EVA

Gen 3:20 llamó Adán el nombre de su mujer, E
2Co 11:3 como la serpiente con su .. engañó a E
1Ti 2:13 Adán fue formado primero, después E


Eva (heb. Jawwâh [tal vez de jay, “viviente”, o jayyâh, “vida”]; gr. Héua; la palabra ha sido interpretada como “antecesora”, “madre”, “quien da a luz”, “viviente”, “vivificadora”, “vida”). La 1ª mujer, la “ayuda idónea” de Adán y la madre de la raza humana (Gen 2:18-22). Adán primero la llamó ‘ishshâh, “mujer” (de ‘îsh, “hombre”), y le dio el nombre de Eva después de la caí­da. Aunque era perfecto en su varonil dignidad y capacidad, Adán era un ser incompleto en y por si mismo. Para suplir esta deficiencia inherente dispuesta por Dios, el Señor creó una “ayuda idónea para él” (literalmente, “su complemento”, “apropiada para él”). Adán fue creado como un ser social, y Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (v 18). Dios dispuso que Eva supliera lo que le faltaba al 1er, hombre para que juntos constituyeran la plenitud del ser. Eva sucumbió a la seducción del tentador e indujo a Adán a unirse a ella en la transgresión (3:1-7). Como castigo, la voluntad de ella quedarí­a sujeta a su marido como su cabeza (v 16, Eph 6:22, 23) y con dolor tendrí­a los hijos (v 16). Después de la referencia a ella como madre de Caí­n y de Abel (4:1, 2), no se la menciona más en el AT, ni siquiera con una alusión. En el NT Pablo la menciona 2 veces: una, con relación a que la serpiente la engañó (2Co 11:3); y otra, con referencia a que su transgresión es la causa de su posición de sumisión asignada a la mujer después de la caí­da (1 Tit 2:12,13).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hebreo jawwah, de jayah, vivir. En la etimologí­a popular, †œque da vida†. En el texto sagrado se dice que el primer hombre, Adán, la llamó así­, porque ella es la madre de todos los vivientes, es decir, la primera mujer, madre de la humanidad, Gn 3, 20; y más adelante el texto dice, †œEsta será llamada mujer†, en hebreo †˜is es varón, e †˜issah, mujer, varona, †œporque del varón ha sido tomada†, Gn 2, 23. Pues Yahvéh, habiendo visto que el hombre necesitaba una ayuda adecuada, hizo caer a Adán en un profundo sueño y le sacó una costilla de la que formó a E., Gn 2, 20-24; Tb 8, 6. La mujer fue seducida por la serpiente, en el paraí­so, y comió del fruto prohibido y, a su vez, ella hizo caer al hombre, por lo que ambos fueron expulsados de allí­ por Dios, Gn 3. 1-14; 2 Cro 11, 6; 1 Tm 2, 13. Dios maldijo a la serpiente, y a la mujer le dijo: †œcon dolor parirás los hijos†. E. le dio dos hijos a Adán, Caí­n, que fue agricultor, y Abel, pastor de ovejas, Gn 4, 1-2. Evangelio, griego evanghélion, de eu, bueno, anghéllein, anunciar, es decir, buena nueva, alegre mensaje. Así­ lo emplea el profeta Isaí­as cuando anuncia la llegada del Reino de Dios, la salvación, y habla del mensajero †œque trae buenas nuevas†, Is 52, 7; y esa es la misión del profeta, †œanunciar la buena nueva†, Is 61, 1. Evangelios designa los cuatro libros canónicos atribuidos a los apóstoles ® Mateo, ® Marcos, ® Lucas y ® Juan. En el N. T., E. es el anuncio cristiano del mensaje de salvación, de la Nueva Alianza, transmitido por los apóstoles de Cristo, Rm 1, 16.

Los Sinópticos del griego sun, con, opsis, vista, son los tres primero Evangelios, Mateo, Marcos y Lucas, llamados así­ porque son tales las semejanzas que guardan entre sí­, que se pueden poner en columnas paralelas y abrazarlos a primera vista, de una sola mirada; aunque, igualmente, hay diferencias entre ellos, por ejemplo, existen más de doscientos versí­culos comunes en Mateo y Lucas, que, sin embargo, faltan en Marcos. Inicialmente, el material evangélico, antes de ser consignado por escrito, se transmitió oralmente, principalmente por la predicación apostólica, cuyo punto central era el kerygma, que anunciaba la redención del género humano por la crucifixión, muerte y resurrección de Cristo. Esta Palabra estaba destinada, principalmente, a los judí­os, a fin de probarles, mediante el testimonio de los apóstoles, estos hechos de Cristo, que era el Mesí­as anunciado por los profetas, para así­ llamarlos a la conversión, Hch 4, 8-12; 1 Co 15, 3-7. El primer E. que se escribió, según Papí­as, fue el del apóstol Marcos, quien después de la predicación de la Palabra por parte de Pedro en Roma, fue animado por los muchos oyentes para que transcribiera esta predicación, pues Marcos habí­a sido por mucho tiempo compañero de Pedro y guardaba en su memoria todas sus palabras. De éste se derivarí­an Mateo y Lucas. Pero otras corrientes, por las diferencias entre los tres evangelistas, como la anotada arriba sobre los versí­culos que no están en Marcos, creen que Mateo y Lucas contaron con otra fuente, distinta de Pedro, distinguida por la letra Q, del alemán Quelle, fuente, aunque algunos niegan esta hipótesis. Otra teorí­a supone que el primer E. fue el de Mateo, del cual dependerí­a el de Lucas, y el de Marcos dependerí­a de ambos, y serí­a una simplificación de los dos. El E. de San Juan tiene notables diferencias con los Sinópticos, desde el punto conceptual y estilí­stico, aunque el mensaje y varios hechos coinciden con aquéllos. Pero contiene aspectos distintos, algunas señales de Cristo, como el milagro del agua convertida en vino, en las bodas de Caná, la resurrección de Lázaro; los discursos de Cristo, como el que dijo tras la multiplicación de los panes; y el énfasis de la cristologí­a joánica en la divinidad de Cristo.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., hawwah, vida, viviente). La primera mujer, formada por Dios de la costilla de Adán. Adán la designó (Gen 2:23) mujer (heb., †™ishhah) porque fue tomada del hombre (heb., †™ish). La forma en que se creó a Eva y la designación de mujer también enfatizan la intimidad, la santidad y la inseparabilidad del estado matrimonial, que trasciende aun la relación entre padres e hijos (Gen 2:24). Aunque las Escrituras uniformemente llevan el rastreo de la caí­da de la raza hasta el pecado de Adán, Génesis 3 pinta un cuadro vivo del papel desempeñado por Eva. Su mayor debilidad y susceptibilidad a la tentación aparecen junto con la acción deliberada de desobediencia de Adán. Engañada por Satanás, ella comió del fruto.

Enamorado de su esposa, Adán eligió dejar a Dios por la que él le habí­a dado (2Co 11:3; 1Ti 2:13).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(vida).

Madre de los vivientes, Gen 3:20.

La “desobediencia” de Eva, introdujo el pecado en el mundo, y la “obediencia” de Maria, introdujo la salvación en el mundo, Gen 3:15, Luc 1:38.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Mujer de †¢Adán. El relato de Génesis dice claramente que E. fue creada †œa imagen de Dios† (Gen 1:27). La hizo de la misma sustancia que Adán, sacándola de su cuerpo, por lo cual Adán la llamó Varona (Isha) (Gen 2:18-23). Junto con su marido, E. recibió el encargo divino de fructificar, multiplicarse y señorear sobre la creación (Gen 1:28). La serpiente engañó a E. sugiriendo dudas sobre el carácter de Dios. E. vio que el árbol que estaba †œen el medio del huerto† era †œbueno para comer†, †œagradable a los ojos† y †œcodiciable para alcanzar la sabidurí­a† (ver 1Jn 2:16, †œlos deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida†) y tomó del fruto. Luego lo dio a Adán (Gen 3:1-6). Este pecado produjo consecuencias sobre Adán, sobre la tierra, sobre la serpiente y sobre E., que quedó condenada al dolor en los partos y la crianza de los hijos. Lo que antes vendrí­a sólo con gozo en el cumplimiento de crecer y multiplicarse serí­a ahora doloroso. Además, sufrirí­a abuso por parte del varón, que se enseñorearí­a de ella. Después de la caí­da y la expulsión de Edén, E. reconoció que el tener hijos habí­a sido posible †œpor voluntad de Jehovᆝ (Gen 4:1, Gen 4:25). El orden en que fueron creados Adán y E. es utilizado por Pablo para explicar que la mujer †œno debe enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre† (otros traducen †œmarido†) (1Ti 2:11-15).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG MUJE MUAT TIPO

vet, Nombre dado por Adán a su esposa después de la caí­da, y después que Dios hubiera hablado de la simiente de ella y de haberle dicho que con dolor darí­a a luz a los hijos. En hebreo, el nombre es “hawwãh”, que significa “vida”, por cuanto “ella era madre de todos los vivientes” (Gn. 3:20; 4:1). Habí­a sido creada poco después de Adán, para que fuera su compañera y colaboradora. Dios hizo caer un profundo sueño sobre Adán, y tomó de él una de sus costillas, formando a Eva de ella (Gn. 2:18-24). Para el Creador todo es posible, y debe ser aceptado sin dudas como lo hiciera el apóstol Pablo (1 Co. 11:8-12). No fue más difí­cil a Dios crear de esta manera a la mujer que crear a Adán del polvo de la tierra (v. 7), o que, cuando andaba entre nosotros en su encarnación, efectuar la multiplicación de los panes y los peces, o resucitar a Lázaro. De este hecho se desprenden varias consecuencias y enseñanzas. Se enseñaba a Adán que su compañera era verdaderamente “hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn. 2:23). Si es cierto que todo hombre nace de una mujer, también lo es que la primera mujer salió del hombre. Así­, se nos enseña la unidad esencial de la raza humana. Se recalca en el relato que el varón no está al completo sin la mujer. Dios creó al hombre, “varón y hembra”, y están llamados a transmitir la vida a sus descendientes (Gn. 1:27-28). No es bueno que el hombre esté solo, por cuanto es un ser social por excelencia; la mujer no es puesta debajo del varón, como esclava de él, sino a su lado, como ayuda semejante a él (v. 18). El hombre dejará a sus padres, y, uniéndose a su mujer, los dos vendrán a ser una sola carne, fundando la familia, que constituye la célula básica de la sociedad (v. 24). Eva es mencionada dos veces en el NT. Las mujeres deben estar en silencio en la iglesia; no deben ejercer autoridad sobre el hombre, porque Adán fue formado primero; y Adán no fue engañado, pero ella sí­ lo fue (1 Ti. 2:13). Este engaño recibe adicional explicación en cuanto que Eva fue engañada por la astucia de la serpiente, el mismo enemigo que busca ahora extraviar a los creyentes (2 Co. 11:3). Tipológicamente, de la formación de Eva de una costilla del costado de Adán, y a la que dio por nombre “isha”, se ve la imagen del surgimiento de la Iglesia como fruto de los sufrimientos y de la muerte de Cristo traspasado, que le pertenece y es presentada a El (cp. Ef. 5:31-32).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[011]
Personaje mí­tico del Génesis, creado por Dios de la costilla de Adán y madre de los vivientes. (Gen. 3.20). Adán mismo reconoció su dignidad “esto es carne de mi carne y hueso de mis huesos” y la puso el nombre de “varona” por haber sido “tomada del varón” (Gn. 2.23
Protagonizó la tentación y el pecado, y luego el castigo. Luego el mismo hombre la puso por nombre “Eva” (“hawwa”, viviente u fuente de vida) Y dice el texto que con ella (en ella) tuvo Adán a Abel, Caí­n y luego para consolarla a Set.

En el Nuevo Testamento, la primera mujer se presenta como madre de la Iglesia, de los vivientes y como tipo y modelo de Marí­a, la madre de Jesús, nuevo Adán Aunque en el texto evangélico no se alude a Eva como tipo de la Iglesia ni de Marí­a, algunas ideas paralelas referentes a Adán (Ef. 5. 22-23 y Apoc. 12) hicieron que pronto las alusiones simbólicas se multiplicaran en los comentarios de la Padre antiguos y de los comentaristas de todos los tiempos.

(Ver Patriarcas 1 y Ver Predestinada. Marí­a 4)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> creación, mujer, hombre, varón y mujer, patriarcalismo). El sentido de Eva se va precisando a través del relato de la creación* y la caí­da (Gn 2-3). El varón* ha dicho su palabra de deseo sexual y parece que le basta unirse a la mujer para estar satisfecho (Gn 2,2325). La mujer, en cambio, inicia un proceso distinto de búsqueda, que no puede entenderse en un plano sexual, pues los dos se hallan desnudos y no hay en esa desnudez (con lo que ella implica de deseo y encuentro corporal) rastro alguno de desobediencia contra Dios o de pecado. Desbordando el nivel del sexo (entendido como placer o gozo mutuo), la mujer busca y quiere adueñarse de la Vida, como indicará más tarde el mismo Adán al llamarla Eva, javvali, madre de los vivientes (Gn 3,20). A lo largo de su diálogo con la serpiente (diálogo consigo misma, con el Dios que lleva dentro: Gn 3,1-6), Eva viene a definirse como deseo de vida total hecho pensamiento, y así­ quiere hacerse por sí­ misma dueña de la vida, en un camino ambiguo y rico de autodivinización, que podemos vincular con un tipo de matriarcado, entendido como expresión simbólica del poder de la mujer/madre. En su relación con las fuentes de la vida, el varón ha sido (es) un ser subordinado, al que margina ya en su origen el “complejo de infecundidad”: no puede dar a luz, le falta la potencia de la vida; por eso busca compensaciones de violencia (sacrificio sangriento). El varón sabe que no es Dios, pues no puede engendrar vida. La mujer en cambio engendra: por eso puede dialogar con la (su) serpiente, en deseo de divinización.

(1) El varón se contentaba con desear a la mujer (Gn 2,23-25). La mujer en cambio desea a Dios o, mejor dicho, desea hacerse Dios. Esto es lo que ha visto desde antiguo el matriarcado religioso, cuando diviniza a la gran madre, haciéndola sí­mbolo supremo de Dios sobre la tierra. Ella es el verdadero paraí­so: la fuente de las aguas de la vida, árbol del conocimiento que nos hace superar la muerte. Por eso, en el principio de toda la historia posterior (y tan violenta) de la perversión masculina se encuentra esta experiencia original de la mujer que busca autonomí­a plena en el jardí­n, queriendo con vertirse en diosa. Entendida desde esa base, la mujer de Gn 2-3 resulta ambivalente. Representa lo más grande: la humanidad que ha penetrado en la raí­z de la existencia, planteándose de forma personal las preguntas primordiales: la realidad del paraí­so, el valor del árbol del conocimiento y de la vida. Ella sabe y por eso está relacionada con el árbol de lo infinito (= vida) del medio del jardí­n. Pero ella representa, al mismo tiempo, al conjunto de la humanidad que corre el riesgo de deshumanizar el conocimiento, convirtiéndolo en signo de poder destructor.

(2) La mujer conoce por la propia experiencia de su vida. Así­ se identifica de algún modo con el mismo árbol del conocimiento del bien/mal. Recordemos que conocimiento (yada†™) significa antes que nada la vinculación personal y creadora (procreadora) de la experiencia sexual que se abre hacia el surgimiento de la vida. Pues bien, esta mujer a la que habla la serpiente quiere divinizarse por el conocimiento pleno, de modo que ella misma venga a convertirse en norma del bien/mal, madre de la vida. Es claro que en un sentido es bueno (y necesario) conocer el bien y el mal y distinguirlos, como afirma la tradición de la alianza y la sabidurí­a israelita (Dt 30,15; Jr 4,22; 10,5). Pero la mujer de nuestro texto quiere comer y adueñarse del fruto del árbol del conocimiento, para hacerse señora del bien/mal y al fin divinizarse.

(3) La mujer se sitúa entre Dios y la serpiente. Dios dice a la mujer que cuando coman morirán; la serpiente le dice que no morirán, sino que “serán como Elohim, poseedores (conocedores) del bien/mal” (Gn 3,5). Todo se juega entre el moriréis de Dios y el no moriréis de la serpiente, entre el deseo de vivir por sí­ misma de la mujer (haciéndose así­ madre eterna) y la palabra de Dios que le indica el riesgo que corre de perderse y morir. Da la impresión de que la mujer quiere apoderarse de la inmortalidad a través de la propia experiencia de su vida fecunda. Así­ olvida su fragilidad y se arriesga a comer del árbol bueno/apetecible/deseable. De esa forma, ella misma desea hacerse árbol de la vida, volverse absoluta. Desde la experiencia de su propia capacidad engendradora, la mujer quiere volverse diosa: fuente de la vida. No solamente come del fruto del árbol, sino que se lo ofrece a su marido y de esa forma lo comparten (Gn 3,6).

(4) Mujer y hombre. Ambos quiebran el orden de Dios que se expresaba como paraí­so, pero lo hacen en claves y niveles diferentes. La mujer rompe el equilibrio desde su propio deseo divinizado: así­ aparece como creadora de toda la cultura en gesto donde se conserva la tragedia del deseo matriarcal que busca y no consigue jamás sus objetivos. Por su parte, el varón rompe el equilibrio de la vida despertando a la violencia (como cuenta Gn 4); pero reconoce su origen y llama a la mujer Eva (javvah, de vivir, dar vida: Gn 3,20), Madre de todos los vivientes, en palabra que el mismo texto relaciona con jayah (ser, estar presente), situándola cerca del Yahvé* de Ex 3,14. Así­ podemos y debemos relacionar el poder materno, vitalizante de la mujer (Javvah) con la asistencia salvadora (†˜ehyeh) de Yahvé. Ella ha querido apoderarse de la vida como madre original, diosa primigenia. De esa forma ha terminado condenada al dolor de gestación y parto, en gesto de castigo doloroso (Gn 3,16). Pues bien, en el fondo de ese mismo castigo ella puede expresar su verdad de mujer al servicio de la vida. Por eso, lo que llamamos pecado original no significa destrucción de su deseo femenino, sino transformación y realización dolorosa y finita (limitada) de ese mismo deseo. Ha querido poseer (obtener) la vida entera, en clave de inmortalidad, haciéndose diosa. Pues bien, tras el pecado, ella sigue manteniendo su poder sobre la vida, pero en clave de pequeñez y de relación (sumisión) respecto a su marido y de dolor ante los hijos, a los que parirá con dolor.

(5) Profundización. Matriarcado y caí­da. Conforme al despliegue de Gn 3, Eva quiere hacerse diosa, apareciendo así­ muy cerca de las fuentes de la vida (propias de Dios). El varón ha sido (es) subordinado: no puede dar a luz, no tiene potencia engendradora. Por eso, en Gn 4 buscará compensaciones de violencia (sacrificios sangrientos, asesinatos). La mujer en cambio engendra y así­ aparece como vinculada a Dios. Lógicamente es Eva la que desea “la manzana” (el árbol del conocimiento y de la vida); ella es el verdadero paraí­so, como han visto aquellos que la identifican con la Gran Madre, fuente de vi da, árbol del conocimiento que nos hace superar la muerte. Por eso, en el principio de toda la historia posterior, marcada por la perversión de la violencia masculina, se encuentra la experiencia original de la mujer que busca la total autonomí­a de la vida y quiere convertirse en Dios (o Diosa), adueñándose del conocimiento, como señora del bien/mal. Ella es la humanidad que quiere hacerse inmortal, poseyendo la vida (a través del conocimiento del bien/mal). No acepta la fragilidad de una gracia que le viene de fuera y se arriesga a comer del árbol bueno/apetecible/deseable (cf. Gn 2,9). En el jardí­n de Dios, que es el huerto de la humanidad en busca de plenitud, decide hacerse diosa: come del árbol del conocimiento y lo ofrece a su marido y de esa forma lo comparten (Gn 3,6). Esto es lo que suele llamarse pecado original, que consiste en el deseo de divinizar el propio deseo, la propia fuerza. La Biblia supone que ese “pecado” se inicia con el deseo de la mujer, que aparece como auténtica matriarca de la humanidad. En este momento, el varón está a merced de la mujer. En el principio de la humanidad se encuentra ella, como signo supremo de grandeza y riesgo. Con la tradición, podemos seguir hablando de pecado, sobre todo para distinguir lo que se dice aquí­ de la tragedia al estilo griego. No estamos ante una fatalidad ni ante un destino. Tampoco estamos ante el mito de la caí­da de las almas que pierden su altura divina y caen sobre el mundo, sino ante un principio histórico que sigue definiendo nuestra vida: los hombres somos así­, porque así­ nos hemos realizado. Somos aquello que nosotros mismos hemos escogido, al situarnos ante una gracia que nos trasciende (la vida como don, en actitud de confianza y transparencia mutua) y al querer hacernos dueños, por nosotros mismos, de aquello que sólo como gracia podemos alcanzar.

(6) Pecado del principio, pecado original. Entendido así­, éste es un pecado del principio (y podemos simbolizarlo en Eva). Pero, al mismo tiempo, es un pecado actual, que volvemos a cometer siempre que intentamos adueñarnos por la fuerza de la vida. Más que un pecado fáctico y cerrado, que se dio al principio, una sola vez, cometido por una sola mujer con su marido (Eva con Adán), éste es un pecado original y abierto, que se repite y actualiza siempre que los hombres y mujeres se dejan llevar por el deseo infinito, quedando de esa forma en manos de su propia muerte y destruyendo a los demás. Cuando miran el comienzo de su historia, ellos conservan el recuerdo de un deseo infinito, expresado en la mujer (la gran madre). En ese sentido decimos que la Mujer-Eva simboliza el aspecto más alto de lo humano. Ella no es sólo compañera afectiva del varón (carne de su carne…), sino sí­mbolo de la humanidad entera, portadora de Vida. Lógicamente, quiere adquirir el conocimiento del bien-mal para volverse absoluta, para serlo todo y tenerlo todo, escuchando a la serpiente, cosa que pertenece a sus posibilidades más hondas. Sólo una mujer que es don de amor y principio de canto para el varón, siendo portadores de la vida (madre generosa, en gesto de creatividad personal), puede volverse fuente de riesgo, si quiere adueñarse por la fuerza de la vida (como hace ahora en otro nivel el sistema social capitalista). Pero Eva no está sola sino que comen ambos, de manera que mujer y varón llevan dentro la posibilidad de la serpiente, es decir, de la libertad que quiere volverse absoluta por imposición, destruyendo así­ el principio de la vida, que es gratuidad. Un huerto o paraí­so donde no hubiera varones y mujeres que dialogan serí­a un desierto de soledad prehumana. Un paraí­so sin la posibilidad de la serpiente serí­a un limbo de idiotas sometidos a los poderes también prehumanos de la vida cósmica. Por eso, la serpiente es necesaria como expresión de libertad, pero puede volverse fuente de envidia y destrucción, convirtiéndose en motor de una humanidad que deshumaniza el conocimiento y que convierte el poder de la vida en principio de muerte, como lo muestra con aterradora lucidez el sistema económicosocial que se absolutiza sobre la vida de todos (de los pobres).

(7) Dios y la mujer. La mujer (con el varón) desea apoderarse del conocimiento del bien/mal, para hacerse señora de la vida, divinizándose a sí­ misma, sin advertir lo que ello implica de violencia mutua y de destrucción de las fuentes y el entorno de la vida. Desde esta base podemos destacar dos posibilidades. (a) Dios es divino (creador) en gratuidad, principio de vida, superando el nivel de los juicios y disputa entre el bien y el mal, porque él es puramente bueno, (b) Por el contrario, la serpiente sólo sabe ser divina en envidia (de juicio del bien/mal) y por eso dice a la mujer: cuando comáis seréis divinos como Elohim… (Gn 3,5). Ciertamente, los hombres se hacen divinos, pero no en gesto de creatividad gratuita y donación de sí­, sino en imposición y lucha de unos contra otros. El texto supone que mujer y varón han comido juntos (3,6). Se han enfrentado en otras cosas, aquí­ van unidos, superando de esa forma el matriarcado y cayendo en manos de un tipo de pecado que se abre al conjunto de la humanidad. Ambos han rechazado el don de la pura gratuidad, han negado el mundo de Dios (de armoní­a gratuita) y han querido construir el suyo, en claves de lucha envidiosa y dominio de unos sobre otros, destruyendo el equilibrio gratuito de la realidad. Este es el pecado que el autor de Gn 3 descubrió desde su tiempo (en torno al siglo V a.C.). Es el pecado que nosotros descubrimos ahora con escalofriante lucidez: una humanidad que quiere hacerse dueña del bien/mal corre el riesgo de destruir las fuentes de la vida.

Cf. J. S. CROATTO, El hombre en el mundo. Creación y designio Estudio de Génesis 1:12:3, La Aurora, Buenos Aires 1974; M. NAVARRO, Barro y aliento. Exégesis y antropologí­a teológica de Gn 2-3, Paulinas, Madrid 1993;E. NEUMANN, La Grande Madre, Astrolabio, Roma 1981; X. PIKAZA, Antropologí­a bí­blica, Sí­gueme, Salamanca 2006; P. RICOEUR, Finitudy cidpabilidad, Taurus, Madrid 1982.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

(Una Viviente; término al parecer relacionado con el verbo heb. ja·yáh, †œvivir†).
Primera mujer y última creación terrestre de Dios de la que se tiene registro.
Jehová, el Creador, sabí­a que no era conveniente que el hombre continuara solo. Sin embargo, antes de proceder a crear a la mujer, llevó al hombre varias bestias de la tierra y criaturas voladoras. Adán les puso nombre, pero no halló entre ellas ninguna que le sirviera de ayudante. A continuación Jehová hizo que Adán cayera en un profundo sueño, tomó de su costado una costilla y, después de cerrar la carne, formó una mujer de la costilla que habí­a tomado del hombre. Adán sabrí­a por revelación directa de Dios, su Creador y Padre, cómo habí­a venido a la existencia la mujer, por lo que se complació en aceptarla, diciendo: †œEsto por fin es hueso de mis huesos y carne de mi carne†, como además le indicaban sus sentidos. Adán llamó a su esposa, su complemento, ´isch·scháh (mujer o, literalmente, varona), †œporque del hombre fue tomada esta†. (Gé 2:18-23.) A continuación Dios pronunció su bendición paternal sobre ambos, diciendo: †œSean fructí­feros y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla†. También tení­an que tener en sujeción a la creación animal. (Gé 1:28.) Como una obra de las manos de Dios, la mujer estaba perfectamente dotada tanto para ser madre como para ser complemento de su esposo Adán.

Engaño y desobediencia. Cierto dí­a la mujer estaba sin su esposo cerca del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, cuando una cautelosa y sigilosa serpiente, que un espí­ritu invisible usó como portavoz, le preguntó con aparente inocencia: †œ¿Es realmente el caso que Dios ha dicho que ustedes no deben comer de todo árbol del jardí­n?†. La mujer contestó correctamente, pues es de suponer que su cabeza marital, que formaba con ella una sola carne, la habí­a informado. No obstante, cuando la serpiente contradijo a Dios y aseguró que violar el mandato divino resultarí­a en ser igual a Dios, conociendo lo bueno y lo malo, la mujer comenzó a ver el árbol desde un punto de vista diferente. El registro dice que †œvio que el árbol era bueno para alimento, y que a los ojos era algo que anhelar, sí­, el árbol era deseable para contemplarlo†. Además, la serpiente le habí­a dicho que serí­a como Dios si comí­a de él. (Compárese con 1Jn 2:16.) Engañada por completo y con un fuerte deseo por las perspectivas que presentaba comer del fruto prohibido, la mujer transgredió la ley de Dios. (1Ti 2:14.) Después de esta acción, se dirigió a su esposo y le indujo a unirse a ella en la desobediencia al Creador. Adán escuchó la voz de su esposa. (Gé 3:1-6.)
El efecto inmediato de su transgresión fue sentir vergüenza, por lo que usaron hojas de higuera para cubrirse los lomos. Al oí­r la voz de Jehová, tanto Adán como su esposa se escondieron entre los árboles del jardí­n. Cuando Dios interrogó directamente a la mujer en cuanto a lo que habí­a hecho, ella dijo que habí­a comido engañada por la serpiente. Al pronunciar la sentencia sobre la mujer, Jehová indicó que el embarazo y el parto irí­an acompañados de más dolor, que tendrí­a un deseo vehemente por su esposo y que él la dominarí­a. (Gé 3:7-13, 16.)
El registro bí­blico indica que después de violar la ley de Dios, Adán llamó a su esposa Eva, †œporque ella tení­a que llegar a ser la madre de todo el que viviera†. (Gé 3:20.) Antes de expulsar a Adán y Eva fuera del jardí­n de Edén para que se enfrentaran a las penurias de una tierra maldecida, Jehová les extendió bondad inmerecida suministrándoles a ambos largas prendas de vestir de piel. (Gé 3:21.)

¿Estaba Eva en lo cierto al decir que habí­a producido a su hijo Caí­n †œcon la ayuda de Jehovᆝ?
Cuando nació su primer hijo, Caí­n, fuera del paraí­so, Eva exclamó: †œHe producido un hombre con la ayuda de Jehovᆝ. (Gé 4:1.) Estas palabras de Eva muestran que los primeros humanos ya conocí­an el nombre de Jehová. Más tarde, dio a luz a Abel, así­ como a otros hijos e hijas. Cuando Adán contaba con ciento treinta años, Eva dio a luz a un hijo, a quien puso por nombre Set, diciendo: †œDios ha nombrado otra descendencia en lugar de Abel, porque Caí­n lo mató†. Era muy apropiado que Eva se expresase de este modo, ya que tanto el nacimiento de Caí­n como el de Set fueron posibles gracias a las facultades de procreación que Dios les habí­a dado y debido, también, a la bondad inmerecida de Dios al no ejecutarla de inmediato cuando transgredió Su mandamiento. Con el nacimiento de Set se cierra el registro de Génesis sobre Eva. (Gé 4:25; 5:3, 4.)

Un personaje real. El propio Jesucristo dio testimonio de que Eva vivió en realidad y de que no fue tan solo un personaje de ficción. Cuando los fariseos lo interrogaron con respecto al divorcio, Jesús dirigió su atención al relato de Génesis con relación a la creación del hombre y la mujer. (Mt 19:3-6.) Además, cuando Pablo escribió a los corintios, expresó el temor de que sus mentes de algún modo se corrompiesen, †œcomo la serpiente sedujo a Eva por su astucia†. (2Co 11:3.) Asimismo, en su consideración del lugar apropiado de la mujer en la congregación cristiana, Pablo presentó como una razón para no permitir †œque la mujer enseñe, ni que ejerza autoridad sobre el hombre†, el hecho de que Adán fue formado primero, y que él no fue engañado, †œsino que la mujer fue cabalmente engañada y llegó a estar en transgresión†. (1Ti 2:12-14.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Son muchas las derivaciones que se sugieren para este nombre dado por Adán a su mujer después de la caída (Gn. 3:20), (el léxico de Koehler menciona nueve posibilidades). Aparte de una precisión lingüistica exacta, la conexión bíblica entre Eva (heb. ḥawwāh) y «viviente» (heb. ḥayyāh) indica correctamente la riqueza del símbolo empleado (cf. Gn. 3:15). La creación de Eva desde la costilla de Adán (Gn. 2:21, 22) sugiere una unidad íntima entre el hombre y la mujer (Gn. 2:23). También enseña el deber de la mujer de someterse al hombre (1 Ti. 2:12, 13). Al ceder a la sugerencia del tentador, Eva virtualmente lo puso a él en el lugar de Dios y llegó a ser un instrumento para la caída de Adán (Gn. 3:1–7). El veredicto divino sobre ella se adaptó a su feminidad. Su severidad fue mitigada por el privilegio de la maternidad. Al proseguir el proceso redentivo, ella y su «simiente» (comunidad, pueblo) se verían envueltos en una enemistad impuesta por Dios con la «simiente» de la serpiente (Gn. 3:15). Los nombres simbólicos que Eva dio a sus hijos parecen sugerir una visión incipiente de fe basada en la promesa.

Marten H. Woudstra

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (239). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

La primera mujer, esposa de *Adán y madre de Caín, Abel, y Set (Gn. 4.1–2, 25). Cuando creó a Adán, Dios resolvió hacer “ayuda idónea para él” (˒ēzer keneḡdô, Gn. 2.18, 20, lit. “ayudante como enfrente de él”, o sea, “ayudante correspondiente a él”), para lo cual lo hizo dormir, y tomando una de sus costillas (ṣēlā, Gn. 2.21), hizo (bānâ, Gn. 2.22, término que normalmente significa ‘construir’) con ella una mujer (le˒iššâ) (* Creación). Adán, reconociendo su estrecha relación, declaró que se llamaría “Varona (˒iššâ), porque fue tomada del (min; cf. 1 Co. 11.8, ek varón (˒ı̂š)” (Gn. 2.23). Algunos eruditos consideran que ˒ı̂š e ˒iššâ son diferentes etimológicamente, pero esto no tiene por qué ser necesariamente significativo, ya que el contexto sólo exige que haya semejanza formal entre las palabras, como efectivamente ocurre con “varón” y “varona”.

Eva fue el instrumento de la serpiente para inducir a Adán a comer el fruto prohibido (* Caída), y como resultado Dios la condenó a dar a luz sus hijos con dolor y a que su marido se enseñoreara de ella (mâšal be; Gn. 3.16). Adán la llamó entonces “Eva (ḥawwâ, Gn. 3.20), por cuanto ella era madre de todos los vivientes (ḥay)”. Se han formulado muchas teorías con respecto al nombre ḥawwâ. Algunos lo ven como forma arcaica de ḥayyâ, “ser viviente” (la LXX adopta este criterio y lo traduce en Gn. 3.20 como zōē, “vida”), otros hacen notar la similitud con el arameo ḥiwyā ‘serpiente’, voz relacionada con la deidad fenicia ḥwt (posiblemente viperina), pero como en el caso de ˒ı̂š e ˒iššâ, el texto sólo parece requerir una asonancia formal. El nombre ḥawwâ aparece dos veces solamente en el AT (Gn. 3.20; 4.1); la voz “mujer” se emplea más comúnmente. En la LXX y en el NT aparece como Heua (Eua en algunos mss.), que se transforma en Heva en la Vg., y de allí Eva en las vss. cast.

En el mito sumerio relacionado con el dios Enki hay información incidental que echa luz sobre las declaraciones bíblicas acerca de Eva. Según el mito, Enki padece una serie de enfermedades, y la diosa Ninhursag crea una diosa especial para que se ocupe de curarlas. De este modo, cuando el dios dice “me duele la costilla (ti: escrito con un logograma, uno de cuyos valores acádicos era ṣı̂lu, ‘costado, costilla’)”, ella le responde que ha provocado el nacimiento de una diosa Nin-ti (“dama de la costilla”) para él. Pero en sumerio Nin-ti puede significar, también, “dama que hace vivir”. Podría ser que esto refleje de algún modo una narración original común con el relato de Génesis.

Bibliografía. °N. Kramer, La historia empieza en Sumer, 1962; A. Parrot, Sumer, 1961; S. Muñoz-Iglesias, Introducción a la lectora del Antiguo Testamento, 1965, pp. 61–71; S. Croatto, Crear y amar en libertad, 1986; L. B. Hobbs, Hijas de Eva, 1974. KB³, pp. 284; G. J. Spurrell, Notes on the Text of the Book of Genesis², 1896, pp. 45; S. N. Kramer, Enki and Ninḫursag. A Sumerian Paradise Myth (BASOR Supplementary Studies 1), 1945, pp. 8–9; From the Tablets of Sumer, 1956, pp. 170–171 = History Begins at Sumer, 1958, pp. 195–196; I. M. Kikawada, “Two Notes on Eve”, JBL 91, 1972, pp. 33–37.

T.C.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(En hebreo hawwah)
Sarcófago de Junius Bassus (d. 359 AD). San Pedro, Roma Relieve fachada Catedral de Orvieto. 1310 – 1316Nombre de la primera mujer, esposa de Adán, madre de Caín, Abel y Set. El nombre aparece sólo cinco veces en la Biblia. En Gén. 3,20, se relaciona etimológicamente con el verbo que significa “vivir”: “Adán llamó a su mujer Eva [hawwah] por ser ella la madre de todos los vivientes” La Versión de los Setenta interpreta este pasaje como Zoe (= vida, o dadora de vida), que es una traducción; en otros dos pasajes (Gén. 4,1 y 25), el nombre es transliterado Eua. Los datos bíblicos relativos a Eva se limitan casi exclusivamente a los capítulos 2, 3 y 4 del Génesis (ver Adán).

El primer relato de la creación (Gén. 1, “P”) expone la creación de la humanidad en general, y afirma simplemente que fueron creados hombre y mujer. La segunda narración (Gén. 2, “J”) es más explícita y detallada. Se representa a Dios formando al hombre individual del barro de la tierra, e insuflándole en sus narices el aliento de vida. De manera semejante, la creación de la primera mujer y su relación con el hombre se describe con imaginería pintoresca y significativa. En este relato, en el que las plantas y los animales aparecen en escena sólo después de la creación del hombre, la soledad de éste (Gén. 2,18), y su fracaso en encontrar una compañía adecuada entre los animales (Gén. 2,20), son expuestas como la razón por la que Dios determina crear para el hombre una compañera semejante a él. Le hace caer en un profundo sueño, y tomando una de sus costillas, forma de ella una mujer, que cuando es traída ante él, es reconocida enseguida como hueso de su hueso y carne de su carne. Una discusión sobre los argumentos a favor del carácter histórico, más o menos alegórico de esta narración estaría más allá del alcance del presente artículo. Baste decir que los comentaristas piadosos siempre han considerado que el relato bíblico contiene, aparte de la cuestión del origen del hombre, un significado profundo, práctico y complejo, respecto a la relación mutua entre los sexos establecida por el Creador.

Así, la primitiva institución de la monogamia está implícita en el hecho de que una mujer fuera creada para un hombre. Eva, tanto como Adán, es objeto de un acto especial de creación, una circunstancia que indica su igualdad natural con él, mientras que por otro lado el ser sacada de su costado implica no sólo su papel secundario en el estado conyugal (1 Cor. 11,9), sino que también subraya la íntima unión entre marido y mujer, y la dependencia de esta respecto al primero. “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. La inocencia de la recién creada pareja se indica claramente en el versículo siguiente, pero el narrador inmediatamente procede a relatar cuán pronto adquirieron, por su transgresión real, el conocimiento del bien y del mal, y con él la sensación de vergüenza que antes desconocían. En la historia de la caída, la causa original del mal es la serpiente, que en la tradición judía posterior se identifica con Satán (Sab. 2,24). Tienta a Eva presumiblemente como la más débil de los dos, y ella a su vez tienta a Adán, que se rinde a su seducción. Inmediatamente sus ojos se abren, pero en una forma inesperada. La vergüenza y el remordimiento se apoderaron de ellos, y buscaron ocultarse de la vista del Señor.

Por su parte en la trasgresión, Eva (y la humanidad femenina con ella) es condenada a una vida de dolor y trabajo, y a estar bajo el dominio de su marido. Sin duda esto último no implica que la condición de igualdad esencial con el hombre fuera alterada, sino que la sentencia expresa lo que, por la naturaleza de las cosas, era obligado que resultase en un mundo dominado por el pecado y sus consecuencias. La natural dependencia y sujeción de la parte más débil estaba destinada a convertirse en algo poco menos que la esclavitud. Pero si la mujer fue la ocasión de la transgresión y caída del hombre, fue también decretado por el designio divino, que ella sería fundamental en el plan de restauración que Dios promete ya en el acto de pronunciar su condena sobre la serpiente. La mujer ha sufrido una derrota y sus consecuencias son infinitamente dolorosas, pero en adelante habrá enemistad entre ella y la serpiente, entre su descendencia y la suya, hasta que por medio de esta última en la persona del futuro Redentor, que aplastará la cabeza de la serpiente, de nuevo será vencedora.

La Biblia da poca información sobre la historia subsiguiente de Eva. En Gén. 4,1, leemos que parió un hijo al que llamó Caín, porque lo tuvo (literalmente, “adquirió” o “poseyó”) por medio de Dios—ésta es al menos la interpretación más plausible de este oscuro pasaje. Más tarde dio a luz a Abel, y la narración no registra el nacimiento de otro hijo hasta después del asesinato de Abel por su hermano mayor, cuando ella parió un hijo y le dio el nombre de Set; diciendo: “Dios me ha dado [literalmente, “puesto” o “designado”] otro descendiente, por Abel a quien Caín mató”.

Eva es mencionada en el Libro de Tobías (8,8; LXX, 8,6) donde simplemente se afirma que fue dada a Adán como ayuda; en 2 Cor. 11,3, donde se hace referencia a su seducción por la serpiente, y en 1 Tim. 2,13, donde el apóstol impone la sumisión y el silencio a las mujeres argumentando que “Adán fue formado primero; Eva luego. Y Adán no fue seducido, sino que la mujer, siendo seducida, cayó en la trasgresión”.

Como en el caso de otros personajes del Antiguo Testamento, se han relacionado con el nombre de Eva muchas leyendas rabínicas. Pueden encontrarse en la “Enciclopedia Judía”, s.v. (ver también Adán), y en Vigouroux, “Diccionario de la Biblia”, I, art. “Adán”. Son, en su mayor parte, pueriles y fantásticas, y desprovistas de valor histórico, excepto en cuanto que sirven para ilustrar las mentalidad de los autores judíos posteriores, y la poca confiabilidad de las “tradiciones” derivadas de tales fuentes, aunque a veces se apela a ellas en discusiones críticas.

Bibliografía: PALIS in VIGOUROUX, Diccionario de la Biblia, II, 2118; BENNETT en HASTINGS, Dicc. de la Biblia, s.v. ; Enciclopedia Bíblica, s.v. Adán y Eva; GIGOT, Introducción Especial al Estudio del Antiguo Testamento, Part I, p. 162; Enciclopedia Judía, s.v., V, 275.

Fuente: Driscoll, James F. “Eve.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909.
http://www.newadvent.org/cathen/05646b.htm

Traducido por Francisco Vázquez. L H M

Fuente: Enciclopedia Católica