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San Lucas 18:1-8 Comentario por Gilberto Ruiz

San Lucas 18:1-8 Comentario por Gilberto Ruiz

Además de que en él Jesús ora con frecuencia y en puntos claves de su vida (Lc 3:21; 5:16; 6:12; 9:18, 28–29; 11:1; 22:41, 44), el Evangelio de San Lucas contiene dos instrucciones importantes sobre la oración.

Interpretación de la Lectura
La primera ocurre en 11:1–13, donde se encuentra el Padre Nuestro (11:1–4), la parábola del amigo inoportuno (11:5–8), y los dichos acerca del afán de Dios para responder a las oraciones (11:9–13). La segunda de estas enseñanzas ocurre en 18:1–14, y contiene esta parábola de la viuda y el juez injusto (18:1–8) y la parábola del fariseo y el publicano (18:9–14).

No es tan difícil entender el sentido de esta parábola. De hecho, el primer versículo de la lectura nos informa que se trata de “la necesidad de orar siempre y no desmayar” (18:1). O sea, si la semejante parábola del amigo inoportuno en 11:5–8 se trata más de ser insistente en la oración, ésta se trata más de ser persistente en la oración. Es una marca de la fe ser persistente en la oración hasta que vuelva el Hijo del hombre (18:8), y a ellos quienes “claman a él día y noche” Dios responderá con justicia (18:7). Como avisan los versículos 7–8, la parábola no nos instruye a orar continuamente, sino que la fe en Dios y en su capacidad de responder con justicia debe de ser la base de nuestras oraciones. Dios no abandonará a los elegidos, y entonces hay que mantener fe que Dios nos escucha mientras esperamos el regreso de Jesús (la mención del Hijo del hombre en 18:8 conecta esta parábola con la sección anterior, 17:20–37, la cual se trata del regreso del Hijo del hombre y del retraso de su regreso).

El juez de la parábola no es ni un símbolo ni un sustituto para Dios. Él ni teme a Dios ni respeta a las personas (18:2), y por eso se considera un carácter malo o negativo. Lo que sucede en esta parábola es un argumento “de lo menor a lo mayor” o “de lo peor a lo mejor,” el cual es un tipo de argumentación común en el judaísmo antiguo. Se presenta un ejemplo “menor” o “peor” que Dios (aunque sea un ejemplo admirable) para entonces proponer que Dios es infinitamente “mayor” o “mejor.” Para otro ejemplo de este tipo de argumento, vea S. Lucas 11:9–13. Aquí, hasta el juez injusto por fin le rinde justicia a la viuda, aunque no por una razón honorable (18:4–5). Si un juez tan injusto puede acceder justicia a los pobres y los marginados de la sociedad, ¡cuánto más Dios “hará justicia a sus escogidos” (18:7)! Según la misma lógica, se pueda ver una analogía similar entre la viuda y los discípulos de Jesús: Si las súplicas persistentes de la viuda desamparada triunfan sobre la obstinación del juez injusto, ¡cuánto más triunfarán las oraciones persistentes y fieles de los creyentes cristianos para manifestar la respuesta del justo Dios!

Sugerencias para la Predicación
El contraste en este caso es entre un juez y una viuda. En sus parábolas, Jesús tiene la manía de presentar a personas despreciadas o abandonadas por la mayoría de la sociedad como personajes que sirven como ejemplos para seguir (p.ej., 10:29–36). La viuda era entre los mas abatidos y vulnerables de la sociedad Palestina en aquel tiempo, una persona a quien se le negaba la justicia constantemente (Is 1:23; Sal 94:6; Mal 3:5; Lc 20:47; cfr. Ex 22:22–24; Dt 10:18; 24:17; Is 54:4; Lam 1:1). Sin embargo, su persistencia en exigir la justicia es un modelo para nosotros. Uno puede predicar sobre la posibilidad que los pobres y los vulnerables son capaces de enseñar a los demás como relacionarse con Dios (pero con mucho cuidado para no presumir que uno tiene el derecho de hablar por ellos). Muchas veces, los que se le niega la justicia son los más fieles y los que creen más intensamente en la capacidad de Dios de escucharlos, porque viendo que los demás seres humanos les han fallado, creen que últimamente ellos dependen de Dios para su sostenimiento.

Es obvio que con esta lectura uno puede predicar sobre los méritos del tener fe en la eficacia de la oración. Se puede predicar sobre el tener fe en que nuestras oraciones sí son efectivas y sí son escuchadas, aunque a veces no nos parece ser el caso. Jesús nos presenta un caso en el cual casi seguramente la viuda no lograría ser escuchada. Imagine cuantas veces fue rechazada por el juez. ¿Cuántas veces nos parece que nuestras oraciones no reciben respuestas? Jesús mismo sabe que a veces dudamos del poder de la oración, y nos da el ejemplo de una situación que parecía imposible, pero en la cual lo improbable resultó. La viuda fue finalmente escuchada por alguien sin ninguna inclinación a prestarle atención. ¿Tenemos fe que Dios es más justo que este juez, y que Dios tiene toda la inclinación para escucharnos? ¿O nos desmayamos tan pronto que nos parece que nuestras oraciones no se oyen? El desafío aquí es tener tal tipo de fe y ser persistente en ella hasta el final.