TABERNACULO, TIENDA

(-> arca, presencia, templo). La palabra castellana evoca dos términos hebreos distintos: uno es mishkan, de shakan, habitar, que significa “morada”, palabra emparentada con la Shekiná, que es Dios como presencia; otro es snk, snkot, que significa “tienda” y de muerte necesaria para alejar a los adúlteros; es el mesí­as de la ley que premia a los buenos y castiga a los malos. El idilio final de la familia (humanidad) feliz, en el parque del agua y la vida, se edifica sobre la expulsión de los culpables. Goza Susana y se sigue bañando con sus criadas, ya sin miedo, mientras son apedreados y mueren para siempre los jueces malos, bajo las piedras del torrente seco. Esta es una imagen perfecta del mesianismo de la ley, que los apocalí­pticos de Israel y ciertos moralistas posteriores de la Iglesia cristiana han elaborado. Es lógico que este pasaje de justicia intramundana (Dn 13) haya sido introducido tras el Daniel sapiencial (Dn 1-6) y apocalí­ptico (Dn 7-12), como recogiendo y culminando ambos motivos. Es un pasaje hermoso, pero no es evangelio, pues su mesí­as o cristo es sólo un juez que cumple la ley con agudeza superior, utilizando para ello las armas de la muerte. Es un pasaje necesario, pues Susana tiene que ser defendida en contra de los malos jueces que quieren condenarla a muerte. Pero, en sí­ mismo, resulta inquietante, pues necesita que mueran los malos jueces. Daniel es necesario en un nivel de pura ley, pero no es salvador, ni es juez de gracia, como el Cristo de la escena de la adúltera* de Jn 8,1-11.

Cf. A. González Lamadrid (ed.) Historia, Narrativa, Apocalí­ptica, Verbo Divino, Estella 2000; L. A. Schokel y J. L. Sicre, Profetas II, Cristiandad, Madrid 1980, 1221-1308. se aplica a los hombres más que a Dios. De todas formas, los dos sentidos de la palabra castellana tabernáculo pueden relacionarse.

(1) Tabernáculo, presencia de Dios (templo*). En el mismo contexto de la alianza, que se establece y se renueva (cf. Ex 19-24; 32-34), el libro del Exodo trata del santuario como signo y presencia de Dios entre los suyos (Ex 25-31; 35^-0). Los dos temas (alianza y santuario) se implican y entrelazan de forma teológica y literaria: cerrado el primer pacto (Ex 19-24), Dios llama a Moisés a la montaña para revelarle allí­ la forma de su “templo móvil”. Pero el pueblo peca: rompe la alianza, rechaza la presencia sagrada. Sólo cuando Dios retorna y el pueblo le acepta de nuevo (Ex 32-34) puede comenzar la construcción (Ex 35—40). Este es un santuario itinerante, propio del Dios que camina con el pueblo, en medio de las pruebas y dificultades del desierto, en busca de la tierra prometida. Sus elementos fundamentales son una tienda o tabernáculo, es decir, una casa portátil donde Dios acampa, un arca concebida como depósito del libro de la alianza y trono para Dios, y, finalmente, un altar para los sacrificios. Lo esencial no es ya el lugar, ni un monte de dioses ni tampoco una ciudad santificada, conforme a tradiciones usuales en muchos pueblos del entorno. Para los redactores del Pentateuco (Ex 25-40) el signo y presencia de Dios es una tienda móvil, con el espacio sagrado que se crea en su entorno. Dios caminante es Yahvé, Dios de peregrinos. El arca está más ligada al movimiento; por eso la llevan a hombros los levitas mientras peregrinan por la tierra. Por el contrario, el tabernáculo o tienda del encuentro cumple su función en los tiempos de acampada del pueblo. “Harás el Tabernáculo de diez cortinas de lino torcido, azul, púrpura y carmesí­; lo harás con querubines de obra primorosa. La longitud de cada cortina será de veintiocho codos, y su anchura de cuatro codos; todas las cortinas tendrán una misma medida. Cinco cortinas estarán unidas una con la otra, y las otras cinco cortinas unidas una con la otra” (Ex 26,1-4). Esta es la tienda o morada móvil de Dios, que se coloca en el centro del campamento de los israelitas caminantes. Ciertamente, es más rica que las otras tiendas, más lujosa y noble. Pero no es más que una tienda de campaña: un conjunto de estacas y tablones recubiertos de lona encarnada, con un techo de piel de cabra. Allá en su tienda, como un peregrino más entre los hombres y mujeres de su pueblo, habita Dios. Por eso, cuando llega el momento de la marcha, los levitas deben levantar su tien da: recogen las estacas y tablones, pliegan las telas y pieles y lo llevan todo a hombros hasta el nuevo campamento. Así­ se puede suponer que caminaba Dios con Abrahán, que habitó como extranjero en tiendas, porque esperaba “la ciudad con cimientos permanente, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Heb 11,9-10). Este tabernáculo constituye el signo mayor de la presencia de Dios, es el lugar de su reunión con los hombres, como han puesto de relieve los textos donde se dice que Dios bajaba como una “columna de nube”, para indicar de esa manera su cercaní­a misteriosa y oculta en medio de los hombres (cf. Ex 33,6-10). Sólo Moisés penetraba en la tienda, para conversar con Dios cara a cara (Ex 33,11), y de tal forma se dejaba iluminar por su presencia que después, cuando salí­a, llevaba el rostro brillante, irradiando gloria (Ex 34,35). Esa temática ha recibido un sentido cristiano allí­ donde se dice que “la Palabra de Dios se encarnó y puso su tienda entre nosotros” (Jn 1,14). Por otra parte, a diferencia de los israelitas, que no podí­an mirar hacia el rostro de Moisés por el resplandor que destellaba cuando salí­a de la tienda de Dios (Ex 34,33-35), los cristianos pueden mirar hacia Jesús con el rostro descubierto, porque la gloria del Hijo de Dios no deslumbra a los hombres (cf. 2 Cor 3).

(2) Fiesta de los Tabernáculos. La tercera fiesta. La fiesta de los Tabernáculos o tiendas se celebra al final del año agrí­cola, en torno a septiembre, para dar gracias a Dios por la cosecha y, especialmente, por la última cosecha significativa, que es la del vino. “El dí­a 15 del mes séptimo, cuando hayáis almacenado los productos de la tierra, celebraréis la fiesta de Yahvé durante siete dí­as. El primer dí­a será una fiesta sabática, y el octavo dí­a será una fiesta sabática. El primer dí­a tomaréis para vosotros ramas de palmera, ramas de árboles frondosos y de sauces de los arroyos; y os regocijaréis delante de Yahvé, vuestro Dios, durante siete dí­as. Siete dí­as habitaréis en cabañas. Todo israelita habitará en cabañas, para que vuestros descendientes sepan que yo hice habitar a los hijos de Israel en cabañas cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo, Yahvé, vuestro Dios” (Lv 23,39-43; cf. Dt 16,13-16). Se trató en principio de una fiesta agraria, vincula da a la vendimia, dí­as de gozo en el campo, con una especie de retorno a la naturaleza. Lógicamente, los israelitas posteriores, habitantes de ciudades, recordaron en esta fiesta el paso de las viejas tribus por el desierto, mientras viví­an en tiendas. Más aún, en este contexto, los israelitas han proyectado esta fiesta hacia el final de los tiempos, de tal forma que la llegada del dí­a de Yahvé y su triunfo se concibe como una celebración de los Tabernáculos, como ha recordado el mismo Apocalipsis: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva… la nueva Jerusalén que descendí­a del cielo de parte de Dios, preparada como una novia adornada para su esposo. Oí­ una gran voz que procedí­a del trono diciendo: Este es el tabernáculo de Dios con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo” (Ap 21,2-3).

(3) Habitó entre nosotros. Significativamente, la palabra clave de la encarnación cristiana evoca la fiesta de los Tabernáculos, cuando se dice “la Palabra se hizo carne y habitó [eskénósen] entre nosotros” (Jn 1,14). Esta es la fiesta del sábado final, la semana última, sin más semanas, la expresión de Dios como presencia. En esa lí­nea se ha situado el libro del Apocalipsis donde la inmensa multitud de los salvados celebra de forma anticipada la victoria de Dios con palmas en las manos, como en el dí­a de los Tabernáculos (cf. Ap 7,9). El Apocalipsis concibe el Templo celeste de Dios como Tienda de reunión y consejo amistoso (Ap 15,5; cf. Ex 25-40). Muy posiblemente, esa Tienda de Dios se identifica para Juan con las iglesias cristianas, contra las que blasfema la Bestia (Ap 13,6), a no ser que Tienda o Morada se hayan vuelto un tí­tulo del mismo Dios. El ángel hermeneuta nos ha dicho que el Sentado sobre el Trono habitará (se hará Tienda) para los salvados (7,15). Lógicamente, la nueva Jerusalén (Ciudad, Novia) es Tienda o Tabernáculo donde Dios habita con los hombres. Esta será la fiesta del Dios que se hace presencia de consuelo y vida para ellos (21,3-4).

Cf. R. DE VAUX, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 1985, 382397.622-630; R. VICENT, La fiesta judí­a de las Cabañas (Sukkot). Interpretaciones midrásicas en la Biblia y en el judaismo antiguo. Verbo Divino, Estella 1995; H. ZORRILLA, La fiesta de los oprimidos. Relectura de Jn 7,110,21, DEI, San José de Costa Rica 1981.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra