LECTURAS BIBLICAS

(-> métodos, crí­tica bí­blica). Los exegetas han solido hablar de métodos bí­blicos (aludiendo, sobre todo, a la crí­tica histórico-literaria). Pero en los últimos años, sobre todo a partir del documento de la Comisión Bí­blica de la Iglesia Católica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia (1993), se ha empezado a hablar de lecturas o formas de aproximación al estudio de la Biblia. Entre ellas se suelen citar las siguientes.

(1) Biblia como literatura. Lectura retórica y legal. La Biblia no es una cantera de la que se extraen razonamientos teológicos, sino un libro con un tipo de argumentación y testimonio muy especial. En esa lí­nea, la nueva exégesis, partiendo de los modelos clásicos de argumentación y de retórica helenista, ha estudiado los métodos semitas de composición de los textos y de esa forma nos permite penetrar mejor en el discurso de los grandes espacios argumentativos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Esto significa que la Biblia no se puede leer con los esquemas de la lógica aristotélica, que ha sido dominante desde el siglo XIII, sino con unos métodos mucho más finos de retórica que el mismo Aristóteles habí­a ya esbozado para el campo de la literatura. Este nuevo método o acercamiento ha dado ya frutos, por ejemplo en el estudio de san Pablo. La Biblia no es una fuente dogmática para la teologí­a posterior, sino que ofrece unos discursos de tipo vital y emocional, dirigidos a persuadir a los lectores. Ella no prueba, no demuestra, en el plano de los argumentos, sino que muestra, expone, de varias maneras, una misma visión de fondo de la realidad. Desde esa base, a partir de la Biblia no se puede hablar de una teo logí­a única, sino de un conjunto de teologí­as integradas dentro del gran “relato creyente y cultural” de una comunidad (judí­a o cristiana). En esta lí­nea resulta básico el tema del análisis legal, es decir, regulador de un comportamiento, tal como lo han destacado desde siempre los judí­os, que interpretan la BH (nuestro Antiguo Testamento) como Sefer ha Torah (Libro de la Ley). En este plano se sitúa en la actualidad gran parte del diálogo cristiano-judí­o y la misma visión del surgimiento de la Iglesia cristiana. Pienso que para que ese diálogo sea fecundo, los cristianos tienen que elaborar un análisis evangélico del conjunto de la Biblia judí­a y cristiana. Dentro de ese contexto retórico se pueden incluir diversos tipos de acercamiento bí­blico. Puede haber un análisis estructural, muy empleado en los paí­ses de cultura francesa, utilizando elementos de semiótica y semántica. Puede haber también un análisis poético, más apropiado para libros como Salmos y el Cantar de los Cantares, lo mismo que para las parábolas de Jesús.

(2) Biblia como historia. Lectura narratológica. Gran parte de la teologí­a se habí­a elaborado de forma conceptual, utilizando los métodos y formas de la filosofí­a helenista, leí­da en claves platónicas, con algunos retoques aristotélicos. Pues bien, en contra de eso, la Biblia viene a presentarse como un conjunto de relatos, integrados en un metarrelato, interpretado de forma judí­a o cristiana. Los textos bí­blicos no son una premisa para una argumentación teológica posterior, sino que forman los diversos relatos de una visión de conjunto de la fe. Esto implica un cambio radical en nuestra forma de entender no sólo la Biblia, sino el conjunto de la teologí­a cristiana, que puede y debe interpretarse también como despliegue de un relato creyente, en el que se reformulan en un nuevo contexto social y cultural los elementos básicos de la experiencia israelita y de la primera Iglesia cristiana. En esa lí­nea, la unidad “retórica” de la Biblia (su modo de convencimiento) ha de entenderse desde una perspectiva de convergencia histórica de tipo narrativo (es algo que se cuenta, no que se demuestra), que puede tener, por lo menos, dos tipos de comprensión general, una judí­a y otra cristiana. Eso significa que la Biblia no es una fuente de la teologí­a cristiana (ni de la teologí­a judí­a), sino que es la expresión básica de esa misma teologí­a, en forma de relato histórico.

(3) Biblia como libro de una comunidad. Lectura social. Los dos aspectos anteriores (argumentativo y narrativo) resultan inseparables de una lectura social de la Biblia, en una lí­nea que se ha ido precisando en los últimos decenios. Está culminando el cambio de “paradigma” cultural de la modernidad, que nos lleva del universo ontológico antiguo al universo social, de manera que la “sociologí­a” no es algo que viene después de la filosofí­a, sino la expresión y contenido de la misma realidad del hombre. Este tipo de lectura social de la Biblia se ha venido desarrollando desde hace tiempo, aunque actualmente parece que se están dando algunos cambios significativos: ha perdido su influjo un tipo de método “materialista”, más vinculado al marxismo, y parece imponerse un tipo de antropologí­a cultural que pone más de relieve los elementos individuales y sociales, estructurales y familiares, económicos y espirituales, para conseguir de esa manera una especie de visión de totalidad del ser humano. La lectura social de la Biblia está vinculada a una comunidad de lectores, de tal manera que la forma de entender la Biblia resulta inseparable de la forma de entender y vivir la vinculación humana, sea en lí­nea de judaismo, sea en lí­nea de cristianismo. También los cientí­ficos, a pesar de la mayor objetividad de sus planteamientos, hablan de una comunidad de cientí­ficos, que definen y marcan el sentido y contenidos fundamentales de su conocimiento. En la lectura de la Biblia esto resulta todaví­a más importante, de manera que podemos y debemos hablar de una comunidad de lectores bí­blicos, tanto en perspectiva cientí­fica (más universitaria) como en perspectiva eclesial.

(A) Lectura psicológica, feminista, etc. Los grandes textos bí­blicos ofrecen una verdadera psicogénesis (son signo del surgimiento humano), siendo, al mismo tiempo, una especie de psicodrama: más que para ser leí­dos, son textos para ser recreados, de manera que nosotros mismos lleguemos a ser recreados por ellos. En esta lí­nea se están abriendo amplios campos de investigación y estudio que pueden ser muy fecundos. No se trata de tomar desde fuera una teorí­a psicológica (de Freud o Jung) para apli carla después a la Biblia, sino de tomar la Biblia como texto fundante, de manera que a partir de ella se pueda elaborar el sentido del ser humano. Vinculada a las anteriores, se ha ido desarrollando en los últimos decenios una forma de lectura feminista de la Biblia, hecha desde el punto de vista de la mujer (de lo femenino). Se resalta por un lado el contexto y las aportaciones antiguas: se quieren recuperar los aspectos olvidados, marginales pero fuertes de la acción y valor de la mujer en el proceso de surgimiento y canonización de la Escritura. Por otra parte, se pone de relieve la forma en que las mujeres actuales leen e interpretan la Escritura desde los supuestos de su feminidad, un camino que debe conducir hacia una antropologí­a ampliada donde se integren y completen lo masculino y femenino.

Cf. J. N. Aletti, El arte de contar a Jesucristo. Lectura narrativa del evangelio de Lucas, Sí­gueme, Salamanca 1992; F. Garcí­a López y A. Galindo (eds.), Biblia, literatura e iglesia, Universidad Pontificia, Salamanca 1995; D. Marguerat e Y. Bourquin, Cómo leer los relatos bí­blicos. Introducción al análisis narrativo, Sal Terrae, Santander 2000; M. Navarro, Cuando la Biblia cuenta: claves de la narrativa bí­blica, SM, Madrid 2003; E. Schüssler Fiorenza, Pero ella dijo: prácticas feministas de la interpretación bí­blica, Trotta, Madrid 1996; J. P. Tosaus, La Biblia como literatura, Verbo Divino, Estella 1996.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra