Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
En esta noche santa, nos reunimos con corazones llenos de esperanza y alegría, porque celebramos un acontecimiento que cambió el curso de la historia: el nacimiento de nuestro Salvador, Jesucristo.
La historia de la Navidad es una de humildad y amor incondicional. En un pesebre sencillo, en la pequeña ciudad de Belén, nació el Rey de reyes. No en un palacio, ni rodeado de riquezas, sino en la más pura sencillez. Esta humildad de Jesús nos enseña que lo verdaderamente importante en la vida no se encuentra en lo material, sino en el amor, la bondad y la misericordia.
En medio de las dificultades y desafíos de nuestro mundo, la historia del nacimiento de Jesús nos trae un mensaje de esperanza. Nos recuerda que Dios está siempre con nosotros, incluso en los momentos más oscuros. Él eligió compartir nuestra humanidad para acercarse a nosotros, para mostrarnos el camino de la luz y la verdad.
Esta noche, al contemplar el pesebre, veamos más allá de las figuras y las decoraciones. Veamos el amor de Dios, que se hizo hombre para estar entre nosotros. Jesús, el Emmanuel, “Dios con nosotros”, vino al mundo no solo para enseñarnos, sino para salvarnos a través de su amor y sacrificio.
Que esta Navidad nos inspire a vivir con la misma humildad y amor que Jesús nos mostró. Que nos impulse a ser portadores de su luz, llevando esperanza, paz y alegría a aquellos que nos rodean. Recordemos que cada acto de bondad, cada palabra de consuelo, cada gesto de amor, es un reflejo del amor de Cristo en el mundo.
En esta noche santa, renovemos nuestra fe y confianza en Dios. Que el nacimiento de Jesús fortalezca nuestros corazones y nos llene de la gracia necesaria para ser verdaderos discípulos suyos, llevando su mensaje de amor y salvación a todos los rincones de la tierra.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
¡Feliz Navidad!
Nota.- Este mensaje puedes utilizarlo libremente