TENTACIONES

(-> Adán, Eva, Diablo, pan). Uno de los elementos fuertes de la antropologí­a bí­blica es la experiencia de la “prueba”, en la que viene a expresarse el riesgo de la libertad y la exigencia de una opción de los hombres. Por eso, estrictamente hablando, el motivo de la invasión y violación angélica (que aparece en 1 Henoc*) y que se sitúa en el nivel de la necesidad o del destino, no es tentación, sino opresión destructora. A diferencia de lo que sucede en 1 Henoc, la tentación, vinculada a la serpiente de Gn 2-3, no es invasión ni violación, sino un tipo de voz interna que puede impulsar y llevar a una elección equivoca da, pero que deja siempre abierto un camino de libertad y de creatividad para los hombres. En esa lí­nea, en un sentido extenso, podemos afirmar que toda la Biblia es un libro de tentaciones y pruebas, desde el paraí­so de Gn 2-3 hasta las persecuciones del Apocalipsis. Entre las tentaciones más significativas están las de los hebreos en el desierto (desde el Exodo hasta el Deuteronomio) y las que cuenta el libro de Job; según el Nuevo Testamento, todas ellas culminan en Jesús.

(1) Jesús, Mesí­as tentado. Va a iniciar su camino mesiánico. Ha salido del Jordán y tiene que llegar a Galilea, para anunciar el Reino. Lleva una misión de Dios y debe realizarla. También los antiguos hebreos pasaron el mar Rojo (que fue como su bautismo: 1 Cor 10,1-5), pero luego en el desierto sufrieron cuarenta largos años de tentación, en prueba fuerte. Con ellos padece tentación el Cristo, como indica Marcos de manera simple, estereotipada. “Y entonces el espí­ritu le llevó al desierto. Y permaneció en el desierto durante cuarenta dí­as y cuarenta noches, siendo tentado por Satanás. Y habitaba entre las fieras, pero los ángeles le serví­an” (Mc 1,12-13). No conocemos la identidad del “espí­ritu” que lleva a Jesús hacia el desierto de su dificultad. Probablemente se trata del mismo Espí­ritu de Dios que ha recibido en el bautismo. También puede tratarse de su propio espí­ritu (la hondura espiritual de Jesús, que debe probar y tentar en soledad su decisión, en un camino de discernimiento). Sea como fuere, el Evangelio supone que Jesús ha probado en la tentación la exigencia de su propia llamada, el sentido de su lucha por el Reino. Por una parte, él es un hombre como los demás, impulsado por los gustos, dolores y placeres de la frágil vida humana, tentado como todos, pero sin haber pecado (cf. Heb 4,15). Por otra parte, es mensajero de Dios y así­ refleja su hondura y decisión salvadora entre los hombres. Esto es lo que indica este pasaje de Marcos, evocando la hondura de las tentaciones. Jesús ha vuelto a situarse en el principio de la creación, entre las fieras del campo. Está en ese preciso lugar donde se juega la vida de los hombres: en una dirección se va hacia Satán, por la otra hacia los ángeles de Dios y su tarea salvadora. Jesús debe decidirse. Conforme al evangelio de Marcos, esta decisión se ha ido gestando y ratificando a lo largo de toda su vida pública, tal como ha culminado en el Calvario. Pues bien, planteando el tema desde otra perspectiva (a partir de un texto base de Q*), Lucas y Mateo, en unos textos de hondura impresionante, han querido fijar o precisar el sentido de esa tentación de Jesús, como brevemente indicaremos.

(2) Tentación económica. Jesús Benefactor. “Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espí­ritu para ser tentado por el Diablo. Y habiendo ayunado cuarenta dí­as y cuarenta noches tuvo hambre. Y se le acercó el tentador y le dijo: si eres Hijo de Dios manda que estas piedras se conviertan en panes. Y respondió Jesús: no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que brota de la boca de Dios” (Mt 4,1-4; cf. Lc 4,1-4). Jesús aparece en un campo de batalla donde combaten el Espí­ritu de Dios y el Diablo de la historia; el bien y el mal se enfrentan claramente en su persona. Como un hombre de este mundo, padece necesidad fí­sica. Tiene hambre. Y con él tienen hambre millones y millones de personas de la tierra. ¿No podremos identificar a Dios con el pan? ¿No habrá que entender el mesianismo como simple progreso material? Jesús ha respondido que el pan es importante. Pero más importante es la palabra que viene de Dios, la palabra de comunión y diálogo entre los hombres.

(3) Tentación religiosa. Jesús Gran Sacerdote. “Y el Diablo le llevó a la ciudad santa y le puso sobre el pináculo del templo y le dijo: si eres Hijo de Dios lánzate abajo, pues está escrito mandará a sus ángeles… [Sal 91,11-12], Y Jesús le respondió: no tentarás al Señor tu Dios” (Mt 4,5-7). Lc 4,9-12 pone esta tentación religiosa al final, culminando con ella el relato. Pero aquí­ hemos preferido seguir el orden de Mateo, poniendo esta tentación “religiosa” antes que la polí­tica. En este contexto, tentar a Dios es utilizarle como nuestro esclavo, interpretarle como alguien que debe responder a mis preguntas, resolviendo mis problemas. Este es el Dios de mis pequeñas seguridades y milagros, el Dios tapaagujeros que nosotros tantas veces invocamos. Pues bien, Jesús responde apelando al misterio de un Dios que nos trasciende. Tenemos que dejarle que sea divino, sin utilizar le según nuestra voluntad, como si fuera un Dios de bolsillo que resuelve sin más nuestros problemas.

(4) Tentación polí­tica. Jesús Rey supremo. Lucas poní­a esta tentación en segundo lugar, pero hemos seguido el texto de Mateo, que la pone al final, como indicando que la tentación última consiste en poner la religión al servicio de la polí­tica. “Lc llevó a una montaña altí­sima y le mostró todos los reinos del mundo con su gloria y le dijo: todo esto te daré si cayendo de rodillas me adorares. Y respondió Jesús: vete de mí­, Satanás, porque está escrito: sólo a Dios adorarás, a él sólo darás culto” (Mt 4,8-10; Lc 4,5-8. Con cita de Dt 6,13). La tentación final es el poder: como si la meta de Jesús no fuera convertirse en gran sacerdote (segunda tentación), sino en rey supremo. En este contexto de poder es donde se definen y sitúan frente a frente Dios y el Diablo. El poder del Diablo se expresa en forma de sometimiento sobre el mundo: el Diablo manda dominando e imponiendo a los demás; Dios manda creando, en gratuidad. Jesús debe escoger entre el mesianismo del Diablo (la toma del poder) o el mesianismo de Dios que no se expresa como toma de poder, sino como servicio. El Diablo tiene su propia “trí­ada”: el dinero (pan), la seguridad religiosa (milagro) y el poder (los reinos), para dominar de esa manera a los hombres. Dios se expresa en forma de comunicación (palabra), de confianza (fe) y de servicio amoroso. En este campo se han dado las tentaciones.

(5) Y no nos hagas entrar en la tentación… El Evangelio supone que el mismo Pedro fue una tentación para Jesús, pues quiso apartarle del camino de Dios (Mc 8,33). Pero el momento clave de la tentación de Jesús se sitúa en el huerto de Getsemaní­ donde dice a sus discí­pulos “velad y orad, para no caer en tentación” (Mc 14,38). Desde esa base se entiende la petición del Padrenuestro*: “y no nos introduzcas [no nos hagas caer] en tentación” (Mt 6,13; Lc 11,4). Este pasaje (con sus palabras griegas de fondo: me eisenenkés) se puede traducir de dos maneras: (a) “no nos introduzcas” de una forma activa; lo normal serí­a que Dios Padre lo hiciera, pero nosotros, débiles humanos, le pedimos que no lo haga, que no ponga a prueba nuestra vida, que no nos lleve al peirasmos, entendido aquí­ a ma nera de tribulación escatológica; (b) “no nos dejes caer”. Se supone que existe tentación, que hay prueba; pero el Padre puede y quiere ayudarnos; por eso le pedimos que no nos abandone ni rechace en medio de ella. Posiblemente las dos traducciones resultan semejantes. Sea como fuere, esta oración de Jesús es oración de la debilidad: es súplica de hijos que se saben pobres y pequeños; plegaria de aquellos que deben pedir al Padre ayuda en medio de la prueba o peirasmos escatológico.

Cf. J. DUMERY, Las tres tentaciones del apostolado moderno, Fax, Madrid 1950; J. DuPONT, Les tentations de Je’sus au de’sert, SN 4, Brujas 1968; A. FUCHS, Die Versuchung Jesu, SNTU, Linz 1984; J. I. GONZíLEZ FAUS, “Las tentaciones de Jesús y la tentación cristiana” , en La teologí­a de cada dí­a, Sí­gueme, Salamanca 1976; S. SCHULZ, Q. Die Sprucliquelle der Evangelisten, TVZ, Zurich 1972, 177-190.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra