RESISTENCIA

(-> amor, violencia). La palabra española resistencia traduce dos experiencias y dos términos bí­blicos distintos, que tienen un sentido diferente, aunque complementario.

(1) No resistencia como superación del talión. “Habéis oí­do que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis [me antistenai} al mal, sino que: a quien te hiera en la mejilla derecha, ponle la otra; al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica, déjale también la capa; a quien que te haga llevar carga una milla, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues” (Mt 5,38-42; cf. Lc 6,29-30). La ley del talión es tajante: sabe distinguir entre inocentes y culpables y se expresa en forma de resistencia contra los perversos, pudiendo expresarse incluso en términos de defensa armada. En contra de eso, el mensaje de Jesús se sitúa más allá del talión: empieza suponiendo que hay malos, hombres que dividen la sociedad y me amenazan: ponen en peligro mi vida; pero no les trata como a malos, no se enfrenta con ellos con violencia, no los expulsa ni les mata. Así­ lo ha destacado este pasaje de Mateo, que ha tomado un esquema básico que hallamos también en Lucas (no resistir al mal, poner la otra mejilla), pero aplicándolo después de un modo judicial, militar y económico. El punto de partida es claro: frente al talión que implica y exige la resistencia personal, judicial y militar, Jesús pide a los suyos que respondan a la violencia con un gesto de no violencia activa, es decir, de no resistencia, que se expresa en forma de sometimiento superior (poner la otra mejilla). Esta respuesta no nace de una actitud de victimismo, ni de un sometimiento pasivo, sino de un desbordamiento positivo de gracia, que se expresa en las tres aplicaciones siguientes, (a) Aplicación judicial: “Al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica déjale también el manto” (Mt 5,40). Quien desea mi túnica no es un simple ladrón, sino un cumplidor de la justicia, que acude para ello al tribunal. Pues bien, quien pretenda seguir el principio de no juicio y gratuidad de Jesús, debe renunciar a la justicia, aunque, según ley, tenga razón, (b) Aplicación militar. “A quien que te haga llevar carga una milla, llévasela dos” (5,41). Los soldados del ejército de ocupación podí­an exigir a los civiles que llevaran por un tramo (milla) sus enseres. De esa forma suscitaban la protesta y rechazo de muchos, que se alzaban contra su presencia. Pues bien, siguiendo en la lí­nea de la gratuidad y no violencia activa, el texto pide que ayudemos a los mismos soldados (¡invasores!), de una forma que resulta, por lo menos, paradójica. Entenderí­amos mejor la resistencia no violenta: no atacar de manera directa a los invasores, pero rechazando toda relación con ellos. Pero el texto pide un tipo de colaboracionismo que muchos juzgarán peligroso: pide que ayudemos incluso a los soldados invasores. ¿Y si las armas que llevamos por dos millas se utilizan contra pobres inocentes? ¿Y si nuestro gesto les ayuda a conseguir una victoria injusta? (c) Aplicación económica: “Al que te pida, dale…” (5,42). Mateo ha destacado este motivo menos que Lucas (cf. Lc 6,2736), pero lo concibe también como central: el principio de no violencia (no juicio) ha de traducirse también en un gesto de gratuidad económica y de comunicación de bienes. El que es dueño exclusivo de algún tipo de fortuna, tendrá que defenderla con las armas. Por el contrario, el que renuncia a la defensa militar, debe ofrecer sus bienes y ponerlos al servicio de los otros, compartiendo lo que tiene.

(2) Compromiso evangélico, paciencia activa (hypomoné). Tanto Pablo (1 Cor 13) como el Apocalipsis han destacado la necesidad de la resistencia, entendida en forma de paciencia activa: éste es el gesto de aquellos que mantienen el amor* y la fidelidad en medio de las dificultades o persecuciones*. En esa lí­nea, el judaismo rabí­nico puede definirse como pueblo de la resistencia, es decir, como una comunidad que ha sido capaz de mantenerse firme en medio de las persecuciones. También el Apocalipsis ha puesto de relieve la necesidad de resistir, pero sin oponerse a la violencia con otra violencia (insistiendo, por tanto, en la exigencia del mé-antisténai de Mt 5,38). En esa lí­nea, la resistencia implica el mantenimiento de la fidelidad a Jesús, rechazando la asimilación imperial que se expresa en los idolocitos* y la prostitución* (pomeia). El autor del Apocalipsis escribe a los miembros de unas iglesias que participan en su misma resistencia (Ap 1,9), pidiéndoles que se mantengan en ella (Ap 2,2.19; 3,10). En los momentos fundamentales de su discurso profético, cuando es más grande el peligro de apostatar y plegarse a los deseos de la Bestia*, Juan recuerda a los cristianos que es preciso mostrar resistencia y fidelidad (cf. 13,10.18). En ese sentido, la resistencia (hvpomoné; cf. Ap 1,9; 2,2.19; 3,10; i3,3; 14,2) constituye una de las actitudes básicas del creyente. Ella va unida a la tribulación (thlipsis) que pertenece a los tiempos finales, como saben judaismo y tradición sinóptica (cf. Mc 4,17; 13,19.24 par). Ha llegado la crisis final, como amenaza y riesgo para los creyentes (Ap 7,14). Desde el fondo de esa crisis, como hermano de los atribulados, escribe Juan. Su libro no es manual para curiosos, sino guí­a de esperanza para perseguidos, a quienes quiere ayudar, para que se mantengan firmes en medio de la prueba. Esta resistencia (hypomoné) no es evasión intimista y paciencia pasiva, sino firmeza creadora: los creyentes no pueden plegarse a los dictados de la Bestia (resistir es oponerse); al contrario, ellos deben mantener la confesión en la prueba, pero sin responder a la violencia con violencia. Esta resistencia hypomoné) se distingue de aquella otra resistencia (antiesténai) que Jesús habí­a rechazado en el Sermón de la Montaña, diciendo: “no resistáis al mal; por el contrario, al que te golpea en una mejilla ponle también la otra” (Mt 5,39). En el lugar donde se fecundan ambas resistencias surge la Iglesia.

Cf. X. Alegre, “El Apocalipsis, memoria subversiva y fuente de esperanza para los pueblos crucificados”, Revista Latinoamericana de Teologí­a 26 (1992) 201-229; 293323; G. Arias, Proyecto polí­tico de no violencia. El Ejército incruento de mañana, Nueva Utopí­a, Madrid 1995; L. CORRAL, La no violencia. Historia y perspectivas cristianas, CCS, Madrid 1993; W. D. DAVIES, El Sermón de la Montaña, Cristiandad, Madrid 1975; J. LAMBRECHT, Pero yo os digo… el Sermón programático de Jesús (Mt 5-7; Lc 6,20-49), BEB 81, Sí­gueme, Salamanca 1994; R. PeTRAGLIO, Objeción de conciencia. El Nuevo Testamento provoca a los cristianos, Desclée de Brouwer, Bilbao 1991; E. SCHÜSSLER FIORENZA, Apocalipsis. Visión de nn mundo justo, Verbo Divino, Estella 1997.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra