Karl y Hugo Rahner, Franz Lackner y Franz Dander), constatando cómo la teologí­a que se enseñaba en los seminarios no era va capaz de alimentar y de animar la predicación de los futuros pastores y – la vida de los cristianos, propusieron volver a la originalidad y a la vitalidad del primer anuncio apostólico.

G. Occhipinti

Bibl.: L. Coenen, Mensaje y kervgma, en DTNT III, 57-68; K. Rahner – K. Lehmann, Kerigma y dogma. Historicidad de la transmisión, en MS, III1, 812-878; J M. González Ruiz, Kerigma, en CFP, 542-549; A. Salas, Jesús, evangelio vivo. Kerigma y catequesis en el cristianismo primitivo, PC, Madrid 1977.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

véase Proclamar

AA. VV., Vocabulario de las epí­stolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas