TEMOR

v. Espanto, Miedo, Temblor, Terror
Gen 9:2 el t .. de vosotros estarán sobre todo
Gen 20:11 dije .. no hay t de Dios en este lugar
Gen 32:7 Jacob tuvo gran t, y se angustió; y
Exo 9:20 el que tuvo t de la palabra de Jehová
Deu 2:25 comenzaré a poner tu t .. sobre los
Deu 11:25 miedo y t de vosotros pondrá Jehová
Deu 25:18 Amalec .. no tuvo ningún t de Dios
1Sa 18:29 más t de David, y fue Saúl enemigo de
Neh 5:9 ¿no andaréis en el t de nuestro Dios
Job 4:6 ¿no es tu t a Dios tu confianza? ¿no es
Job 18:11 de todas partes lo asombrarán t, y le
Job 21:9 casas están a salvo de t, ni viene azote
Job 28:28 aquí que el t del Señor es la sabiduría
Psa 2:11 servid a Jehová con t, y alegraos con
Psa 19:9 el t de Jehová es limpio, que permanece
Psa 34:11 venid, hijos .. t de Jehová os enseñaré
Psa 36:1 no hay t de Dios delante de sus ojos
Psa 55:5 t y temblor vinieron sobre mí, y terror
Psa 76:8 juicio; la tierra tuvo t y quedó suspensa
Psa 111:10; Pro 1:7; 9:10


estado de ánimo que significa terror, miedo, Gn 19, 30; 42, 35; Jc 7, 3; 1 S 31, 4; Si 40, 1-11, o simplemente reverencia y respeto, sentido diferente de la palabra cuando se refiere al temor de Yahvéh.

El juez Gedeón no quiso alistar en su ejército a ningún temeroso para no poner en peligro la moral y el ánimo de los valientes, Jc 7, 3.

La Biblia insta a los hijos de Dios a no tener temor. Dios le dice a Abraham que no tema porque El es su escudo y su galardón. Y Abraham le contesta que no teme mal alguno, porque El esta a su lado, Sal 23, 4. Jesús en varias ocasiones le dice a sus apóstoles que no teman, Mt 10, 31; Lc 5, 10; 12, 32.

El †œtemor de Dios† se menciona con especial frecuencia en el Deuteronomio y significa seguir fielmente los mandamientos para que, de ese modo, permanezca en vigor la Alianza, Dt 10, 12 y 20. Justo es aquel que teme a Yahvéh, e impí­o quien no le teme, Sal 112, 1 y 8, el temor del Señor es la Sabidurí­a, huir del mal, la Inteligencia, Jb 28, 28.

En el N. T. se destaca más el amor y el perdón de Dios pero permanece latente el t. como parte del ser humano, pues el t. ayuda al hombre a andar por el camino recto, Hch 9, 31; 2 Co 7, 1. El t. a Dios ayuda al ser humano a sobrellevar el t. por las cosas terrenas, inclusive a la muerte, Hb 2, 15; Ap 2, 10. T. de Dios significa ser justo y creyente, Lc 1, 50; 1 P 2, 17; en algunos pasajes se califica de temerosos de Dios a los gentiles simpatizantes de la fe cristiana, Hch 10, 1 y 22; 13, 16.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., yir†™ah; gr., phobos). Esta palabra tiene dos significados principales:
( 1 ) Aquella aprehensión del mal que normal mente conduce a la huida o la lucha y
( 2 ) aquel asombro y aquella reverencia sentida en la presencia de una autoridad superior (ya sea padre, esposo o especialmente Dios).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Varios vocablos hebreos se traducen como t., pero el sentido varí­a según el contexto. Se puede referir al miedo (†œ… vosotros tuvisteis t. del fuego† [Deu 5:5]). O a la anticipación de un mal que se ve venir. David, exiliado entre los filisteos, oyó sus comentarios negativos †œy tuvo gran t. de Aquis rey de Gat† (1Sa 21:12) porque percibió el peligro. José, sabiendo lo que pensaban sus hermanos después de la muerte de Jacob, les dijo: †œNo temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios?… no tengáis miedo† (Gen 50:17-21).

También se usa para señalar una actitud de reverencia y respeto (†œBienaventurado el hombre que teme a Jehovᆝ [Sal 112:1]; †œAfirma mi corazón para que tema tu nombre† [Sal 86:11]). Este tipo de t. se manifiesta en la vida práctica (†œ… y delante del ciego no pondrás tropiezo, sino que tendrás t. de tu Dios† [Lev 19:14]). Ese t. se obtiene por medio de la Palabra de Dios (†œ… leerás esta ley…. para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley† [Deu 31:11-12]). En algunas ocasiones se habla de t. refiriéndose a una vida virtuosa, obediente a la voluntad de Dios. Se dice de †¢Hananí­as que †œera varón de verdad y temeroso de Dios…† (Neh 7:2).
verbo †œtemer† se usaba a veces para expresar la religión que la persona profesaba. Así­, †¢Jonás se identificó como un adorador de Jehová, diciendo: †œSoy hebreo, y temo a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra† (Jon 1:9). Un caso curioso es el de los samaritanos, de los cuales se nos dice que mezclaron su religión con la adoración a Jehová (†œTemí­an a Jehová, y honraban a sus dioses† [2Re 17:33]), pero inmediatamente se aclara que ese t. no es verdadero, ya que no †œtemen a Jehovᆝ, puesto que no †œguardan sus estatutos ni sus ordenanzas, ni hacen según la ley y los mandamientos† (2Re 17:29-35).
el NT, la palabra es phobos, que se usa tanto para señalar el miedo (†œLos discí­pulos, viéndole andar sobre el mar … dieron voces de miedo† [Mat 14:26]), como para indicar la actitud de reverencia y respeto hacia Dios. Hablando de los hombres del mundo, Pablo decí­a: †œNo hay t. de Dios delante de sus ojos† (Rom 3:18). Pero los creyentes conocen †œel t. del Señor† (2Co 5:11), por lo cual procuran limpiarse †œde toda contaminación de carne y de espí­ritu†, para perfeccionar †œla santidad en el t. de Dios† (2Co 7:1).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

En su uso más frecuente, temor es el recelo de recibir daño o dolor. Generalmente este término designa una emoción dolorosa que se caracteriza por sentimientos de alarma, miedo e intranquilidad. Sin embargo, la palabra temor también puede referirse al reconocimiento sopesado y sereno de aquello que puede lastimar o dañar, reconocimiento que provoca un cuidado razonable y previsión inteligente.

¿Qué clase de temor a Jehová debemos tener?
La Biblia muestra que hay un temor propio y otro impropio. Por ejemplo, el temor puede ser saludable y hacer que la persona proceda con la debida cautela frente al peligro y de este modo evite la calamidad; o puede ser mórbido y acabar con la esperanza, lo que debilita la resistencia emocional y puede llegar al extremo de ocasionar la muerte. El temor de Dios es saludable; consiste en un sentimiento de profunda reverencia hacia el Creador, y es un temor sano de desagradarle por el aprecio que se tiene a su amor leal y bondad, y debido también al reconocimiento de que es el Juez Supremo y el Todopoderoso, Aquel que puede castigar o destruir a los que le desobedecen. (Véase PAVOR.)
El temor de Jehová Dios es esencial para los que quieren servirle. Este temor de Jehová, profundo y reverencial, es †œel principio de la sabidurí­a† (Sl 111:10), †œel comienzo de la sabidurí­a†. (Pr 9:10.) No es un temor mórbido que denigra: †œEl temor de Jehová es puro†. (Sl 19:9.) Se define así­ en Proverbios 8:13: †œEl temor de Jehová significa odiar lo malo†. Impide que se siga un mal proceder, porque †œen el temor de Jehová uno se aparta de lo malo†. (Pr 16:6.)
Adán y Eva no manifestaron el debido temor de Dios, y, por consiguiente, le desobedecieron. Esto produjo en ellos un temor doloroso o terror, que hizo que se escondieran de la presencia de Dios. Adán dijo: †œOí­ tu voz en el jardí­n, pero tuve miedo†. (Gé 3:10.) Asimismo, Caí­n, el hijo de Adán, sintió un temor similar después de haber asesinado a su hermano Abel, temor que tal vez contribuyó a que decidiese edificar una ciudad. (Gé 4:13-17.)
En Hebreos 12:28 se manda a los cristianos que tengan temor piadoso: †œContinuemos teniendo bondad inmerecida, por la cual podamos rendir a Dios servicio sagrado de manera acepta, con temor piadoso y reverencia†. Un ángel que volaba en medio del cielo y tení­a buenas nuevas que declarar, introdujo su mensaje del siguiente modo: †œTeman a Dios y denle gloria†. (Rev 14:6, 7.) Jesús contrastó el temor saludable de Dios con el temor al hombre, diciendo: †œNo se hagan temerosos de los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena†. (Mt 10:28.) Revelación 2:10 también aconseja a los cristianos: †œNo tengas miedo de las cosas que estás para sufrir†. El amor verdadero a Jehová echa fuera el temor cobarde del hombre que conduce a transigir.
El temor apropiado también incluye el debido respeto a la autoridad seglar, puesto que el cristiano sabe que el castigo justo que dicha autoridad impone por un crimen cometido ha de entenderse como una expresión indirecta de la ira de Dios. (Ro 13:3-7.)
Jesús predijo que un clima de temor cubrirí­a la Tierra durante †œla conclusión del sistema de cosas†. Dijo que habrí­a †œescenas espantosas† y que †˜los hombres desmayarí­an por el temor y la expectación de las cosas que vinieran sobre la tierra habitada†™. (Lu 21:11, 26.) Aunque la gente en general se verí­a afectada por esta situación, los siervos de Dios deberí­an seguir el principio expresado en Isaí­as 8:12: †œNo deben temer el objeto de su temor†. El apóstol Pablo explica: †œPorque Dios no nos dio un espí­ritu de cobardí­a, sino de poder y de amor y de buen juicio†. (2Ti 1:7.)
Después de hacer un estudio cuidadoso de la humanidad y de las ocupaciones del hombre y sus experiencias calamitosas, el Sabio dijo: †œLa conclusión del asunto, habiéndose oí­do todo, es: Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque este es todo el deber del hombre†. (Ecl 12:13.)

De los animales al hombre. En Génesis 9:2 se emplea la palabra †œtemor† con relación a la creación animal. Dios dijo a Noé y a sus hijos: †œUn temor a ustedes y un terror a ustedes continuarán sobre toda criatura viviente de la tierra†. Durante el año en que Noé y su familia estuvieron dentro del arca, los animales encerrados allí­ sintieron temor de ellos, lo que debió contribuir a mantenerlos controlados. De igual manera, cuando salieron del arca después del Diluvio, Jehová aseguró a Noé que este temor continuarí­a. Este hecho también se ve corroborado por la experiencia humana. Por ejemplo, el Dr. George G. Goodwin, conservador adjunto de mamí­feros en el Museo Norteamericano de Historia Natural, dijo: †œEl leopardo normalmente no ataca al hombre. Sin embargo, si se le provoca o si ha sido herido, se vuelve contra los seres humanos y pelea†. Asimismo, serpientes venenosas conocidas por su agresividad, como la mamba y la cobra real, si pueden, generalmente prefieren apartarse cautelosamente de la presencia del hombre más bien que atacar. A pesar de que el hombre ha maltratado a algunos animales y los ha convertido en bestias peligrosas, por lo general siguen sujetos a este temor. Este hecho concuerda con la declaración de Dios registrada en Génesis 1:26-28, donde se dice que la creación animal habrí­a de estar sujeta al hombre desde el tiempo en que este fue creado.

Términos afines. Los verbos hebreos ya·ré´ (Le 19:30; 26:2) y `a·ráts (Sl 89:7; Isa 29:23; 47:12) pueden comunicar la idea de temor respetuoso. El verbo `a·ráts a menudo significa temblar, temer o hacer temblar. (Isa 8:12; Sl 10:18.)
Las pruebas de la presencia de Jehová infundieron temor respetuoso a quienes las contemplaron. Cuando los israelitas estaban reunidos en el monte Sinaí­, vieron descender una nube oscura, acompañada de truenos, relámpagos y el sonido de un cuerno que se hizo cada vez más fuerte. La montaña misma tembló y ascendió humo de ella. Esta manifestación de poder llenó a los israelitas de temor; incluso Moisés tembló. El propósito de esta manifestación de la gloria de Jehová era inculcar a los israelitas un temor saludable para que no pecaran. (Ex 19:9, 16-19; 20:18, 20; Heb 12:21.)
Las visiones de la gloria de Jehová también causaban un temor respetuoso. La plataforma del carro celestial sobre la que el profeta Ezequiel vio la gloria de Jehová chispeaba como hielo sobrecogedor. Estaba muy por encima de las cabezas de las criaturas vivientes, que eran representaciones de querubines, y era como una expansión translúcida, cuyo tamaño y apariencia infundí­an un temor respetuoso. A través de la expansión translúcida se veí­a la representación de lo que parecí­a ser un trono de zafiro. La forma que estaba sentada en el trono resplandecí­a como el fulgor del electro en el fuego de un refinador, y toda ella estaba rodeada de un resplandor parecido. Esta visión de la gloria de Jehová hizo que Ezequiel cayera sobre su rostro en actitud de adoración reverencial. (Eze 1:15-22, 25-28.)
Solo a Jehová se le debe tener ese temor respetuoso que impulsa a adorar. (Sl 89:7; Isa 29:23.) Se anima a los cristianos a que rindan a Dios †œservicio sagrado de manera acepta, con temor piadoso y reverencia [forma del gr. dé·os]†. (Heb 12:28.) Los siervos de Dios demuestran este temor al esforzarse encarecidamente por agradarle, reconociendo que El pedirá cuentas y juzgará a todos imparcialmente. (1Pe 1:17; Rev 14:7.)
Algunos seres humanos y naciones también pueden infundir, voluntaria o involuntariamente, un temor respetuoso en otros. Por ejemplo, la sulamita impresionó tanto al rey Salomón, que este dijo que era imponente como compañí­as militares reunidas en torno a pendones, preparadas para la batalla. (Can 6:4, 10.) En estos textos, la palabra hebrea ´a·yóm significa †œimponente† o †œimpresionante†. Cuando la nación caldea salí­a a la batalla, era †œinspiradora de temor†. (Hab 1:6, 7.) Por otra parte, se dijo a la nación de Babilonia mediante el profeta Isaí­as que usara sus maleficios y hechicerí­as para infundir miedo a los que fueran contra ella, a fin de evitar la calamidad. No obstante, todos los esfuerzos por impedir la conquista estaban condenados al fracaso. (Isa 47:12-15.) Babilonia tení­a que caer ante los ejércitos de Ciro el persa. (Isa 44:24–45:2.)
Debido a cómo se valió Jehová de Moisés y cómo trató con él, este infundí­a imponente respeto (heb. moh·rá´) a los ojos del pueblo de Dios. (Dt 34:10, 12; Ex 19:9.) Los que tení­an fe temí­an respetuosamente la autoridad de Moisés. Se daban cuenta de que Dios hablaba por medio de él. Los israelitas también debí­an tener un temor respetuoso al santuario de Jehová. (Le 19:30; 26:2.) Esto significa que habí­an de respetar el santuario al llevar a cabo la adoración como Jehová habí­a mandado y al comportarse en armoní­a con todos sus mandamientos.

Fuente: Diccionario de la Biblia

Al AT se le caracteriza como ley de temor y al NT como ley de amor. Fórmula aproximativa que descuida muchos matices. Si el temor representa un valor importante en el AT, la ley de amor tiene ya en él sus raí­ces. Por otra parte, el temor no es abrogado por la ley nueva, dado que constituye el fondo de toda auténtica actitud religiosa. Así­ pues, en los dos Testamentos el temor y el amor se dibujan realmente, aunque en forma diversa. Importa más distinguir el temor religioso del miedo que todo hombre puede experimentar en presencia de los estragos de la naturaleza o de los ataques del enemigo (Jer 6,25; 20,10). Sólo el primero tiene lugar en la revelación bí­blica.

I. DEL MIEDO HUMANO AL TEMOR DE DIOS. Ante los fenómenos grandiosos, desacostumbrados, aterradores, el hombre experimenta espontáneamente el sentimiento de una presencia que lo desborda y ante la cual se abisma en su pequeñez. Sentimiento ambiguo, en el que lo sagrado aparece bajo el aspecto de lo tremendo sin todaví­a revelar su naturaleza pro-funda. En el AT este sentimiento es equilibrado por el conocimiento auténtico del *Dios vivo, que manifiesta su temerosa grandeza a través de los signos de que está llena su creación. El temor de Israel ante la teofaní­a del Sinaí­ (Ex 20,18s) tiene primero por causa la majestad del Dios único, al igual que el temor de Moisés ante la zarza ardiendo (Ex 3,6) y el de Jacob después de la visión nocturna (Gén 28,17). Sin embargo, cuando se produce con ocasión de signos cósmicos que evocan la ira divina (*tormenta, temblor de tierra), se mezcla con él un pavor de origen menos puro. Pertenece a la escenificación habitual del *dí­a de Yahveh (Is 2,10.19; cf. Sab 5,2). Tal es también el terror de los guardianes del sepulcro la mañana de pascua (Mt 28,4). Por el contrario, el te-mor reverencia) es el reflejo normal de los creyentes ante las manifestaciones divinas: el de Gedeón (Jue 6,22s), de Isaí­as (Is 6,5), o de los espectadores de los milagros operados por Jesús (Mc 6,51′ p; Le 5,9-11; 7,16) y por los apóstoles (Act 2,43). El temor de Dios comporta modalidades diversas que contribuyen, ca-da una en su rango, a encaminar al hombres hacia una *fe más profunda.

II. TEMOR DE DIOS Y CONFIANZA EN DIOS. Por lo demás, en la auténtica vida de fe el temor se equilibra gracias a un sentimiento contrario: la *confianza en Dios. Aun cuando Dios aparece a los hombres, no quiere aterrorizarlos. Los tranquiliza : “¡No temas!” (Jue 6,23; Dan 10, 12; cf. Lc 1,13.309, frase que repite Cristo caminando sobre las aguas (Mc 6,50). Dios no es un potentado celoso de su poder; rodea a los hombres de una providencia paternal que atiende a sus necesidades. “¡No temas!” dice a los patriarcas al notificarles sus *promesas (Gén 15,1; 26,24); la misma expresión acompaña las promesas escatológicas aportadas al pueblo que sufre (Is 41,10. 13s; 43,1.5; 44,2), así­ como las pro-mesas de Jesús al “pequeño rebaño” que recibe del Padre el reino (Lc 12, 32; Mt 6,25-34). En términos semejantes anima Dios a los profetas-al confiarles su dura misión: tendrán que habérselas con los hombres, pe-ro no deben temerlos (Jer 1,8; Ez 2,6; 3,9; cf. 2Re 1,15).

Así­ la fe en él es la fuente de una seguridad que destierra hasta el mero miedo humano. Cuando Israel en guerra ha de afrontar al enemigo, el mensaje divino vuelve a ser: “¡No temas!” (Núm 21,34; Dt 3,2; 7,18; 20,1; Jos 8,1). En lo más fuerte del peligro repite Isaí­as lo mismo a Ajaz (Is 7,4) y a Ezequí­as (Is 37,6). A los apóstoles, a quienes aguarda la persecución, repite Jesús que no teman a los que matan el cuerpo (Mt 10, 26-31 p). Una lección tantas veces repetida acaba por incorporarse a la vida. Los verdaderos creyentes, apoyados en su confianza en Dios, destierran de su corazón todo temor (Sal 23,4; 27,1; 91,5-13).

III. TEMOR DE LOS CASTIGOS DIVINOS. Hay, sin embargo, un aspecto de Dios que puede inspirar a loshombres un temor saludable. En el AT se reveló como *juez, y la proclamación de la *ley sinaí­tica va acompañada de una amenaza de sanciones (Ex 20,5ss; 23,21). Por todo lo largo de la historia los sinsabores de Israel son presentados por los profetas como otros tantos signos providenciales que traducen la cólera de Dios: motivo serio de temblar delante de él… En este sentido la ley divina aparece como una ley de temor. Asimismo el salmo 2 recuerda la amenaza de los *castigos di-vinos para invitar a las naciones extranjeras a someterse al ungido de Yahveh (Sal 2,11s).

Este aspecto de la doctrina no se puede eliminar, puesto que el mismo NT da un puesto importante a la *ira y al *juicio de Dios. Pero ante esta perspectiva terrible sólo tienen que temblar los pecadores *endurecidos en el mal (Sant 5,1; Ap 6,15s; Le 23,30). En cuanto a los otros, que se reconocen profundamente pecado-res (cf. Le 5,8). pero que tienen confianza en la *gracia justificante de Dios (Rom 3,23s), el NT ha inaugurado una nueva actitud: no más temor de esclavos, sino un espí­ritu de hijos adoptivos de Dios (Rom 8, 15), una disposición de *amor interior que destierra -el temor, pues el temor supone un castigo (lJn 4,18), pero el que ama no tiene ya miedo del castigo, incluso si su corazón le condena (IJn 3,20s). En este sentido es el NT una ley de amor. Pero ya en los tiempos del AT habí­a personas que viví­an bajo la ley de amor, como actualmente las hay todaví­a que no han superado la ley de te-mor.

IV. TEMOR DE DIOS Y RELIGIí“N. Después de todo el temor de Dios se puede comprender en un sentido bastante amplio y profundo, que lo identifique sin más con la religión. El Deuteronomio lo asocia ya en forma caracterí­stica al amor de Dios, a la observancia de sus mandamientos, a su servicio (Dt 6,2.5.13), mientras que Is 11,2 ve en él uno de los frutos del *Espí­ritu de Dios. Es, como dicen los sabios, el principio de la *sabidurí­a (Prov 1,7; Sal 111,10), y el Eclesiástico formula unas loas sobre el temor que lo presentan como el equivalente práctico de la *piedad (Edo 1,11-20). En este sentido merece la bienaventuranza con que la adornan diferentes salmos (Sal 112, 1; 128,1), porque “la *misericordia de Dios se extiende de generación en generación sobre los que le temen” (Lc 1,50; cf. Sal 103,17); el tiempo del *juicio, que hará temblar de miedo a los pecadores, será también el tiempo en que Dios “recompensará a los que temen su nombre” (Ap 11, 18). El NT, aun conservando a veces a la palabra un matiz de temor reverencial, del que no está totalmente ausente la perspectiva del Dios-Juez (2Cor 7,1; Ef 5,21; Col 3,22), sobre todo si se trata de personas que “no temen a Dios” (Lc 18,2.4; 23, 40), la entiende más bien en. este sentido profundo que hace del temor una virtud esencial: “En Dios no hay acepción de personas, sino que en toda nación el que teme a Dios y practica la justicia le es acepto” (Act 10,34s). El temor así­ entendido es el camino de la salvación.

-> Adoración – Amor – Castigos – Confianza – Piedad.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

La primera mención del temor en la Biblia se relaciona con la desobediencia de Adán. Al pecado siguió el conocimiento del desagrado de Dios y del temor a su juicio (Gn. 3:10). El temor es en sí mismo parte del castigo del pecado (Lv. 26:17; Dt. 28:25, 66). El temor egoísta descalifica para el deber (Jos. 2:11) y afecta rápidamente a otros (Dt. 20:8). El hombre que en la parábola recibió un talento fracasó en usarlo porque tenía temor (Mt. 25:25). Los temerosos («cobardes» en la RV60) se encuentran entre los que serán excluidos del cielo (Ap. 21:8). La necesidad de valor en el servicio del Señor se enfatiza repetidamente (Jos. 1:7, 9; Jer. 1:8; Ez. 2:6). El temor es conquistado por la fe (Sal. 46:2; 112:7). Por otra parte, el uso más característico del término temor, cuando se asocia con Dios, es para indicar un temor solemne y reverencial. El «temor de Dios» es, en efecto, una definición de la verdadera religión en el AT. Es el principio de la sabiduría (Sal. 111:10), el secreto de la justicia (Pr. 8:13), posibilita el guardar los mandamientos de Dios (Ec. 12:13) y distingue a las personas de las que Dios se agrada (Sal. 147:11). Es un don otorgado por el Espíritu que reposa sobre la vara del tronco de Isaí (Is. 11:2, 3). Aunque en el NT se hace un contraste entre el espíritu de esclavitud y el de adopción (Ro. 8:15; Ef. 3:12), este temor no está ausente. Controla el andar del cristiano, consciente del consuelo del Espíritu Santo (Hch. 9:21); estimula al servicio honesto (Col. 3:2) y anima a seguir la santidad (2 Co. 7:1). Ni el temor reverencial y la adoración que surgen de la comprensión de Dios como de su amor santo, excluyen el temor que es la reacción lógica ante la conciencia de su desagrado. Jesús aconsejó a sus discípulos que tuvieran temor a aquel que tiene el poder de imponerles el castigo final por el pecado (Lc. 12:4, 5). Pablo también los exhorta a ocuparse de su salvación de manera que se preocupen de evitar el mal y a ser aceptados por Dios (Fil. 2:12; Ef. 6:5, 6).

William J. Cameron

RV60 Reina-Valera, Revisión 1960

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (593). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

La Biblia emplea numerosos términos para referirse al temor. Los más comunes son los siguientes (en sus formas sustantivas): el heb. yir˒â, ‘reverencia’; el heb. paḥaḏ, ‘pavor’, ‘miedo’; el gr. fobos, ‘temor’, ‘terror’. Teológicamente pueden sugerirse convenientemente cuatro categorías principales.

a. El temor santo

Proviene de la conciencia que del Dios vivo tiene el creyente. Según Lutero, el hombre natural no puede temer a Dios perfectamente; según Rudolf Otto, es “completamente incapaz de temblar (grauen) o sentir horror en el sentido real de la palabra”. El temor santo, por otra parte, proviene de Dios y capacita al hombre para reverenciar su autoridad, obedecer sus mandamientos, odiar y evitar toda forma de maldad (Jer. 32.40; cf. Gn. 22.12; He. 5.7). Además, es el comienzo (o principio regulador) de la sabiduría (Sal. 111.10); el secreto de la rectitud (Pr. 8.13); una de las características de las personas en las que Dios se deleita (Sal. 147.11), y el deber total del hombre (Ec. 12.13). Es, también, una de las cualidades divinas del Mesías (Is. 11.2–3).

En el AT, en gran parte debido a las sanciones legales de la ley, a menudo se considera que la verdadera religión es sinónimo del temor de Dios (cf. Jer. 2.19; Sal. 34.11, vss. de Moffatt), y aun en la época del NT se utilizaba la expresión “andar en el temor del Señor” en relación con los cristianos primitivos. A los adherentes gentiles de la sinagoga se los llamaba “temerosos de Dios” (Hch. 10.2, etc.; cf. Fil. 2.12).

En el NT, sin embargo, generalmente se recalca el concepto de un Dios amante y perdonador, que por medio de Cristo otorga a los hombres un espíritu filial (Ro. 8.15), y les permite encarar la vida (2 Ti. 1.6–7) y la muerte (He. 2.15) sin temor. No obstante, siempre queda un temor reverente, porque no ha cambiado la grandiosidad de Dios y llegará el día en que seremos juzgados (2 Co. 5.10s). El temor de Dios estimula al creyente a buscar la santidad (2 Co. 7.1), y se refleja en su actitud hacia sus hermanos en la fe (Ef. 5.21).

b. Temor servil

Es, estrictamente, consecuencia natural del pecado (Gn. 3.10; Pr. 28.1), y puede venir como castigo (Dt. 28.28). Félix lo sintió cuando oyó predicar a Pablo (Hch. 24.25), y lo sienten los que rechazan a Cristo, para quienes sólo hay “un temeroso juicio” (He. 10.27, °nc, 31; cf. Ap. 21.8). Aunque en sí no es bueno, a menudo el Espíritu se sirve de este temor para la conversión de los hombres (Hch. 16.29ss, etc.).

c. El temor a los hombres

Puede expresarse como: (i) pavor reverencial y una consideración especial hacia otros hombres, en cuanto amos y magistrados (1 P. 2.18; Ro. 13.7); (ii) horror ciego de ellos y de lo que puedan hacer (Nm. 14.9; Is. 8.12; Pr. 29.25); y (iii) en un sentido muy peculiar preocupación cristiana por ellos, ante la posibilidad de que sean arruinados por el pecado (1 Co. 2.3; 2 Co. 11.3; Col. 2.1). Es posible librarse de este tipo de temor, al igual que del temor servil mencionado en (b), por medio del verdadero amor a Dios (1 Jn. 4.18).

d. El “temor” como objeto del temor

Se utiliza el vocablo temor en otro sentido, como en Gn. 31.42, 53, pasaje en el que se llama a Dios “temor de *Isaac”, e. d. el Dios a quien temía y adoraba Isaac. Su “temor”, aquello que los aterrorizaba, recae sobre los malvados (Pr. 1.26–27; 10.24; cf. Is. 66.4). Cuando los hebreos entraron en la tierra prometida, Dios envió su temor delante de ellos, destruyendo y esparciendo a los cananeos, o impresionándolos de tal manera con su temor que su espíritu se desvanecía y se volvían incapaces de resistir al invasor (Ex. 23.27–28). El temor en este sentido también se encuentra en Job 4.6 (cf. 9.34; 13.21): “¿No es tu temor a Dios tu confianza? ¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos?”

Bibliografía. °J.-J. von Allmen, Vocabulario bíblico, 1968; °R. Otto, Lo santo, 1965; W. Mundle, “Temor”, °DTNT, 1985, t(t). IV, pp. 246–248; W. Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, 1985, t(t). II, pp. 272–279; W. Beilner, “Temor”, °DTB, 1967, cois. 1005–1009.

R. Otto, The Idea of the Holy, 1929; J. Murray, Principles of Conduct, 1957, pp. 229ss; J.-J. von Allmen, Vocabulary of the Bible, 1958, gp. 113–119; R. H. Pfeiffer, “The Fear of God, IEJ 5, 1955, pp. 43–48 (valiosa visión panorámica del concepto del temor en las literaturas no bíblicas del antiguo Cercano Oriente); W. Mundle, NIDNTT 1, pp. 621–624; H. Ralz, G. Wanke, TDNT 9, pp. 189–219; W. Foerster, TDNT 7, pp. 168–196; R. Bultmann, TDNT 2, pp. 751–754.

J.D.D.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico