I. Egipcios
a. Papiro
(i) Nombre. El término papiro se aplica a una planta acuática grande de la familia de las juncáceas, al material de escritura que se prepara de su médula, y a los manuscritos individuales hechos con dicho material. El origen del término
(ii) La planta y sus usos. En la antigüedad la *planta Cyperus papyrus L. crecía en todo Egipto, especialmente en el delta, en pantanos y lagos, pero actualmente no se la encuentra en estado silvestre al N del Sudán, aunque todavía crece en los pantanos del lago Hulé en Palestina, y también en Sicilia. Sus raíces se encuentran en el barro, y sus largos tallos de sección triangular alcanzan una altura de 3 a 6 m, y terminan en grandes flores abiertas en forma de campana (véase H. Frankfort, Birth of Civilization in the Near East, 1951,
(iii) “Papel” de papiro. Para fabricarlo se quitaban las cortezas exteriores de los tallos de las plantas, se cortaban en trozos de alrededor de 40–45 cm., y luego se cortaba la parte interior fresca y medulosa en delgadas tiras que se ponían a la par, superponiéndose parcialmente, sobre una superficie dura de madera; se colocaban nuevas tiras en la misma forma en sentido transversal; y luego se unían ambas capas para formar una sola mediante el simple expediente de golpearlas vigorosamente, p. ej. con mazos. Una vez recortadas y alisadas se obtenía una hoja de papel blanquecino durable, pero que con el tiempo se ponía amarillento. Usualmente se escribía primero sobre el lado en el que se veían fibras horizontales (excepto en las cartas), lado al que se le llamaba “recto” (anverso) ; el “verso” (reverso) era el lado “posterior”, con fibras verticales. Estas hojas se pegaban entre sí por los extremos con pequeñas superposiciones para formar un rollo de papiro. La longitud habitual era de veinte hojas, pero podía acortarse, o alargarse pegando más hojas, según la necesidad. El papiro de mayor longitud que se conoce es el gran Papyrus Harris I, ca. 1160 a.C., que se encuentra en el Museo Británico; tiene alrededor de 40 m de longitud. La altura de un papiro variaba de acuerdo con el uso a que se lo destinaba: los más largos (máximo, 47 cm.; generalmente de 35, 5 cm. y 42 cm. en la 18ª y la 19ª/20ª dinastías) para documentos y cuentas comerciales y oficiales (con largas columnas de cifras); y los más pequeños (alrededor de 18 cm. y 21 cm., pero a menudo menos todavía) para composiciones literarias.
(iv) El uso del papiro. Estaba regido por convenciones definidas. Como generalmente la escritura egipcia va de derecha a izquierda, los escribas siempre empezaban en el extremo derecho del papiro y escribían hacia la izquierda, al principio en líneas verticales (uso que persistió hasta ca. 1800 a.C.), y posteriormente en líneas horizontales de una longitud moderada, agrupadas en “columnas” o “páginas” sucesivas. Para los tipos de escritura que se empleaban, la puntuación, elementos de escritura, manuscritos, etc., véase * Escritura; * Textos y versiones.
Se usó el papiro desde el comienzo de la historia
Antes de fines del 2º milenio a.C. se exportaba papiro en grandes cantidades a Siria y Palestina, e indudablemente a otros países también. Alrededor de 1075 a.C. Zakarbaal, príncipe de la Biblos fenicia, cotizaba precios de madera al enviado egp. Wenamún tomando como base los rollos de cuentas que guardaron sus predecesores, y en el pago parcial de Wenamún por la madera se incluían 500 (rollos de) papiro terminado” (ANET, pp. 27a, 28a). Para el uso de papiro para el heb. y el
b. Óstraca
El plural de ostrakon, palabra gr. que originalmente significaba “valva de ostra”, pero que los griegos aplicaron a los trozos de cerámica sobre los que registraban sus votos (de donde proviene el término
Bibliografía. Sobre la variedad y la importancia de los óstraca, véase J. erný, Chronique d’Egypte, 6/Nº 12, 1931, pp. 212–224, y S. Sauneron, Catalogue des Ostraca Hiératiques Non Littéraires de Deir el Medineh, 1959, introducción, pp. vi-xviii, quien ofrece amplias referencias sobre otras publicaciones. En inglés, véase W. C. Hayes, The Scepter of Egypt, 2, 1959, pp. 176–178, 390–394, 432. Para ilustraciones de óstraca, véase Hayes,
II. Hebreos, arameos, y griegos
a. Papiros hebreos
El papiro heb. más antiguo que se conoce (Mur 17) fue descubierto en Wadi Murabbaat a orillas del mar Muerto en 1952. El Mur 17 es un palimpsesto escrito en el alfabeto paleohebreo y data de fines del ss. VIII o principios del VII a.C. La carta original, de la que todavía se pueden leer algunas palabras, fue borrada y se le escribió encima una lista de nombres personales. La mayor parte de los rollos encontrados en Qumrán son de pergamino, pero hay unos cuantos papiros dignos de mención. La cueva 4 proporcionó fragmentos de papiro con El gobierno de la comunidad y Los himnos de acción de gracias. La cueva 6 contenía cientos de trozos de papiro, entre ellos fragmentos de los libros bíblicos de Reyes y Daniel escritos con caracteres semicursivos. Antes de los grandes descubrimientos en Qumrán, el papiro Nash, que contiene partes de Dt. 5 y 6, ocupaba una posición única como el más antiguo
b. Óstraca hebreos
Como los óstraca resultaban económicos y eran de uso limitado, generalmente tenían información de importancia secundaria. No obstante, algunos óstraca con inscripciones heb. han aportado valiosos datos sobre la lengua y la literatura del
c. Papiros arameos
Probablemente el papiro más antiguo que existe en arm. sea el que se encontró en 1942 en Saqqarah, Egipto. Representa parte de una carta que envió un rey Adón al faraón, y aparentemente fue escrita en algún lugar de la costa filistea o fenicia. De este modo queda ilustrado el uso del arm. en la diplomacia internacional antes de la época persa, porque no puede haber sido escrita después de la época de Nabucodonosor (m. en el 562 a.C.). Pero sin duda alguna el cuerpo más significativo de papiros arm. es el que proviene de la isla de Elefantina en Egipto. Allí, como en Menfis y Hermópolis, se preservó un gran número de papiros escritos por judíos a fines del ss. VI a.C., y en el ss. V a.C. Los documentos legales y las cartas personales están bien representados, y hay también un fragmento de la versión más antigua que se conoce de los Dichos de Ahikar. El tipo de arm. es, como podríamos suponer, bastante parecido al del Esdras bíblico. Estos colonos judíos tenían su propio templo (a pesar de Dt. 12.5–7), y llegaron hasta el punto de unir el nombre del Dios de Israel con nombres de divinidades cananeas (p. ej. Anat-Yahu, Anat-Bet-el). En representación del ss. IV están los papiros de Wadi Daliyeh, 19 km al
d. Óstraca arameos
Un ejemplo primitivo es la carta en un trozo de cacharro encontrado en Asur, probablemente escrita en el ss. VII a.C. Los óstraca en arm. que se hallaron en Elefantina (véase
e. Papiros del Antiguo Testamento en griego
Existe un número considerable, aunque invariablemente se hallan en estado fragmentario. Quizás el más antiguo sea el Pap. gr. 458 de John Rylands, que contiene partes de Dt. 23–28 y data del ss. II a.C. El papiro Fouad 266 es casi tan antiguo como el anterior, y conserva fragmentos de Gn. 7 y 38, y Dt. 17–33. El papiro veterotestamentario gr. de Chester Beatty incluye partes de diferentes libros del AT, y su fecha va desde el ss. II hasta el IV d.C. Del ss. III d.C. es el ms(s). gr. V de Freer, códice en papiro con los profetas menores. La cueva 4 de Qumrán ha aportado fragmentos de Lv. 2–5, mientras que en la cueva 7 había fragmentos que contienen Ex. 28.4–7 y la Epístola de Jeremías 43–44. Podemos fechar los fragmentos encontrados en Qumrán aproximadamente en el ss. I a.C.
Bibliografía. (para material veterotestamentario heb., arm., y gr.): A. Cowley, Aramaic Papyri of the Fifth Century
III. Nuevo Testamento
a. Introducción
El descubrimiento de los papiros gr. en Egipto durante el último siglo ha sido significativo para los estudios neotestamentarios. En los descubrimientos iniciales los papiros bíblicos resultaron escasos, pero con la inciación de las excavaciones sistemáticas llevadas a cabo por Grenfell y Hunt en 1896 aparecieron grandes cantidades de papiros, que incluían porciones de los libros de
Durante mucho tiempo numerosos eruditos supusieron que el gr. neotestamentario era sui generis, “la lengua del Espíritu Santo”, pero algunos, como Masson, Lightfoot, y Farrar, se anticiparon a algo que pronto iba a ser verificado, el hecho de que los autores de los libros del NT habían empleado la lengua común del mundo gr. del ss. I d.C., que se aproximaba más a la forma hablada que a la literaria del gr. koinē. Gracias a los papiros, contamos ahora con ilustraciones del uso “secular” contemporáneo de la gran mayoría de los términos empleados en el NT. Sigue síendo cierto, en sentido restringido, que esa lengua es sui generis, a causa del frecuente sustrato heb. y arameo. “La tensión entre la herencia judía y el mundo griego afecta vitalmente el lenguaje del Nuevo Testamento” (Hoskyns y Davey, The Riddle of the New Testament, 1931, pp. 20). Otra tendencia que corrigió el estudio de los papiros fue la inclinación de los eruditos a juzgar al NT con normas áticas de gramática y sintaxis, y lo mismo en cuanto al gusto literario. Se hizo doblemente claro que la koinē de los primeros siglos cristianos se encontraba, comparativamente hablando, en un rápido estado de evolución, que culminó en el griego bizantino, y finalmente en el griego moderno, y que por lo tanto se debe evaluar a la luz de este hecho. Sería erróneo adjudicar demasiado a estos adelantos, pero han proporcionado un auxiliar indispensable para el estudio del texto del NT, su lenguaje y su literatura, y, como consecuencia, su interpretación teológica. En su conferencia Schweich de 1946 (publicada en 1953 con el título de The text of the Epistles) G. Zuntz aboga activamente por la conjunción de estos dos campos de estudio. “El teólogo que estudia el NT debe asumir también la calidad de filólogo” (p. 3). Quizás la obra que mejor ejemplifica esto es el
Todos los documentos originales del NT fueron escritos en rollos de papiro (aparte de una o dos de las epístolas más breves, que pueden haber sido escritas en hojas sueltas de papiro), y podemos mencionar aquí que la transmisión del texto representó un papel importante en el perfeccionamiento de nuevas técnicas. En el resto del mundo romano los códices en papiro no empezaron a remplazar a los rollos hasta el ss. III d.C., pero por Egipto tenemos pruebas de que las comunidades cristianas adoptaron la forma del códice en época considerablemente anterior. Se han encontrado diez fragmentos bíblicos del ss. II y principios del III, y de 111 fragmentos de los ss. III y IV solamente doce estaban en rollos de papiro. El texto de Romanos habría requerido un rollo de 4 m, Marcos uno de 6 m, Hechos alrededor de 10 m (cf. 2 Ti. 4.13, que se refiere a rollos y a las cubiertas de pergamino que los protegían). Pero a medida que surgió la necesidad de hacer copias de los evangelios y las epístolas en mayor cantidad, naturalmente se popularizó el uso de los códices, e. d. de hojas de papiro plegadas y dispuestas en cuadernillos, en forma bastante similar a los libros modernos. Un códice podía contener entonces los cuatro evangelios y Hechos, o todas las epístolas de Pablo.
b. Lista de los papiros más notables
La lista más reciente, preparada por K. Aland (1976), contiene más de 241 entradas, de las cuales 68 figuran en las ediciones críticas del texto del NT. Muchas son relativamente pequeñas, pero la importancia de las más voluminosas es considerable.
P1 (s. III ó IV) contiene Mt. 1.1–9, 12–20; P4 (s. IV) Lc. 1.74–80; 6.1–4; P5 (s. III) Jn. 1.23–31, 33–41 y 20.11–17, 19–25; comprende las dos hojas de un mismo cuadernillo, e ilustra la familia de la que posteriormente derivararon los códices sinaítico y vaticano). P8 (s. IV) contiene Hch. 4.31–37; 5.2–9; 6.1–6, 8–15; P13 (s. III, escrito en la parte posterior de un Epítome de Livio) He. 2.14–5.5; 10.8–22; 10.29–11.13; 11.28–12.17; P20 (s. III) Stg. 2.19–3.9; P22 (s. III) Jn. 15.25–16.2, 21–32; P27 (s. III) Ro. 8.12–22, 24–27, 3.3–9.3; 9.5–9; P37 (s. III) contiene Mt. 26.19–52; P38 (s. IV) Hch. 18.27–19.6; 19.12–16.
De los papiros de Chester Beatty (P45, 46. 47) los Nº 1 y 2 son de particular interés. P45 (principios del ss. III) contiene porciones de treinta hojas de un códice de 220 que íncluye los evangelios y Hechos; tiene partes de Mateo, Marcos, Lucas, Juan (17 hojas), y Hechos (trece hojas), P46 (tamb. principios del ss. III) contiene 86 hojas, que fue encontrado durante un período de tiempo en tres grupos, y tiene Romanos, Hebreos, 1 y 2 Corintios., Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, excepto pequeñas partes faltantes. Resulta notable que la doxología final de Romanos aquí aparece al final del
La relación textual entre estos papiros y otros de menos envergadura con los más importantes códices de vitela y las versiones primitivas del NT ha sido objeto de minuciosos estudios.
c. Efecto sobre el estudio textual del Nuevo Testamento
Para describir esto es necesario hacer un breve bosquejo de la historia del texto gr. hasta el descubrimiento de los papiros. Stephanus (Robert Etienne) preparó una edición gr. del NT en 1550, el “Textus Receptus”, que a su vez se basó principalmente en la edición de Erasmo publicada en 1516. Stephanus utilizó solamente quince ms(s)., todos de fecha tardía, que representaban la tradición bizantina u oriental del texto. El acontecimiento que estimuló una seria búsqueda de todos los ms(s). disponibles fue la aparición en Inglaterra, en 1627, del códice alejandrino, un códice en vitela del ss. V d.C. Pero fue sólo con el descubrimiento del códice sinaítico y la aparición de la edición de Tischendorf del códice vaticano, en 1859 y 1867 respectivamente, que pudo realizarse un avance en el estudio de los textos. Esto se produjo en el momento en que los eruditos comenzaban a darse cuenta de la riqueza potencial de Egipto en papiros. Westcott y Hort publicaron un texto gr. revisado en 1881. Estos especialistas postularon cuatro familias principales de textos, siria, neutra, alejandrina, y occidental, y apoyaron principalmente a la familia neutra, que se componía de los códices vaticano y sinaítico, las versiones coptas y ms(s). afines.
Los papiros del NT han desempeñado un papel prominente en la ampliación y modificación de los resultados. Estudios posteriores convencieron a los eruditos que los grupos de Westcott y Hort habían sido distinguidos demasiado nítidamente entre sí, y B. H. Streeter, que utilizó los grupos de ms(s). minúsculos que aislaron Ferrar y Abbott, y K. Lake, junto con el ms(s). de Koridethi (s. IX), demostró la estrecha relación que todos ellos tenían con el texto neotestamentario de Orígenes, y postuló, por lo menos para el Evangelio de Marcos, la familia “cesárea” (Orígenes había pasado sus últimos años en Cesarea). El texto de los evangelios en los ms(s). de Freer (los “Evangelios de Washington”) y los papiros de Chester Beatty mostraron, además, que la familia “cesárea” de textos se había originado probablemente en Egipto, y había pasado de Alejandría a Cesarea con Orígenes. El grupo de Chester Beatty, especialmente el P46, ha resultado de inmenso valor. Este grupo demuestra que el códice fue utilizado en épocas tempranas para colecciones de los evangelios y las epístolas paulinas, y su circulación ayudó mucho a la Formación del canon del NT. El haber sido fechados sin vacilaciones en el ss. III d.C. significa que ahora contamos con una línea de pruebas textuales que va más allá de los grandes códices de vitela de los ss. IV y V, de los que los eruditos dependieron tanto, y que son anteriores a las colecciones del NT que Eusebio recibió orden de proporcionar para uso en las iglesias, según el edicto de Milán del año 313 d.C. Ayuda valiosa adicional han prestado los papiros de Bodmer, especialmente el P66, un códice de Jn. de fines del ss. II. Otros fragmentos más antiguos aun, en particular el fragmento “John Rylands” del Evangelio de Juan, nos llevan a la primera mitad del ss. II, e. d. a sólo una generación de los últimos escritos del NT, el corpus joanino.
El cuadro general que surge, en lo que hace a la transmisión del texto, es el de la aparición de muchos grupos o familias, a medida que se fueron haciendo copias para uso público y privado, a veces por parte de escribas preparados, pero más a menudo por parte de creyentes no preparados, para dicho trabajo. Todavía no se había presentado la necesidad de contar con un texto estándar, y nunca se difundió mucho la práctica de intentar localmente la comparación de diferentes textos. También debemos suponer que durante las persecuciones, p. ej. la de Decio en 250 d.C., muchas copias del NT desaparecieron. Los papiros han ayudado a revelar la complejidad de esta etapa primitiva de la transmisión; si bien todavía estamos lejos de satisfacer el anhelo de Bentley de hacer el texto tan indudablemente verdadero “ut e manibus apostolorum vix purior et sincerior evaserit” (“que difícilmente podría haber venido de las manos de los mismos apóstoles en forma más pura o más libre de alteración”), por lo menos podemos decir que se avanza constantemente. (* Textos y versiones (NT)
d. Efecto sobre el estudio del lenguaje y la literatura neotestamentarios
Como se ha hecho notar anteriormente, el gr. del NT tiene afinidades con las formas literaria y no literaria de la koinē, especialmente esta última, que ahora se conoce tan plenamente sobre la base de documentos de todo tipo en papiro procedentes del Egipto grecorromano: rescritos imperiales, procedimientos judiciales, papeles relativos a impuestos y censos, contratos matrimoniales, comunicaciones de nacimientos, defunciones y divorcios, cartas privadas, cuentas comerciales, y una cantidad de otros asuntos. Sin duda alguna hay muchos semitismos en el NT, ya que todos los escritores, con la excepción de uno, eran judíos; pero el descubrimiento de expresiones paralelas en los papiros ha reducido considerablemente su número. “Aun los semitismos de Marcos difícilmente corresponden a un griego bárbaro, aunque su lenguaje extremadamente vernacular nos hace pensar así, hasta que leemos los escritos en lenguaje menos culto” (Howard). Un ejemplo es la expresión blepein apo en Mr. 8.15. Muchos de los nuevos grupos de palabras del gr. neotestamentario tienen sus paralelos, p. ej. sustantivos terminados en -mos, -ma, -sis, -ia; adjetivos terminados en -ios, nuevos adjetivos y adverbios compuestos, nuevos términos con el prefijo privativo a-; voces extranjeras, y términos técnicos utilizados en el ejército y la administración romanos. Se han resuelto problemas ortográficos, p. ej. genēma (Mt. 26.29), tameion (Lc. 12.3), sfyris (Mt. 15.37); morfológicos, p. ej. gegonan (Ro. 16.7), elthatō (Mt. 10.13), ēlthan (Mr. 3.8); y sintácticos, p. ej. el uso consecutivo de cláusulas hina (como en Jn. 17.3), la intercambiabilidad de eis y en (como en Jn. 1.18; Mt. 18.19).
El vocabulario neotestamentario estaba abundantemente ilustrado. En lugar de las numerosas voces biblicae de los antiguos eruditos, fue posible demostrar, como lo hicieron Deissmann y Bauer, que solamente alrededor del 1 por ciento del vocabulario, unas cincuenta palabras, le era en realidad privativo. Podía darse un sentido mejor a términos como hēlikia (p. ej. Lc. 2.52 = “edad”, °vrv2 ‘estatura”), meris (Hch. 16.12 = “distrito”), anastatoý (lit. “echar del hogar y la casa”, empleado metafóricamente en Hch. 17.6 y Gá. 5.12), hypostasis (He. 11.1 = “títulos de propiedad”, °vrv2 “certeza”), parousia (pass.; = visita real o de otra persona notable), arrhabōn (p. ej. Ef. 1.14 = “depósito pagado”, °vrv2 “arras”, °vp “garantía”), leitourgia (2 Co. 9.12; tanto para el servicio público como para el privado). Los términos comunes adelfoi y presbyteroi frecuentemente estaban ilustrados sobre la base de fraternidades sociales y religiosas, y funcionarios del templo y de la aldea.
En la época en que fue escrito el NT se había popularizado un aticismo revisado, movimiento esencialmente artificial que pretendía reconocer como norma única el griego ático del ss. V. Pero había notables escritores seculares, como Plutarco, Estrabón, Diodoro Sículo y Epicteto, que descartaron el aticismo, y el NT mismo representa una reacción contra él por su uso de la lengua vernácula. “La koinē no es, como se pretende, oro puro contaminado accidentalmente, sino más bien una especie de aleación nueva y útil” (Moule). La
e. Óstraca
Ya hemos notado que los óstraca o fragmentos de alfarería se emplearon ampliamente en la antigüedad como el material de escritura más económico. Su aparente insignificancia (cf. Is. 45.9) hizo que se los considerara sin valor para el estudio del gr. koinē. Como podríamos esperar, entre los muchos que se encontraron en Egipto, y que cubren un período de cerca de míl años, a gran mayoría son documentos, o fragmentos de documentos, que pertenecían a la vida de las clases más bajas. Se han encontrado unos cuantos con breves trozos literarios, sin duda para uso escolar, y tenemos óstraca con cortos pasajes del NT (
Ocasionalmente se aclara alguna expresión del NT. Varios óstraca dan detalles de recibos fechados el día llamado Sebastē, que significa ‘día del emperador’, y quizás paralelo al uso de kyriakē, ‘el día del *Señor’, por los cristianos. El título Kyrios, ‘Señor’, aparece en óstraca con referencias a los emperadores Nerón y Vespasiano (cf. Jud. 4). Recibos de Tebas fechados en el ss. I han arrojado luz sobre el uso neotestamentario de logeia (p. ej. 1 Co. 16.1–2 = “ofrendas”), como así también sobre el verbo apejō, que significa recibo de un pago (cf. Mt. 6.2 = “han recibido su recompensa total”). La frase común eis to onoma (“en el nombre”), según se ve por los óstraca, era una fórmula legal regular que expresaba la autoridad bajo la cual se hacía algo. En consecuencia, los óstraca complementan en escala comparativamente menor, las pruebas que aportan los papiros con respecto a la lengua y las particularidades lingüísticas neotestamentarias.
f. Papiros apócrifos y no canónicos
Merecen mencionarse a causa de la utilidad que han prestado para la comprensión de la forma y el contenido de los escritos neotestamentarios. Los más notables son los Logia o dichos de Jesús. El primero de ellos (hallado en Oxirrinco en 1896 y 1897) es la hoja de un códice fechado en el ss. III que contenía dichos, algunos de los cuales eran familiares, otros de un tipo más místico; el segundo, de fines del ss. II, tenía los dichos escritos en el dorso de un rollo relativo a mensuras topográficas. Un tercero contenía fragmentos de un evangelio no canónico, y se descubrió otro de este tipo en 1934, que comprende fragmentos de tres hojas de un códice, cuya fecha se asignó al 150 d.C.
Se han recuperado, total o parcialmente, varias obras apócrifas. La colección de Chester Beatty incluye catorce hojas del Libro de Enoc, de un códice del ss. IV, y parte de una homilía de Melitón de Sardis sobre la pasión. Una hoja de papiro de origen gnóstico ha salido a la luz (de principios del ss. III), perteneciente al Evangelio de María. En Akhmim se encontraron fragmentos del Evangelio y el Apocalipsis de Pedro (probablemente escritos en el ss. II). El primero tiene tendencias docéticas, y el seguado es muy inferior al Apocalipsis de Juan. En la colección Amherst se encuentra la porción principal de la Ascensión de Isaías, y en la Biblioteca estatal de Hamburgo se hallan once hojas de los Hechos de Pablo, “romance religioso” de fines del ss. II. Finalmente, los papiros de Oxirrinco han proporcionado parte del texto gr. del conocido Pastor de Hermas. Posteriormente aparece esta obra en su forma completa en el códice sinaítico. (* Canon del Nuevo Testamento )
Bibliografía. °F. F. Bruce, ¿Son fidedignos los docomentos del Nuevo Testamento?; °J. Jeremias, Palabras desconocidas de Jesús, 1976; °A Wikenhauser, Introducción al Nuevo Testamento, 1978; A. Calderini, Tratado de papirología, 1963; J. O’Callaghan, Los papiros griegos de la cueva 7 de Qumrán, 1974;
(La bibliografía que sigue está enunciada de acuerdo a las secciones del artículo precedente),
a. F. G. Kenyon, Our Bible and the Ancient Manuscript5, 1958; E. G. Turner, Greek Papyri, 1968; C. H. Roberts, “The Codex”, Proceedings of the British Academy 40, 1954; A. Deissmann,
b. K. Aland, Kurzgefasste Liste der griechischen Handschriften des Neuen Testaments, 1963, y ediciones subsiguientes; id., Repertorium der griechischen christlichen Papyri, 1, 1976; J. van Haelst, Catalogue des Papyros Littéraires Juifs et Chrétiens, 1976.
c. F. G. Kenyon, The Text of the Greek Bible3, 1975; B. M. Metzger, The Text of the New Testament2, 1968; id., A Textual Commentary on the Greek New Testament, 1971.
d. A Wikenhauser, New Testament Introduction2, 1972, parte 2; Blass-Debrunner-Funk”A Greek Grammar of the New Testament10, 1961; J. H. Moulton y G. Milligan, Vocabulary of the Greek New Testament, 1930; C. F. D. Moule, An Idiom Book of New Testament Greek2, 1959.
e. Porciones del NT encontrados en óstraca se incluyen en las listas de papiros de b. sup.
f. H. I. Bell y T. C. Skeat, Fragments of an Unknown Gospel, 1935; B. P. Grenfell, A. S. Hunt et al., The Oxyrhynchus Papyri I-XLV, 1898–1977; R. M. Grant y D. N. Freedman, The Secret Sayings of Jesus, 1960; R. McL. Wilson, Studies in the Gospel of Thomas, 1960; J. Jeremias, The Unknown Sayings of Jesus, 1964.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico