Comentario de Apocalipsis 22:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Después me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluye del trono de Dios y del Cordero.

22:1 — Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero

— Después me mostró — Juan continúa la descripción de la santa ciudad (los versículos 1 al 5), pero en realidad es otra visión. Ahora se enfatizan las grandes bendiciones de la vida eterna con Dios en el cielo.

— un río… cristal — El paraíso de Edén también tenía su río (Gén 2:10). Como el agua es necesaria para la vida física, así es simbolizado en este pasaje todo lo que será necesario para la vida eterna. El símbolo de agua en este versículo, y el de árbol en el próximo (“el árbol de la vida”) juntamente simbolizan el carácter abundante de la salvación de los redimidos. Simbolizan la medida absolutamente llena de bendiciones de Dios y su comunión con los salvos para siempre jamás en la ciudad eterna. Véanse 7:17; 21:6; 22:17. Esta “agua” es limpia; es decir, sin elemento extraño — pura vida. (Compárese el río de la profecía de Eze 47:1-12; de Joe 3:18; y de Zac 14:8).

— que salía… Cordero — Se enfatiza el origen de toda bendición espiritual en la salvación del hombre. Compárese Efe 1:3.

El trono es de los dos (versículo 3) y (3:21), porque los dos son uno en proporcionar la salvación al hombre. Es por eso que el reino ahora (la iglesia) se llama de los dos igualmente (Luc 8:1; Luc 8:10; Mar 1:15; Jua 3:5; Jua 18:36; Col 1:13; Rom 16:16; 1Co 1:2; Gál 1:22; 1Ts 2:14).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

un río limpio. Sal 36:8; Sal 46:4; Isa 41:18; Isa 48:18; Isa 66:12; Eze 47:1-9; Zac 14:8; Jua 7:38, Jua 7:39.

de agua de vida. Apo 7:17; Apo 21:6; Sal 36:9; Jer 2:13; Jer 17:13; Jua 4:10, Jua 4:11, Jua 4:14.

resplandeciente como cristal. Apo 21:11.

que salía del trono de Dios. Apo 3:21; Apo 4:5; Apo 5:6, Apo 5:13; Apo 7:10, Apo 7:11, Apo 7:17; Jua 14:16-18; Jua 15:26; Jua 16:7-15; Hch 1:4, Hch 1:5; Hch 2:33.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El rio del agua de vida, Apo 22:1.

El árbol de la vida, Apo 22:2-4.

La luz de la ciudad de Dios es él mismo, Apo 22:5-8.

El ángel no será adorado, Apo 22:9-17.

Nada puede ser añadido a la palabra de Dios, ni quitado de ella, Apo 22:18-21.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El río que fluye con aguas de vida es evocador de las aguas que vienen desde el Templo en Eze 47:1-23, así como también de la expresión de Jesús «ríos de agua viva» (Jua 7:38), lo que simboliza el ministerio del nuevo pacto del Santo Espíritu (Jua 7:39).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

UN RÍO LIMPIO DE AGUA DE VIDA. Esto pudiera ser un río de verdad que simboliza el Espíritu Santo y la vida, la bendición y el poder espiritual que Él da (cf. Apo 7:17; Apo 21:6; Apo 22:17; Isa 44:3; Jua 7:37-39).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Capitulo 22.
E l autor sagrado continúa en el capítulo 22:1-5 la descripción de la Jerusalén celeste, y nos habla de la felicidad de sus habitantes, sirviéndose de las imágenes del agua y de la del árbol de la vida.
El agua escasea en Palestina. No hay en ella ninguna ciudad por medio de la cual corra un río que la alegre, como sucedía en Nínive con el Tigris, en Babilonia con el Eufrates, y como en el paraíso terrestre con aquella fuente que, dividida en cuatro brazos, lo regaba y alegraba todo. Por eso Ezequiel! en su descripción de la Jerusalén de la restauración, cuida de poner un río que fecundiza con sus aguas sus arrabales y da frescor y felicidad a la hermosa ciudad. El profeta nos describe un arroyo que sale del templo y corre hacia el oriente y va creciendo cada vez más. Su cauce desciende por el valle Cedrón hasta el mar Muerto, cuyas aguas sanea y endulza, convirtiéndolas en fuente de riqueza. A ambas orillas de ese río crecen árboles frutales de toda especie, que dan un fruto cada mes y sus hojas son medicinales 2.
Pues San Juan, para completar el cuadro de la Jerusalén del cielo, pone también en ella un río de agua de vida, clara como el cristal, que sale del trono de Dios y del Cordero (v.1) y corre por las calles de la ciudad. A un lado y a otro del río hay árboles plantados, árboles de vida, que dan doce frutos al año y sus hojas son saludables para las naciones (v.2). Todo, pues, en ella es salud y vida 3. Sus frutos son frutos de vida, como los del paraíso 4, y las mismas hojas son medicinales. El árbol de vida de la Jerusalén celeste da frutos continuamente para que todos puedan comer de ellos cuando lo deseen. Estos frutos perennes son el símbolo y, al mismo tiempo, significan el don de la inmortalidad. En dicha ciudad no habrá enfermedades ni muerte, porque las mismas hojas del árbol de vida servirán de medicina para las gentes. Se refiere a la conversión de los gentiles cuando comenzaron a el triunfo de la Iglesia y la gloria de la Jerusalén celeste. Todas estas imágenes sirven para expresar la dicha de los moradores del cielo, que gozan de vida eterna sin temor alguno de enfermedad ni de muerte. Son símbolos para significar cómo Dios se comunica a los elegidos. El río, los árboles con sus frutos y sus hojas, simbolizan la abundancia de los dones y de las consolaciones de que gozarán los bienaventurados en el cielo, y especialmente la visión beatífica, por la cual Dios se comunica a los elegidos con todos sus bienes. La visión beatífica es el río que alegra la Jerusalén celeste, y en el cual beben los santos, logrando de esta manera la consolación de todas las aflicciones pasadas y la gloria e inmortalidad de los cuerpos.
Ese río que nace en el trono en donde se sientan Dios y el Cordero representa a Dios en cuanto se comunica a los elegidos: simboliza al Espíritu Santo. Y en este sentido parece constituir una alusión trinitaria bastante clara, ya que los ríos de aguas vivas simbolizan en San Juan 5 el don del Espíritu Santo. De este modo, en la cumbre de la Jerusalén celeste vemos a toda la Trinidad: el Padre ilumina la entera ciudad con su gloria, el Cordero la ilustra con su doctrina y el Espíritu Santo la riega y la fecunda con toda clase de bienes espirituales 6.
Los v.3-5 precisan la naturaleza de la felicidad de los elegidos sirviéndose de expresiones ya encontradas anteriormente. Los bienaventurados no tendrán temor alguno de perder la bienaventuranza ni de ser arrojados del cielo, porque allí no puede tener cabida ninguna tentación, ni pecado, ni dolor. En el paraíso terrestre nuestros primeros padres fueron tentados, cayeron en el pecado, y con él perdieron todos los dones preternaturales que poseían. No sucederá así en la Jerusalén celeste: no habrá ya maldición alguna en ella, y el trono de Dios y del Cordero estará en ella (v.3). Entonces se cumplirá lo dicho por el profeta Zacarías acerca de la Jerusalén mesiánica: “Y morarán en ella, y ya nunca más será anatema y morarán en seguridad” 7. No habrá peligro de que la nueva Jerusalén sea condenada al anatema, herem, aniquilador, tan corriente en las guerras antiguas. Los elegidos, en el cielo, no temerán condenas, porque no habrá pecado. La bienaventuranza de los predestinados se caracterizará por una tranquilidad sin límites. Reinarán, sin ser turbados, sobre todo el universo por toda la eternidad. En el cielo verán a Dios cara a cara (v.4), con lo cual quedará satisfecho el más profundo anhelo del hombre, pues la visión de la esencia divina es lo que propiamente hace bienaventurados a los santos 8. La visión de Dios cara a cara, privilegio exclusivo del Hijo de Dios 9 y de los ángeles 10, será – según la promesa del Nuevo Testamento – la herencia de todos los hijos de Dios, coherederos con Cristo n. San Pablo también afirma que en el cielo veremos a Dios cara a cara: “Ahora vemos por un espejo y oscuramente – dice el Apóstol de las Gentes -, entonces veremos cara a cara. Al presente conozco sólo en parte, entonces conoceré como soy conocido”12. Y el mismo San Juan enseña a su vez en su primera epístola: “Sabemos que cuando aparezca seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es*13. Esta idea de la visión beatífica, de la plena felicidad en el cielo, sin duda que sería de gran efecto para infundir nuevos alientos a los cristianos perseguidos. Los que se mantuvieron fieles a Dios en este mundo reinarían sin fin con El y con el Cordero en el cielo.
Los santos en el cielo llevarán el nombre de Dios sobre la frente para indicar que pertenecen eternamente a Dios y que siempre serán posesión de Dios 14. Reinarán por los siglos de los siglos (v.5) con Cristo y le servirán como sacerdotes en una liturgia eterna 15. No tendrán necesidad de luz de antorcha ni del sol, porque el Señor los iluminará con su presencia 16.
Aquí debería terminar la última profecía de la Biblia, la más sublime de todas. Pero San Juan añadió un epílogo que insiste sobre el cumplimiento próximo de la profecía.

Epílogo, 22:6-21.
E l epílogo con el que se cierra el Apocalipsis viene a resumir el contenido del libro. Comprende una serie de sentencias un tanto inconexas escritas en. un estilo entusiasta. Hablan en él alternativamente varios personajes: Juan, el ángel, Jesús y el Espíritu Santo. Las ideas dominantes de este epílogo son la insistente preocupación de autenticar las revelaciones que Juan nos ha ido exponiendo a lo largo de todo su libro, con el fin de que nadie se atreva a falsificarlas o a cambiarlas, y el anhelo que se manifiesta de la pronta venida de Cristo.
En el epílogo se pueden distinguir los siguientes puntos: Declaraciones de Cristo y de Juan que sirven para atestiguar la genuinidad del libro (v.6-9). Después se añaden ciertas advertencias de Cristo sobre el cumplimiento próximo de la profecía del Apocalipsis (v.10-16). Vienen a continuación un llamamiento amoroso del Espíritu Santo a los cristianos y a la humanidad (v.17), una amenaza de Juan contra los falsificadores (v. 18-19), la promesa de Jesús de su próxima venida (v.20) y, finalmente, la salutación epistolar en forma de bendición (V.21).

Las palabras de esta profecía son atestiguadas, 22:6-9.
6 Y me dijo: Estas son las palabras fieles y verdaderas, y el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, envió su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que están para suceder pronto. 7 He aquí que vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.8 Y yo, Juan, oí y vi estas cosas. Cuando las oí y vi, caí de hinojos para postrarme a los pies del ángel que me las mostraba. 9 Pero me dijo: No hagas eso, pues soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro; adora a Dios.

El que habla parece que debe de ser el mismo ángel que había servido de intérprete a San Juan en la postrera sección 17. Pero las palabras que dice en el ν η sólo convienen a Cristo. El interlocutor asegura que cuanto se contiene en el libro se cumplirá, y pronto, porque las palabras del Señor son fieles y verdaderas (v.6). Esta garantía se refiere al conjunto del Apocalipsis, pues la referencia de los v.6-7 a Rev 1:1-3 es bastante clara. Por el estilo y las referencias se ve que el autor del epílogo fue el que escribió el prólogo y el resto del Apocalipsis. El que envía al ángel es llamado el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, porque durante la economía antigua Yahvé les comunicó de su espíritu de profecía. Para entender todo el sentido de estas palabras es conveniente volvamos los ojos al Antiguo Testamento. Su contenido son multitud de promesas de Dios, cuyo cumplimiento se va retrasando cada vez más, de suerte que algunos ya dudaban de ellas. Pero la palabra de Dios no podía faltar, y Jesucristo vino a darle un cumplimiento muy por encima de cuanto podían los hombres esperar. Por eso, el Señor es llamado Fiel y Veraz en el Apocalipsis 18; y Cristo en el Evangelio dice de sí mismo que es la Verdad 19. La idea de que esas promesas se cumplirán pronto aparece muchas veces en el Apocalipsis. Sin embargo, hay que tener presente que esas promesas tienen muchos grados, los cuales se van desenvolviendo poco a poco. Y si bien la plenitud de ese cumplimiento se retrasa, no sabemos cuánto – eso es un secreto del Padre celeste -, no obstante, el tiempo, comparado con la eternidad, apenas es un momento, y al fin se cumplirán por encima de lo que el hombre puede esperar. El Dios de la revelación es el Dios de los espíritus de los profetas, expresión que hay que explicar por el texto de 1Co 14:32, en donde espíritu significa inspiraciones. Se trata, por consiguiente, de los dones profetices, cuya fuente está en Dios. El es el que envió sus inspiraciones a San Juan por ministerio de su ángel 20.
En el v.7 es el mismo Jesucristo el que toma la palabra para confirmar lo dicho por el ángel sobre la proximidad de su venida. La expresión vengo presto se lee otras dos veces en este epílogo 21, y también en los primeros capítulos del Apocalipsis 22. Parece como reflejar la tensión espiritual de Juan, que espera la llegada inminente de Cristo. Y quiere que los cristianos se preparen a su vez para el día de su par usía. La venida de Jesús aquí, como la venida de Yahvé en el Antiguo Testamento, puede tener lugar en diversos tiempos y según la obra que venga a realizar. Siempre que el Señor interviene en la historia de una manera especial, puede decirse que se ha producido una venida suya. Así, la venida puede ser más o menos pronta. Para cada cristiano en particular, la venida de Cristo tiene lugar en la muerte individual, pues con ella se decide su destino eterno 23. Por eso, el que vigile y el que esté atento a la llegada del Señor podrá ser llamado bienaventurado, porque Dios premiará la fidelidad con la gloria eterna. Si los cristianos guardan las palabras de la profecía del Apocalipsis siendo fieles, Dios será más fiel aún a las promesas hechas. Esta bienaventuranza es la sexta de las siete que cuenta el Apocalipsis 24. En ella se pone de relieve que, si el cristiano quiere obtener el cielo, ha de cumplir los preceptos divinos. La sola fe no basta para conseguir la felicidad eterna.
Después San Juan atestigua la verdad de todo lo expuesto en el Apocalipsis: Y yo, Juan, oí y vi estas cosas (v.8). Es una especie de firma puesta al libro. En el primer capítulo encontramos testimonios parecidos a éste 25. Y en el cuarto evangelio, el autor sagrado se expresa en términos muy semejantes 26. Todo lo cual nos demuestra que ha sido la misma mano la que ha compuesto estas obras. A continuación se nos describe una escena que es la repetición de Rev 19:10. Juan intenta hacer al ángel la cortesía de la adoración, tan común en los libros apocalípticos (v.8). Pero el ángel rehusa esa cortesía extremada, que tiene parecido con la adoración de latría, la cual sólo se debe a Dios. De sí mismo confiesa el ángel que es un consiervo del Señor, igual que Juan y sus hermanos en la fe (v.9). El ángel es consiervo de Juan en cuanto que éste tiene que transmitir el mensaje recibido del ángel, que a su vez lo transmite de parte de Dios. Como en Rev 1:1.3, el autor del Apocalipsis se coloca con toda sencillez en el rango de los profetas, porque, a imitación de los profetas del Antiguo Testamento, ha tenido que dar a conocer la revelación divina a los hombres. El ángel termina la frase diciendo: adora a Dios, que resume con fuerza el pensamiento de Juan y cuadra bien con el Apocalipsis, que es una protesta continua contra la idolatría.

Palabras de Cristo a toda la humanidad,Rev 22:10-16.
10 Y me dijo: No selles los discursos de la profecía de este libro, porque el tiempo está cercano. 11 El que es injusto continúe aún en sus injusticias, el torpe prosiga en sus torpezas, el justo practique aún la justicia y el santo santifíquese más. 12 He aquí que vengo presto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras.13 Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin. 14 Bienaventurados los que lavan sus túnicas para tener derecho al árbol de la vida y a entrar por las puertas que dan acceso a la ciudad. 15 Fuera perros, hechiceros, fornicarios, homicidas, idólatras y todos los que aman y practican la mentira. 16 Yo, Jesús, envié a un ángel para testificaros estas cosas sobre las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana.

Según el contexto, sería el ángel del v.9 el que continúa hablando; sin embargo, las palabras de los v.10-16 sólo pueden ser puestas en labios de Cristo a causa de la gravedad de las declaraciones que siguen. Jesucristo ordena a San Juan que no selle la profecía de este libro, porque su cumplimiento está cercano (v.10). El Apocalipsis está ordenado en gran parte a consolar y animar a los fieles, mostrándoles la especialísima providencia de Dios sobre ellos. Por eso, San Juan no debe sellar estos oráculos, para que en cualquier tiempo puedan los cristianos encontrar en ellos alivio y consuelo.
En contraste con la literatura apocalíptica, en donde se suele ordenar el mantener en secreto las visiones habidas 27, la revelación recibida por Juan no ha de permanecer oculta, sino que interesa manifestarla a la generación presente. Las profecías contenidas en ella comenzaban ya a cumplirse, y, por lo tanto, era urgente sacar provecho de ellas, preparándose para cuando llegasen los acontecimientos. Esta recomendación tenía particular interés para los contemporáneos de San Juan, que eran testigos de los hechos a los cuales alude en el Apocalipsis. Esto resulta particularmente claro por lo que se refiere a los capítulos 2-13 del Apocalipsis. Pero también el resto del libro se presenta íntimamente ligado con lo que precede en virtud del artificio literario llamado recapitulación, según el cual el Apocalipsis no expondría una serie continua y cronológica de sucesos futuros, sino que describiría los mismos sucesos bajo diversas formas. Para San Juan lo mismo que para los antiguos profetas, el futuro se presenta a su mente sin perspectiva propiamente temporal o cronológica. La venida del reino de Dios tendrá lugar después de la ruina de Roma, del mismo modo que el reino mesiánico es asociado en Isaías a la derrota de Asiría 28.
El plan de Dios se cumplirá de todas maneras. La mala voluntad de los hombres no podrá impedir el plan providencial divino. Por este motivo, el vidente de Patmos declara con cierta ironía que, mientras llega el cumplimiento de la profecía, cada uno considere lo que le conviene hacer: si trabajar en la obra de su santificación o dejarse llevar del pecado y del vicio (v.11). Es una figura retórica, la permisión, que se encuentra en diversos pasajes del Antiguo Testamento 29. El verdadero cristiano ha de trabajar por santificarse: el justo practique aún la justicia y el santo santifíquese mas. La persecución revelará las disposiciones íntimas de cada uno. Pero la venida de Cristo fijará a cada uno en la actitud que haya elegido libremente. Esta venida es anunciada como inminente por el mismo Jesucristo: He aquí que vengo presto 30 a dar a cada uno premio o castigo, según las obras que haya hecho (v.1a). Esto tendrá lugar al fin de la vida de cada uno, y de un modo especial al fin del mundo, cuando el hombre todo entero, en cuerpo y alma, recibirá la retribución merecida 31. El salario (6 μισ3όβ μου), premio o castigo que trae consigo el Señor, se dará a cada uno según las obras que haya practicado. El tema del salario o recompensa es frecuente en la Sagrada Escritura 32 e incluso en el mismo Apocalipsis 33. Jesucristo se presenta en este pasaje como Juez supremo, con lo cual se da a indicar que está en el mismo plano de igualdad con Dios Padre, pues en otros lugares del Apocalipsis Dios Padre era el juez 34.
Todas estas palabras de Cristo insisten en la inminencia de su venida y traen a la memoria las parábolas de la vigilancia, que tanto inculca Jesús en el Evangelio 35.
Jesucristo se aplica a sí mismo, corno en Rev 1:17; Rev 2:8, los títulos divinos que ya antes 36 habían sido atribuidos a Dios. El es el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin (ν.13). Con lo cual pone de manifiesto que El es Dios, igual al Padre, y que, por lo tanto, tiene poder para mantener sus promesas y sus amenazas. Puede juzgar a los hombres como Señor soberano de toda la creación. De ahí que declare bienaventurados a los que lavan sus túnicas en la sangre del Cordero (v.14) 37, es decir, a los que han sabido aprovecharse de los efectos de la redención asimilándoselos. Estos son los únicos que podrán tener los vestidos limpios para ser admitidos al banquete celeste. El lavado de los vestidos de los elegidos solamente se podía llevar a cabo por medio de la sangre del Cordero 38. Esta bienaventuranza es la séptima y última del Apocalipsis 39. Los que se han purificado en la sangre del Cordero, o sea los que viven santamente, adquieren el derecho a comer de los frutos del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Jerusalén celeste 40 para permanecer en ella eternamente. Tener acceso al árbol de la vida y a la Jerusalén celeste es lo mismo que entrar en la gloria 41.
De esta ciudad santa serán excluidos los que no practican la ley de Dios y los que se han dejado arrastrar por los caminos de la inmoralidad42. En primer lugar no tendrán parte en la felicidad eterna los perros (v.15), es decir, los sodomitas y todos los manchados con los vicios de los idólatras43. El perro era considerado por los hebreos como animal impuro, y era tenido, por este motivo, en gran menosprecio. En el Antiguo Testamento, la expresión perros es empleada para designar a los hombres entregados a la prostitución y a los vicios de homosexualidad44. Aquí simboliza a los hombres impuros y viciosos45. Tampoco entrarán en el cielo los hechiceros, o sea los que se dedican a las artes mágicas, muy en boga en Asia Menor en el siglo 1; ni los fornicarios, que cometían toda suerte de inmoralidades46; ni los homicidas, que derramaban la sangre inocente de los cristianos o de los pobres esclavos47; ni de los idólatras, que, en lugar de adorar al Dios único y verdadero, daban culto a dioses falsos. Culto que muchas veces incitaba y conducía a la perversión moral. La lista se termina excluyendo de la Jerusalén celeste a todos los que aman y practican la mentira, es decir, a todos los que se oponen a la doctrina de Cristo, que es la única verdadera. Cristo es la misma Verdad48. Por eso, el que practica la mentira se hace amigo de Satanás, que es el padre de la mentira49, y no puede tener parte con Jesucristo, fuente de la Verdad.
El Apocalipsis comenzaba con una visión introductoria en la que aparecía Jesucristo escribiendo las cartas a las siete iglesias. Aquí el mismo Cristo da testimonio de la verdad de las revelaciones contenidas en dicho libro, y declara, como Señor de los ángeles, haber enviado un ángel para testificar todas estas cosas que van dirigidas a las iglesias (v.16) 50. Es, pues, un nuevo testimonio de la autenticidad del libro dado por el mismo Jesús (cf. v.6-7). El ángel de que nos habla el v.16 puede muy bien ser el último que habla al vidente de Patmos, o tal vez pudiera ser un nombre colectivo que abarca a todos los ángeles que aparecen en el Apocalipsis como intérpretes de Juan.
Cristo, que antes se declaraba principio y fin51, ahora se dice la raíz y el linaje de David, o sea que Cristo se presenta a sí mismo con los caracteres del verdadero Mesías para que nadie sienta temor de caer en una ilusión 52. Jesucristo es, además, la estrella brillante de la mañana, que anuncia el despuntar de aquel día eterno al que no sucederá ninguna noche 53. Esta estrella es también el símbolo del principado de Cristo sobre todos los santos y sobre todos los reyes de la tierra. En el claro cielo de Oriente, el lucero de la mañana brilla sobre todos los astros. Por algo ocupó un lugar tan distinguido en la religión astral de los pueblos mesopotámicos. Pues a esta estrella se compara Jesucristo, que en el cuarto evangelio dice de sí que es la luz del mundo 54. Y de El dice el mismo San Juan que es la luz verdadera que viene a este mundo a iluminar a todo hombre 55.

El Espirita y la Iglesia le responden con un llamamiento insistente,Rev 22:17.
17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que escucha diga: Ven. Y el que tenga sed, venga, y el que quiera tome gratis el agua de la vida.

El Espíritu Santo, que habita en la Iglesia y que en el corazón de los fieles ora con gemidos inenarrables 56, dirige de continuo a Jesús la súplica del Padrenuestro: el adveniat regnum tuum. Es el Espíritu divino el que obra en el corazón de la Esposa, es decir, en el corazón de la Iglesia, mientras vive y lucha aún en la tierra, y le hace pedir al Señor, su Esposo, que acelere su venida para librarla de las tribulaciones. La Iglesia desea ardientemente su venida, porque será la señal de la liberación de la persecución. La Iglesia, a semejanza de San Pablo, que “deseaba ser desatado de los lazos del cuerpo para estar con Cristo”57, suspira por poder unirse a su Esposo en la gloria. Iguales deseos y anhelos han de tener cuantos oyen la lectura del Apocalipsis, diciendo también: ¡Ven! Esta súplica que dirigen a Cristo es el Marana-tha, Señor, ven, fórmula aramea que se repetía durante las reuniones litúrgicas 5S. El Apocalipsis la presenta traducida al griego. San Juan, a su vez, dirigiéndose a todas las almas de buena voluntad, les invita, diciendo: el que tenga hambre y sed de justicia y de felicidad verdaderas, que venga y beba de la fuente de agua de la vida 59 que brota del templo y refresca la ciudad de Dios. El agua de la vida es el don actual de la gracia, de la unión espiritual con Cristo, de la cual participan las almas y que es garantía de la inmortalidad.

Juan prohibe alterar su libro,Rev 22:18-19.
18 Yo atestiguo a todo el que escucha mis palabras de la profecía de este libro que, si alguno añade a estas cosas, Dios añadirá sobre él las plagas escritas en este libro; 19 y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, quitará Dios su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que están escritos en este libro.

En nombre de Dios, el vidente de Patmos prohibe severamente a los fieles el añadir u omitir algo de las profecías del Apocalipsis (v.18). Al que se atreviere a añadir algo, Dios añadirá sobre él las plagas escritas en este libro. La gravedad del castigo nos demuestra que el autor sagrado consideraba el mensaje del Apocalipsis como algo muy importante para la salvación de los hombres. Por eso quiere tomar sus precauciones contra los posibles falsificadores o correctores de su libro. Tales recomendaciones y conminaciones, encaminadas a proteger la integridad de un libro sagrado, no son nuevas, pues ya se encuentran en otros libros de la Biblia60. San Juan se inspira aquí en las recomendaciones que suelen poner los escritores al final de sus obras rogando a los que copian que sean diligentes y corrijan con cuidado. La razón profunda de esta inmutabilidad del Apocalipsis se ha de buscar en la convicción que tenía Juan de su origen divino. El vidente parece que estaba seguro de que su libro era inspirado, lo que es de suma importancia para la historia del canon. Y precisamente por tratarse de una obra inspirada por el Espíritu Santo, amenaza con la ira de Dios al que se atreva a añadir o quitar algo. El que tal hiciere no tendrá parte en el árbol de la vida, ni será contado entre los ciudadanos de la Jeru-salén celeste, ni estará escrito en el libro de la vida (v.1g). Expresiones todas que indican la exclusión de la bienaventuranza eterna. Los falsificadores del mensaje de Cristo no irán al cielo.

Jesús promete su próxima venida,Rev 22:20.
20 Dice el que testifica estas cosas: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús.

De nuevo vuelve a hablar Jesucristo, el que testifica estas cosas (cf. v.16), y promete su próxima venida: Sí, vengo pronto. Es la respuesta del Señor a la llamada que le habían hecho el Espíritu, la Esposa y los lectores del libro61. Es la séptima vez que repite la frase vengo pronto 62, y, como tal, constituye el sello definitivo con el cual se rubrica la esperanza ansiosa de los cristianos perseguidos. San Juan, en nombre suyo y de toda la Iglesia, implora con gran fe y expresa su ardiente deseo de que la venida del Señor se ejecute cuanto antes: Amén. Ven, Señor Jesús. El amén constituye un acto de fe en las promesas de Cristo y al mismo tiempo expresa el ansia de que se cumplan lo antes posible. La expresión Ven, Señor Jesús (ερχου κύριε ιησού) debía de ser una plegaria corriente entre los primeros cristianos, pues San Pablo nos ha conservado el original arameo, Marana-tha 63, que debían de emplear los fieles en las asambleas litúrgicas. La exclamación Marana-tha se encuentra también en la Didajé64 y puede tener diferentes sentidos. El sentido que mejor cuadra aquí es el de simple deseo: / Ven, Señor Jesús! También pudiera tener el matiz de una señal secreta conocida sólo de los cristianos, que, a modo de rúbrica, garantizaría la autenticidad del libro65.
San Juan cierra el Apocalipsis con esta hermosa frase, llena de fe y de esperanza: ¡Ven, Señor Jesús! Es como el resumen de todo el libro. Las angustias y persecuciones pasarán cuando Jesús venga a visitar a los suyos. Entonces enjugará todas las lágrimas de los afligidos cristianos.

Conclusión epistolar,Rev 22:21.
21 La gracia del Señor Jesús sea con todos* Amén.

El vidente de Patmos termina su libro como suelen terminar las cartas, deseando a todos la gracia del Señor Jesús para practicar el bien y huir del mal. El Apocalipsis comienza y termina en forma de carta, pues en realidad es una especie de epístola enviada a las iglesias cristianas del Asia Menor66. La gracia que desea a sus lectores implica todos los favores divinos que dimanan de Cristo y que ayudan a conseguir la salvación eterna.
San Juan muestra en este saludo final su caridad, no sólo para con los fieles de Asia, sino también para con todos los cristianos, si seguimos la lección del códice Sinaítico (μετά των αγίων), ο, al menos, para con todos los que leyeren su libro (μετά πάντων, del códice Alejandrino y del Amiatinus). Les desea que la gracia los ilumine y los sostenga.

1 Eze 47:1-12. – 2 Cf. Joe 4:18; Jer 17:13; Zac 14:8; Sal 36:9. – 3 Rev 7:17. – 4 Gen 2,g; Rev 3:22. – 5 Jua 7:38-39; cf. Rev 7:17; Rev 21:6; Rev 22:17· – 6 E. B. Allo, o.c. p.353. – 7 Zac 14:11. – 8 Sal 17:15; Sal 41:3 – 9 Jua 1:18. – 10 Mat 18:10. – 11 Rom 8:17. – 12 1Co 13:12; cf. Mat 5:8; Heb 12:14. – 13 1Jn 3:2; cf. Jua 3:11. – 14 Cf. Rev 13:16-17- – 15 Rev 1:6; Rev 5:10; Rev 20:6. – 16 Rev 21:23; cf. Num 6:25; Sal 118:27. La doctrina escatolósica del Apocalipsis, aunque a primera vista parece bastante desarrollada y precisa, no lo es tanto en la realidad. Frecuentemente el autor sagrado repite las mismas imágenes e ideas. De todos modos, su aportación a la escatología neotestamentaria es bastante notable. En la interpretación del Apocalipsis hay autores que sólo ven historia y muy poco de escatología; otros, por el contrario, sólo ven en el Apocalipsis escatología y nada de historia. Recuérdese a este propósito la polémica entre el P. J. Huby (Apocalypse et histoire: Construiré 15 [1944l 80-100) y Η. Μ. Féret (Apocalypse, histoire et eschatologie chrétiennes: Dieu Vivant 2 [1946] 115-134). Véanse también los trabajos de A. Vitti, L’interpretazione apocálittica escatologica del Nuavo Testamento: ScuolCat 69 (1931) 434-451; P. volz, Die Eschatologie der jüdischen Gemeinde imneutestamentlichenZeit-alter (Tübingen 1934); G. Kittel, “Εσχατος, en Theologisches Worterbuch zwn ν. Τ. II (1935) 694-695; J. G. Mccall, The Eschatological Teaching of the Book of Revelation: Diss. Southern Baptist. Sem. (1948-1949); F. M. Braun, Oü en est I’eschatologie du Nouveau Testa-ment?: RB 49 (1940) 33-54; B. J. Le Frois, Eschatological Interpretation of the Apocalypse: GBQ 13 (1951) 17-20; F. Geuppens, Π problema escatologico nella esegesi, en Problemi e orien-tamenti di Teología Dommatica (Milán 1957) vol.2 p.1003-1011; S. B. frost, Visions of the End. Prophetic Eschatology: The Canadian Journal of Theology 5:3 (1959) 156-161. – 17 Rev 21:9. – 18 Rev 3:14; Rev 19:11. – 19 Jua 14:6. – 20 Rev 1:1 Gf. A. Gelin, o.c. p.66s. – 21 Rev 22:12.20. – 22 Rev 2:16; Rev 3:10. – 23 M. García Cordero, o.c. p.226. – 24 Rev 1:3; Rev 14:13; Rev 16:15; Rev 19:9; Rev 20:6; Rev 22:7.14- – 25 Rev 1:1.9-11. Cf. G. Bardy, Faux et fraudes littéraires dans l’antiqwté chrétienne: Rev. d’Hist. Eccl. 32 (1936) 275-302. – 26 Jn 19:35- – 27 Cf. Dan 8:26; Dan 8:12.4.9; Libro de Henoc 82:1; 104:11-13; Asunción de Moisés 1:16; 10:11; 11:1; 4 Esd 12:37; Esd 14:26.47. – 28 159-11i. – 29 Isa 6:9-10; Jer 15:2; Zac 11:9. – 30 Cf. Isa 40:10. – 31 Rev 20:12. – 32 Isa 40:10; Sal 62:13; Mat 16:27; Rom 2:6. – 33 AP2:23; 11:18. – 34 Ap l6:7; 19:2; 20:12. – 35 Mat 24:42-51; Mar 13:33-37; Luc 12:35-47- – 36 Rev 1:8; Rev 21:6. – 37 La expresión en la sangre del Cordero (Vulgata) falta en los mejores códices griegos y debe de ser una glosa tomada de Rev 7:14. – 38 Rev 7:14. – 39 Cf. nota 24 de este capítulo. – 40 Rev 21:12-13.27. – 41 Rev 21:27; Rev 22:1-2. – 42 Rev 21:8.27. – 43 Rom 1:26-32. – 44 Deu 23:18. – 45 Cf. Rev 21:8.27. – 46 Cf. 1Co 5:10. – 47 Cf. Mar 6:21; Rom 1:29; Stg 4:2; 1Pe 4:15; Rev 9:21. – 48 Gf. Jua 1:17; Jua 14:6; Jua 17:17. – 49 Jua 8:44. – 50 Cf. Rev 1:1; Rev 2:28; Rev 5:5· – 51 Rev 22:13. – 52 Cf. Aps,S. – 53 Rev 2:28; cf. 2Pe 1:19. – 54 Jua 9:5. – 55 Jua 1:4-9. – 56 Rom 8:26. – 57 Flp 1:23. – 58 Cf. 1Co 16:22. – 59 Cf. Isa 55:1. – 60 Cf. Deu 4:2; Deu 13:1; Deu 29:19; Pro 30:6. – 61 Rev 22:17. – 62 Rev 2:16; Rev 3:10; Rev 16:15; Rev 22:7.12.17.20. – 63 1Co 16:22. – 64 Didajé 10:6. – 65 Cf. E. Hommel, Maran atha: ZNTW 15 (1914) 317-322; C. F. D. Moule, A Reconsideración of the Context ofMaranata: NTSt 6 (1960) 307-310. – 66 Cf. Rev 1:4.

Fuente: Biblia Comentada

río … de vida. Este río es diferente de cualquier río en la tierra porque allí no existe el ciclo hidrológico que conocemos. El agua de vida simboliza la corriente continua de vida eterna que brota del trono de Dios y alcanza a todos los habitantes del cielo (vea la nota sobre Apo 21:6).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

En este punto de la cronología de Apocalipsis, los santos del AT, los santos de la tribulación y todos los que se convirtieron durante el reino milenario habrán sido incorporados en unidad como la esposa redimida que morará en la nueva Jerusalén. Juan describió la consumación de todas las cosas en Cristo y el descenso de la nueva Jerusalén como para dar inicio al estado eterno (cp. Apo 19:7; Apo 20:6; 1Co 15:28; Heb 12:22-24).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

El capítulo Apo 19:1-21 termina con la batalla de Armagedón y la segunda venida de Cristo, acontecimientos que marcan el final de la tribulación. Los sucesos del capítulo Apo 20:1-15 (la atadura de Satanás, el reino milenario de Cristo sobre la tierra, la rebelión final de Satanás y el juicio ante el gran trono blanco), se ubican entre el fin de la tribulación y la creación de cielos nuevos y tierra nueva que se describe en los capítulos Apo 21:1-27 y Apo 22:1-21.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

22:1 — Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero —
— Después me mostró — Juan continúa la descripción de la santa ciudad (los versículos 1 al 5), pero en realidad es otra visión. Ahora se enfatizan las grandes bendiciones de la vida eterna con Dios en el cielo.
— un río… cristal — El paraíso de Edén también tenía su río (Gén 2:10). Como el agua es necesaria para la vida física, así es simbolizado en este pasaje todo lo que será necesario para la vida eterna. El símbolo de agua en este versículo, y el de árbol en el próximo (“el árbol de la vida”) juntamente simbolizan el carácter abundante de la salvación de los redimidos. Simbolizan la medida absolutamente llena de bendiciones de Dios y su comunión con los salvos para siempre jamás en la ciudad eterna. Véanse 7:17; 21:6; 22:17. Esta “agua” es limpia; es decir, sin elemento extraño–pura vida. (Compárese el río de la profecía de Eze 47:1-12; de Joe 3:18; y de Zac 14:8).
— que salía… Cordero — Se enfatiza el origen de toda bendición espiritual en la salvación del hombre. Compárese Efe 1:3.
El trono es de los dos (versículo 3) y (3:21), porque los dos son uno en proporcionar la salvación al hombre. Es por eso que el reino ahora (la iglesia) se llama de los dos igualmente (Luc 8:1; Luc 8:10; Mar 1:15; Jua 3:5; Jua 18:36; Col 1:13; Rom 16:16; 1Co 1:2; Gál 1:22; 1Ts 2:14).

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL RÍO DE LA VIDA

Apocalipsis 22:1-2

Y me mostró el río del agua de la vida, reluciente como cristal, que salían del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle de la ciudad. Y a ambos lados del río estaba el árbol de la vida, que produce doce clases de frutos, dando su fruto de acuerdo con cada mes; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.

Hasta ahora se ha dado la descripción del exterior de la Santa Ciudad; ahora la escena se traslada al interior.
Primero, está el río del agua de la vida. Este cuadro refleja muchos pasajes del Antiguo Testamento. En su trasfondo se encuentra el río que regaba el Huerto del Edén haciéndolo fructífero (Ge 2:8-16 ). Aún más cerca se encuentra la descripción de Ezequiel del río que salía del templo (Ez 47:1-7 ). El salmista canta al río cuyas corrientes alegran la Ciudad de Dios (Sal 46:4 ). Y Joel dijo: ” Saldrá una fuente de la Casa del Señor» (Jl 3:18 ). Y Zacarías: «Aguas vivas saldrán de Jerusalén» (Zac 14:8 ). Y en 2 Henoc se describe un río del Paraíso que sale del tercer cielo, y que fluye por debajo del árbol de la vida, y que se divide en cuatro corrientes de miel, leche, vino y aceite (2 Henoc 8:5).

Íntimamente relacionada con esta está la figura tan corriente de la Sagrada Escritura de la fuente de la vida; la tenemos en 7:17; 21:6 de Apocalipsis. Jeremías se queja de que el pueblo haya dejado a Dios, Que es la fuente de aguas vivas, para cavarse cisternas agrietadas que no pueden retener el agua (Jer 2:13 ). Y Henoc advierte:

¡Ay de vosotros, que bebéis agua de cualquier fuente, porque os consumiréis y secaréis de repente,

porque habéis abandonado la fuente de la vida

(Henoc 96:6).

“Manantial de vida es la boca del justo» (Pr 10:11 ).

«La instrucción del sabio es manantial de vida» (Pr 13:14 ).

“El temor del Señor es manantial de vida» (Pr 14:27 ).

«Manantial de vida es el entendimiento para el que lo posee» (Pr 16:22 ).

Con Dios, dice el salmista, está el manantial de la vida

(Sal 36:9 ).

«Dios -decían los rabinos en sus sueños de la edad dorada- hará brotar del Lugar Santísimo un río a cuyas orillas crecerán toda clase de frutos delicados.»

H. B. Swete identifica el río de la vida con el Espíritu. En el Cuarto Evangelio dice Jesús: “El que crea en Mí, de su interior brotarán ríos de agua viva.» Y Juan lo explica: «Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en Él» (Jn 7:38 s).

Pero bien puede ser que aquí se trate de algo más sencillo. Los que vivimos en una civilización en la que basta con abrir un grifo para obtener agua fresca, clara y abundante apenas podemos comprender lo preciosa que era el agua en Oriente. En las tierras cálidas y en los desiertos, el agua era, y es literalmente, la vida. Y el río de la vida bien puede representar la vida abundante que Dios provee gratis para Su pueblo.

EL ÁRBOL DE LA VIDA

Apocalipsis 22:1-2 (conclusión)

En este pasaje hay ambigüedad en la puntuación. En medio de la calle de la ciudad se puede tomar, no como el final de la primera frase, sino como el principio de la segunda (como hace la Reina-Valera). No sería entonces el río el que está en medio de la calle, sino el árbol de la vida. Tomando esa frase con el primer versículo parece que presenta mejor la escena.

La figura del árbol de la vida tiene dos antecedentes: el del Huerto del Edén (Ge 3:6 ); y aún más el de Ezequiel: “Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán ni faltará su fruto. Su fruto será para alimento y su hoja para medicina» (Ez 47:12 ). Aquí también llegaron muy cerca los sueños rabínicos del futuro. Uno era: «En la edad por venir Dios creará árboles que producirán fruto todos los meses; y el que coma de ellos, sanará de sus enfermedades.»

El árbol da muchos frutos diferentes. Sin duda podemos ver aquí el simbolismo de los frutos del Espíritu (Gal 5:22 s). En cada fruto diferente para cada mes del año, ¿no podemos ver simbolizado que en la vida que Dios da hay una gracia especial para cada edad, desde la cuna hasta la sepultura? El árbol de la vida ya no nos está vedado; está ahí, en medio de la Ciudad, para que todos tomen su fruto.

Bien expresaba la amplitud de la invitación evangélica, comparada con la exclusión que fue la consecuencia del pecado, el himno de Navidad:

Cambiaron sus funciones – los altos querubines que un tiempo los confines – guardaban del Edén. Al árbol de la vida – ahora al hombre llaman, y al Salvador proclaman – en torno de Belén.

Ni tampoco está reservado el árbol de la vida a los judíos ni a ninguna otra raza; sus hojas son para la sanidad de las naciones. Solamente en el Espíritu de Dios pueden encontrar sanidad las heridas y las grietas de las naciones.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 22

6) El nuevo paraíso (22,1-5)

Esta sección está separada formalmente de la precedente mediante una introducción («Y me mostró»). También en la representación figurada se produce un cambio; al cuadro de la ciudad se añade para completarlo el del paraíso. Luego, sin embargo, se reúnen las dos imágenes en una, de donde resulta esta aserción de sentido más amplio: con el descenso de la nueva Jerusalén se vuelve a otorgar a la tierra en forma consumada el paraíso perdido. El panorama de la historia de la salvación se amplía en el sentido de la historia de la creación.

Con el paraíso comenzó el primer libro de la Biblia, como con él comenzó también la historia de Dios con la humanidad; con el paraíso se concluye su último libro, que así hace que esta historia desemboque en un nuevo comienzo feliz, al que no se pone ya fin; el tiempo final y el tiempo inicial se corresponden mutuamente. La ciudad de Dios, caracterizada hasta ahora principalmente como ciudad de la luz eterna, ahora, mediante la representación del paraíso, viene descrita a la vez como ciudad de la vida eterna.

1 Y me mostró un río de agua de vida, reluciente como cristal que sale del trono de Dios y del Cordero.

Juan ve brotar la corriente de vida «del trono de Dios y del Cordero»; por «el Cordero como degollado» se alumbra de nuevo para la humanidad la fuente primera de la vida eterna. El agua y la vida están asociadas inseparablemente, sobre todo para el oriental, pues donde él ve agua, hay vegetación exuberante; donde falta, es el desierto. La fusión de la imagen de la corriente del paraíso (Gen 2:10-14) con la promesa profética escatológica de una fuente en el templo (Eze 47:1-12; Jua 4:14; Zac 14:8) tiene por objeto representar en forma sensible la inagotable plétora de fuerza vital que Dios comunica a su creación ahora que, preparada por la redención, la lleva a la consumación.

2 En medio de la calle principal y a un lado y otro del río hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para curar a las naciones. 3a Ya no habrá maldición contra nadie.

Del paraíso procede también la imagen del árbol de la vida (cf. 2,7; 22,14.19) que se hallaba en medio de él (Gen 2:9; Gen 3:22). Con las indicaciones que aquí se dan no es posible determinar claramente el puesto del árbol de la vida. Parece ser que Juan no piensa en un solo árbol como en el relato del paraíso, sino que, como Ezequiel, cuya descripción utilizó como modelo, incluso en el tenor de las palabras (cf. Eze 47:7.12), piensa en toda una avenida de árboles que crecen a los dos lados a lo largo de la corriente 86. Los árboles, siempre verdes, dan frutos sin interrupcción, lo cual quiere decir que a los habitantes del nuevo paraíso no se les acaba nunca el manjar de la inmortalidad. Un segundo rasgo, el poder curativo de sus hojas, está tomado a la letra de Ezequiel (cf. Eze 47:12), y en el contexto presente sólo puede tener un sentido restringido, a saber, que todos los pueblos que llegan nuevamente hallan la curaci6n de todos sus achaques y ven otorgárseles para siempre la preservación de su nueva vida contra la amenaza de muerte. Porque allí no puede ya haber enfermedades y muerte, que son consecuencias de la maldición del pecado (cf. 21,4). En general no hay ya nada maldito (cf. Zac 14:11), una vez que el autor de todo mal, Satán, está ya excluido del nuevo mundo para siempre (cf. 20,10).

……………

86. En este caso «árbol de vida» habría de entenderse como singular genérico.

……………

3b y estará en ella el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos le darán culto. 4 Verán su rostro y llevarán el nombre de él en la frente. 5 Ya no habrá noche, y no necesitan luz de lámpara ni luz de sol; porque el Señor, Dios, los alumbrará, y reinará por los siglos de los siglos.

Las visiones de futuro («las cosas que han de ser después de éstas», 1,19) comenzaron con la visión del trono (4,1-5,14), y ahora terminan también en el «trono de Dios y del Cordero». El cielo de Dios y el mundo de los hombres habían sido dos realidades separadas, que ahora han vuelto a unificarse; está excluida para siempre una nueva caída en pecado como en el primer paraíso.

La nueva humanidad, descrita como imagen y propiedad de Dios (cf. comentario a 3,12; 14,1), se halla ahora asociada con las multitudes celestiales (cf. 4,6-11), ante el Altísimo con fiel voluntad de servicio; precisamente por esto le da Dios participación en su soberanía (cf. 1,6; 3,21; 5,10). También a este respecto está plena y totalmente realizado en el nuevo paraíso lo que se había anunciado en figura en el primero, pero que se malogró por la culpa del hombre (cf. Gen 1:28 s; Gen 2:15-17; Gen 3:1-7.23s).

Los que están ante el trono de Dios y del Cordero ven a Dios tal como es (cf. Mat 5:8; 1Co 12:12; 1Jn 33:2); en esto se cifra su felicidad. En la luz eterna de la gloria de su Dios han hallado la vida eterna. Así es como la criatura hombre está ahora consumada en todo lo que en ella se hallaba en germen. La inmediata y eterna comunión de vida con Dios, su creador y redentor, es precisamente la que da a su ser la realización que se le había prefijado. A Dios, el Señor, que había creado el primer paraíso y lo ha restaurado todo en el nuevo con más grandeza y belleza, lo experimentan ahora los bienaventurados por toda la eternidad como su alfa y su omega (v. 13), su principio y su consumación.

Con este futuro eterno del hombre se ha alumbrado también un verdadero futuro a todo lo que forma parte del mundo del hombre; la transfiguración y glorificación abarca a la entera creación de Dios; entonces el nuevo cielo y la nueva tierra (cf. 21,1) vienen a ser realidad por el hecho de que Dios lo es «todo en todo» (cf. 1Co 15:28). Este futuro de Dios fundamenta y determina el futuro eterno del universo.

CONCLUSIÓN 22,6-21

1. RATIFICACIÓN DEL LIBRO (22,6-9)

6 Y me dijo: «Estas son las palabras fidedignas y verdaderas. El Señor, Dios de los espíritus de los profetas, envió su ángel para mostrar a sus siervos lo que ha de suceder en seguida.

El objetivo principal de las observaciones finales se cifra en demostrar la autenticidad y fiabilidad de la revelación contenida en el libro. Esto se había hecho ya anteriormente, en parte con las mismas palabras (cf. 19,9; 21,5); entonces se trataba de dar una confirmación de aserciones muy determinadas, mientras que ahora se extiende la confirmación al libro entero, por lo cual se formula con mayor solemnidad y énfasis.

La primera confirmación la da el ángel que había mostrado a Juan la última visión; tal confirmación se extiende más allá de esta visión al entero contenido del libro, como resulta claramente del hecho de hacerse referencia casi literalmente a la primera frase del Apocalipsis (cf. 1,1-3). Se demuestra su credibilidad mediante la observación de que la revelación proviene de Dios mismo (cf. 1,1); Dios, Señor «de los espíritus de los profetas» (cf. 1Co 14:32), comunica a los que toma a su servicio como profetas lo que quiere que ellos notifiquen. Con las palabras «lo que ha de suceder en seguida» se mencionó en la introducción (1Co 1:1) el tema del libro, y con las mismas palabras se compendia ahora su contenido en la conclusión.

7 »Y mirad que voy en seguida. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.»

La segunda confirmación viene de Cristo. Cristo repite aquí la indicación del tema del versículo precedente, asegurando y especificando que es él mismo quien va en seguida (cf. 2,16; 3,11); este anuncio se confirma todavía dos veces a continuación (v. 12 y 20). Según el contexto significa respectivamente amenaza (cf. 2,16; 3,11), amonestación apremiante (cf. comentario a 16,15) y estímulos. El interés pastoral del Apocalipsis en dar ánimos y en exhortar a la fidelidad en el tiempo de la persecución mediante referencia al desenlace de toda la historia, se muestra todavía al final con especial insistencia. Una bienaventuranza que recuerda la primera del libro (1,3) refuerza el parabién dirigido a todos los que toman en serio las verdades reveladas y se rigen por ellas.

8 Y yo, Juan, soy el que oía y veía estas cosas. Y después de ver y oír, me postré en adoración a los pies del ángel que me enseñaba estas cosas. 9 Y me dice: «No hagas eso; consiervo tuyo soy y de tus hermanos, los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro; a Dios adora.»

En tercer lugar, el autor mismo se presenta como garante de la autenticidad de las revelaciones consignadas en su escrito. él es testigo ocular y auricular de todo y lo ha registrado por encargo de Cristo (cf. 1,11). De nuevo se designa lisa y llanamente como Juan (cf. comentario a 1,9); es bien conocido y se sabe que es de fiar.

Sin embargo, todavía añade un testimonio personal de la autenticidad, que le ha sido dado por el ángel de la revelación. Cuando él, como ya en otra ocasión (cf. 19,10), abrumado por la sublimidad de su vocación profética y hondamente impresionado por la gran importancia para la Iglesia oprimida, de la revelación que se le ha comunicado, quiere adorar al ángel, este enviado de Dios, con las palabras de repulsa confirma expresamente la vocación profética de Juan y con ello también por segunda vez (cf. v. 6) el contenido de su escrito como verdadera palabra profética.

Así como los ángeles y los profetas por vocación glorifican a Dios con su fiel servicio, así lo hacen también aquellos que se rigen por las instrucciones de la proclamación profética que está contenida en el libro; de esta manera forman como servidores de Dios una misma serie con sus ángeles y sus profetas.

2. ENCARGO DE PUBLICAR LA REVELACIÓN (22,10-16)

10 Y me dice: «No selles las palabras de la profecía de este libro, pues el tiempo está cerca.

En contraste con el profeta Daniel, al que fue prohibida la publicación de sus visiones (cf. Dan 8:26; Dan 12:49), Juan recibe el encargo de dar a conocer inmediatamente las suyas. La razón de esta diversidad de los encargos está en que los vaticinios de Daniel se refieren a tiempos posteriores (cf. Dan 8:26) o al «tiempo final», que todavía no ha llegado (cf. Dan 12:49), mientras que las visiones de Juan tienen importancia como orientación y fortalecimiento para la Iglesia de la actualidad. El mensaje que se comunicó a Juan y que él transmite, descubre la verdadera historia en el acontecer del mundo; es profecía.

El historiador, a diferencia del profeta, halla en el pasado puntos de apoyo que ayudan a comprender la actualidad. El profeta, en cambio, explica la actualidad por medio del futuro, en el cual considera la meta final del proceso histórico. La meta final de toda la historia se ha manifestado en la historia de Jesucristo. La peculiaridad de su historia consiste en que sucedió «de una vez para siempre» (Rom 6:10; Heb 7:27; Heb 9:12; Heb 10:10); con ella comenzó para este tiempo del mundo algo absolutamente nuevo y permanente; el hecho de Cristo es un acontecimiento que mira hacia adelante, en el que se anticipó el futuro absoluto. Así, en la historia de Cristo se puso al descubierto el verdadero sentido de toda la historia. En la muerte y resurrección de Jesús se fijó el fin del viejo mundo y el comienzo del nuevo; con el Cristo glorificado se hizo visible por primera vez en este tiempo del mundo el futuro eterno de la creación en el reino consumado de Dios e irrumpió para siempre en dicho tiempo; desde entonces, este futuro de Dios se pone ya siempre provisionalmente de relieve en el acontecer del mundo hasta que con el segundo advenimiento del Señor glorificado se consuma y se manifieste también plenamente al exterior.

La profecía cristiana, partiendo del conocimiento acerca del futuro absoluto de Dios, que está asegurado incondicionalmente en el hecho de Cristo, logra interpretar la actualidad. Todos los relatos figurados del Apocalipsis trataban de hacer transparente el acontecer del mundo en sentido de su realidad oculta, en sentido de su verdadera historia.

11 »El injusto, cometa injusticia todavía, el manchado, mánchese aún; el justo, obre justicia todavía, y el santo, santifíquese aún.

El tiempo final comenzó con la historia de Jesucristo. Por eso está en marcha la separación de los espíritus; los frentes del bien y del mal se definen y se contraponen ya claramente. Esta verificación se presenta en la forma de un requerimiento con el fin de enunciar mediante esta figura literaria la libertad en la decisión, la beligerancia dada a la voluntad libre.

El hombre se realiza como un ser que proyecta y construye su propio futuro; en virtud de su libertad pone en la actualidad acciones que diseña anticipadamente su futuro. Por esta razón comparecerá un día ante el tribunal de Dios como la persona que él ha hecho de sí mismo; el juicio sólo pone el punto final; eterniza la forma que uno mismo se ha dado. Los malos no entran en la gloria eterna del reino de Dios porque «los que no quieren, no pueden estar en ella» (H.H. Rowley)87.

……………

87. «La persona que comparezca en el juicio será la persona tal como se ha desarrollado en la vida. Y el juicio consiste en el fondo en esto: el hombre debe ser como persona eterna tal como él mismo ha elegido ser» (H.H. ROWLEY, Apokalyptik, Einsiedeln 1965, 165).

……………

12 »Mirad: voy en seguida, y traigo aquí el salario conmigo, para dar a cada uno según sus obras.

Al repetir Cristo en este contexto el anuncio de su próxima venida, admite aquí la importancia de una amenaza de juicio. En breve lo experimentarán a él los buenos y los malos como el juez que asignará a cada uno recompensa o castigo según la obra de su vida (cf. 2,23; 20,11s).

13 »Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin.

Cristo aparecerá en su gloria divina para juzgar y dictar sentencia con poderes divinos. Los títulos de dignidad que aquí se le atribuyen en justificación de esto (cf. 1,8; 21,6), se le habían dado ya anteriormente (cf. 1,17; 2,8). Con ello se pone también ahora en claro por qué se puede atribuir el juicio a Dios (20,11) y también a Cristo (22,12).

……………

88. Cf. también Jua 5:19.22s; Jua 10:30.

……………

14 »Bienaventurados los que lavan sus túnicas para tener potestad sobre el árbol de la vida y entrar por las puertas de la ciudad. 15 Fuera quedarán los perros, los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira.»

La séptima y última bienaventuranza del Apocalipsis pasa de la amenaza del juicio a la exhortación positiva a estar preparados o a prepararse para él. Se trata, en efecto, de la felicidad eterna, que de manera tan gráfica se había descrito con la doble imagen de la nueva Jerusalén (Jua 21:9-27) y de la reaparición del paraíso (Jua 22:1-5). A ello tienen derecho formal los que se han apropiado con la fe y las obras el fruto de la muerte expiatoria vicaria de Cristo (cf. comentario a 7,14). Para mostrar claramente la gravedad de la sentencia dictada, sigue una especie de condenación anticipada contra todos los que por su propia culpa pierden el camino que lleva a la santa ciudad de Jerusalén y al paraíso. Quienes quedan excluidos vuelve a quedar inscritos en un como catálogo de vicios, que esencialmente coincide con el de 21,8. En lugar de los «culpables de abominación» se ponen aquí los «perros»; «perro» es todavía hoy en oriente un insulto frecuente y grave; en la ciudad santa es el perro como el tipo de la impureza (cf. Mat 7:6; 2Pe 2:22). Además los «embusteros» se designan aquí más concretamente como los que son falsos en pensamientos y en acciones.

16 Yo, Jesús, envié mi ángel para atestiguaros estas cosas ante las iglesias. Yo soy la raíz y la estirpe de David, el lucero brillante de la mañana.

Las palabras de Jesús terminan con dos breves frases en primera persona. Enlazan el final del libro con el comienzo. Jesús se declara aquí autor de las revelaciones cometidas en el libro (cf. 1,1; cf. comentario a 22,6), que están destinadas a las siete iglesias (cf. comentario a 1,11). Este testimonio de Jesús es al mismo tiempo una repetición indirecta del atestado de autenticidad del v. 7. Mientras que el ángel de la revelación declaraba en el v. 6 que Dios lo había enviado, Jesús dice aquí que él es el que lo envió; ahora bien, aquí se resuelve esta aparente contradicción, como también la otra relativa al juicio final (cf. comentario a v. 13).

Con un segundo testimonio de sí mismo se explica el primero, al traerse a la memoria en base a promesas veterotestamentarias la posición de Jesús en la historia de la salvación. Cristo se había presentado ya antes como «raíz de David» (cf. Isa 11:1) en el sentido de «brote de la raíz de David», «hijo de David» (cf. comentario a 5,5). Además, es también «la estirpe de David», es decir, el descendiente que ha realizado todas las promesas mesiánicas que Dios había hecho al rey David; el representante del linaje de David, que no es sólo hijo de David, sino también señor de David (cf. Mat 22:41-45 par), el rey Mesías (cf. 2Sa 7:16), el «rey de reyes» (cf. 17,14; 19,16). Con esto cuadra la tercera designación como «lucero de la mañana» (cf. 2,28). ésta se refiere con gran probabilidad a la profecía de Balaam (Num 24:17), que ya en el judaísmo se entendió, como puede comprobarse, en sentido mesiánico y se interpretó como referencia al reinado del Mesías en el mundo.

3. CASTIGOS CONTRA LOS FALSIFICADORES DE LA REVELACIÓN (Num 22:17-21)

17 Y el Espíritu y la esposa dicen: «Ven.» Y el que oiga, diga: «Ven.» Y el que tenga sed, venga. El que quiera, tome gratis del agua de la vida.

En la conclusión hemos oído hasta aquí palabras de Cristo, palabras del ángel de la revelación y palabras del vidente. La esposa había aparecido ya como símbolo de la Iglesia (Num 19:7 s; Num 21:2.9), de la Iglesia en el cielo y de la Iglesia en la tierra. La Iglesia que ha llegado ya a la meta junto al trono del Todopoderoso y la Iglesia de la tierra que está en camino hacia esta meta coinciden en el anhelo y en la plegaria por la consumación del reino de Dios. También el Espíritu que habló a las iglesias (cf. 2,7.11, etc.) y se expresó en la palabra profética del vidente (cf. comentario a v. 6), se apropia totalmente el ruego de la Iglesia. La promesa de Cristo había asegurado el envío a la Iglesia del Espíritu Santo como abogado (Jua 14:16), que según las palabras del apóstol Pablo se interesa por la debilidad humana y representa debidamente ante Dios los intereses de los fieles de Cristo (cf. Rom 8:26S). Este Espíritu clama a Cristo juntamente con la esposa, la Iglesia: «¡Ven!» Todos cuantos oyen este clamor implorante al leerse el texto durante la asamblea cultual, son invitados a unirse a él.

A todos cuantos aguardan con ansia la venida del Señor se dice, como palabra de consuelo, que ya actualmente les hace beber, como a redimidos, de la fuente de la vida eterna (cf. Isa 53:1; Jua 7:37-39), Y por cierto, «gratis» (cf. comentario a 21,6).

18 Yo declaro a todo el que escuche las palabras de la profecía de este libro: si alguno les añade algo, Dios le añadirá a él las plagas que están escritas en este libro. 19 Y si alguno quita algo de las palabras del libro de esta profecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, que están descritos en este libro.

Como la ley del Antiguo Testamento había sido garantizada contra supresiones y añadiduras (cf. Deu 4:2; Deu 13:1), así también Juan termina asegurando contra tal falsificación la revelación que se le había encargado poner por escrito. Quien contravenga esta orden se acarreará conforme a la ley del talión las plagas de que se ha tratado en este escrito, o se verá privado de la salvación que en él se promete. Con esto reivindica Juan para su escrito el mismo derecho que la ley del Antiguo Testamento había reivindicado para sí misma; con esto se atesta una vez más que el Apocalipsis es palabra de Dios.

20 Dice el que da fe de estas cosas: «Sí, voy pronto.» Amén. «Ven, Señor Jesús.»

La última palabra del libro del Apocalipsis la dice Jesús. Responde por tercera vez en el epílogo al ruego que la esposa le había dirigido en el Espíritu Santo, asegurando que viene pronto. La esposa, la Iglesia, que la aguarda, responde a esto diciendo Amén y vuelve a reiterar su ruego con las palabras de la primitiva liturgia de la Iglesia transmitidas en arameo y traducidas aquí en griego: Maranatha! Ven, Señor Jesús (cf. 1Co 16:22; Doctrina de los doce apóstoles 10,6). Quien con certeza de fe aguarda al Señor que viene, se goza verdaderamente en esta esperanza de su existencia y con amoroso anhelo ansía e implora que venga para el mundo la consumación del reino de Dios («Venga a nosotros tu reino»), éste ha comprendido y se ha asimilado el mensaje del último libro de las revelaciones de Dios 89.

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89. SV/INTRA-EXTRAMUNDO: El pensar desmitologizante entraña el peligro de que se pierdan las categorías con que podemos captar la dimensión supramundana de la redención. Por un lado, la expectación cristiana del futuro no cuenta con una consumación de la existencia fuera de la realidad de la creación, pero, por otro lado, tiene también en cuenta el hecho de que no hay que esperar una consumación intramundana, caso que, y en tanto que este mundo permanezca bajo las actuales leyes cósmicas y la humanidad se mantenga bajo las condiciones de su existencia presente. Tal meta no se puede por tanto alcanzar en un procero evolutivo intramundano e intrahumano. Pero tampoco significaría esta meta una consumación de lo que existe, si la realidad actual experimentada por nosotros hubiera un día de ceder el puesto a algo totalmente nuevo y específicamente diferente. La escatología cristiana evita ambos extremos. Los enunciados de presente y de futuro, en su información sobre lo que ha de venir, transcurren en forma equivalentemente paralela. La concomitancia e interpenetración de tales declaraciones de presente y de futuro tiene su razón de ser en el hecho de Cristo. En Cristo comenzó algo nuevo y permanente; por él, por el hombre Jesús, fue infundido esto en este mundo sin suprimirlo en sí mismo. Lo definitivo se inició con su resurrección, y por ella se atestiguó y se descubrió como la nueva posibilidad no sólo al hombre, sino a la entera creación. En la imagen de Cristo glorioso se nos pone ante los ojos el futuro del mundo entero; Cristo es la anticipación del futuro eterno del mundo en el que como en Cristo, la humanidad y la divinidad, vienen a ser uno: lo presente y lo venidero. En este sentido no hay futuro para el mundo y para la humanidad después de la historia, sino a partir de la historia. Así como Dios operó la salvación por Cristo en la historia y la imparte a la humanidad en la historia, así también la lleva a término en esta historia. Los dones de salvación que otorga en Cristo a su mundo, van construyendo para el futuro del mundo. Este futuro consiste en que la trascendencia de la divinidad que por Cristo arraigó irrevocablemente en el mundo, un día re revelará en toda su gloria y magnificencia y todo lo transfigurará en sí; con ello no perecerá la existencia terrestre sino que será elevada a una existencia glorificada. Así es Cristo el futuro del mundo entero, porque en él Dios se proyecta al mundo; Cristo es, sobre todo, el futuro del hombre, porque Dios al proyectarse en el hombre lo hace ser totalmente él mismo, lo consuma totalmente en su persona, en cuanto que el hombre, como persona, alcanza el summum del desarrollo, y en el mayor grado de comunicación, es decir, en el amor perfecto, se une a todo y a todas las cosas. Solo a partir de esta convicción resulta plenamente comprensible la insistente petición de la oración final del Apocalipsis, que se dirige al Señor glorificado rogándole que venga en su estado transfigurado y glorioso para transfigurar el universo.

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21 La gracia del Señor Jesús sea con todos [los santos. Amén].

Así como el libro comenzaba con un saludo semejante a los que conocemos por las cartas de los apóstoles (cf. comentario a 1,4-6), así también este escrito -tanto más cuanto que estaba destinado a ser leído en público en la liturgia- termina como aquellas cartas con una salutación; es una bendición, con la que se desea a todos la gracia de Jesús, su Señor glorificado, a fin de que alcancen la meta descrita en el Apocalipsis, que si bien cuesta fatiga, es de una magnificencia indescriptible.

En algunos manuscritos se añade todavía después de «todos» el aditamento «los santos»; sin duda procede del encabezamiento con que san Pablo se dirige a sus fieles al comienzo de sus cartas90. La última palabra «Amén», añadida también posteriormente, es la aclamación litúrgica, con que los fieles respondían para dar su asentimiento a una oración recitada o a un texto leído en público, en la asamblea cultual.

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90 Cf. por ej.. Rom 1:7; 1Co 1:2, etc.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— del trono de Dios y del Cordero: Según Eze 47:1, texto en el que se inspira este pasaje, el agua brotaba del Templo.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Eze 14:1; Zac 14:18; Jua 7:38.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

conclusión de la visión de la ciudad de Dios muestra vínculos con la descripción del paraíso en Edén (Gén. 2, 3).

1 El trono de Dios y del Cordero es la fuente del río de agua de vida (cf. 7:17; 21:6; 22:17). El jardín del Edén tiene un río (Gén. 2:10). En la visión de Ezequiel un río fluía desde el templo (Eze. 47:9; véase la aplicación de este pasaje a Jesús en Juan 7:37, 38). 2 El árbol de la vida (a diferencia de Gén. 2:9; 3:22, pero como en Eze. 47:7 ss.) es considerado en forma colectiva. Como el símbolo del agua de vida, sus hojas son para la sanidad en sentido espiritual, posiblemente en el primer caso para la curación de las heridas que le han sido infligidas en su gran penuria.3 Ya no habrá más maldición cita Zac. 14:11 e invierte la maldición pronunciada sobre el paraíso original (Gén. 3:14-19). En la nueva Jerusalén los efectos de esa maldición quedan completamente eliminados. 4 La meta de una humanidad redimida es declarada aquí: Verán su rostro. Esa visión implicará la transformación de los que la contemplen para ser a su misma semejanza (2 Cor. 3:18; 1 Juan 3:2). En cuanto al nombre … en sus frentes ver sobre 3:12 y 19:12. 5 Reinarán por los siglos de los siglos expande 20:4 y es el cumplimiento final de 3:21 (nótese que en 11:15, “reinará por los siglos de los siglos”, lo cual incluye el reino milenial y el de la nueva creación).

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

22.1 El agua de vida es símbolo de vida eterna. Jesús empleó ese mismo símbolo con la mujer samaritana (Joh 4:7-14). Describe la plenitud de vida con Dios y la bendición eterna que viene cuando creemos en El y le permitimos satisfacer nuestra sed espiritual (véase 22.17).22.2 Este árbol de la vida es semejante al árbol de la vida del huerto del Edén (Gen 2:9). Después que Adán y Eva pecaron, se les prohibió que comieran del árbol de la vida porque no podrían tener vida eterna mientras permanecieran bajo el dominio del pecado. Pero gracias al perdón de pecado mediante la sangre de Cristo, no habrá maldad ni pecado en esa ciudad. Podremos comer libremente del árbol de la vida cuando sea destruido el control que tiene sobre nosotros el pecado y se asegure nuestra eternidad con Dios.22.2 ¿Por qué será necesario que se sanen las naciones si el mal ya no existe? Juan se refiere a Eze 47:12, donde el agua que salía del templo producía árboles con hojas curativas. El no está indicando que habrá enfermedad en la nueva tierra, sino que el agua de vida produce salud y fuerza dondequiera que vaya.22.3 “Y no habrá más maldición” significa que nada maldito estará en la presencia de Dios. Eso cumple la profecía de Zacarías (véase Zec 14:11).22.8, 9 Oír o leer el relato de un testigo ocular es lo mejor que uno puede hacer si es que no ha podido observarlo personalmente. Juan fue testigo de los acontecimientos descritos en Apocalipsis y los escribió para que pudiéramos ver y creer al igual que él vio y creyó. Si ha leído hasta aquí, usted ha visto. ¿Ha creído también?22.8, 9 El primero de los diez mandamientos es “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Exo 20:3) Jesús dijo que el mayor mandamiento de Moisés fue: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mat 22:37). Aquí, al final de la Biblia, se reitera esa verdad. El ángel instruye a Juan: “Adora a Dios”. Solo Dios es digno de ser adorado. El está por encima de la creación, aun sobre los ángeles. ¿Hay personas, ideas, metas o posesiones que ocupan un lugar principal en su vida, desplazando a Dios? Adore solo a Dios; no permita que nadie lo distraiga de su devoción a El.22.10, 11 El ángel le dice a Juan lo que debe hacer después que termine la visión. En lugar de sellar lo que ha escrito, como se le ordenó hacer a Daniel (Dan 12:4-12), el libro debe quedar abierto para que todos lo lean y comprendan. El mensaje de Daniel fue sellado porque no era un mensaje para aquella época. Pero el libro de Apocalipsis fue un mensaje para los días de Juan, y también es pertinente hoy. A medida que se acerca la venida de Cristo, hay cada vez una mayor polarización entre los seguidores de Dios y los de Satanás. Debemos leer el libro de Apocalipsis, oír su mensaje y estar preparados para la inminente venida de Cristo.22.12-14 Los que están lavando sus ropas son los que tratan de purificarse de un estilo de vida pecaminoso. Cada día están procurando mantenerse fieles y estar preparados para la venida de Cristo. Este concepto también se explica en la segunda nota sobre 7.14.22.14 En el Edén, a Adán y Eva se les impidió que disfrutaran del árbol de la vida por causa de su pecado (Gen 3:22-24). En la nueva tierra, el pueblo de Dios comerá del árbol de la vida porque se han quitado sus pecados por la muerte y resurrección de Cristo. Los que coman del fruto de este árbol vivirán para siempre. Si Jesucristo lo ha perdonado de sus pecados, tendrá el derecho de comer de ese árbol. Para ampliar este concepto, véase la primera nota sobre 22.2.22.15 No se conoce la ubicación exacta de estos pecadores, ni tampoco es importante conocerla. Ellos están afuera. Fueron juzgados y condenados en 21.7-8. El énfasis es que nada maligno ni pecador estará en la presencia de Dios para corromper o hacer daño a cualquiera de los fieles.22.16 Jesucristo es la “raíz” y el “linaje de David”. Como Creador de todo, El ha existido mucho antes que David. Como ser humano, sin embargo, fue uno de los descendientes directos de David (véanse Isa 11:1-5; Mat 1:1-17). Como el Mesías, es la “estrella resplandeciente de la mañana”, la luz de salvación para todos.22.17 Tanto el Espíritu Santo como la Esposa, la Iglesia, extienden la invitación a todo el mundo para que acuda a Jesucristo y experimente las alegrías de la salvación en Cristo.22.17 Cuando Jesús se encontró con la mujer samaritana en el pozo, le dijo que podía darle agua viva (Joh 4:10-15). Esa metáfora se emplea una vez más cuando Cristo invita a todos a que acudan a El para que beban del agua de la vida. El evangelio tiene un alcance ilimitado: todas las personas de todo lugar pueden recibirlo. No se puede ganar la salvación; Dios la da gratuitamente. Vivimos en un mundo sediento del agua de la vida, y muchos mueren de sed. Pero no es demasiado tarde. Invitemos a todos a que acudan a Cristo y beban de esa agua.22.18, 19 Esta advertencia es para quienes intencionalmente tergiversan el mensaje de este libro. Moisés hizo una advertencia similar en Deu 4:1-4. Nosotros también debemos usar la Biblia con cuidado y gran respeto, de modo que no tergiversemos su mensaje, ni siquiera sin intención. Debemos estar dispuestos a poner en práctica sus principios en nuestra vida. Ninguna explicación ni interpretación humana de la Palabra de Dios debe estar por encima de la autoridad del texto mismo.22.20 No sabemos ni el día ni la hora, pero Jesucristo viene pronto y en un momento en que nadie lo espera. Esa es una buena noticia para los que confían en El, pero un mensaje terrible para quienes lo han rechazado y están condenados. En breve significa en cualquier instante, y debemos estar siempre preparados para su venida. ¿Podría sorprenderlo desprevenido la aparición de Jesucristo?22.21 Apocalipsis pone fin a la historia humana así como Génesis le da inicio en el paraíso. Pero hay una diferencia notable en Apocalipsis: el mal deja de existir para siempre. Génesis describe a Adán y Eva que caminan y hablan con Dios; Apocalipsis describe a las personas que lo adoran cara a cara. Génesis describe un huerto con una serpiente maligna. Apocalipsis describe una ciudad perfecta sin maldad. El huerto del Edén fue destruido por el pecado, pero el paraíso es creado en la nueva Jerusalén.El libro de Apocalipsis termina con una exhortación urgente: “Ven, Señor Jesús”. En un mundo de problemas, persecución, maldad e inmoralidad, Cristo nos llama a permanecer en nuestra fe. Nuestros esfuerzos por mejorar nuestro mundo son importantes, pero sus resultados no pueden compararse con la transformación que Jesucristo traerá consigo cuando vuelva. Solo El controla la historia humana, perdona el pecado y volverá a crear la tierra y traerá paz duradera.Apocalipsis es sobre todo un libro de esperanza. Muestra que, sin que importe lo que ocurra en la tierra, Dios está al mando. Promete que el mal no permanecerá para siempre. Y describe la recompensa maravillosa que les aguarda a todos los que creen en Jesucristo como Señor y Salvador.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 1081 Eze 47:1

b 1082 Jua 1:29

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

un río de agua de vida. El agua de vida es una referencia a la salvación que procede de Dios y del Cordero, Cristo Jesús (7:17; 21:6; 22:17; cp. Ez 47:1– 12). También habla del abundante gozo y bendición que experimentan los salvos (Sal 36:8; 46:4).

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) El ángel mencionado en 21:9.

1 (2) Este río, tipificado por los ríos de Gén_2:10-14, Sal_46:4 y Eze_47:5-9, representa la abundancia de vida que lleva en su corriente. Es un solo río que fluye hacia las cuatro esquinas de la santa ciudad, como; el río de Gén_2:10-14, el cual se reparte en cuatro brazos. Como lo indica Jua_7:38, este río junto con sus riquezas llega a ser muchos ríos en la experiencia que tenemos de los diferentes aspectos de las riquezas del Espíritu de vida de Dios ( Rom_8:2 Rom_15:30 1Ts_1:6 ; 2Ts_2:13 Gál_5:22-23).

1 (3) El agua de vida es un símbolo de Dios en Cristo como Espíritu, quien fluye en Su pueblo redimido para ser su vida y su suministro de vida. Es tipificada por el agua que surgió de la roca herida (Éxo_17:6 Núm_20:11) y es simbolizada por el agua que salió del costado traspasado del Señor Jesús ( Jua_19:34). Aquí el agua de vida se convierte en un río que sale del trono de Dios y del Cordero para abastecer y saturar toda la Nueva Jerusalén. Así que, esta ciudad está llena de la vida divina, a fin de expresar a Dios en Su gloria de vida.

1 (4) El agua de vida es resplandeciente como cristal, llena de fulgor y sin opacidad. Cuando esta agua de vida fluye en nosotros, nos purifica y nos hace transparentes como el cristal.

1 (5) Del trono de Dios y del Cordero muestra que hay un solo trono para Dios y para el Cordero, lo cual indica que Dios y el Cordero son uno solo, el Dios-Cordero, el Dios que redime, Dios el Redentor. En la eternidad, el mismo Dios que se sienta en el trono es nuestro Dios redentor, de cuyo trono sale el río de agua de vida para darnos el suministro y satisfacernos. Esto describe cómo el Dios Triuno -Dios, el Cordero y el Espíritu, quien es simbolizado por el agua de vida- se dispensa a Sus redimidos, bajo Su mando (implícito en la autoridad del trono) por la eternidad.

1 (6) La calle de la santa ciudad es de oro puro (21:21). El oro simboliza la naturaleza divina. El río de agua de vida sale de “en medio de la calle”, lo cual significa que la vida divina fluye en la naturaleza divina como el único camino para la vida diaria del pueblo redimido de Dios. Donde fluye la vida divina, allí también está la naturaleza divina como el camino santo por el cual anda el pueblo de Dios; y donde está el camino santo de la naturaleza divina, allí también fluye la vida divina. La vida y la naturaleza divinas como el camino santo siempre van juntos. Así que, el río de agua de vida, que procede de Dios, está disponible a lo largo del camino divino, y nosotros podemos disfrutar el río al andar en este camino de vida.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Estas frases descriptivas indican plenitud de vida y continua bendición en la nueva Jerusalén.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

65 (3’) El río de la vida y el árbol de la vida (22,1-5). 1. Un río de agua viva… que salía del trono de Dios y del Cordero: En 21,10 está im­plícito que la nueva Jerusalén descendería so­bre un monte grande y alto; esta montaña es el monte Sión idealizado, identificado con la montaña cósmica del mito antiguo (Caird, Commentary 269-70). El «río de agua viva» re­fleja la tradicional idea del arroyo que brota de la montaña cósmica (cf. Ez 47,1-10; J. Levenson, Theology of the Program of Restauration of Ezekiel 40-48 [Missoula 1976] 11-14. 2. A uno y otro lado del río había un árbol de vida… cuyas hojas servían de medicina a las naciones: Esta visión escatológica incorpora la felicidad origi­nal del Edén (Gn 2,9) y la esperanza de Ezequiel en la restauración (47,12). 3. ya no habrá nada maldito: Esta observación puede implicar una inversión de las maldiciones de Gn 3,14-19. Puede significar que la nueva Jerusalén ya no está amenazada con la destrucción o el castigo por idolatría, como en Zac 14,11 (cf. Éx 22,20; Dt 13,12-18). O bien que Dios está reconciliado con las naciones, en lugar de maldecirlas y con­denarlas a la destrucción (cf. Is 34,2.5).
66 (D) Dichos individuales (22,6-20). Estos dichos constituyen una especie de epílo­go del libro. Muchos tratan del origen y auto­ridad del Ap; otros recapitulan aspectos de su mensaje.
(a) Dicho sobre la naturaleza y origen del libro (22,6). me dijo: A primera vista parece que quien habla es el ángel que mostró a Juan la nueva Jerusalén (cf. 21,9.15; 22,1). Pero cuando dice «mira que estoy a punto de lle­gar» (v. 7) queda claro que se trata de Jesús (cf. v. 20). estas palabras son verdaderas y dignas de crédito: El contenido del Ap es digno de con­fianza porque fue dado a todos los cristianos (servidores de Dios) mediante un ángel envia­do por Dios, lo que ha de ocurrir en breve: El contenido del Ap se refiere a lo que Juan espe­raba que aconteciera en el inminente futuro.
(b) Un oráculo implícitamente atribuido a Cristo: se trata de una predicción apocalípti­ca (22,7a). Cf. 2,16; 3,11; 22,12.20.
(c )Una bienaventuranza para quienes aco­jan el libro (22,7b). Ésta es la sexta de las sie­te bienaventuranzas que hallamos en el Apo­calipsis (→17 supra). Vistos conjuntamente, estos tres dichos pueden considerarse como una fórmula de legitimación (Auné, Prophecy in Early Christianity [→ 4 supra] 332-33).
67 (d) Identificación del visionario con su nombre (22,8a). La mención del autor hu­mano del Ap completa las observaciones sobre su origen divino en el v. 6 (cf. 1,1-2).
(e) Reacción del visionario y respuesta de los ángeles (22,8b-9). Pasaje similar a 19,10. Se subraya más la figura de los profetas, pero al final queda clara la implicación de que todo ser humano que responda adecuadamente a la palabra de Dios revelada en la profecía es igual a los ángeles.
(f) Orden del revelador al visionario (22,10). Esta orden es la opuesta a Dn 12,4, pe­ro el efecto es el mismo, puesto que Daniel fue realmente escrito en la proximidad del fin es­perado.
(g) Amenaza de juicio y promesa de salva­ción (22,11-12). 11. que el pecador siga pecan­do o que el manchado se manche aún más; que el bueno siga siendo bueno o el creyente se en­tregue más a Dios: Estas declaraciones indican que Juan tenía poca esperanza en la conver­sión de los malvados (véanse los comentarios sobre 9,20-21; 16,2-9; cf. 1 Hen 81,7-8).
(h) Oráculo de autorrevelación implícita­mente atribuido a Cristo (22,13). Este oráculo identifica al Cristo resucitado con Dios; cf. 1,8.17; 21,6.
(i) Promesa de salvación y amenaza de jui­cio (22,14-15). 14. dichosos los que lavan sus vestidos: Quienes han lavado sus vestidos son los que han venido de la gran tribulación y han blanqueado sus vestidos con la sangre del Cor­dero. Aunque todos los creyentes son salvados por la sangre del Cordero (1,5b), a quienes es­pecialmente se les llama bienaventurados aquí es a aquellos que mueren por la fe (cf. 12,11). Véase el comentario sobre 21,27; cf. tam­bién 21,8; 9,20-21.
68 (j) Autoidentificación del revelador, Jesús (22,16). Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para os haga presente todo esto en las distintas iglesias: El «os» se refiere a los miembros de las siete iglesias (cf. 2,10.13). la raíz y el vástago de David: Véase 3,7; 5,5. la estrella radiante de la mañana: Esta estrella era una divinidad en el Próximo Oriente antiguo y en la religión gre­corromana (Yarbro Collins, Combat Myth [→15 supra] 81; CBQ 39 [1977] 379-80).
(k) Invitación al agua de vida (22,17). la es­posa: La esposa no es simplemente una metá­fora de la comunidad cristiana. Al igual que el Espíritu, es un aspecto de la divinidad que lla­ma a la salvación a la humanidad (véase el co­mentario sobre 21,6).
69 (1) Amenaza de juicio contra quienes violen la integridad del libro (22,18-19). Charles sostenía que estos versículos fueron añadidos a la obra por un editor posterior (Commentary 2.222-23). Su argumento más contundente era que, dado que Juan esperaba un fin inminente, no tendría sentido una pre­ocupación por la transmisión de esta obra du­rante un largo período de tiempo. Pero las ob­servaciones de los w. 18-19 no dicen nada so­bre un largo período de tiempo. Si él pensaba que esta obra contenía la revelación divina ne­cesaria para que el creyente se preparara ade­cuadamente de cara al final, puede perfecta­mente haberse preocupado por su correcta transmisión en el tiempo que quedara. Otra función de estas observaciones es reforzar la afirmación hecha en otras partes del libro so­bre el origen divino de su contenido (véase 1,1). Lo mismo se observa en escritos judíos no apocalípticos, anteriores o casi contempo­ráneos del Ap, con relación a la Escritura (Dt 4,2; 13,1; Arist 310-11; Josefo, Apion. 1,8 §42. En una obra apocalíptica judía vemos la mis­ma actitud respecto a la propia obra (I Hen 104,9-13).
(m) Oráculo implícitamente atribuido a Cristo que es una predicción apocalíptica (22,20a). La expectación de la inminencia del fin es subrayada al colocar esta predicción tan cerca del final del libro (cf. w. 7.12).
(n) Respuesta al oráculo (22,20b). Ésta es una forma gr. de una primitiva oración cristia­na preservada en ar. transliterado como maranatha en 1 Cor 16,22b (→ 1 Corintios, 49:79). G. Bornkamm sostiene que el final del Ap, al igual que el final de 1 Cor, refleja una liturgia eucarística (Early Christian Experience [Nueva York 1969] 171-72).

70 (E) Bendición epistolar final (22,21). Esta conclusión corresponde al elemento epis­tolar del cap. 1, y ayuda a caracterizar el Ap co­mo una carta apocalíptica (→5 supra). Cf. 1 Tes 5,28; Gál 6,18; Flp 4,23; Flm 25.

[Traducido por José Pérez Escobar]

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

río… M↓ registran río limpio; agua…Eze 47:1; Zac 14:8.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

M i añaden limpio.

22.1 g Eze 47:1; Zac 14:8.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[5] Los doce frutos durante doce meses para la curación de las naciones, indica que todas las naciones estaban compuestas por doce tribus de Israelitas. Más aún, los dos árboles de la vida, uno en cada lado, son para las dos casas y su última y completa curación espiritual.

[6] El fruto indica sustento vigente, y las ojas indican curación eterna del pecado.

[7] Tome en cuenta que los siervos de YHWH ven el rostro de El Cordero, nunca al Padre, por cuanto ningún hombre puede ver el rostro de YHWH y vivir. Esto es tan vinculante en la tierra como lo es en el cielo. Nuestra recompensa es el rostro de El Cordero, como claramente se reafirma aquí.

[8] Cuando todos estemos en casa, todos necesitarán el Nombre verdadero para entrar y lo tendremos en nuestras frentes como una recompensa y sello de quiénes somos. El verdadero Nombre, por lo tanto, no es un asunto opcional en la Nueva Jerusaleñ.

[9] El mensajero que dio a Juan la visión. No Yahshua, que habla en el verso siguiente.

[10] El Rollo de Revelación mismo.

[11] El vio al mensajero, pero escuchó a Yahshua al mismo tiempo. El mensajero no debe ser confundido con Yahshua.

[12] El mensajero probablemente es el mismo que fue enviado por Yahshua atrás en Rev 1:1 para mostrarle a Juan todas las cosas en los 22 capítulos siguientes. Éste no es Yahshua Mismo que sí recibe adoración (como se ve en los evangelios), antes de remitirla a Su Padre.

[1] Juan es ordenado por el mensajero a dirigir su adoración al Padre-YHWH. Esto confirma lo que Yahshua nos enseñó en Mat 6:9 en la verdadera oración de adoración de los discípulos.

[2] El mensajero revoca la amonestación de Dan 12:4, donde a Daniel le es dicho que selle las visiones.

[3] Realizados como creyentes y discípulos.

[4] El guardar la Torah es un requisito para la entrada al reino.

[5] Una referencia a gentiles, o paganos que se quedan afuera de de la ciudad, dado a su falta de obediencia tanto a Yahshua, o a Su Torah, mientras que los creyentes Israelitas nacidos de nuevo están en la ciudad.

[6] Una congregación Israelita liderada por el Espíritu añorará diariamente por el fin de esta era malvada y la venida de Yahshua, ya que ambos están en acuerdo a través de El Espíritu.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[2] Alude al río y al árbol de la vida, que había en el paraíso. El río que alegra la ciudad de Dios. Sal 46 (45), 5; Is 66, 12.[10] No tengas ocultas.[17] Que es la Iglesia.

Fuente: Notas Torres Amat