PROJIMO

v. Hermano, Vecino
Lev 19:18 sino amarás a tu p como a ti mismo
Deu 19:11 que aborreciere a su p y lo acechare
Pro 3:29 no intentes mal contra tu p que habita
Pro 11:9 el hipócrita con la boca daña a su p
Pro 16:29 el hombre malo lisonjea a su p, y le
Zec 8:16 hablad verdad cada cual con su p
Mat 5:43; 19:19


(heb., rea†™, amith, amigo, qarov, shakhen; gr., plesion, el cercano). El décimo mandamiento está dirigido a la protección de la propiedad del prójimo (Exo 20:17) y el noveno hacia la protección de su reputación (Exo 20:16). Las ciudades de refugio fueron señaladas para aquel que habí­a dado muerte a su prójimo accidentalmente (Deu 19:4). El libro de Proverbios está lleno de amonestaciones respecto del prójimo (Pro 14:21). La debida consideración para con el prójimo está expresada en el gran precepto del AT y del NT: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lev 19:18; Mat 19:19). La parábola del buen samaritano (Luk 10:30-37) fue dada en respuesta a la pregunta: ¿Y quién es mi prójimo? (Luk 10:29).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(próximo, vecino).

– ¿Quién es tu prójimo?: Parábola del buen samaritano, Luc 10:30.

– “Amarás a tu projimo como a ti mismo”, es el resumen de la Ley y los Profetas: (Gal 5:14), y el Segundo Mandamiento, muy parecido al primero: (Mar 12:31, Mat 19:19, Luc 10:27); es también el mandamiento del A.T.

(Lev 19:18).

– De los 10 Mandamientos, los 7 últimos son nuestros deberes para con el prójimo.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Varias palabras hebreas son traducidas como p. Una de ellas, rea, denota, según el contexto, un compañero, un amigo o alguien cercano. Se usa unas 187 veces en el AT. Moisés dijo a un israelita que peleaba con otro: †œ¿Por qué golpeas a tu p.?† (Exo 2:13). Se lee en la ley: †œ… si alguno se ensoberbiere contra su p. y lo matare con alevosí­a, de mi altar lo quitarás para que muera† (Exo 21:14). Y en Lev 19:18 : †œAmarás a tu p. como a ti mismo†. Este último verso fue citado por el Señor Jesús como parte esencial de la ley (†œAmarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu p. como a ti mismo† (Luc 10:27). El término griego es plësion.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, LEYE

vet, (heb. “rea”, “amigo”, “compañero”, “vecino”, Ex. 2:13; 21:14, etc.; “‘amith”, “vecino”, “igual”, “compañero”, Lv. 6:2; 18:20; 19:15, etc.; “karob”, “cercano”, Sal. 15:3; gr. “hoplêsion”, “uno cercano”, Mt. 5:43; 19:19; Lc. 10:27, 29, 36, etc.). En Lv. 19:18 se define “prójimo” como “los hijos de tu pueblo”. La Ley del AT, así­ como la concepción de los judí­os, obligaba a una serie de deberes hacia aquellos que le eran cercanos, no fí­sicamente, sino en virtud de la común descendencia en el seno del pueblo elegido, obligaciones éstas que no eran vinculantes hacia los que se hallaban fuera de la alianza. Por ejemplo, un israelita no podí­a exigir interés a otro por un préstamo (cfr. Dt. 23:19, 20). Se prohibí­a asimismo el falso testimonio contra el prójimo (Ex. 20:16; Dt. 5:20; Pr. 25:18). También se prohibí­a codiciar cualquier cosa que él poseyera (Ex. 20:17); robarle o calumniarle (Lv. 6:2), oprimirlo (Lv. 19:13), atentar contra su vida (Lv. 19:16), cometer adulterio con su mujer (Lv. 20:10), defraudarlo de cualquier manera (Lv. 25:14, 15) o engañarlo en forma alguna (Lv. 25:17). Todos estos preceptos quedaban expresados de una manera positiva en el que ordenaba “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv. 19:18). En el NT el Señor Jesucristo amplió el concepto de prójimo. A la pregunta de un intérprete de la Ley: “¿Y quién es mi prójimo?”, el Señor respondió con la parábola del buen samaritano. En ella el Señor muestra cómo sus discí­pulos deben buscar hacer el bien a todos aquellos a los que pueda prestar su ayuda (Lc. 10:25-37). El apóstol Pablo expresa sucintamente este principio para los cristianos: “Así­ que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gá. 6:10). De esta forma se amplí­a el circulo del “prójimo”. Para el cristiano hay dos cí­rculos concéntricos. No debe pasar por alto la oportunidad de dar su ayuda a todo aquel a quien pueda prestársela. Sí­ es cierto, sin embargo, que tiene que concentrar sus energí­as en la mutua ayuda a los miembros de la familia de Dios (He. 13:16).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Es un concepto básico en la moral cristiana y en el Evangelio. La Ley de Dios es tajante al afirmar que el primer mandamiento de la Ley es amar a Dios, pero que el “el segundo es semejante al primero: “amar al prójimo como a sí­ mismo” (Lev. 19. 18; Mt. 5. 43)

1. Concepto de prójimo
En los textos bí­blicos la idea de prójimo se identifica con la de “hermano”, “cercano”, “vecino”, “compañero”, “semejante”. Incluso recogiendo el término del Antiguo Testamento, se expresa con el término griego (“plesí­on” o “paraplesion”), que alude al que está próximo (latí­n, próximus), al que está cercano. Se usa unas 18 veces en el Nuevo Testamento. Sólo 5 de ellas en los escritos paulinos y 2 en la epí­stola de Santiago.

En formas aproximadas: pariente, amigo, camarada, compañero, conocido, colaborador son muchas más. Y sobre todo “hermano” (adelfos) aparece nada menos que 382 veces.

El término prójimo encierra connotaciones fí­sicas de proximidad. El término hermano alude a ví­nculos más profundos de amor y complementariedad. No es fácil hacer la exégesis terminológica, por cuanto el contexto es el que da el sentido a las palabras aisladas. Y el término de prójimo alude a cualquier persona que vive cerca de nosotros, con ví­nculos fí­sicos, mientras que la palabra hermano es más afectiva, más vital.

2. Deberes con el prójimo
Supuesto que aceptamos la diferencia entre “hermano” con resonancia afectiva y “prójimo” con significación más social, el término en el Nuevo Testamento implica sobre todo un deber de respeto, colaboración, convivencia Sin embargo la referencia profunda con el “hermano” supone vinculación más profunda y espiritual (por consanguinidad, alianza familiar, vida cercana, fe, raza o solidaridad).

Al prójimo, sea amigo o enemigo, buscado o impuesto, se le respeta por exigencia social.

Al hermano se le ama por ví­nculos espirituales, de religión y de fraternidad. Lo que se manda en la Ley divina, es por lo tanto el respeto en el Antiguo Testamento y se exige mucho más en el Nuevo, en el cual se habla más de hermanos que de prójimos.

El Nuevo Testamento añade el deber del “amor al prójimo”, pues Dios ha hecho el corazón humano semejante al suyo, capaz de abrirse a la humanidad entera. Son los más cercanos, los que viven en nuestro entorno, quienes más reclaman ese amor. “Porque, si no amáis más que a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? ¿No hacen eso los gentiles? Yo os digo mucho más: Amad a los que os aborrecen.” (Mt. 5.42-47)

La llamada divina al amor al prójimo, no solo al hermano, sino al vecino, está en el centro del Evangelio y es lo que proclamaron los seguidores de Jesús. Pablo decí­a que la ley del amor al prójimo era la base de toda ley divina: “El que ama al prójimo es el que cumple la ley. Porque todo lo otro: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás, cualquier otro mandamiento, se resume en esta palabra: amar a tu prójimo como a ti mismo. La caridad es por lo tanto la ley en su plenitud.” (Rom. 13. 8-10)

Con ese amor se cumple el precepto del mismo Jesús, quien enseñó siempre lo que ya se habí­a dicho en el Antiguo Testamento y está grabado en el corazón de todos los hombres. Pero también mucho más.

El Apóstol Santiago en su carta proponí­a algo semejante: “Vuestra conducta sólo será buena si cumplí­s la suprema ley de la Escritura: amarás al prójimo como a ti mismo… Y si andáis con distinciones y favoritismos, cometéis pecado y la ley os acusará de falta… Mirad que quien dijo: “no adulteres”, dijo también: “no mates”. Si no cometes adulterio, pero matas, eres del todo transgresor de la Ley” (Sant. 2. 8-10).

La diferencia entre el amor a Dios y el amor al prójimo es teórica. En la práctica ama a Dios el que ama al prójimo y no puede dejar de amar al prójimo, sea quien sea, el que ama a Dios con autenticidad. Este ha sido el gran mensaje evangélico desde los primeros tiempos cristianos: que no se puede andar con distinciones en cuestiones de amor.

Por lo demás es decisivo el que el cristiano sepa graduar ese amor en función de la “proximidad”. El que vive cerca reclama más amor y respeto que el que vive lejos.

El que se cruza con nosotros varias veces al dí­a reclama más comprensión que el ocasional.

Con todo es bueno recordar que, cercano o distante, el más necesitado es el que más debe ser objeto de la comprensión, el respeto y la colaboración. En la medida de lo posible hay que tener una respuesta al estilo de Jesús, cuando alguien nos pregunta “quién es mi prójimo”. (Lc. 10.29)

3. Contenido de la catequesis
Educar en el amor es esencial en una buena formación religiosa. Pero es conveniente diferenciar bien las motivaciones y los procedimientos.

– Todo ser humano que vive cerca de nosotros y es amado por Dios. En cuanto hombre es prójimo. Y es más prójimo todaví­a si es necesitado de ayuda o de comprensión.

La educación evangélica supone adelantarse en el servicio al prójimo y no esperar su reclamo.

– El corazón humano, para ser cristiano, tiene que abarcar a todos los hombres. Así­ fue el corazón de Jesús, que amaba a todos y sigue amando sin excepción. Pero hay que saber atender con preferencia a los más cercanos y a los más necesitados. La moral cristiana que la Iglesia ha promocionado ha tenido siempre como eje el amor a los más cercanos.

– El amor al prójimo no puede ser sólo afectivo y tolerante, con respeto distante y reverencial, sino que será auténtico si es práctico, desinteresado y leal.

Educar la conciencia de esa forma supone ayudarla a crecer hacia el interior, pero sin perder la referencia al exterior.

No es fácil conseguirlo si se multiplican las distinciones sutiles entre “hermano” y “prójimo”, entre “solidaridad” y “fraternidad”, entre “don” y “limosna”. Para quien sufre hambre lo importante es la comida no la etiqueta del envase. Hay muchos teóricos del amor al prójimo, pero los más necesarios son quienes lo practican sin sutilezas ni exorcismos.

El concilio Vaticano II recordaba este deber: “Cada uno, sin excepción, debe considerar al prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente”. (Gaudium et Spes 27) (Ver Hombre 7)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> amor). La parábola del Buen Samaritano constituye uno de los textos más significativos de los evangelios. Resulta menos conocido el hecho de que esa parábola forma parte de una conversación más amplia entre un escriba y Jesús. Jesús ha unido el mandato del amor a Dios y del amor al prójimo. El escriba cree entender quién es Dios, pero necesita saber quién es el prójimo. Jesús responde contándole una parábola e implicándole en ella: “Cierto hombre descendí­a de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de bandidos, quienes le despojaron de su ropa, le hirieron y se fueron, dejándole medio muerto. Por casualidad, descendí­a por aquel camino cierto sacerdote; y al verle, pasó de largo. Vino de igual manera un levita y, cuando llegó al lugar y le vio, pasó de largo. Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó cerca de él; y al verle tuvo compasión. Y acercándose a él, vendó sus heridas… ¿Cuál de estos tres te parece que se hi zo prójimo de aquel que cayó en manos de bandidos? El escriba le dijo: El que hizo misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo” (Lc 17,30-37). El problema de fondo es, por tanto, el de identificar al prójimo, que, según el texto base de Lv 19,18 (donde se manda amar al prójimo), parece ser el israelita. Pues bien, según la parábola, conforme a todo el mensaje de Jesús, prójimo es cualquier hombre que está necesitado. Más aún, verdadero prójimo es aquel que se hace cercano al necesitado y le ayuda, sea sacerdote (aunque el sacerdote y el levita de la parábola no son prójimos), sea samaritano. Este samaritano es el verdadero prójimo del necesitado.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Véase VECINO, PRí“JIMO.

Fuente: Diccionario de la Biblia

plesion (plhsivon, 4139), neutro del adjetivo plesios (de pelas, cerca). Se utiliza como adverbio acompañado por el articulo, lit., “el que está cerca” de ahí­, un vecino, prójimo. Este término, así­ como geiton y perioikos (véase VECINO) tienen un área de significado mayor que el término castellano “vecino”. No habí­a granjas dispersas por las áreas agrí­colas de Palestina; la gente, reunidas en poblados, se cruzaba al ir y volver de sus trabajos. Por ello, la vida doméstica estaba relacionada, en cada uno de sus aspectos, por un amplio cí­rculo de vecindad. Los términos para vecino tení­an por ello un campo muy amplio. Esto puede verse de las principales caracterí­sticas de los privilegios y deberes de la vecindad tal como se exponen en las Escrituras: (a) su utilidad (p.ej., Pro 27:10; Luk 10:36); (b) su intimidad (p.ej., Luk 15:6,9; cf. geiton, véase VECINO; Heb 8:11); (c) su sinceridad y santidad (p.ej., Exo 22:7,10; Pro 3:29; 14.21; Rom 13:10; 15.2; Eph 4:25; Jam 4:12). El NT cita y expande el mandamiento de Lev 19:18, de amar al prójimo como a uno mismo; véanse, p.ej., Mat 5:43; 19.19; 22.39; Mc 12.31,33; Luk 10:27; Gl 5.14; Jam 2:8: Véase también Act 7:27: Notas: (1) Para polites, traducido “prójimo” en Heb 8:11 (VM: “conciudadano”), véase CONCIUDADANO, Nº 1; la RVR sigue aquí­ los mss. (TR) que tienen plesion. (2) En Rom 13:8 se traduce jeteron, otro, como “al prójimo” (RV, RVR); RVR77 también lo traduce así­, y da la siguiente aclaración en el margen: Lit., “al otro” (gr. heteron: ¡a quien es diferente de uno mismo!). Véase OTRO, Nº 2, y la amplia Nota en la que se contrastan alos y jeteros.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

AT. La palabra “prójimo”, que traduce con bastante exactitud el término griego plesion, corresponde imperfectamente a la palabra hebrea rea’, que es subyacente a este último. No debe confundirse con la palabra “hermano”, aunque con frecuencia le corresponde. Etimológicamente expresa la idea de asociarse con alguno, de entrar en su compañí­a. El prójimo, contrariamente al *hermano, con el que está uno ligado por la relación natural, no pertenece a la casa paterna; si mi hermano es otro yo. mi prójimo es otro que yo, otro que para mí­ puede ser realmente “otro”, pero que puede también llegar a ser un hermano. Así­ pues, puede crearse un ví­nculo entre dos seres, ya en forma pasajera (Lev 19, 13.16.18), ya en forma durable y personal, en virtud de la amistad (Dt 13,7) o del amor (Jer 3,1.20; Cant 1,9.15) o del compañerismo (Job 30, 29).’
En los antiguos códigos no se habla de “hermanos”, sino de “otros” (p.e. Ex 20,16s): a pesar de esta abertura virtual hacia el universalismo, el horizonte de la ley apenas si rebasó los lí­mites del pueblo de Israel. Luego, el Deuteronomio y la ley de santidad, con su conciencia más viva de la *elección, confunden “otro” y “hermano” (Lev 19,16ss) entendiendo así­ a los solos israelitas (17,3). No es esto un estrechamiento del amor del “prójimo” restringido a solos los “hermanos”; por el contrario, se esfuerzan por extender el mandamiento del *amor asimilando al israelita el *extranjero residente (17,8.10.13; 19,34).

Después del exilio se abre camino una doble tendencia. Por un lado, el deber de amar no concierne más que al israelita o al prosélito circunciso: el cí­rculo de los “prójimos” se estrecha. Pero por otro lado cuando los Setenta traducen el hebreo reo’ por el griego plesion separan “otro” de “hermano”. El prójimo al que hay que amar es otro, sea o no hermano. Tan luego se encuentran dos hombres, son “prójimo” el uno para el otro, independientemente de sus relaciones de parentesco o de lo que el uno pueda pensar del otro.

NT. Cuando el escriba preguntaba a Jesús: “¡,Quién es mi prójimo?” (Lc 10,29), es probable que todaví­a asimilara a este prójimo con su “hermano”, miembro del pueblo de Israel. Jesús va a transformar definitivamente la noción de prójimo.

Por lo pronto, consagra el mandamiento del amor: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No sólo concentra en él los otros mandamientos, sino que lo enlazó indisolublemente con el mandamiento del amor de Dios (Mt 22,34-40 p). Después de Jesús, Pablo declara solemnemente que este mandamiento “cumple toda la ley” (Gál 5,14), que es la “suma” de los otros (Rom 13,8ss), y Santiago lo califica de “ley regia” (Sant 2,8).

Luego, Jesús universaliza este mandamiento: uno debe amar a sus adversarios, no sólo a sus amigos (Mt 5,43-48); esto supone que se ha derribado en el corazón toda barrera. tanto que el amor puede alcanzar al mismo *enemigo.

Finalmente, en la parábola del buen samaritano pasa Jesús a las aplicaciones prácticas (Lc 10,29.37). No me toca a mí­ decidir quién es mi prójimo. El hombre que se halla en apuros, aunque sea mi enemigo, puede convertirse en mi prójimo. El amor universal conserva así­ un carácter concreto: se manifiesta para con cualquier hombre al que Dios ponga en mi camino.

-> Amor – Enemigo – Hermano – Misericordia.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

Cinco palabras hebreas del AT se traducen por «prójimo» en la RV60, la principal es rēaʿ. Las palabras del NT son geitōn, «compatriota» («vecinos» en RV60 Lc. 14:12; 15:6; Jn. 9:8), perioikos (un adjetivo que se usa como sustantivo por medio de añadirle el artículo) «aquel que vive alrededor» («vecino» en la RV60 Lc. 1:58), y plēsion (un adverbio usado como sustantivo con el artículo, excepto como predicado, cf. Lc. 10:29), «aquel que está cercano».

En el AT un prójimo es claramente un compatriota israelita, tal como se indica en la declaración: «no te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv. 19:18 RV60). El paralelismo de este versículo identifica al «prójimo» con «los hijos de tu pueblo». Se prescribía una diferente norma de conducta hacia el extranjero en contraste con el compatriota (Dt. 23:19, 20; cf. Mt. 5:43).

La ley del amor hacia el prójimo es citada por Jesús (Mt. 5:43; 19:19; 22:39; Mr. 12:31; Lc. 10:27), por Pablo (Ro. 13:9; Gá. 5:14) y por Santiago (2:8), pero es nuestro Señor quien le dio un nuevo y fresco significado. La pregunta que el intérprete de la ley le hizo, «¿quién es mi prójimo?» (Lc. 10:29), Jesús la respondió con la parábola del Buen Samaritano. Nuestro prójimo ya no es el compatriota solamente, sino que cualquiera que esté en necesidad. O quizás, aun más pertinente, en la parábola no es el sacerdote o el levita el que prueba ser el prójimo del hombre que fue asaltado (¿era un judío?), sino que fue el despreciado samaritano. « … el intérprete de la ley que busca justificarse a sí mismo … es confrontado no con el pobre hombre herido que clama por ayuda, sino con el samaritano … Éste es el prójimo que él no conocía» (K. Barth, Church Dogmatics, Charles Scribner’s Sons, New York, 1956, I/2, p. 418).

BIBLIOGRAFÍA

SBK, I, pp. 353–368; Arndt; C.E.B. Cranfield en RTWB.

Walter W. Wessel

RV60 Reina-Valera, Revisión 1960

SBK Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch (Strack and Billerbeck)

RTWB Richardson’s Theological Word Book

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (493). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

En el AT “prójimo” es traducción de las palabras heb. šāḵēn, ˓āmı̂ṯ, qārôḇ y rēa˓. En Lv. 19.18 la LXX tiene ho plēsion. En el NT (en el que se cita ocho veces este mandamiento) sólo Lucas y Juan usan las palabras geitōn y perioikos; en otras partes (y tamb. Lc. 10.27–36; Hch. 7.27) aparece la expresión de la LXX.

La palabra heb. rēa˓ es de aplicación más general que la palabra “prójimo” del castellano. Se usa, incluso, para objetos inanimados (Gn. 15.10), en la expresión “una frente de la otra”; pero también se usa en el sentido de “amigo íntimo” (Pr. 27.10), “amado” (Cnt. 5.16), e incluso “marido” (Jer. 3.20, °vm; °vrv2 “compañero”). Como ˓āmı̂ṯ rēa˓ se usan casi exclusivamente en contextos en los que entran en consideración principios morales (mientras que qārôḇ y šāḵēn expresan proximidad geográfica o física meramente). De los pasajes en que rēa˓ se define en el contexto (e. d. que se refiere a alguien en particular) hay sólo tres (1 S. 15.28; 28.17; 2 S. 12.11) que no admiten la traducción “amigo”, y todos ellos son susceptibles de una interpretación irónica. En consecuencia se usa ya sea en forma definida, en cuyo caso significa alguien que ha actuado de modo apropiado, y por ello es “amigo”—o, inesperadamente, no ha obrado de este modo (Sal. 38.11)—; o en forma indefinida de aquellos hacia quienes corresponde obrar apropiadamente. rēa˓ se encuentra frecuentemcnte en paralelo con ˒āḥ, ‘hermano’, y la Biblia se vale de esta dicotomía con referencia a otras personas en una serie de sentidos cada vez más amplios. Así, un pariente se contrasta con otro dentro del clan, el hebreo con el gentil, y finalmente el creyente con el incrédulo.

Es importante amar a aquellos con los cuales estamos vinculados por lazos naturales o mediante obligaciones pactadas, pero es igualmente importante amar a aquellos con los cuales tenemos relaciones circunstanciales únicamente: los conceptos correspondientes ḥeseḏ y ˒ahaḏâ (amor “pactual” y electivo”; cf. N. H. Snaith, Distinctive Ideas of the Old Testament, 1944, pp. 94–95) se funden en el NT en el término único agapē que se requiere de todo cristiano, tanto el que está dentro como el que está fuera de la iglesia. La Biblia enseña esto de varias maneras:

1. Alaba a quienes obraron como prójimos ejemplares para con aquellos a quienes se podría haber esperado que odiaran: cf. particularmente la forma en que Rahab trató a los espías (Jos. 2.1); la negativa de Rut a abandonar a su suegra, aun cuando en cierto sentido quedaba libre de obligaciones para con ella al haber muerto su esposo (todo el relato resulta sumamente instructivo en este sentido, y quizá no sea accidental el que “Rut” sea un sustantivo abstracto proveniente de la misma raíz que rēa˓); la forma en que la viuda atendió a Eliseo (que se compara implícitamente con las aves inmundas [1 R. 17.6] que lo alimentaban: Sarepta se encontraba en el territorio de Sidón, de donde en oriunda Jezabel).

2. Censura la pretenciosa independencia del judío (cf. Am. 2.6ss; Is. 1.17; Jonás pass.; Job 12.2).

3. En la parábola del buen samaritano se ofrece un epítome explícito de enseñanza bíblica que combina 1 y 2. A la pregunta: “¿Quién es mi prójimo?”, Jesús contesta: “¿Quién … te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” (Lc. 10.36).

Bibliografía. W. Günther, U. Falkenruth, L. Coenen, “Hermano, prójimo”, °DTNT, t(t). II, pp. 271–276; J. Jeremias, Las parábolas de Jesús, 1970; K. H. Schelkle, Teología del Nuevo Testamento, 1975, t(t). III, pp. 179–200; J. B. Bauer, “Prójimo”, °DTB, 1967, cols. 859–861.

U. Falkenroth, NIDNTT 2, pp. 258s.

J.B.J.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico