VOTO

v. Juramento, Pacto, Promesa
Gen 28:20 hizo Jacob v .. Si fuere Dios conmigo
Gen 31:13 ungiste la piedra, y .. me hiciste un v
Lev 27:2; Num 30:2 alguno hiciere .. v a Jehová
Num 30:4 su padre oyere su v, y .. callare a ello
Deu 23:21 v a Jehová tu .. no tardes en pagarlo
Jdg 11:30 y Jefté hizo v a Jehová, diciendo: Si
1Sa 1:11 hizo v, diciendo: Jehová de .. ejércitos
2Sa 15:7 pagar mi v que he prometido a Jehová
Job 22:27 y él te oirá; y tú pagarás tus v
Psa 22:25 v pagaré delante de los que le temen
Psa 50:14 sacrifica .. y paga tus v al Altísimo
Psa 56:12 sobre mí, oh Dios, están tus v; te
Psa 61:5 porque tú, oh Dios, has oído mis v; me
Psa 65:1 tuya .. oh Dios, y a ti se pagarán los v
Psa 116:14 ahora pagaré mis v a Jehová delante
Pro 20:25 lazo es .. hacer .. v de consagración
Isa 19:21 harán v a Jehová, y los cumplirán
Nah 1:15 celebra, oh .. tus fiestas, cumple tus v
Act 18:18 rapado la cabeza .. tenía hecho v
Act 21:23 que tienen obligación de cumplir v


Voto (heb. generalmente neder, “voto”; gr. generalmente euje, “plegaria”, “voto”). Obligación asumida voluntariamente, ya sea como expresión de gratitud por una bendición divina ya recibida o por recibir. Con frecuencia reflejaba la conciencia de la necesidad de una dependencia especial de Dios. El Señor no ordena en ninguna parte que la gente haga votos, pero requiere que un voto, una vez hecho, se cumpla sin falta (Num 30:2; Psa 76:12, BJ; Ecc 5:4, 5, BJ). Al formular un voto un hombre puede dedicar al servicio de Dios algo de su propiedad, o una persona, que podrí­a ser él mismo. Jacob hizo el voto de devolver el diezmo al Señor con la condición de que éste lo protegiera y lo trajera a salvo de vuelta a la casa de sus padres (Gen 28:20-22). Las personas dedicadas al Señor se podí­an redimir mediante el pago de una suma de dinero previamente establecida (Lev 27:2-8; cf 2Ki 12:4). De lo contrario, quedaban vinculadas al santuario (1Sa 1:11, 24, 28). Un animal limpio no se podí­a redimir (Lev 27:9, 10), pero sí­ uno inmundo (vs 11-13). Una casa o un campo se podí­an dedicar a Dios (vs 14-16). La casa se podí­a redimir pagando la quinta parte de su valor; no obstante, algunos reglamentos algo diferentes se aplicaban a la redención de un campo (vs 17-24). También habí­a votos de abstinencia, como el de los recabitas, que no debí­an beber vino (véase Jer_35). El voto de nazareato, que se consideraba el más excelso de todos, podí­a ser temporal o permanente. Sólo en ocasiones especiales, como en el caso de Sansón (Jdg 13:5-7), Samuel (1Sa 1:11) y Juan el Bautista (Luk 1:15; cf 7:33, 34) era obligatorio y permanente. Por lo menos por un corto tiempo el apóstol Pablo hizo un voto de nazareato (Act 18:18; cf 21:23). En ciertas circunstancias un hombre tení­a la facultad de anular un voto tomado por una hija soltera o por su mujer (Num 30:3-16). El voto de Jefté, uno de los jueces de Israel, es un ejemplo clásico de un voto que se podrí­a considerar fue tomado sin dedicarle la planificación que merecí­a (Jdg 11:30-40). Véase Nazareo. 1209

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

latí­n votum. Promesa que se hace a Dios de ejecutar una cosa o abstenerse de ella. El v. se hací­a voluntariamente, y no era ninguna falta el no hacerlo: †œsi te abstienes de hacer voto, no habrá pecado en ti†, Dt 23, 23. Pero si se hace la promesa, es obligatorio cumplirla, Dt 23, 22; Nm 30, 3; Qo 5, 3-5. Las normas que rigen los votos, se encuentran principalmente en: Lv 7, 16-17; 22, 17-25; 27; Nm 15, 1-10; Dt 12, 11; 23, 18-23.

Las mujeres necesitaban de la aprobación del padre si eran solteras, o del marido, si estaban casadas, para comprometerse con un v.; las viudas y las repudiadas no requerí­an permiso alguno para hacer un v., Nm 30, 4-17.

El nazireato de nazîr, consagrado, era un v. temporal mediante el cual la persona quedaba totalmente consagrada a Dios, dejando que su fuerza solamente actuara en él, no se podí­a cortar el cabello, renunciando a la vida fácil, no podí­a beber o comer aquello que pudiera contener alcohol, vino, uvas, pasas; debí­a evitar la impureza, el contacto con cadáveres, así­ fuesen de familiares, Nm 6. Un niño podí­a ser dedicado al nazireato, como ocurrió con Sansón, Jc 13, 5-7 y 14; 16, 17; Samuel, 1 S 1, 11; Juan Bautista, Lc 1, 15.

Esta práctica piadosa de los votos fue desapareciendo con el tiempo ya en el N. T. escasamente se menciona en Hch 18, 18 y 21, 23.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Una promesa voluntaria a Dios de llevar a cabo algún servicio o hacer algo que le agrada, a cambio de algún beneficio que se espera (Gen 28:20-22; Lev 27:2, Lev 27:8; Números 30; Jdg 11:30); o abstenerse de ciertas cosas (Num 30:3). En el AT los votos nunca eran considerados un deber religioso (Deu 23:22); pero una vez hechos, eran considerados sagrados y obligatorios (Deu 23:21-23; Jdg 11:35; Psa 66:13; Ecc 5:4-5). Los padres podí­an vetar los votos hechos por sus hijos y los maridos los de sus esposas; pero si un marido no vetaba el voto de su esposa y luego se lo hací­a quebrantar, la culpa era suya, no de ella (Números 30). Para ser obligatorio, un voto tení­a que ser expresado (Deu 23:23). Casi todo —personas, posesiones, uno mismo— excepto lo que ya era del Señor, o era una abominación al Señor (Deu 23:18), podí­a ser objeto de voto; y todas estas cosas podí­an ser redimidas con dinero, siendo su valor determinado por un sacerdote. Casas, tierras y animales inmundos que eran redimidos tení­an que sufrir un aumento de un quinto de su valor para cubrir el dinero de la redención. Jesús condenó el abuso de los votos (Mat 15:4-6; Mar 7:10-13). El voto de Pablo en Act 18:18 era probablemente un voto nazareo temporario.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Es prometer a Dios la realización de una o varias acciones. Es comprometerse ante él voluntariamente para la abstinencia de alguna cosa legí­tima como demostración de devoción y consagración. El †¢nazareo era una persona que hací­a un voto de dedicarse a Dios y tení­a que separarse o abstenerse de ciertas cosas, como vino, sidra, vinagre, licor de uvas, uvas frescas o secas, etcétera (Num 6:1-2).

Cuando iba hacia †¢Padan-aram, Jacob hizo un v., diciendo: †œSi fuere Dios conmigo y me guardare en este viaje … Jehová será mi Dios† (Gen 28:20). El Señor se lo recuerda más tarde (†œYo soy el Dios de Bet-el, donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un v.† [Gen 31:13]). Las regulaciones relativas a los v. que podí­an hacer los israelitas se detallan en Num 30:1-16. La persona que hiciere v. †œno quebrantará su palabra†. El voto hecho por una mujer podí­a ser anulado por el padre, o por el esposo, cuando supieran de él por primera vez, pero si callaban no podí­an luego anularlo. Hacer un v. era una cosa muy seria. En Deu 23:21-22 dice: †œCuando haces voto a Jehová tu Dios, no tardes en pagarlo…. Mas cuando te abstengas de prometer, no habrá en ti pecado†. Esto se repite en Ecl 5:4-6 (†œCuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla…. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas† [Ecl 5:4-6]).
se rapó †œla cabeza en Cencrea, porque tení­a hecho v.† (Hch 18:18). Los judí­os hací­an v. como acción de gracias por alguna bendición recibida, o para solicitar una en el futuro. No se sabe el motivo de esta acción del apóstol. Es dudoso que fuera un voto de nazareato, porque en ese caso el raparse la cabeza debió ser hecho en el †¢templo (Num 6:18).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, LEYE

vet, Compromiso voluntario a consagrarse a Dios, o a consagrarle un hijo o los propios bienes. Bajo el imperio del temor, o del deseo, los hombres de todas las naciones tienen la tendencia a hacer votos que se comprometen a cumplir (Gn. 28:20-22; Nm. 21:2; 1 S. 1:11; 2 S. 15:8; Jon. 1:16). El primer voto mencionado en la Biblia es el de Jacob en Bet-el. En este voto le prometió a Dios el diezmo de todos sus ingresos, y de levantarle un lugar de culto si El lo bendecí­a en su viaje (Gn. 28:18-22). Bajo la Ley, los israelitas no estaban obligados a hacer votos, pero, si se prometí­an voluntariamente, habí­a la obligación de cumplirlos puntualmente. La Ley daba también instrucciones acerca de los casos excepcionales en los que fuera imposible su cumplimiento (Nm. 30:2-14; Dt. 23:21-23; Sal. 1:14; Ec. 5:4, 5; Nah. 1:15; etc.). Los únicos casos de votos en el NT son el de Pablo (o de Aquila, en opinión de algunos) en Cencrea, que está envuelto en un velo de misterio, y el de los cuatro varones de Jerusalén (Hch. 18:18; 21:23). Es probable que se tratara de un voto de nazareato, por el hecho de afeitarse la cabeza. Según la Ley, el último afeitado tení­a que ser llevado a cabo en el Tabernáculo o en el Templo (Nm. 6:18).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[304]
Promesa hecha a Dios o a los santos de hacer algo que les resulta agradable. Se suele decir que el voto debe versas sobre algo mejor que su contrario, de modo que no se puede ofrecer a Dios un acto malvado, como serí­a una venganza, o algo ruin, teniendo a mano objeto más excelente.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Promesa hecha a Dios o al santuario por haber obtenido, o en el caso de que se obtenga, un favor. Podí­a ser negativo, privarse de algo (v. gr., ayunar), o positivo, ofrecer algo. Los sabios de Israel amonestan contra la precipitación y el abuso en formular votos (Prov 20,25; Eclo 18,23; Ecl 5,4). El voto podí­a ser, a veces, dispensado por entrega de dinero al santuario (Lev 27). Jesucristo protestó enérgicamente contra la casuí­stica de los fariseos, que proclamaban absolutamente obligatorio un voto que iba contra la más elemental obligación filial (Mt 15,5; Mc 7,11).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

1. Promesa espontánea hecha a Dios de dar o de darle alguna cosa (Zorell, Lex. hebraicum, neder). El voto es un compromiso libre y personal. Su finalidad es glorificar a Dios, a quien se ofrece no sólo el simple acto, sino la voluntad libre de cumplirlo, reconociéndolo dueño absoluto de todo. El voto es algo profundamente arraigado en el ánimo del hombre religioso. En todas las religiones, desde el budismo hasta el islam, encontramos el voto, lo cual indica hasta qué punto es connatural al hombre religioso entablar relaciones especiales con Dios.

El voto constituye por sí­ mismo y de suyo un culto de adoración (latrí­a). La cosa que se ofrece a Dios por voto se convierte en propiedad suya y adquiere una especie de consagración que la hace preciosa a sus ojos, pero incrementa la culpa en el caso de violación del compromiso tomado por medio del voto. La persona que hace el voto debe ser plenamente libre y consciente para hacerlo. Los votos que no se compaginan con las obligaciones del propio estado son todos ellos inválidos.

2. Los votos religiosos.- Los votos que se emiten sin una intervención directa de la Iglesia son considerados “privados” (aunque se hagan en público); son “públicos” los emitidos en manos de un superior legí­timo, que los recibe en nombre de la Iglesia. El votante se obliga ante la Iglesia a mantener la castidad perfecta, a observar la pobreza evangélica, a obedecer a los superiores según las Constituciones de una sociedad religiosa aprobada por la Iglesia (CIC 308, 487 488). Los votos son un compromiso solemne y perpetuo de vivir de forma radical los consejos evangélicos. La castidad abrazada †œpor el Reino de los cielos” (Mt 19,12) tiene que ser apreciada como un don insigne de la gracia. En efecto, la castidad hace especialmente libre el corazón del hombre (cf 1 Cor 7 32-35), encendiéndolo en una caridad cada vez mayor por Dios y por todos los hombres (PC 12).

La pobreza voluntaria por seguimiento de Cristo “es sobre todo hoy un signo muy apreciado† (PC 13): es preciso que los religiosos sean pobres real y espiritualmente, participando así­ de la pobreza de Cristo.

Con la profesión de la obediencia los religiosos ofrecen a Dios la renuncia completa de su voluntad como sacrificio de ellos mismos, y por medio de ella se unen de manera más sólida y segura con la voluntad salví­fica dé Dios (PC 14).

En efecto, la vida humana se resume en tres tendencias siempre en acción. La tendencia a poseer bienes materiales, que se manifiesta en el instinto de propiedad. La tendencia al placer sensible y carnal, que se expresa en la aspiración dominante al amor humano y a la constitución de una familia.

La tendencia a los bienes del espí­ritu, que se afirma en el uso autónomo de nuestra libertad. Los consejos evangélicos, consagrando positivamente al Padre en Jesucristo nuestras tres grandes aspiraciones vitales, significan de hecho la consagración de toda nuestra vida. Y puesto que con el pecado original la triple concupiscencia de que habla san Juan (1 Jn 2,6) tiende continuamente a desviar hacia el mal nuestras tendencias vitales, el voto representa también un remedio radical contra ella y un compromiso de purificación total (Carpentier).

La profesión religiosa se compara en la tradición monástica a un segundo bautismo. Esta doctrina es recogida por el Magisterio de la Iglesia y codificada en el concilio Vaticano II: “Toda la vida de los religiosos está puesta al servicio de Dios y esto constituye una cierta consagración peculiar, que se funda í­ntimamente en la consagración del bautismo y la expresa más plenamente” (PC 5).

La profesión de los votos religiosos hunde sus raí­ces en la consagración bautismal, haciendo que esa consagración sea aún más sólida y estable por los votos, con los que se representa a Cristo unido indisolublemente a su Esposa.

Los votos no son, por otra parte, una †œrenuncia”. es éste un aspecto en el que se ha insistido demasiado haciéndolos aparecer como un ” don’†œ que se hace a Dios y a veces como un desprecio de los otros valores; es más bien una †œopción† que nos hace más libres de las preocupaciones terrenas, manifestando a todos los creyentes los bienes celestiales ya presentes en este mundo y la vida nueva que nos ha adquirido la redención de Cristo y preanunciando la futura resurrección y la gloria del Reino celestial.

Los consejos evangélicos son de un valor tan grande que han sido concedidos a la Iglesia (cf. LG 43) y manifiestan claramente la forma de vida que abrazó el Hijo de Dios, cuando vino al mundo a hacer la voluntad del Padre, y que él mismo propuso a los discí­pulos que le seguí­an.

A. A. Tozzi

Bibl.: AA. VV Votos religiosos, en DTVC, 1 887 – 1936; J Meyer, La vida consagrada por los consejos evangélicos: doctrina conciliar y desarrollos posteriores, R. Latourelle (ed.f, Vaticano II Balance y perspectivas, Sí­gueme, Salamanca 1989- 845-859; T Matura, El radicalismo evangélico, Publ, Claret, Madrid 1980; J de Sahagún Lucas, La vida sacerdotal y religiosa, Atenas, Madrid 1986.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

Promesa solemne que se hace a Dios de llevar a cabo algún acto, ofrenda o dádiva, de aceptar un servicio o determinadas circunstancias, o de abstenerse de ciertas cosas que en sí­ mismas no son ilí­citas. Un voto era un acto voluntario. Como promesa solemne, tiene la fuerza de un juramento, y a veces las dos expresiones se emplean paralelamente en la Biblia. (Nú 30:2; Mt 5:33.) Mientras que el †œvoto† es más bien una declaración de intención, el †œjuramento† se hace ante una autoridad superior en testimonio de la veracidad u obligatoriedad de la declaración. Los juramentos a menudo daban garantí­a a un pacto. (Gé 26:28; 31:44, 53.)
El registro más antiguo de un voto se halla en Génesis 28:20-22, donde Jacob prometió dar a Jehová el diezmo de todas sus posesiones si continuaba con él, le llevaba de regreso en paz y así­ demostraba ser el Dios de Jacob. Esto no quiere decir que Jacob pretendiera negociar con Dios, pero querí­a estar seguro de su aprobación. Este caso indica que los patriarcas hací­an votos (véase también Job 22:27) y que, como en el caso de muchas otras costumbres patriarcales, la ley mosaica tipificó y reguló estas prácticas ya existentes relacionadas con la adoración, pero no las introdujo.
Muchos votos se presentaban a Dios como súplicas, a fin de recibir su favor y tener éxito en una empresa, como en el caso de Jacob. Otro ejemplo al respecto es el voto que hizo Israel de destruir por completo las ciudades del rey cananeo de Arad si Jehová le daba a Israel la victoria. (Nú 21:1-3.) También se hací­an como expresiones de devoción a Jehová y a su adoración pura (Sl 132:1-5), o para indicar que una persona se apartaba a sí­ misma o sus posesiones para un servicio especial. (Nú 6:2-7.) Los padres podí­an hacer votos con relación a sus hijos, como hizo Ana con relación a Samuel. (1Sa 1:11; compárese con Jue 11:30, 31, 39.) En estas ocasiones los hijos cooperaban en cumplir el voto.

Voluntario, pero obligatorio una vez hecho. Los votos eran completamente voluntarios. Sin embargo, una vez que un hombre hací­a un voto, la ley divina le obligaba a cumplirlo. Por eso se decí­a que un voto †˜ataba sobre su alma†™, lo que implicaba que su mismí­sima vida pasaba a ser garantí­a del cumplimiento de su palabra. (Nú 30:2; véase también Ro 1:31, 32.) Como la vida está en juego, se entiende por qué las Escrituras animan a tener sumo cuidado antes de hacer un voto y a analizar con rigor las obligaciones que supondrá. La Ley declaraba: †œEn caso de que hagas un voto a Jehová […] Dios sin falta lo requerirá de ti, y verdaderamente llegarí­a a ser pecado de parte tuya. Pero en caso de que omitas hacer un voto, no llegará a ser pecado de parte tuya†. (Dt 23:21, 22.)
El congregador se expresó de la misma manera tiempo después: †œLo que prometes en voto, págalo. Mejor es que no hagas voto que el que hagas voto y no pagues. No permitas que tu boca haga pecar a tu carne; tampoco digas delante del ángel que fue una equivocación†. (Ec 5:4-6.) Un voto irreflexivo, realizado por el impulso del entusiasmo momentáneo o de la simple emoción, muy bien pudiera resultar en un lazo. (Pr 20:25.) Bajo la Ley, el que hiciese un voto irreflexivo era culpable ante Dios y tení­a que presentar por su pecado una ofrenda por la culpa. (Le 5:4-6.) En resumen, un voto no tiene mérito a los ojos de Dios a menos que esté en armoní­a con sus leyes justas y proceda de un corazón y de un espí­ritu que tienen el motivo correcto. (Sl 51:16, 17.)

Votos de mujeres bajo la Ley. Las leyes que regulaban los votos de las mujeres están bosquejadas en Números 30:3-15: el voto de una hija era obligatorio una vez que su padre lo oí­a y no poní­a ninguna objeción; o, por otra parte, el padre podrí­a anularlo. El voto de una esposa (o una muchacha comprometida) dependí­a de igual manera de su esposo (o prometido) para que fuese válido. Si el hombre anulaba el voto después de dejar que tuviese validez, cargaba con el error de ella. (Nú 30:14, 15.) En el caso de una viuda o una mujer divorciada, †˜todo lo que hubiera atado sobre su alma subsistirí­a contra ella†™. (Nú 30:9.)

Cómo se disponí­a de las cosas apartadas mediante un voto. Cualquier persona o posesión, como un terreno, podí­a ofrecerse a Jehová, con la excepción de todo lo que la Ley ya apartaba para El, como el primogénito, los primeros frutos, los diezmos, etc. (Le 27:26, 30, 32.) Aquello que se †˜santificaba†™ (heb. qó·dhesch, algo apartado como santo, para uso sagrado) mediante un voto, podí­a ser redimido pagando cierta cantidad estipulada al santuario (excepto en el caso de animales limpios). (Le 27:9-27.) Sin embargo, lo que se †˜daba por entero†™ (heb. jé·rem) no podí­a redimirse, sino que tení­a que ser total y permanentemente propiedad del santuario o, si se habí­a dado por entero a la destrucción, tení­a que destruirse sin falta. (Le 27:28, 29.)

Votos impropios o inmundos. Los votos de religiones paganas muchas veces estaban relacionados con prácticas inmundas e inmorales. Por toda Fenicia, Siria y Babilonia, los ingresos procedentes de la prostitución del templo se dedicaban al í­dolo o al templo. Tales votos degenerados estaban prohibidos en Israel: †œNo debes introducir el alquiler de una ramera ni el precio de un perro [probablemente pederasta (sodomita)] en la casa de Jehová tu Dios por voto alguno†. (Dt 23:18, nota.)
Después de la destrucción de Jerusalén, Jeremí­as recordó a los judí­os que estaban en Egipto que una de las razones de su calamidad era que habí­an dirigido impropiamente sus votos a la †œreina de los cielos† y le habí­an ofrecido sacrificios. Las mujeres, que tení­an una participación destacada en esta adoración idolátrica, dijeron rápidamente que sus esposos habí­an aprobado sus votos y el culto a la †œreina de los cielos† y que estaban determinadas a cumplir con sus votos a esta diosa. De esa manera se justificaban, con el pretexto de actuar en armoní­a con la Ley respecto a los votos para las mujeres. (Nú 30:10-15.) Jeremí­as las acusó de actos desaforados por ser idolátricos. (Jer 44:19, 23-25; 2Co 6:16-18.)

Votos hipócritas. Tras el exilio, los judí­os no recayeron en la imperdonable adoración de í­dolos. No obstante, †˜invalidaron la palabra de Dios a causa de su tradición†™. Su razonamiento falaz al interpretar la Ley afectó su entendimiento del voto, como habí­a sucedido con otros aspectos de su adoración; sus lí­deres religiosos enseñaban hipócritamente †œmandatos de hombres como doctrinas†. (Mt 15:6-9.) Por ejemplo, la tradición judí­a estipulaba que si un hombre decí­a a su padre o madre: †œTodo lo que tengo por lo cual pudieras sacar provecho de mí­ es una dádiva dedicada a Dios† (afirmación de dedicación o santificación), hací­a el voto de ofrecer a Dios todo lo que habí­a mencionado y no podí­a usarlo para ayudar a sus padres. Esta idea se basaba en el concepto teórico de que a partir de ese momento el templo tení­a prioridad sobre esas posesiones, aunque en realidad se le concedí­a plena libertad a la persona para disfrutar de ellas. (Mt 15:5, 6.)

Sacrificios relacionados con los votos. Bajo la Ley, una ofrenda quemada a veces iba acompañada de otros sacrificios a fin de denotar completa dedicación y apelar a Jehová para que aceptase el sacrificio con agrado. (Le 8:14, 18; 16:3.) Lo mismo se hací­a también con relación a los votos. (Nú 6:14.) Se presentaban ofrendas quemadas cuando se hací­an votos especiales. (Nú 15:3; Sl 66:13.) Respecto a un †œsacrificio de comunión a Jehová a fin de pagar un voto†, se requerí­a que se ofreciese un animal sano, parte del cual se quemaba sobre el altar. (Le 22:21, 22; 3:1-5.)
Sobre el voto de Jefté antes de luchar contra los ammonitas (Jue 11:29-31), véase JEFTE.

Cómo observó Pablo la ley relativa a los votos. El apóstol Pablo hizo un voto, aunque no se sabe con seguridad si fue un voto de nazareo o no; tampoco se dice si lo hizo antes de convertirse al cristianismo. Puede que el perí­odo de su voto concluyera en Cencreas, cerca de Corinto, cuando se hizo cortar el pelo al rape (Hch 18:18), o, como algunos creen, cuando fue al templo de Jerusalén con otros cuatro hombres que concluí­an sus votos. Sin embargo, Pablo realizó esta visita al templo por recomendación del cuerpo gobernante cristiano, para demostrar que andaba rectamente y que no enseñaba desobediencia a la Ley, como se rumoreaba a oí­dos de algunos de los cristianos judí­os. Era costumbre pagarles a otros los gastos de la limpieza ceremonial cuando expiraba el perí­odo de un voto, como hizo Pablo en esa ocasión. (Hch 21:20-24.)
Los siguientes argumentos explican por qué el apóstol Pablo y otros miembros del cuerpo gobernante cristiano aprobaron que se cumpliese con ciertos aspectos de la Ley, aunque el sacrificio de Cristo la abolió. Jehová Dios habí­a dado la Ley a su pueblo Israel. Por consiguiente, el apóstol Pablo dijo: †œLa Ley es espiritual†; y dijo en cuanto a sus reglas: †œLa Ley es santa, y el mandamiento es santo y justo y bueno†. (Ro 7:12, 14.) Por consiguiente, los cristianos no trataban el templo y los servicios que allí­ se llevaban a cabo despectivamente, como si fueran improcedentes; no eran servicios idolátricos. Además, muchas de las prácticas se habí­an convertido en costumbres arraigadas profundamente en los judí­os. Por otra parte, como la Ley no era simplemente religiosa, sino que también era la ley nacional, todos los habitantes del paí­s tení­an que obedecer ciertas normas, como las relativas a las restricciones de trabajar en sábado.
Sin embargo, la idea fundamental en esta cuestión es que para los cristianos, estas cosas no constituí­an su salvación. El apóstol explicó que eran asuntos de conciencia comer carne o verduras, observar ciertos dí­as como superiores a otros y hasta comer carne ofrecida a í­dolos antes de ser puesta a la venta en los mercados. Por eso escribió: †œUn hombre juzga un dí­a como superior a otro; otro juzga un dí­a como todos los demás; cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que observa el dí­a, lo observa para Jehová. También, el que come, come para Jehová, pues da gracias a Dios; y el que no come, no come para Jehová, y sin embargo da gracias a Dios†. Luego resumió su argumento mediante la declaración de un principio: †œPorque el reino de Dios no significa comer y beber, sino que significa justicia y paz y gozo con espí­ritu santo†, y concluyó: †œFeliz es el hombre que no se impone juicio por lo que aprueba. Pero si tiene dudas, ya está condenado si come, porque no come por fe. En realidad, todo lo que no es por fe es pecado†. (Ro 14:5, 6, 17, 22, 23; 1Co 10:25-30.)
El erudito bí­blico Albert Barnes hizo un comentario muy esclarecedor sobre esto en su libro Notes, Explanatory and Practical, on the Acts of the Apostles (1858). Con respecto a Hechos 21:20 (que dice: †œDespués de oí­r esto [el relato de cómo Dios habí­a bendecido el ministerio de Pablo a las naciones], ellos empezaron a glorificar a Dios, y le dijeron: †˜Contemplas, hermano, cuántos millares de creyentes hay entre los judí­os; y todos son celosos por la Ley†™†) Barnes señala: †œEste pasaje se refiere a la ley en lo que respecta a la circuncisión, los sacrificios, las distinciones de carnes, dí­as, fiestas, etc. Podrí­a parecer extraño que se continuaran observando estos ritos cuando el propósito manifiesto del cristianismo era abolirlos. No obstante, hay que recordar que: 1) Dios instituyó esos ritos, y se enseñó a la nación a observarlos. 2) Los apóstoles los respetaron mientras estuvieron en Jerusalén, y no juzgaron conveniente oponerse a ellos. [Hch 3:1; Lu 24:53.] 3) La cuestión sobre su observancia nunca surgió en Jerusalén, sino tan solo entre los conversos gentiles; esta cuestión debí­a surgir entre ellos, porque, de haber tenido que observar la Ley, hubiese sido necesario imponérsela por mandato. 4) La decisión del concilio (cap. 15) solo aplicaba a los conversos gentiles. [Hch 15:23.] 5) Era de suponer que cuando se comprendiera mejor la religión cristiana, cuando su naturaleza abierta y [universal] se desarrollara mucho más, se abandonarí­an las peculiares instituciones mosaicas sin necesidad de traumas ni conmociones. Si esta cuestión se hubiese aireado en Jerusalén, hubiese desencadenado una oposición diez veces mayor hacia el cristianismo, la iglesia cristiana se hubiese dividido en facciones y se hubiera retrasado notablemente el avance de la doctrina cristiana. También hemos de recordar que, 6) según lo habí­a dispuesto la Divina Providencia, se acercaba el dí­a de la destrucción del templo, de la ciudad y de toda la nación, lo que pondrí­a fin a los sacrificios y, a todos los efectos, a la observancia de los ritos mosaicos para siempre. Puesto que esta destrucción estaba tan cercana y serí­a una razón decisiva en contra de observar los ritos mosaicos, el Gran Cabeza de la iglesia no permitió que su observancia fuera objeto de polémica entre los discí­pulos de Jerusalén†.

Fuente: Diccionario de la Biblia

A. Verbo nadar (rd’n: , 5087), “hacer voto”. Este verbo aparece en varias lenguas semí­ticas (ugarí­tico, fenicio y arameo). En las inscripciones fenicio-púnicas el verbo y su nombre derivado a menudo se refieren a sacrificios humanos y en un sentido más general significan una ofrenda. Nadar aparece 31 veces en el Antiguo Testamento. El verbo está distribuido por toda la literatura veterotestamentaria (narrativa, jurí­dica, poética, aunque relativamente poco en los libros proféticos). Más allá del Antiguo Testamento el verbo se encuentra en los rollos del Mar Muerto, en hebreo rabí­nico, medieval y moderno. Con todo, su uso declinó después del cautiverio. Tanto mujeres como hombres podí­an “hacer votos”. Números 30 tiene que ver con las leyes que rigen los votos; cf. Num 30:2 “Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación”; y Num 30:3 “Mas la mujer, cuando hiciere voto a Jehová, y se ligare con obligación”. La Septuaginta usa eujomai (“desear”). B. Nombre neder (rd,n<, , 5088), "voto; ofrendas votivas". Este nombre aparece 60 veces en hebreo bí­blico y a menudo (19 veces) se usa junto con el verbo: "Ni los votos [neder] que prometieres [nadar]" (Deu 12:17). Las versiones modernas traducen este conjunto de diversas formas: transforman el nombre con el verbo en una expresión idiomática: "Nada de lo que hayan prometido al Señor" (lvp); adoptan un uso técnico destacando el nombre: "Ninguna de tus ofrendas votivas" (bj) o bien traducen ambos términos como nombres: "los votos, las ofrendas" (nbe). El voto tiene dos formas básicas: incondicional y condicional. El "voto" incondicional es un "juramento" mediante el cual una persona se compromete sin esperar recompensa: "Pagaré mis votos a Jehová delante de todo su pueblo" (Psa 116:14). Quien así­ se compromete está obligado a cumplir. Una vez pronunciada, la palabra votiva tiene la misma fuerza de un juramento que, en la mayorí­a de los casos, no puede violarse: "Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca" (Num 30:2). El "voto" condicional generalmente contiene una cláusula previa detallando las condiciones necesarias para el cumplimiento del voto: "E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios †¦ y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti" (Gen 28:20-22). Los votos, por lo general, se hací­an en situaciones muy serias. Jacob necesitaba la seguridad de la presencia del Señor antes de partir para Padan-aram (Gen 28:20-22). Jefté hizo un "voto" precipitado antes de salir para la batalla (Jdg 11:30; cf. Num 21:1-3); cuando Ana hizo su "voto", deseaba un niño de todo corazón (1Sa 1:11). Por más que los "votos" condicionados se hacen a menudo por desesperación, esto no altera el carácter obligatorio del mismo. Eclesiastés amplí­a la enseñanza veterotestamentaria sobre el "voto": "Cuando hagas un voto a Dios, no tardes en cumplirlo †¦ Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, a que prometas y no cumplas †¦ ni digas delante del mensajero que fue un error" (5.4–6 rva). Primero, un "voto" siempre es para Dios. Aun los gentiles hací­an "votos" (Joh 1:16). Segundo, el "voto" es voluntario y está abierto a cualquiera. En el Antiguo Testamento el "voto" no es patrimonio de personas piadosas ni es un requisito religioso. Tercero, una vez hecho el "voto" debe cumplirse. Un "voto" no se puede anular. Con todo, el Antiguo Testamento ofrecí­a la alternativa de "redimir" el "voto"; pagando el equivalente de su valor en plata, se podí­an redimir una persona, un campo o una casa dedicados por "voto" al Señor (Lev 27:1-25). Esta práctica decayó en los tiempos de Jesús. El Talmud, por tanto, desaprueba el "voto" y llama a "pecadores" a quienes lo hacen. Neder significa también una clase de ofrenda: "Allá llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, la ofrenda alzada de vuestras manos, vuestras ofrendas votivas, vuestras ofrendas voluntarias" (Deu 12:6 rva). En particular el vocablo indica algún tipo de ofrenda por la paz u "ofrenda votiva" (Esd 7.16). Era también una especie de ofrenda de gratitud: "He aquí­ sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz. Celebra, oh Judá, tus fiestas, cumple tus votos" (Nah 1:15). En estos casos aun los gentiles expresaban su gratitud a Dios probablemente con una ofrenda que prometieron a condición del cumplimiento de una plegaria (cf. Num 21:1-3). Tales ofrendas podí­an también ser expresiones de celo hacia las cosas de Dios (Psa 22:25). A Dios se le podí­a ofrendar todo lo que no le fuera abominable (Lev 27:9 ; Deu 23:18), incluyendo el servicio propio (Lev 27:2). Mientras que los paganos pensaban en términos de alimentar o cuidar a sus dioses, Dios rechaza esta intención en el cumplimiento de los "votos" dirigidos a El (Psa 50:9-13). En el paganismo el dios recompensa al cultuante por razón de su ofrenda y en proporción a su tamaño. Era una relación contractual que obligaba al dios a cancelar su deuda con el cultuante. En Israel nunca existió una relación como esta. Las expresiones extraordinarias y concretas de Israel de amor hacia Dios demuestran que con Moisés el amor era más que puro legalismo (Deu 6:4); era devoción espiritual. El Mesí­as de Dios se compromete a ofrecerse a sí­ mismo en sacrificio por el pecado (Psa 22:25; cf. Lev 27:2 ). Este es el único sacrificio que Dios acepta de manera absoluta y sin condiciones. A la luz de esta realidad, todo ser humano tiene la obligación de cumplir su "voto" delante de Dios: "A ti, oh Dios de Sion, te pertenece la alabanza. A ti se deben cumplir los votos. A ti acude todo mortal" (Psa 65:1-2 nvi). La Septuaginta usa euje ("oración; juramento; voto").

Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

Por voto se entiende una obligación voluntaria o promesa hecha a Dios. Por lo general, es hecho a condición de recibir favores especiales de Dios. A menudo, durante enfermedad u otros tipos de aflicciones el voto es hecho a Dios. Por lo tanto, ha de ser cumplido cuando la dificultad esté superada o el deseo esté cumplido (Gn. 28:20–22; Nm. 21:2; 1 S. 1:11; 2 S. 15:8). Las condiciones del voto son las siguientes: (1) consciencia de una entera dependencia de la voluntad de Dios y de una obligación de gratitud; (2) que es algo que en sí mismo es legítimo; (3) que es algo aceptable ante Dios; (4) que es algo que edifica a quien hace el voto.

¿Quién puede hacer tal voto? (1) La persona que hace el voto debe ser competente, esto es, tener suficiente inteligencia. Un niño o una persona con una mente desequilibrada no puede hacer un voto. (2) El voto puede hacerse sólo después de una debida deliberación. Siendo un acto de adoración, no debe de tomarse precipitadamente. (3) Debe ser voluntario y debe ser tomado de buen ánimo.

¿Es legítimo el voto? Sobre este tema hay pocas, si no ninguna diversidad de opinión. Que el voto es legítimo deriva de las siguientes consideraciones. Primero, de la naturaleza de un voto, siendo una promesa hecha a Dios. Puede ser una expresión de gratitud por algún favor recibido o una promesa para manifestar gratitud por algunas bendiciones deseadas que Dios debería tener a bien conceder. Jacob hizo votos de que si Dios lo llevara de vuelta a la casa de su padre, él consagraría a Jehová un décimo de todas sus posesiones. En varias partes en la Biblia, especialmente en los Salmos, abundan tales votos a Dios (Sal. 65:11; 76:11). Estos son expresiones de gracias a Dios. Segundo, el voto es legítimo porque la Biblia contiene muchos ejemplos y muchos mandatos para su fiel observancia. Esto es prueba suficiente que, en ocasiones apropiadas, los votos son aceptables ante los ojos de Dios (Dt. 12:6; Ec. 5:4; Gn. 28:20). Tercero, la legitimidad del voto es también evidente en el hecho de que en el pacto bautismal se encuentra la naturaleza de un voto. En la celebración de la Cena del Señor también hay un elemento de voto claramente implícito. En ambos sacramentos hay una consagración a Cristo y un voto de fidelidad a él. Lo mismo es verdad en el convenio del matrimonio, porque las promesas hechas a ese respecto no son meras promesas hechas entre dos partes, sino un juramento y un voto hecho ante Dios.

Los votos nunca deben ser hechos precipitadamente. Esto fue reforzado por Jefté y claramente establecido en Proverbios 20:25.

BIBLIOGRAFÍA

  1. Hodge, Systematic Theology, III (on the Third Commandment); DDB, art. sobre «Vow»; Christelijke Encyclopaedie sobre «Gelofte».

William Masselink

DDB Davis Dictionary of the Bible

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (646). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

La idea del “voto” en el pensamiento semítico bien puede haberse derivado del nombre de alguna deidad. De ser así, esa circunstancia ilustraría el hecho de que en el uso bíblico el voto siempre se relaciona con Dios, y ofrecería una nueva interpretación para pasajes tales como Jer. 32.35: en este caso tienen que interpretarse comó sacrificios de niños, no “a Moloc” (mōleḵ), sino “como un mōleḵ”, e. d. una ofrenda votiva, con sentido de “voto”. Sobre Jue. 11.30s véase * Jefté. El voto puede ser para realizar (Gn. 28.20ss), o abstenerse de realizar (Sal. 132.2ss), un acto a cambio del favor de Dios (Nm. 21.1–3), o como expresión de celo o devoción para con Dios (Sal. 22.25). No constituye pecado el hacer o el no hacer votos, pero si se lo hace—presumiblemente en forma articulada (Dt. 23.23)—el voto obliga en forma tan sagrada como el *juramento (Dt. 23.21–23). Por lo tanto, el voto no debe hacerse apresuradamente (Pr. 20.25); porque la persona que hace el voto, p. ej. de ofrecer un sacrificio, entra luego en “la esfera de la ofrenda” y queda libre únicamente una vez que se ha hecho el sacrificio (Pedersen). El cumplimiento de los votos promueve la felicidad del hombre (Job 22.27), y pone de manifiesto el carácter de la futura bendición de Israel (Nah. 1.15). Por otra parte, el sustituir un animal con defectos por el que se ha prometido como voto revela pecado y acarrea la maldición de Dios (Mal. 1.14).

Lo que ya es del Señor (p. ej. los primogénitos, los diezmos [Lv. 27.26]), o lo que es abominación a Jehová (Dt. 23.18), no puede ser consagrado ni ofrecido como voto; pero como el primogénito de la familia podía ser redimido (Lv. 27; Nm. 3.44ss), es correcto que Ana entregue a Samuel al Señor como *nazareo (1 S. 1.11). El voto no tiene ninguna virtud en si mismo (Sal. 51.16ss), y puede no ser más que simulación piadosa de una persona traicionera (2 S. 15.7ss) o inmoral (Pr. 7.14). Así, en el NT el voto con la fórmula “es Corbán” de la persona religiosa fue condenado por Cristo (Mr. 7.11). El voto (eujē) de Pablo (pero probablemente no de Aquila) indudablemente fue un voto nazareo temporario, expresión sincera y adecuada de la antigua fe hebrea (Hch. 18.18, cf. 21.23).

Bibliografía. °R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985; M. de Tuya, J. Salguero, Introducción a la Biblia, 1967, t(t). II; W. Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, 1975, t(t). II.

A. R. Johnson, Sacral Kingship in Ancient Israel, 1955, pp. 40 n.; J. Pedersen, Israel, Its Life and Culture, 4, 1959, pp. 265s, 324–330; R. de Vaux, Ancient Israel, 1961, pp. 465ss.

E.E.E.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico