PRESENCIA

v. Delante
Exo 33:14 me p irá contigo, y te daré descanso
Psa 16:11 la vida; en tu p hay plenitud de gozo
Psa 139:7 tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu p?
Jer 23:39 arrancaré de mi p a vosotros y a la
Jon 1:3 para irse .. lejos de la p de Jehová
Zep 1:7 calla en la p de Jehová el Señor, porque
Luk 1:76 porque irás delante de la p del Señor
Act 10:33 estamos aquí en la p de Dios, para oir
2Co 10:10 mas la p corporal débil, y la palabra
Phi 1:26 gloria .. por mi p otra vez entre vosotros


(-> Emmanuel). La pregunta clave de la Biblia no es si hay Dios (problema ontológico), sino si Dios camina y habita con los hombres. Este es el tema central del Exodo (Dios camina con los israelitas, acompañándoles en la salida de Egipto) y del Deuteronomio (Dios hace pacto con su pueblo, habitando con los suyos). Este es el motivo de fondo de la tradición del templo, de manera que a Dios se le puede definir como Shekiná, es decir, como presencia. El mismo “ser de Dios” se define, por tanto, como un “estar con”. El “Soy el que soy” de Yahvé* (Ex 3,14) significa “Soy el que estoy con vosotros”. El nombre mesiánico de Dios es Emmanuel: Dios con nosotros (Is 7,14). La pregunta de los israelitas en el momento de la prueba, tras la salida de Egipto, no es si hay Dios, sino ¿está Dios con nosotros o no? (Ex 17,7). En esta perspectiva se entiende la tradición posterior de los judí­os y cristianos. Conforme a una palabra central del Evangelio, “allí­ donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí­ estoy yo en medio de Dios” (Mt 18,18). jesús, el Mesí­as, viene a presentarse así­ como presencia divina en la comunión de los hermanos, que aparecen de esa forma como ver dadero templo, realidad sagrada. Por eso dice Jesús a sus enviados: “Y yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos” (Mt 28,20). En esa lí­nea se sitúan también algunas palabras básicas de la tradición rabí­nica*: “Rabí­ Simeón decí­a: si tres comen en una mesa y no hablan en ella sobre las palabras de la Torah, es como si comieran de los sacrificios de los muertos, tal como está escrito: todas las mesas están llenas de vómito e inmundicia… (Is 21,8). Pero si tres comen en una mesa y hablan entre ellos palabras de la Torah, es como si comieran de la mesa de Dios (= Maqom), tal como está escrito: ésta es la Mesa que está ante Yahvé (Ez 41,22)” (Misná, Abot 3,3). “Rabí­ Jalafta… decí­a: si diez se sientan y se ocupan de la Torah, la Shekiná está en medio de ellos, por cuanto está escrito: Dios (Elohim) está en medio de la comunidad de Dios (Adat-†™El; Sal 82,1) ” (Misná, Abot 3,6). De esta forma se vinculan la mesa del pan y la mesa de la palabra de Dios, conforme a una tradición que está en el fondo de Dt 8,3, reasumida por Mt 4,4 par. Evidentemente, la teologí­a judí­a no ha formulado el sentido de la presencia de la Torah o Shekiná (Ley o Gloria) de Dios con los mismos términos que emplean los cristianos cuando hablan de la presencia real de Cristo, Hijo de Dios, en la eucaristí­a. Pero las dos formulaciones son paralelas. Dios se encuentra allí­ donde los hombres comen juntos y dialogan. Textos rabí­nicos en C. DEL VALLE, Misná, Sí­gueme, Salamanca 2003, 843-844; Sidur. Ritual de oraciones, Sigal, Buenos Aires 1976, 345-353.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Dios es ei horizonte necesario de todo io que somos y de todo lo que hacemos. Dios es, a la vez, el centro, el corazón de toda realidad, por tanto todo está en éi y él está en todo. Y Jesús, Hijo de Dios, siendo él mismo Dios, es el horizonte de toda la historia, de toda nuestra vida, de cada jornada. Jesús resucitado está aquí­ en medio de nosotros como centro vivo de nuestro ser Iglesia. Está en nosotros, no con el poder de los milagros (que ha ido realizando de una manera muy parca y moderada) sino con la constante presencia —invisible y misteriosa, propia de! misterio de Dios— de esa aura suave y casi imperceptible que es el misterio de Dios, y que, sin embargo, aquellos que han nacido de Dios saben captar. Jesús está presente en su palabra proclamada en la Escritura y en la voz de la Iglesia. Por tanto, cuando escuchamos esta palabra, estamos en comunión real con el Resucitado y nuestro corazón salta de alegrí­a porque siente esta í­ntima consonancia, esta relación inquebrantable que se ha instaurado entre nosotros y Jesús resucitado, y que la Palabra de Dios proclamada continuamente despierta, como una poderosa corriente eléctrica, haciendo vibrar nuestro corazón por dentro. Jesús está en nosotros cada vez que recibimos los sacramentos, cada vez que realizamos esos gestos y esas palabras sencillas en las que él se hace sentir vivo y resucitado. Jesús está en el corazón de cada hombre que cree y que espera, está en el corazón de la humanidad, que le pertenece, en el corazón de su Iglesia. Jesús está donde se le celebra y se le ama; donde hay dos o tres reunidos en su nombre; está en los más pequeños, en los enfermos, en los presos, en los marginados, en ei extranjero solo y sin recursos; en aquellos que se ven abandonados y desamparados, en los pueblos más pobres de la tierra, en las familias donde hay sufrimientos, rechazo, incapacidad de aguantarse, dolor. Jesús entra en cada sufrimiento y puede confortarlo y transformarlo con la fuerza de su Espí­ritu Santo. Esto es lo que significa: “¡Hemos visto al Señor!”.

Carlo Marí­a Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

Fuente: Diccionario Espiritual

La palabra griega pa·rou·sí­Â·a, que suele traducirse por †œpresencia†, se forma con pa·rá (junto a) y ou·sí­Â·a (derivada de ei·mí­, †œser† o †œestar†). Por consiguiente, pa·rou·sí­Â·a significa literalmente la †œacción de estar junto a [algo]†, es decir, †œpresencia†. En las Escrituras Griegas Cristianas se usa esa palabra 24 veces, la mayorí­a de ellas con relación a la presencia de Cristo en conexión con su Reino mesiánico. (Mt 24:3; véase apéndice de NM, pág. 1576.)
Muchas versiones difieren en la manera de traducir esta palabra. En algunos textos traducen pa·rou·sí­Â·a por †œpresencia†, pero con más frecuencia la traducción es †œvenida†. Este hecho ha dado base a la expresión †œsegunda venida† o †œsegundo advenimiento† de Jesucristo (adventus [†œadvenimiento† o †œvenida†] es la manera como la Vulgata latina traduce pa·rou·sí­Â·a en Mt 24:3). Aunque la presencia de Jesús implica forzosamente su llegada al lugar donde está presente, traducir pa·rou·sí­Â·a por †œvenida† coloca el énfasis en la llegada y oscurece su subsiguiente presencia. Aunque los lexicógrafos admiten †œllegada† y †œpresencia† como traducciones de pa·rou·sí­Â·a, por lo general reconocen que la idea principal que transmite esa palabra es la presencia de la persona.
El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 1, pág. 50) dice: †œPAROUSIA […] denota tanto una llegada como una consiguiente presencia con. Por ejemplo, en una carta sobre papiro [escrita en griego] una dama habla de la necesidad de su parousia en un lugar a fin de [atender] unos asuntos relacionados con su propiedad allí­. […] Cuando se usa del retorno de Cristo, en el Arrebatamiento de la Iglesia, significa no meramente Su llegada momentánea a por Sus santos, sino su presencia con ellos desde aquel momento hasta Su revelación y manifestación al mundo†. El Diccionario de la Biblia (edición de Serafí­n de Ausejo, Barcelona, Herder, 1981, col. 1451) explica que †œen el mundo helení­stico de oriente se halla la palabra [pa·rou·sí­Â·a] […] como término clásico para designar la visita oficial del rey o del emperador†. (Véase también Mt 24:3, BJ, nota.)
Aunque, por supuesto, los escritos seglares griegos sirven de ayuda para determinar el sentido de este término griego, aún es más eficaz examinar el uso que se le da en la misma Biblia. Por ejemplo, en Filipenses 2:12 Pablo dice que los cristianos filipenses obedecí­an †œno durante [su] presencia [pa·rou·sí­Â·ai] solamente, sino ahora con mucha más prontitud durante [su] ausencia [a·pou·sí­Â·ai]†. Igualmente, en 2 Corintios 10:10, 11, después de referirse a los que decí­an que †˜sus cartas eran de peso y enérgicas, pero su presencia [pa·rou·sí­Â·a] en persona era débil y su habla desdeñable†™, Pablo añade: †œTome en cuenta esto tal hombre, que lo que somos en nuestra palabra por cartas estando ausentes [a·pón·tes], eso mismo también seremos en acción estando presentes [pa·rón·tes]†. (Compárese también con Flp 1:24-27.) De modo que el contraste se hace entre presencia y ausencia, no entre llegada (o venida) y partida.
En vista de lo antedicho, J. B. Rotherham explica en el apéndice de su versión inglesa (pág. 271): †œEn esta edición la palabra parousia se traduce de manera uniforme por †˜presencia†™ (se ha descartado †˜venida†™ como traducción de esta palabra). […] El sentido de †˜presencia†™ se muestra de manera tan clara en contraste con †˜ausencia†™ […] que la pregunta que surge naturalmente es: ¿por qué no traducirla siempre así­?†.
De las palabras de Jesús registradas en Mateo 24:37-39 y Lucas 17:26-30 se desprende que su pa·rou·sí­Â·a no es simplemente una venida momentánea seguida de una rápida partida, sino, más bien, una presencia que abarca un perí­odo de tiempo. En esos pasajes se comparan los †œdí­as de No醝 con †œla presencia del Hijo del hombre† (†œlos dí­as del Hijo del hombre†, según el registro de Lucas). Por lo tanto, Jesús no limita la comparación a la venida del Diluvio como un punto culminante final durante los dí­as de Noé, aunque muestra que su propia †œpresencia† (o †œdí­as†) verá una culminación similar. Como los †œdí­as de No醝 en realidad abarcaron un perí­odo de años, hay base para creer que la predicha †œpresencia [o †œdí­as†] del Hijo del hombre† abarcarí­a de igual manera un perí­odo de años, que culminarán con la destrucción de los que no presten atención a la oportunidad que se les da de buscar liberación.

La naturaleza de la †œparousí­a† de Cristo. No cabe duda de que una pa·rou·sí­Â·a o presencia puede ser visible; en realidad en seis de las ocasiones que aparece la palabra se refiere a la presencia humana y visible de hombres como Estéfanas, Fortunato, Acaico, Tito y Pablo. (1Co 16:17; 2Co 7:6, 7; 10:10; Flp 1:26; 2:12.) No obstante, una pa·rou·sí­Â·a también puede ser invisible, como lo indica el uso que hace Pablo de la forma verbal relacionada (pá·rei·mi) cuando habla de estar †œpresente en espí­ritu† aunque ausente en cuerpo. (1Co 5:3.) Asimismo, el historiador judí­o Josefo hizo referencia en el texto griego de su obra a la pa·rou·sí­Â·a de Dios en el monte Sinaí­, y mencionó que su presencia invisible se manifestó por los truenos y relámpagos. (Antigüedades Judí­as, libro III, cap. V, sec. 2.)
Las palabras de Jehová a Moisés con relación al arca del pacto que se hallaba en el Santí­simo del tabernáculo, dan base bí­blica a la idea de una presencia invisible. Jehová dijo: †œY allí­ ciertamente me presentaré a ti, y hablaré contigo desde más arriba de la cubierta†. (Ex 25:22.) La presencia de Dios no pudo ser visible, pues las Escrituras son explí­citas al afirmar que †˜nadie ha visto a Dios jamás†™, ni siquiera Moisés, ni el sumo sacerdote que entraba en el Santí­simo. (Jn 1:18; Ex 33:20.) Cuando el rey Salomón inauguró el templo de Jerusalén, la nube de †œla gloria de Jehovᆝ llenó la casa. Es cierto que el propio Salomón dijo que Jehová †˜residí­a en el templo†™, pero también declaró: †œPero ¿verdaderamente morará Dios sobre la tierra? ¡Mira! Los cielos, sí­, el cielo de los cielos, ellos mismos no pueden contenerte; ¡cuánto menos, pues, esta casa que yo he edificado!†. Sin embargo, los ojos de Jehová observarí­an continuamente aquella casa y El escucharí­a desde †œel lugar de [Su] morada, en los cielos†, las oraciones que desde allí­ se hiciesen. (1Re 8:10-13, 27-30; compárese con Hch 7:45-50.)
Estos relatos ponen de manifiesto la facultad de Dios de †˜estar presente†™ en la Tierra en espí­ritu (por lo tanto, de manera invisible) sin abandonar los cielos. Su presencia bien puede hacerse patente mediante un ángel que actúa y habla en Su nombre, incluso diciendo: †œYo soy el Dios de tu padre†, como hizo el ángel que habló a Moisés desde la zarza ardiente. (Ex 3:2-8; compárese con Ex 23:20; 32:34.) De manera semejante, aunque Jehová también le dijo a Moisés que †˜vendrí­a†™ a él en el monte Sinaí­ y †˜descenderí­a†™ en aquel lugar (Ex 19:9, 11, 18, 20), los escritos apostólicos muestran que El se le presentó y le entregó su pacto por medio de ángeles. (Gál 3:19; Heb 2:2; véase ROSTRO.)
Como a Jesucristo, el Hijo resucitado de Jehová, se le concedió †˜toda autoridad en el cielo y sobre la tierra†™, y llegó a ser †œla representación exacta de su mismo ser [el de Dios]†, él también deberí­a poder estar presente invisiblemente de una manera similar. (Mt 28:18; Heb 1:2, 3.) Podemos notar con respecto a esto que incluso cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, pudo efectuar curaciones estando lejos de la persona, igual que si hubiera estado allí­ presente. (Mt 8:5-13; Jn 4:46-53.)
También es evidente que Jehová Dios ha sometido a los ángeles a los mandatos de su Hijo glorificado. (1Pe 3:22.) Los textos que tratan de la presencia de Jesús suelen presentarlo †˜acompañado†™ de huestes angélicas o †˜enviando†™ a sus ángeles. (Mt 13:37-41, 47-49; 16:27; 24:31; Mr 8:38; 2Te 1:7.) Sin embargo, este hecho no significa que su predicha presencia en poder y gloria del Reino consista únicamente en enviar mensajeros o diputados angélicos en misiones terrestres, pues esto ya se hací­a en el siglo I E.C. en relación con los apóstoles y otros. (Hch 5:19; 8:26; 10:3, 7, 22; 12:7-11, 23; 27:23.) Tanto las parábolas de Jesús como otros textos muestran que su presencia es como la de un amo que vuelve a su casa o como la de un hombre a quien se le otorga poder real y regresa para hacerse cargo de su dominio; además, la presencia de Jesús implica una inspección y juicio por él, seguido de la ejecución de ese juicio y el pago de la recompensa a los que se ha hallado en una condición aprobada. (Mt 24:43-51; 25:14-45; Lu 19:11-27; compárese con Mt 19:28, 29.) Puesto que el poder real de Jesús abarca toda la Tierra, su presencia es mundial (compárese con Mt 24:23-27, 30), y las palabras inspiradas de Pablo en 1 Corintios 15:24-28, así­ como las referencias al reinado de Cristo que se hacen en Revelación (5:8-10; 7:17; 19:11-16; 20:1-6; 21:1-4, 9, 10, 22-27), indican que la presencia de Cristo corresponde al tiempo en que dirige plenamente su atención a toda la Tierra y su población, y concentra toda la fuerza de su poder real en llevar a cabo la voluntad de su Padre para la Tierra y sus habitantes. (Compárese con Mt 6:9, 10.)
Basándose en los textos que muestran a Jesús †œviniendo en las nubes con gran poder y gloria† (Mr 13:26; Rev 1:7), se ha llegado a la conclusión de que su presencia tiene que ser visible. Sin embargo, como se muestra en el artí­culo NUBE (Uso figurado), cuando se habla de nubes en relación con otras manifestaciones divinas, estas comunican la idea de invisibilidad más bien que de visibilidad. Además, la expresión †˜ver†™ también se emplea en sentido figurado: percibir con la mente y el corazón. (Isa 44:18; Jer 5:21; Eze 12:2, 3; Mt 13:13-16; Ef 1:17, 18.) Negar este uso significarí­a negar también que lo opuesto a la vista, es decir, la ceguera, pudiera usarse en sentido figurado o espiritual y no solo literal. Jesús usó en varias ocasiones la vista y la ceguera con ese sentido figurado o espiritual. (Jn 9:39-41; Rev 3:14-18; compárese también con 2Co 4:4; 2Pe 1:9.) Después que Jehová se dirigió a Job †œdesde la tempestad de viento† (probablemente acompañada de nubes), este dijo: †œDe oí­das he sabido de ti, pero ahora mi propio ojo de veras te ve†. (Job 38:1; 42:5.) Job sin duda no se referí­a a que lo veí­a con sus ojos, sino mentalmente y con el corazón, pues la Biblia dice sin ambages que †œa Dios ningún hombre lo ha visto jamás†. (Jn 1:18; 5:37; 6:46; 1Jn 4:12.)
La propia declaración de Jesús de que con su muerte sacrificarí­a su carne a favor de la vida del mundo (Jn 6:51), y el que el apóstol Pablo dijera que el resucitado Jesús †œmora en luz inaccesible, a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver†œ (1Ti 6:14-16), son buena prueba contra la idea de que la presencia de Jesús sea visible (en forma corporal visible a los ojos humanos). Por lo tanto, Jesús podí­a decir a sus discí­pulos: †œUn poco más y el mundo ya no me contemplarᆝ. Es verdad que sus discí­pulos le contemplarí­an, no solo porque se les aparecerí­a después de su resurrección, sino también porque al debido tiempo ellos serí­an resucitados para unirse a él en los cielos y †˜contemplar la gloria que su Padre le habí­a dado†™. (Jn 14:19; 17:24.) Pero el mundo en general no lo contemplarí­a después de su resurrección como criatura celestial (1Pe 3:18), pues Jesús limitó sus apariciones a sus discí­pulos. De igual modo, solo ellos vieron su ascensión al cielo, el mundo no la vio, y los ángeles que estuvieron presentes les aseguraron a los discí­pulos que el regreso de Jesús serí­a †œde la misma manera† (gr. tró·pos, no mor·fe, †œforma†), es decir, sin una exhibición pública, discernida solo por sus fieles seguidores. (Hch 1:1-11.)
No hay duda de que un corazón torcido en el que se alientan esperanzas equí­vocas relacionadas con la presencia de Cristo puede justificar la actitud de las personas ridiculizadoras, de quienes se predijo que en †œlos últimos dí­as† se mofarí­an, diciendo: †œ¿Dónde está esa prometida presencia de él? Pues, desde el dí­a en que nuestros antepasados se durmieron en la muerte, todas las cosas continúan exactamente como desde el principio de la creación†. (2Pe 3:2-4; compárese con 1:16.)
Sin duda los hombres serán conscientes de lo que ocurra en †œla revelación† (gr. a·po·ká·ly·psis) de Jesucristo †œcon sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús†. (2Te 1:7-9.) Sin embargo, esto no excluye el hecho de que habrá una presencia invisible antes de esa revelación, presencia que no disciernen las personas en general, sino solo los fieles. Podemos recordar que cuando Jesús comparó su presencia con los †œdí­as de No醝, declaró que en el tiempo de Noé las personas †œno hicieron caso† hasta que les sobrevino la destrucción por agua, y añadió: †œAsí­ será la presencia del Hijo del hombre†. (Mt 24:37-39.)

Los sucesos que señalan su presencia. Jesús habí­a prometido que estarí­a con sus seguidores en sus reuniones (Mt 18:20), y también les aseguró que estarí­a †˜con ellos†™ en su obra de hacer discí­pulos †œtodos los dí­as hasta la conclusión del sistema de cosas†. (Mt 28:19, 20.) Sin embargo, la pa·rou·sí­Â·a mencionada en Mateo 24:3 y en otros textos relacionados sin duda tiene que significar algo más. Lógicamente se refiere a una presencia especial que afecta directamente a todos los habitantes de la Tierra y está conectada de manera inseparable con la manifestación de la plena autoridad de Jesús como el Rey ungido de Dios.
Entre los acontecimientos que señalan la presencia de Jesús en el poder del Reino están: la resurrección de sus seguidores que han muerto, pues son coherederos con él del Reino celestial (1Co 15:23; Ro 8:17); el que Cristo junte y reúna a él a otros seguidores que viven en el tiempo de su presencia (Mt 24:31; 2Te 2:1); el que †˜reduzca a la nada†™ al apóstata †œhombre del desafuero†, llevándolo a cabo †˜por la manifestación [e·pi·fa·néi·ai] de la presencia [de Jesús]† (2Te 2:3-8; véase HOMBRE DEL DESAFUERO); la destrucción de todos aquellos que no prestan atención a la oportunidad de liberación que se les brinda (Mt 24:37-39), e, inevitablemente, la introducción de su reinado de mil años (Rev 20:1-6). Véase también el artí­culo TRANSFIGURACIí“N, en el que se explica cómo se capacitó a los que presenciaron aquella visión de Cristo en la gloria del Reino para que familiarizaran a otros con †œel poder y la presencia de nuestro Señor Jesucristo†. (2Pe 1:16-18.)

Condiciones que acompañan su presencia. El libro de Revelación presenta con expresiones simbólicas mucha información relacionada con la presencia de Cristo, así­ como con su manifestación y revelación. El cuadro simbólico del jinete coronado que cabalga en un caballo blanco, descrito en Revelación 6:1, 2, corresponde con el del jinete de Revelación 19:11-16, que es el †œRey de reyes y Señor de señores†, Cristo Jesús. El capí­tulo 6 de Revelación muestra que cuando Cristo cabalga como rey victorioso, no elimina inmediatamente la iniquidad de la Tierra, sino que cabalga acompañado de la guerra que quita †œde la tierra la paz†, de la escasez de alimento y de la plaga mortí­fera. (Rev 6:3-8.) Estas palabras están a su vez en paralelo con los rasgos que se hallan en la profecí­a de Cristo registrada en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21. Por lo tanto, se desprende que la profecí­a de Jesús registrada en los evangelios, que claramente comprende la destrucción de Jerusalén y su templo (que ocurrió en el año 70 E.C.), tiene también una aplicación durante la presencia de Cristo, y por ello suministra una †œseñal† que permite determinar durante qué perí­odo de tiempo se produce esa presencia y cuándo †˜se acerca la liberación†™. (Mt 24:3, 32, 33; Lu 21:28-31.)
En otras referencias a la presencia de Cristo suele animarse a ser fieles y perseverar hasta ese tiempo y también durante dicho perí­odo. (1Te 2:19; 3:12, 13; 5:23; Snt 5:7, 8; 1Jn 2:28.)

La presencia del dí­a de Jehová. En su segunda carta, Pedro exhorta a sus hermanos a seguir †œesperando y teniendo muy presente la presencia del dí­a de Jehovᆝ, demostrándolo por su modo de vivir. (2Pe 3:11, 12.) Deben tener muy presente el dí­a de juicio de Jehová constantemente, como un acontecimiento que está por ocurrir. En ese †œdí­a de Jehovᆝ, los †œcielos† gubernamentales de este mundo inicuo serán destruidos como si fuese por fuego y los †œelementos† que lo constituyen no resistirán su intenso calor, sino que se derretirán. El sistema de cosas actual bajo el control del Diablo habrá llegado a su fin.
Como Jehová Dios actúa por medio de su Hijo y Rey nombrado, Cristo Jesús (Jn 3:35; compárese con 1Co 15:23, 24), se desprende que existe una relación entre esta prometida †œpresencia† de Jehová y la †œpresencia† de Cristo Jesús. Lógicamente, los que se burlan de la proclamación de una se burlarán de la proclamación de la otra. La actitud de las personas que viví­an antes del Diluvio vuelve a mencionarse como ejemplo correspondiente. (2Pe 3:5-7; compárese con Mt 24:37-39.)

La presencia del desaforado. En 2 Tesalonicenses 2:9-12 el apóstol habla de la †œpresencia del desaforado† y dice que es †œsegún la operación de Satanás con toda obra poderosa y señales y portentos presagiosos mentirosos y con todo engaño injusto†. Esto es una demostración más de que la pa·rou·sí­Â·a significa más que solo una venida o llegada momentánea, pues es obvio que para llevar a cabo todas estas obras, señales y portentos, así­ como este engaño, se requiere un perí­odo de tiempo de cierta duración.

Fuente: Diccionario de la Biblia

A. NOMBRES 1. prosopon (provswpon, 4383), véase ROSTRO, y también APARIENCIA, Nº 4. 2. parousia (parousiva, 3952), véase ADVENIMIENTO. B. Adverbios Y Preposiciones 1. emprosthen (e[mprosqen, 1715), véase DELANTE, A, Nº 5. El término se traduce “a la presencia” en la RV en Act 10:4 (RVR: “delante”). 2. enopion (ejnwvpion, 1799), se traduce “en presencia” en Joh 20:30; Act 4:10; 9.15; 10.31 (RV; RVR: “delante de”); v. 33; 27.35; 1Co 1:29; Heb 4:13; 3 Joh_6 (RV; RVR: “ante”); Rev 7:9b: 8.4 (RV: “delante”); 13.12, 14. Véanse ANTE, CONTRA, DELANTE, A, Nº 7. 3. enantion (ejnantivon, 1726), se traduce “en la presencia de Faraón” en Act 7:10 (RV; RVR: “delante de”). Véase DELANTE, Nº 6. 4. apenanti (ajpevnanti, 561), enfrente de, delante de. Se traduce “en presencia” en Act 3:16 (RV, RVR); véase DELANTE, A, Nº 3, ENFRENTE, Nº 2. 5. katenopion (katenwvpion, 2714), (kata, abajo, y enopion, delante), tiene un significado intensivo, en la mismí­sima presencia de, y se traduce “delante de la presencia” en Jud_24 (VM; RV y RVR: “delante”). Véase DELANTE, A, Nº 8.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento