La obediencia al Espíritu Santo es esencial en la vida del cristiano. En Hechos 5:32, Pedro y los otros apóstoles declaran: “Nosotros somos testigos de estas cosas, y también lo es el Espíritu Santo, a quien Dios ha dado a los que le obedecen”. En otras palabras, el Espíritu Santo nos ha sido dado para que le obedezcamos y sigamos su guía en nuestras vidas.
La obediencia al Espíritu Santo implica estar dispuestos a someternos a su dirección y a hacer lo que nos pida, incluso si no siempre comprendemos completamente lo que Él nos está pidiendo. La obediencia al Espíritu Santo también significa estar dispuestos a renunciar a nuestros propios deseos y planes, y a seguir los planes de Dios para nuestras vidas.
Por otro lado, la resistencia al Espíritu Santo es peligrosa y puede llevar a la desobediencia y al alejamiento de Dios. La resistencia al Espíritu Santo puede manifestarse de diferentes maneras, como el rechazo a seguir la dirección que nos da el Espíritu Santo, la negativa a arrepentirnos del pecado o la falta de disposición para escuchar su voz en nuestras vidas.
La resistencia al Espíritu Santo puede tener consecuencias graves en nuestras vidas y en nuestra relación con Dios. En Efesios 4:30, Pablo nos dice que podemos entristecer al Espíritu Santo con nuestra desobediencia y resistencia. Esto puede llevar a una sensación de lejanía de Dios y a una falta de fruto espiritual en nuestras vidas.
La obediencia al Espíritu Santo es esencial en la vida del cristiano, mientras que la resistencia al Espíritu Santo puede tener consecuencias graves. Debemos estar dispuestos a someternos a su dirección y a seguir su guía en nuestras vidas, renunciando a nuestros propios deseos y planes y haciendo la voluntad de Dios para nuestras vidas.