VERDOLAGA

Verdolaga (heb. jallâmûth). Aunque el significado del término hebreo es incierto, por lo general se considera que se refiere a la verdolaga, una planta comestible del desierto de Judea (Job 6:6; “clara de huevo”, RVR). Es muy dependiente de las lluvias, pero suele aparecer en perí­odos de sequí­a. Crece hasta unos 45cm, tiene hojas tubulares y flores verdosas. Dado que el vocablo original se prestarí­a para diferentes plantas, algunos prefieren traducirla como malva.* Verdugo. Palabra que aparece una vez en el AT (Eze 9:1) y es traducción del heb. pequddôth, que se puede verter “verdugos”, pero también significa “castigadores”, “disciplinadores (correctores)”, “visitadores (comisionados por alguien para castigar)”. En el NT (Mat 18:34; única vez) es traducción del gr. basanistes, y tiene las mismas significaciones que el vocablo hebreo. La palabra se usó para el deudor que, bajo la custodia de los “correctores”, debí­a pagar su deuda si no querí­a perder la vida. En Mar 6:27 (NBE) se emplea el término gr. spekoulátí‡r, “espí­a”, “explorador”, “mensajero correo”, “enlace”; pero algunos eruditos consideran que también puede significar “verdugo”. Verruga. Las verrugas de personas o animales, que son pequeños crecimientos anormales de la piel, en el ser humano se manifestaban mayormente en las manos y el rostro. La palabra original correspondiente aparece en Lev 22:22 (heb. yabbeleth). Los animales con verrugas no podí­an ser ofrecidos como sacrificios para el Señor. Versiones. Traducciones de los textos hebreo y arameo del AT y griego del NT, en su totalidad o en parte, en idiomas antiguos o modernos. Los eruditos usan los manuscritos, de las antiguas versiones de la Biblia, como una de las fuentes que les permiten reconstruir el texto original tanto del AT como del NT. Se han preservado 4 versiones antiguas del AT hebreo: La LXX Griega, la Peshita Sirí­aca, Los Tárgumes (glosas) Arameos y la Vulgata Latina. Estas versiones, junto con los manuscritos hebreos y el Pentateuco Samaritano, constituyen las principales fuentes de estudio de los textos del AT. Otras versiones, como la Latina Antigua, la Cóptica (o Copta), la Etiópica, la Gótica, la Armenia, la Arábiga, la Georgiana y la Eslavónica, son traducciones de la LXX. Para el NT, las versiones antiguas más importantes son la Latina, la Sirí­aca y la Cóptica. Sin embargo, el testimonio de las versiones Armenia, Georgiana, Etiópica y Gótica es de gran valor para el estudio de los textos del NT. En este artí­culo sólo se mencionarán las versiones más importantes bajo cada apartado. Para tener una idea de la relación entre los originales y las versiones, véase el cuadro sinóptico del CBA 5: entre las pp 128 y 129. I. Versiones antiguas del AT. 1193 A. Pentateuco Samaritano. En rigor de verdad, el Pentateuco Samaritano no es una traducción o versión sino un texto hebreo independiente, escrito en una versión modificada del alfabeto semí­tico antiguo y transmitido independientemente desde los dí­as cuando se produjo el sisma samaritano. Por tanto, es un intento de corrección de los errores y las distorsiones que se habrí­an introducido en el texto hebreo del Pentateuco a través de sus numerosí­simas copias, antes que llegara la era de la imprenta. Su valor, sin embargo, disminuye bastante por causa de la oscuridad que rodea la historia de su texto, y por lo tardí­o de la fecha de sus manuscritos, ninguno de los cuales va más allá del s X d.C. El Pentateuco Samaritano difiere del texto hebreo masorético en unos 6.000 casos, pero la mayorí­a de estas diferencias son insignificantes, pues muchas de ellas son sólo ortográficas y gramaticales. Algunas de las importantes, que reflejan los ideales samaritanos referentes a la religión y la liturgia, sin duda fueron introducidas para darle realce a sus opiniones. En unos 1.900 casos el texto samaritano está de acuerdo con la LXX (donde ésta difiere del texto masorético hebreo); en esos casos su testimonio se considera importante. B. Septuaginta. La más importante y la más vieja de las versiones antiguas del AT es la Septuaginta (se abrevia LXX). Con excepción de los Rollos* del Mar Muerto, que marcaron época, los más antiguos manuscritos del AT son copias de esta traducción al griego. Por tanto, la LXX tiene gran importancia tanto desde el punto de vista del texto como de la historia. La apócrifa Carta de Aristeas presenta un informe de la traducción del Pentateuco que en la actualidad está muy desacreditado. Según este escrito, la versión habrí­a sido hecha por 70 (o más exactamente 72) eruditos judí­os en Alejandrí­a, bajo la dirección del bibliotecario Demetrio Falereo; de allí­ el nombre de “Versión de los Setenta” o Septuaginta. En realidad, fue obra de muchas personas -lo que resulta evidente por la diversidad de estilos y métodos que se ven en ella- y no se terminó hasta c 150 a.C. De acuerdo con la Carta de Aristeas, la traducción se hizo porque se consideraba que la Escritura era digna de ocupar un lugar en la biblioteca real. Los eruditos modernos creen que este interés cultural es una razón insuficiente para la producción de esta versión, y que el verdadero motivo era satisfacer las necesidades religiosas de los judí­os de lengua griega que viví­an en Alejandrí­a. Tal vez un incentivo adicional para su producción haya sido el deseo de esos judí­os de demostrar la superioridad de su religión, y un modo de acercarse al mundo helénico. Esta versión es de alto valor, tanto desde el punto de vista textual como del histórico. Puesto que se la produjo antes de la Era Cristiana, es de gran ayuda para la recuperación del texto hebreo anterior a los masoretas. La LXX preparó el camino para la obra misionera de los cristianos, y fue su primera Biblia. Era el AT de Pablo y de la iglesia primitiva, y muchas de las citas del AT que aparecen en el NT provienen de ella. Le dio forma al vocabulario religioso del NT y fue la base de otras importantes traducciones. Los eruditos expertos en lenguas semí­ticas han descubierto en ella una herramienta útil para el estudio de la morfologí­a y la gramática hebreas. Los 2 manuscritos más conocidos de la LXX son Biblias griegas que provienen de la mitad del s IV d.C.: el Códice Vaticano (B) y el Códice Sinaí­tico (N). De la 1ª parte del s V nos viene el Códice Alejandrino (A); también del s V es el Códice Efraemi (C), que es un palimpsesto (copia hecha sobre pergaminos, cuyo texto anterior ha sido borrado por raspadura). Existen unos 30 manuscritos unciales (escritos sólo con letras mayúsculas) que contienen el texto de la LXX, algunos de los cuales son más bien fragmentarios; más de 1.500 manuscritos en minúscula, que por lo general son posteriores a los unciales; y unos 30 leccionarios. Anteriores a éstos son los papiros. Los papiros bí­blicos llamados Chester Beatty incluyen partes de 8 manuscritos distintos de la LXX, cuyas fechas varí­an desde el s II hasta el s IV d.C., en los que están representados 8 libros del AT (Gn., Nm., Dt., Is., Jer., Ez., Dn. y Est_ También hay en existencia 21 hojas de Ez. de los papiros de John H. Scheide (de la mitad del s III d.C.), y 33 hojas mutiladas del Códice Freer de los Profetas Menores (de la última parte del s III a.C.). Pero anteriores a cualesquiera de éstos son 2 fragmentos del Dt.: el Papiro Fuad 266 (de los ss II o I a.C.), con partes de Deu_18, 20, 24-27, 31; y el papiro griego 458 de la Biblioteca de John Rylands (del s II a.C.), que contiene porciones de Deu_23-27 y 28. Las cavernas de Qumrán nos proporcionaron papiros o fragmentos en cuero de Ex. (7QLXX), Lv. (4QLXX) y Nm. (4QLXX), tal vez del s I a.C. o del s I d.C. Una copia fragmentaria de los Profetas Menores en griego, a la que se le asigna la fecha del s I d.C., surgió a la luz en la cueva del Wâd§ Murabbaat en 1952. C. Versiones y recensiones griegas rivales. Después que la LXX se convirtió en la Biblia 1194 de la iglesia cristiana primitiva, con el tiempo los judí­os la repudiaron. En sus discusiones teológicas los cristianos a veces usaban la LXX en ciertas formas que los judí­os consideraban no válidas. Además, el texto de la LXX a veces diferí­a del texto hebreo. Después de la destrucción de Jerusalén se desarrolló entre los eruditos judí­os un tipo de exégesis llamada atomista o atomí­stica: consistí­a en considerar las Escrituras como la manifestación escrita de la voluntad de Dios en todas sus partes, en cada palabra y hasta en cada letra. La LXX, que no concordaba totalmente con el texto hebreo aceptado recibió un repudio total y se la calificó obra de Satanás. En el s II d.C. se hicieron diversas traducciones del hebreo al griego con la intención de satisfacer la necesidad de traducir fielmente el texto hebreo de manera que resultara aceptable para la comunidad judí­a de habla griega. 1. Aquila. La 1ª de éstas la hizo probablemente Aquila, un prosélito del judaí­smo de Sinope (en el Ponto) en algún momento entre el 130 y el 150 d.C., y quien, según Jerónimo, habrí­a sido discí­pulo de Rabí­ Akiba entre el 95 y el 135 d.C. En su traducción fue literalista hasta llegar al servilismo, y además pedante. En esto estaba en plena armoní­a con la posición de Akiba y de su escuela. Aplicó el principio de la literalidad en la traducción hasta llegar al absurdo y a lo ininteligible. Trató de traducir cada palabra y cada partí­cula fiel y consecuentemente. 2. Teodocio. La traducción de Teodocio, a quien algunos presentan como prosélito judí­o y otros como cristiano ebionita, se hizo entre el 180 y el 192 d.C. Su estilo y sus caracterí­sticas eran muy similares a los de la LXX, y se hizo muy popular entre los cristianos. Muchos eruditos la consideran sólo una revisión de la LXX para ponerla en armoní­a con el texto hebreo aceptado. Su versión de Dn. se incorporó en las siguientes ediciones de la LXX en lugar de la versión original. El resultado de esto fue que la verdadera traducción de Dn. de la LXX se conocí­a sólo por medio de un manuscrito griego tardí­o y una versión sirí­aca, hasta que se descubrieron porciones de él entre los papiros de Chester Beatty. 3. Sí­maco. Esta traducción, producida entre el 170 y el 200 d.C., tení­a como propósito no sólo ser exacta, sino también estar escrita en un griego bueno y literario. De acuerdo con casi todas las autoridades de la antigüedad, Sí­maco era ebionita; pero Epifanio dice que era un samaritano convertido al judaí­smo. 4. Hexapla y Recensiones de la LXX. En la 1ª mitad del s III d.C., Orí­genes recurrió a Aquila, Sí­maco y Teodocio en su esfuerzo por salvar la LXX, y para ello intentó lograr que concordaran con los textos hebreos existentes en sus dí­as. Por el 245 d.C., él y sus asociados, mientras trabajaban en Cesarea (Palestina), completaron una versión séxtuple del AT que se conoce con el nombre de Hexapla. Fue una tarea estupenda, que requirió trabajo diligente por espacio de 1/4 de siglo. En columnas paralelas Orí­genes presenta: a. El texto hebreo. b. Una transliteración del hebreo en caracteres griegos. c. La versión de Aquila. d. La versión de Sí­maco. e. La LXX en su texto revisado. f. La versión de Teodocio. Cuando el texto de la LXX discrepaba con el texto hebreo, se los armonizaba mediante el uso de otras versiones griegas y de signos diacrí­ticos (diéresis y tildes). Si bien es cierto que este trabajo se hizo de buena fe, con el deseo de poner coto a las distorsiones provocadas por la multitud de copias existentes, el resultado final aumentó la confusión con respecto al texto de la LXX. El tamaño colosal de esta versión en 6 idiomas es un obstáculo insalvable para su reproducción total. A comienzos del s IV, Eusebio de Cesarea y su amigo Pánfilo copiaron e hicieron circular la 5ª columna (el texto revisado de la LXX) de la Hexapla separada del resto, con las notas crí­ticas escritas por Orí­genes. Puesto que esas notas crí­ticas carecí­an de significado separadas del resto de la Hexapla, la tendencia natural que se manifestó con el correr del tiempo, cuando hubo necesidad de hacer nuevas copias, consistió en escribir el texto sin esos sí­mbolos crí­ticos. El resultado de ello ha sido desastroso para la crí­tica del texto de la LXX, porque sin esas notas las añadiduras introducidas por Orí­genes parecen genuinas y dan la impresión de que forman parte del texto original. El problema de conseguir un texto anterior a la Hexapla ha constituido una fuente de gran perplejidad para los eruditos estudiosos del texto de esa versión. Se sabe de otras 2 recensiones de la LXX hechas en el s IV: la de Esiquio, usada en Alejandrí­a y en el resto de Egipto; y la de Luciano de Samosata, que se empleó en todo el Asia Menor, desde Antioquí­a hasta Constantinopla. Poco se sabe de Esiquio, y la identificación del texto de su revisión sigue envuelta en la incertidumbre. Luciano revisó cuidadosamente la LXX con la ayuda de manuscritos, tanto hebreos como de la LXX, que contení­an frecuentemente un ordenamiento del texto superior a la que poseí­a. Esas frases y formas de redacción dieron gran importancia a la recensión de Luciano para la crí­tica del texto 1195 de la LXX. Pero muchas de las alteraciones introducidas por él en esa versión no tienen nada que ver con una manera diferente de redactar las frases hebrea; son sólo cambios gramaticales y de estilo referentes a la fonna literaria, hechas como consecuencia de la reacción aticista (purista). D. Tárgumes arameos. En el judaí­smo posterior al exilio, el arameo* reemplazó al hebreo como lengua vernácula, y surgió entonces la necesidad de acompañar la lectura del texto hebreo con su correspondiente traducción al arameo. Esas traducciones, que al principio eran sólo orales, recibieron el nombre de “tárgumes”, y al traductor se lo llamó turgueman o meturgueman. Los tárgumes eran una combinación de traducciones propiamente dichas con paráfrasis y material explicativo. Con el correr del tiempo más o menos se normalizaron y ya se encontraban algunos de ellos por escrito antes de la Era Cristiana, como lo manifiestan algunas copias que se hallaron entre los Rollos del Mar Muerto. Se conocen 3 tárgumes del Pentateuco: 1. Tárgum de Onkelos o Babilónico, que en su mayor parte es estrictamente literal y se reduce a una traducción lisa y llana. 2. Tárgum de Jerusalén I (o del Pseudo Jonatán), que se caracteriza por contener muchas paráfrasis y frases midrásicas (propias de los midrashim). 3. Antiguo Tárgum de Palestina, que también se conoce como Tárgum Fragmentario o de Jerusalén II. En 1949 el Prof. y Dr. Diez Macho descubrió en la Biblioteca del Vaticano una copia completa de este tárgum bajo el nombre de Códice Neófiti I. El tárgum oficial de los Profetas se atribuye a Jonatán ben Uziel (s I d.C.), un discí­pulo de Hillel; sus paráfrasis son más libres que las de Onkelos. Los tárgumes de la Hagiógrafa son comparativamente posteriores; abarcan los libros de esa sección de la Biblia, excepto Esd., Neh. y Dn. El valor de los tárgumes es ampliamente reconocida, pues se califica su importancia con respecto a la cantidad de explicaciones y alteraciones que le añade; además, contienen un rico tesoro en pensamiento religioso y exégesis judí­os. Sin embargo, cuando se la usa desde el punto de vista de la crí­tica textual del AT-NT, su testimonio es de mucho valor. El Tárgum de Palestina, en especial, está considerado como fuente para la recuperación de la lengua aramea que hablaba Jesús. E. Versiones sirí­acas. El sirio, llamado a menudo arameo oriental, era el idioma de los cristianos de Siria y Mesopotamia. Existen varias traducciones del NT en sirio, pero sólo 2 del AT. 1. Peshitta, es decir, (traducción) “sencilla”. Esta versión tuvo una historia literaria tan compleja, que su origen ha sido objeto de debate por mucho tiempo. Hasta donde es posible remontarse, es una versión cristiana, puesto que contiene el NT además del AT, y las copias que existen son de origen cristiano. Sin embargo, el AT manifiesta una influencia judí­a tan acentuada que muchos eruditos sostienen que es de ese origen, a lo menos parcialmente, aunque algunos explican este hecho adjudicándole un origen judeo-cristiano. Habrí­a sido producida en Edesa, aunque Kahle sostiene que provino de la región de Adiabena, al este del Tigris, donde el rey Isates y su madre Helena llegaron a ser prosélitos judí­os en el s I d.C. Hay algunos pasajes del AT que son poco más que transliteraciones en escritura siria de los tárgumes escritos en arameo occidental. Si bien es cierto que el texto concuerda en general con el texto hebreo masorético, al parecer fue revisado teniendo en cuenta la LXX. Originalmente la versión siria carecí­a de Cr., Esd., Neh., y Est., como también de los apócrifos; en fecha posterior se le añadieron estos libros. El más valioso de los manuscritos sirios es el Códice Ambrosiano, de c s VI d.C., que actualmente se encuentra en Milán. Un manuscrito de Gn., Ex., Nm., y Dt., del monasterio de Santa Marí­a Deipara (“que dio a luz a Dios, o madre de Dios”) en Egipto, lleva una fecha que corresponde con el 464 d.C., por lo que es la copia más antigua de la Biblia, en cualquier idioma, con fecha definida. 2. Versión siria de la Hexapla. Traducción al sitio de la 5ª columna de la Hexapla de Orí­genes. La hizo el obispo Pablo de Tella entre el 616 y el 617 d.C. Puesto que la traducción es muy literal y contiene las marcas crí­ticas de Orí­genes, es la principal fuente de información para la reconstrucción del texto revisado de la LXX que se encuentra en la Hexapla. F. Versiones latinas. 1. Vetus Latina (Latina Antigua). La traducción de la Biblia al latí­n quizá se produjo en el norte de Africa c 150 d.C.; incluso, es posible que los cristianos de esa región adoptaran una traducción del AT al latí­n, producida por judí­os que hablaban ese idioma. Tertuliano (c 160-c 230 d.C.) conoció esta Biblia, a lo menos en parte, y Cipriano (c 200-258), obispo de Cartago, citó con frecuencia diversos pasajes de los 2 testamentos provenientes de esta Biblia. Sólo nos han llegado algunos fragmentos de esta versión latina del AT. Unos cuantos libros apócrifos provenientes de esta versión fueron incorporados 1196 después en la Vulgata, sin revisión alguna. En cuanto al resto de la Biblia, los eruditos pudieron reunir fragmentos de manuscritos que abarcan una considerable porción del AT. Estos fragmentos, junto con las citas que encontrarnos en los escritos de los primitivos padres latinos, son las fuentes de información para la reconstrucción del antiguo texto latino del AT. Los eruditos distinguen 2 clases de estos textos: el africano y el europeo. La versión Latina Antigua se hizo sobre la base del griego de la LXX, y su principal valor en la actualidad consiste en que sirve de ayuda para la recuperación del texto de la LXX tal como era antes que Orí­genes lo revisara. 2. Vulgata. Esta versión latina, que es el texto oficial de la Iglesia Católica, la produjo Jerónimo (c 347-420 d.C.) como respuesta a la solicitud del papa Dámaso (382 d.C.) para que revisara la Latina Antigua. Hizo 3 revisiones de los salmos. La de ellas, basada en la LXX, se conoce como Salterio Romano (384 d.C.), porque Dámaso la adoptó oficialmente para que se la usara en las iglesias de Roma e Italia. Sigue en uso oficial en la basí­lica de San Pedro (en Roma) y en Milán. Le siguió una 2ª revisión, más minuciosa (c 387), que se basó en la Hexapla. Esta, que fue adoptada lo en Galia (Francia), se conoció como Salterio Galicano y todaví­a forma parte de la Vulgata. La 3ª versión, que se conoce como Salterio Hebreo, porque fue una nueva traducción hecha a partir del hebreo original, nunca se usó ni popularizó, aunque se encuentra en algunos manuscritos de la Vulgata, mayormente en columnas paralelas con la Galicana. Jerónimo dedicó después varios años a producir una nueva traducción del resto de los libros del AT directamente del hebreo. Esta versión, conocida como la Vulgata, o versión “vulgar, común”, llegó a ser la Biblia de la cristiandad europea de Occidente por espacio de 1.000 años, sigue siendo la oficial de la Iglesia Católica Romana (reconocida así­ por el Concilio de Trento, celebrado en el 1546 d.C.) y constituyó la base de las primeras traducciones de las Escrituras al español. Cuando se trata del estudio del texto del AT su valor es proporcional a la exactitud o falta de ella en la traducción, y a lo tardí­o de su fecha de producción, puesto que ocurrió después que el texto hebreo fuera sustancialmente normalizado, tal como lo conocemos hoy. Hoy existen en Europa unos 8.000 manuscritos de la Vulgata. Tal vez el más apreciado de todos sea el Códice Amiantino, copiado en Inglaterra a comienzos del s VIII d.C. y llevado como regalo al papa; en la actualidad se encuentra en Florencia. La 1ª edición impresa de la Vulgata fue la de Gutenberg (fig 87: facsí­mil de la 1ª página del Gn. de la copia que se encuentra en la Biblioteca del Congreso, en Washington, Estados Unidos). La Biblia oficial de la Iglesia Católica es una revisión de la Biblia Sixtina del papa Sixto V, que se conoce como la Biblia Clementina, porque fue revisada y puesta en circulación durante el reinado eclesiástico de Clemente VIII. Pero más recientemente, algunos eruditos de la orden de los benedictinos prepararon una nueva edición crí­tica: la Nova Vulgata, editada en 1979 por la Librerí­a Editrice Vaticana. G. Otras versiones orientales. 1. Cóptica. El copto, idioma de Egipto en el perí­odo cristiano primitivo, está constituido por varios dialectos. El más importante de todos, en lo que a versiones de la Biblia se refiere, es el sahí­dico (palabra derivada del nombre que los árabes le dan al Alto Egipto, es-Saîd) y el bohaí­rico (del que estos le dan al Bajo Egipto y a la costa, Bo1eireh). La traducción sahí­dica quizá se produjo c s III d.C., y era de uso común en el Alto Egipto (la zona sur de ese paí­s). La fecha de la versión bohaí­rica se puede ubicar entre los ss III y V d.C.; tal vez sea del IV. Era de uso común en el Bajo Egipto (el territorio del norte). Esta llegó a ser la Biblia oficial de la Iglesia Copta. En ambas versiones el AT fue traducido a partir de la LXX. 2. Etiópica. Esta versión, fechada indistintamente entre los ss V y VII d.C., se hizo sobre la base del griego. Los manuscritos más antiguos que existen actualmente provienen del s XIII. 3. Gótica. Es la 1ª muestra de literatura escrita en la lengua de los godos. La hizo Ulfilas sobre la base de la recensión de la LXX de Luciano, más o menos a mediados del s IV d.C. En la actualidad sólo existen algunos fragmentos del AT. 4. Armenia. Es una traducción de la LXX hecha alrededor del 400 d.C. para los cristianos de la región oriental del Asia Menor, después de la invención del alfabeto armenio. Manifiesta una definida influencia de la versión siria denominada Peshitta. 5. Georgiana. Una traducción de los ss V o VI d.C., quizás a partir del griego de la LXX, que manifiesta algunas afinidades con la versión siria. La Biblia entera se halla preservada en esta versión en un manuscrito de 2 tomos en el monasterio ibérico del monte Atos. 6. Eslavónica. Una versión del s IX d.C. que se atribuye a 2 hermanos: Cirilo y Metodio. Algunos de los libros fueron 1197 traducidos del griego, otros del hebreo y también de la Vulgata. 7. Arábiga. Pentateuco y el libro de Josué fueron traducidos por Saadia de Gaón (892-942 d.C.) sobre la base del hebreo. El resto de los libros del AT, al parecer, fue traducido de la Peshitta y la LXX. Il. Versiones antiguas del NT. A. Versiones latinas del NT. 1. Latina Antigua. Apareció en la última mitad del s II d.C., quizás en el Norte de Africa, donde existí­a una iglesia floreciente que tení­a su centro en Cartago. Puesto que la separan sólo 2 ó 3 generaciones de los autores verdaderos de los libros del NT, es un testimonio muy importante de su texto primitivo y uno de los testigos descollantes del tipo de texto occidental. En la actualidad todaví­a existen unos 50 fragmentos del NT en latí­n antiguo. Aunque no contienen todo el NT, esos manuscritos, junto con las citas en los escritos de los Padres de la Iglesia, abarcan casi todo el NT. Sobre la base de estas citas patrí­sticas los manuscritos se dividen en 3 tipos: el africano, usado por Cipriano; el europeo, que se encuentra en traducciones al latí­n (del s II) de las obras de Ireneo; y el italiano, que aparece en los escritos de Agustí­n. Sin embargo, muchos eruditos ponen en tela de juicio la existencia del italiano. Una cantidad de los manuscritos en latí­n antiguo se remontan a los ss IV y V, y son muy importantes. 2. Vulgata. El NT de la Vulgata es una revisión más o menos conservadora de la versión Latina Antigua, cotejada con algunos antiguos manuscritos griegos. Jerónimo completó la revisión de los Evangelios en el 384 d.C., y el resto en los años siguientes. Sin embargo, no existe seguridad de que haya hecho solo todo ese trabajo. La nueva versión no fue recibida con mucho entusiasmo, pero se la fue aceptando gradualmente; sólo en el s VII la Vulgata alcanzó pleno consenso. En el í­nterin, la versión Latina Antigua y la Vulgata sufrieron una interpenetración que aumenta la complejidad de su historia literaria. Durante la Edad Media se hicieron varios intentos para preservar el verdadero texto de la Vulgata: por Casiodoro (6 c 583 d.C.); por Alcuino, durante el reinado de Carlomagno (s VIII); y por Teodolfo (s IX). B. Versiones sirí­acas del NT. 1. Diatessaron. La traducción del NT al sitio apareció como fusionando los 4 Evangelios en una narración continua de la vida y las enseñanzas de Jesús. Taciano, un oriental talentoso y de poderosa personalidad, produjo esta versión c 170 d.C.; habí­a estudiado a los pies de Justino Mártir, en Roma. Con el tiempo, el Evangelio de los separados desplazó por completo su obra (véase más abajo), al punto que sobrevivió sólo en traducciones, como por ejemplo en 2 manuscritos árabes (uno de los cuales está en la Biblioteca del Vaticano), un comentario armenio acerca de él escrito por Efrem, y un fragmento de 14 lí­neas en griego descubierto en Dura Europos en 1933. 2. Antiguos Evangelios en sirí­aco. Aunque pudo haber habido versiones en sitio antiguo de todos o casi todos los libros del NT, sólo los Evangelios han sobrevivido. Esta versión, llamada el Evangelio de los separados (los 4 Evangelios separados), quizá se produjo c 200 d.C. Existe en la actualidad en 2 formas: a. La “Curetoniana”, que consiste en unas 80 hojas de manuscritos del s V d.C., procedentes del monasterio de Santa Marí­a Deipara, del desierto Nitriano de Egipto, y revisadas por el Dr. William Cureton en 1842. b. La “Sinaí­tica”, que es un palimpsesto medio siglo más antiguo que el curetoniano, descubierto en el monasterio de Santa Catalina (en el monte Sinaí­) por la Sra. A. S. Lewis y su hermana, la Sra. A. D. Gibson, en 1892. Estos manuscritos son 2 testimonios muy importantes del texto primitivo de los Evangelios. 3. Peshitta. El NT de la Peshitta (la versión “simple” o “común”) generalmente se le atribuye al obispo Babbula, de Edesa (411-435 d.C.), quien revisó las diferentes copias divergentes de la versión en sirio antiguo, de acuerdo con el texto griego bizantino corriente en sus dí­as. Esta versión, que se usó en la iglesia siria a partir del s V, está representada por unos 250 manuscritos, algunos de los cuales proceden de los ss V y VI d.C. Les faltan 2 P., 2 y 3 Jn., Jud. y Ap. 4. Filoxeniana y Heracleana. Filoxenio, obispo de Mabug, revisó la Peshitta en el 508 d.C., y la suya, a su vez, fue vuelta a revisar por Tomás de Heraclea en el 616 sobre la base de manuscritos griegos procedentes de Alejandrí­a. Mientras la versión flloxeniana es libre y con abundancia de expresiones idiomáticas, la heracleana es sumamente literal. 5. Sirí­aca palestinense. Existe una versión siria que se conoce sólo en forma fragmentaria, mayormente gracias a ciertos leccionarios, cuyo idioma está í­ntimamente relacionado con el arameo occidental o judí­o, el idioma que, según se cree, habló Jesús. Quizá se hizo en Antioquí­a en el s VI d.C., o tal vez antes. C. Versiones copias del NT. De unas 5 versiones coptas que se conocen, las más importantes son la sahí­dica y la bohaí­rica. 1. Sahí­dica. Esta versión es la más antigua y se usaba en el Alto Egipto (en el sur). Antiguamente 1198 se la conocí­a como tebaica, en alusión a la ciudad de Tebas. Sólo existen fragmentos de ella, pero en suficiente cantidad como para reproducir la mayor parte del NT. Los manuscritos más antiguos de esta versión provienen del s IV d.C. 2. Bohaí­rica. Esta versión era común en el Bajo Egipto (en el norte), y con el tiempo reemplazó a los otros dialectos que se hablaban allí­. Es el copto que se usa hasta el dí­a de hoy en los servicios religiosos, y todo el NT existe en esta versión. Tanto la sahí­dica como la bohaí­rica del NT contienen principalmente un tipo de texto alejandrino, tal como el que se encuentra en el Códice Vaticano. D. Otras versiones orientales del NT. 1. NT armenio. Esta versión, producida en la 1ª parte del s V d.C., es notable por su fidelidad al texto original y por su belleza literaria. Los eruditos todaví­a no se han puesto de acuerdo en si se hizo sobre la base del sirí­aco o del griego, y las antiguas tradiciones armenias también están divididas al respecto. Estudios recientes han convencido a algunos eruditos de que, en lo que concierne a los Evangelios a lo menos, hubo una traducción al armenio anterior a la conocida, y que esa versión se basó en los Evangelios en sirio antiguo. La armenia del NT se considera como un testimonio importante del tipo de texto de Cesarea. El manuscrito más antiguo proviene del 887 d.C. Algunos de los manuscritos mejor iluminados o ilustrados son los armenios. 2. NT georgiano. Esta versión está í­ntimamente relacionada con la armenia y, en efecto, se la ha considerado una traducción de ella. Si tal fuera el caso, sin embargo, la armenia de la cual procederí­a no existirí­a actualmente. La georgiana es otro importante ejemplo del tipo de texto de Cesarea. 3. NT etiópico. Esta quizá se produjo c 600 d.C. La versión corriente del texto se basó en el griego, pero algunos eruditos han descubierto vestigios de una traducción anterior, que se supone se basaba en el sirio antiguo. Los manuscritos de esta versión son tardí­os, y los más antiguos son del s XIII d.C.; la mayorí­a son de los ss XVI y XVIII. Los manuscritos más recientes han experimentado la influencia de alguna traducción árabe. 4. NT gótico. Esta versión se hizo directamente sobre la base del texto griego, del tipo bizantino. c 350 d.C. El traductor fue Ulfilas. Puesto que es casi literal, es valiosa para la recuperación del texto griego original. El más famoso de los manuscritos góticos de los Evangelios es el códice argentino (de plata), de los ss V o VI d.C., hecho en vitela púrpura de Bohemia; actualmente se encuentra en Upsala, Suecia. III. Versiones españolas. A. Versiones antiguas (ss XIII-XIX). 1. Versiones medievales. La mayorí­a de los eruditos está de acuerdo en que existí­an versiones parciales de la Biblia, en español antiguo, antes del Rey Alfonso X, el Sabio. Se las llama “Biblias prealfonsinas”, y la mayorí­a de sus códices se encuentran hoy en la Biblioteca de El Escorial, en España. Pero la llamada Biblia Alfonsina, incluida en la Historia general del mencionado rey, es la la versión de importancia, aunque recurre con demasiada frecuencia a la paráfrasis y no se atiene en todo al texto de la Vulgata, de la cual pretende ser una traducción. Posteriormente a la Biblia Alfonsina los judí­os españoles tradujeron las Escrituras al español para uso de ellos. Entre otras, cabe mencionar la Biblia medieval romanceada judeo-cristiana, de la cual el sacerdote José Llamas publicó en 1950 una edición en Madrid. 2. Verciones judí­as. a. Biblia de Alba. Fue traducida entre el 1422 y el 1433 por el rabino Moisés Arragel, por encargo del maestre de Calatrava, don Luis de Guzmán, que le pidió no solamente que tradujera el AT sino que además le añadiera un comentario bí­blico. El libro que resultó tiene 515 páginas y 290 miniaturas en colores. Los comentarios se encuentran en los márgenes, en letra muy pequeña. Con el tiempo pasó a ser propiedad del duque de Alba, y por eso se la conoce con ese nombre. Los eruditos la tienen en alta estima y la consideran superior a todas las versiones anteriores. Nunca se imprimió; siempre fue manuscrita. b. Biblia de Ferrara. La 1ª Biblia española que se imprimió. Su nombre se debe a que en esa ciudad de Italia 2 judí­os portugueses, Duarte Pinel (Yom Tov Athí­as) y Jerónimo Vargas (Abrabam Usque), publicaron (en marzo de 1553) 2 versiones de esta Biblia. La 1a, llamada “De los judí­os”, fue dedicada a doña Gracia Mendes de Nas, una famosa banquera del s XVI; la 2ª; al duque de Ferrara para uso de los cristianos. Esta Biblia es un ejemplo de traducción literal. Conviene aclarar que su español es ladino (sefaradí­ o sefaradí­); o sea, judeo-español. 3. Primera versión evangélica: La “Biblia del Oso”. Lleva este nombre porque su 1a edición -hecha en Basilea, Suiza, en 1569- tení­a en la tapa la ilustración de un oso erguido sobre sus patas traseras, apoyado en el tronco de un árbol, tratando de comer la miel de un panal que se hallaba en la parte superior 1199 del árbol; se supone que así­ se querí­a ilustrar la dulzura del mensaje de la Palabra de Dios. Tiene el mérito de ser la 1ª traducción í­ntegra de la Biblia al español que se haya impreso y haya circulado. Su traducción fue la obra monumental de un erudito y reformador español, Casiodoro de Reina, que para su trabajo se basó en los textos originales y consultó las versiones latinas, griegas, inglesas y alemanas. Esta Biblia fue revisada en 1602 por un ilustre reformador español, Cipriano de Valera, quien publicó su trabajo en Amsterdam, Holanda, ese mismo año. Hay quienes creen que éste produjo una nueva versión de la Biblia, pero eso no se ajusta a la realidad; sólo se limitó a revisar y corregir la de su compatriota, y a ubicar los deuterocanónicos al final del AT. Tiene el gran mérito de estar escrita en un lenguaje excelente y de ser muy fiel a los idiomas originales. Es la Biblia del pueblo evangélico de los paí­ses de América Latina y de España. 4. Primeras versiones católico romanas. a. De Scí­o de San Miguel. Es una traducción de la Vulgata Latina, y fue hecha más de 200 años después de la aparición de la Biblia del Oso. Se la imprimió entre 1791 y 1793. Es la obra del eminente prelado y humanista Felipe Scí­o de San Miguel, que la llevó a cabo por encargo del rey Carlos III de España. Es evidente que para cumplir su tarea no se limitó a consultar la Vulgata, sino que también recurrió a la traducción de Reina y muy especialmente la de Ferrara. Se la considera una versión de segunda mano, puesto que es la traducción de una traducción. Su 1ª edición llevaba el texto latino junto al español, y contení­a numerosas notas explicativas que trasuntaban mucha erudición, y que son de gran interés, incluso para los estudiosos actuales. También contení­a paráfrasis de los principales libros de la Biblia. Fue sumamente popular durante la 1a parte del s XIX; incluso, las sociedades bí­blicas evangélicas la imprimieron, previa eliminación de las notas explicativas. Cayó en desuso durante la 2ª mitad del s XX, y no se la volvió a reimprimir. b. De Petisco o Torres Amat. La versión de Torres Amat, o de Petisco, llegó a ser la más popular entre los católicos de lengua española, y entre muchos evangélicos, a partir de mediados del siglo pasado, cuando reemplazó a la de Scí­o de San Miguel. Es, al parecer, la obra del obispo y polí­grafo don Félix de Torres Amat, que la habrí­a hecho por encargo del rey Fernando VII de España. Pero algunos eruditos afirman que aquél se limitó a revisar la traducción inédita de un jesuita llamado José Miguel Petisco (1724 -1 800). Por eso, algunos editores la llaman versión de Petisco; otros, de Torres Amat; y un 3er grupo, de Petisco y Torres Amat. Otros eruditos salen en defensa del obispo y sostienen que sólo consultó la Petisco, pero que no la revisó y, por tanto, su traducción se basarí­a en la Vulgata. Su versión es menos literal que la de Scí­o de San Miguel, y en ella abundan las paráfrasis, añadidas con la intención de que el lector entienda mejor el texto bí­blico, adiciones que se pueden detectar fácilmente porque aparecen en cursiva. Por esa razón, ha sido muy criticada tanto por católicos como por protestantes. Como toda edición católica, la versión de Torres Amat cuenta con numerosas notas explicativas e interpretativas, cuya lectura le permite deducir al lector estudioso que el traductor tuvo ante sí­ los textos hebreo y griego y otras versiones modernas, aun cuando trata de mantenerse fiel al texto latino. En 1947 el sacerdote Juan Straubinger, un alemán que a la sazón era profesor de Sagrada Escritura del Seminario Mayor “San José” de La Plata, Buenos Aires, Argentina, revisó í­ntegramente esta versión, suprimiendo las paráfrasis y las explicaciones en cursiva, con lo que pasó a ser más fiel al texto original latino. Se la puede conseguir en las librerí­as especializadas, pero suele ser de alto costo. Ha perdido mucho de su popularidad anterior, porque han aparecido otras versiones católicas de primera mano, es decir, traducidas directamente de los textos hebreos, arameos y griegos originales; pero la edición de Straubinger no ha desaparecido de los estantes de las librerí­as, y todaví­a se la puede consultar. 5.Versiones de la América hispana. a. De Galván Rivera. En fecha muy cercana a la publicación de la Biblia de Torres Amat en España, se publicó en México una versión española. Su traductor fue don Mariano Galván Rivera, y se imprimió en 25 tomos entre 1831 y 1833. Se hizo sobre la base de una traducción muy popular en Francia, llamada La Bible dzAvignon; también se la llamaba La Bible de lzAbbé de Vence, Contení­a notas y comentarios, en especial las del teólogo francés Augustin Calmet. Esta versión virtualmente desapareció, aunque los que la conocieron dicen que tení­a sus méritos innegables. b. Versión Moderna de Pratt. En 1893 la Sociedad Bí­blica Americana, evangélica, publicó y difundió por la vez la Versión Moderna del Dr. Henry B. Pratt, un norteamericano enamorado de las letras españolas y profundo creyente en la necesidad de difundir las Escrituras en los paí­ses que hablan este idioma. Basó su trabajo en los textos originales 1200 -hebreo, arameo y griego-, y cotejó cuidadosamente su traducción con las versiones de Reina, Scí­o de San Miguel y Torres Amat. Asimismo la comparó con la inglesa denominada King James o del rey Jacobo (KJV), conocida también como Versión Autorizada. Los entendidos no trepidan en señalar las virtudes de esta traducción, que por alguna razón no pudo desplazar el amor que evangélicos y protestantes de lengua española le profesan a la RVR. En 1929 se dejó de imprimir, y en la actualidad es muy difí­cil de encontrarla. B. Versiones españolas producidas en el s XX. Hasta 1940 el panorama de las versiones españolas se encontraba dominado por 3 traducciones: 1. La Reina-Valera (RV 1909). 2. La de Torres Amat. 3. La Moderna de Pratt. A partir de 1943, cuando el papa Pí­o XII proclamó su encí­clica Divino afflante Spiritu para animar a los especialistas católicos a que produjeran nuevas versiones católicas de la Biblia -no ya basadas en la Vulgata Latina, sino en las lenguas originales-, se produjo un revuelo inmediato, especialmente en España y la Argentina. A partir de 1944 comenzaron a aparecer diversas versiones españolas, especialmente católicas. Las siguieron en número las evangélicas y judí­as, en 2º y 3er, lugar respectivamente, porque la RV de 1909 que a partir de 1960 fue la RVR–, sigue teniendo para los evangélicos y protestantes una autoridad y una preferencia incontestables, y porque las versiones judí­as están dirigidas a un público más bien reducido. Las nuevas versiones católicas se hicieron sobre la base de las lenguas originales, y aunque la Vulgata sigue siendo la versión oficial de la Iglesia Católica, sólo se la usó como referencia. Conviene destacar que estas nuevas traducciones católicas han tenido excelente aceptación, incluso entre los evangélicos. 1. Versiones católicas generales. a. Nácar Colunga. En 1944, la Biblioteca de Autores Cristianos, de la Editorial Católica de Madrid, publicó la 1ª versión católica directa de la Biblia. La traducción del AT estuvo a cargo del hebraí­sta de Salamanca, sacerdote Eloí­no Nácar, y la del NT se le encomendó al profesor de Sagrada Escritura, también de Salamanca, sacerdote Alberto Colunga. Ha tenido un éxito notable. Hasta 1983 se habí­an hecho 43 ediciones, y los ejemplares vendidos en todos los paí­ses de habla española superaban el millón. Ha sido objeto de varias revisiones, la última de las cuales estuvo a cargo del sacerdote Maximiliano Garcí­a Cordero. Como toda Biblia católica, está acompañada de numerosas notas explicativas. Los entendidos en general concuerdan en que se trata de una excelente traducción, y destacan su fidelidad a los idiomas originales. b. Bover-Cantera. Gracias al éxito alcanzado por la versión Nácar-Colunga, la Editorial Católica se animó a imprimir una nueva traducción de la Biblia al español, esta vez a cargo del sacerdote jesuita José Marí­a Bover, y de don Francisco Cantera Burgos. Bover, ya fallecido, era un notable helenista y fue el responsable de fijar el texto griego del NT y de su traducción. Don Francisco Cantera Burgos, posiblemente uno de los hebraí­stas más notables del mundo de habla española, tuvo a su cargo la traducción del AT. Esta versión apareció por 1ª vez en Madrid en 1947. A diferencia de la traducción anterior, es una obra crí­tica, destinada a los estudiosos de las Escrituras, lo que explica las pocas ediciones que se hicieron de ella. Actualmente está agotada. Cantera contó con la colaboración de Félix Puzo y especialmente de Fernando del Valle. Este último tiene el gran mérito de haber puesto en verso una buena parte del AT, caracterí­stica única de las versiones modernas en español. Según los crí­ticos, esta versión sigue siendo insuperable. c. Juan Straubinger. En un párrafo anterior se hizo referencia al sacerdote alemán radicado en Argentina, Juan Straubinger (1883-1959), como el autor de una magní­fica revisión de la versión de Torres Amat. Pero en realidad la obra por la cual se lo recuerda es su notable traducción de la Biblia al español a partir de las lenguas originales, hecha entre 1948 y 1951. Además, fue doctor honoris causa de la Universidad de Münster, Alemania; profesor de Sagrada Escritura, como ya se dijo, del Seminario Mayor “San José” de La Plata, Buenos Aires, Argentina; y fundador de la Revista Bí­blica. La 1ª edición de esta versión, realizada por la editorial. Desclée de Brouwer, de Buenos Aires, apareció en torno de 1951 en 4 tomos, en rústica. Más tarde, la Catholic Press, de Chicago, lanzó una nueva edición; por eso se la conoce también como Biblia de Chicago. La Editorial Antabe, de Barcelona, publicó esta versión en 2 tomos, pero por razones desconocidas omitió el nombre del autor de la traducción y añadió equivocadamente que se trataba de una “versión directa de los textos primitivos y de la traducción de la Vulgata Latina al español”. Como toda versión católica de las Escrituras, la Biblia de Straubinger también lleva notas. Las que corresponden a los libros proféticos de Dn. y Ap. son notables porque se acercan 1201 muchí­simo a la interpretación historicista de esos libros. Ha salido de circulación y cuesta encontrarla. d. Sagrada Escritura. La Biblioteca de Autores Cristianos de la Editorial Católica de Madrid publicó, entre 1960 y 1974, una versión en 9 tomos de toda la Biblia a cargo de escrituristas de la Compañí­a de Jesús. Seis tomos corresponden al AT, los otros 3 al NT. Esta es la única versión de la Biblia en español que cuenta con numerosos comentarios eruditos, y con una amplia y completa introducción para cada libro. Su lenguaje no es fácil de entender para el lector común, pero cabe destacar su fidelidad a las lenguas originales. 2. Versiones “pastorales” . Son por lo menos 5 versiones producidas y distribuidas por la Iglesia Católica con el fin de difundir las Escrituras entre sus fieles. a. De Nieto o de Ediciones Paulinas. Un equipo de 15 especialistas preparó en 1961 la traducción de la Biblia al español hecha por un grupo de eruditos. La dirección de este equipo la ejerció el Dr. Evaristo Martí­n Nieto, de la Casa de la Biblia de Madrid. Las Ediciones Paulinas se encargaron de su impresión y difusión; de allí­ el nombre de esta versión. Es una traducción hecha sobre la base de las lenguas originales. El Dr. Nieto ha expresado el deseo de que esta versión de la Biblia se convierta con el tiempo en la nueva Vulgata de los paí­ses de habla hispana. Se han hecho ediciones adaptadas al español de Hispanoamérica. En 1988 un equipo de expertos, bajo la dirección de don Juan Antonio Carrera Páramo, la revisó cuidadosamente, con la intención de darle un lenguaje más religioso y menos erudito. Se la puede conseguir con facilidad en las librerí­as religiosas. b. Biblia de Ausejo o de Editorial Herder. La Casa Editora Herder de Barcelona, España, publicó en 1976 una nueva traducción de la Biblia realizada por un grupo de especialistas bajo la dirección del monje franciscano Serafí­n de Ausejo. Un rasgo muy interesante de esta versión es que el equipo de traductores estuvo constituido por católicos y evangélicos, no obstante lo cual no es lo que se podrí­a llamar una traducción ecuménica, porque los evangélicos sólo se comprometieron a tí­tulo personal, y no trabajaron en nombre de las confesiones religiosas que representaban. Los originales hebreos, arameos y griegos a que recurrieron, a diferencia de lo que sucedió con otras versiones católicas, son los que han sido generalmente aceptados por los evangélicos. Esta Biblia sirvió de base para producir una nueva versión a otro idioma latino: el portugués, tal como se lo habla y se lo escribe en Brasil. Existe una versión abreviada del AT. c. Biblia Regina. En 1966 la Editorial Regina de Barcelona, España, produjo una versión española de toda la Biblia como resultado de las labores de 4 escrituristas claretianos (Hijos del Corazón de Marí­a). Los directores del equipo fueron el sacerdote Pedro Franquesa para el AT, y el sacerdote José Marí­a Solé para el NT. Los traductores, al llevar a cabo su tarea, tuvieron presente los cí­rculos de estudio de la Biblia y los cursos bí­blicos. Por tanto, se trata de una versión eminentemente pastoral. Su fidelidad a los idiomas originales es sorprendente, en especial en lo que se refiere al AT. Tiene la particularidad de que los nombres propios hebreos aparecen transliterados. d. Biblia de Jerusalén (BJ). Sin duda alguna, una de las versiones más famosas de la actualidad, no sólo en los cí­rculos católicos, sino también en los evangélicos y protestantes ya que casi no existe librerí­a que no la ofrezca. Es una traducción directa de las lenguas originales, hecha por un grupo de 10 escrituristas de la sección española de la Escuela Bí­blica de Jerusalén, bajo la dirección de José íngel Ubieta. La 1a edición de esta obra estuvo a cargo de la editora Desclée de Brouwer, de Bilbao, España, que la lanzó al público en 1976. Es evidente que los traductores siempre tuvieron muy cerca la igualmente famosa versión francesa conocida como la Bible de Jérusalem. Por eso hay quienes creen que es una versión, no de las lenguas originales, sino del francés. Sus editores se apresuran a negarlo, y afirman que la traducción se reduce a las notas, pero es innegable que el parecido y las afinidades son notables. Ha desplazado en gran medida a la versión Nácar-Colunga. Su español resulta un poco extraño para el lector hispanoamericano. e. El Libro del Pueblo de Dios (LPD). La Biblia. Dos sacerdotes argentinos, Armando J. Levoratti y Alfredo Trusso, publicaron en 1981 esta versión mediante las Ediciones Paulinas de Buenos Aires. El propósito de este trabajo fue producir una traducción de las Escrituras en el español que hablamos hoy. Se comenzó a imprimir y a difundir parcialmente en la Argentina desde 1964. Sólo cuando la obra estuvo terminada apareció en un tomo. La introducción la define como “una nueva versión argentina de la Biblia”. Es una traducción hecha a partir de las lenguas originales, pero los traductores consultaron en su tarea las versiones que se han publicado más recientemente, tanto en español como en otros 1202 idiomas. Como toda Biblia de edición católica, cuenta con notas, pero, a diferencia de otras, éstas son muy breves. El orden de los libros es el de las Biblias hebreas. 3. Versiones crí­ticas: a. Biblia de Jerusalén (véase 2.d). b. Cantera-Iglesias. Esta versión, como su nombre lo indica, es de í­ndole cientí­fica; es una Biblia para el estudio crí­tico. Ni sus traductores -Francisco Cantera Burgos para el AT, y Manuel Iglesias González para el NT- ni su impresora original -la Editorial Católica de Madrid- tuvieron la intención de que se difundiera entre el gran público de habla española. Según sus traductores, su texto fue revisado a fondo sobre la base de las Biblias hebreas publicadas recientemente, y se lo cotejó con sumo cuidado con las ediciones crí­ticas más importantes. Colaboraron en la traducción otros escrituristas, como también en la redacción de las numerosas notas de carácter lingüí­stico que contiene. Hay abundancia de vocablos hebreos transliterados y convenientemente explicados. Cuenta, además, con un extenso prólogo explicativo, seguido de varios estudios de autores israelitas y europeos sobre literatura, arqueologí­a, historia y teologí­a. También ofrece una vasta bibliografí­a especializada, con cronologí­as, fuentes y una lista de los términos hebreos más usados. Es una versión indispensable para los estudiosos de las Escrituras. 4. Versiones “populares”. Se da esta denominación a algunas versiones españolas de la Biblia, patrocinadas por la Iglesia Católica, escritas en un lenguaje al alcance del lector promedio; es decir, en un idioma que sea popular sin ser vulgar. a. La Biblia. La Casa de la Biblia, de Madrid, publicó en 1966 una versión popular de la Biblia que se basó en la traducción efectuada por el equipo Hispanoamericano de dicha Casa, bajo la dirección de Evaristo M. Nieto. La intención de los traductores fue emplear un lenguaje apropiado al gusto y a la cultura del hombre promedio, en un estilo popular, llano y sencillo. Por ejemplo, el sistema de pesas y medidas que aparece en la Biblia fue transcripto al sistema métrico decimal actual. También se actualizó el sistema de cómputo de tiempo de la Biblia y se lo compatibilizó con el sistema moderno. La Casa Editora Readerzs Digest publicó una edición monumental de ella, por lo que tuvo una vasta difusión. b. Biblia Latinoamericana. En 1972 Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault, 2 sacerdotes chilenos, realizaron una traducción de la Biblia completa destinada a las comunidades cristianas de América Latina. La publicaron simultáneamente las editoriales Paulinas y Verbo Divino, ambas de España. La labor de publicar una versión de la Biblia en el idioma actual, de todos los dí­as, ya lo habí­an emprendido previamente los evangélico-protestantes, con mucho éxito, con su versión Dios habla hoy (DHH). No obstante la nueva versión católica también logró vasta difusión. La intención evidente de los traductores fue expresar en un español que pudiera comprender todo el mundo, hasta los giros más difí­ciles que se encuentran en los idiomas originales de las Escrituras. Esta versión está adaptada, además, al español de América Latina. Así­, por ejemplo, el “vosotros sois” de los españoles, es el “ustedes son” de los hispanoamericanos. Evidentemente, es una versión pastoral. 5. Otras versiones católicas en español. a. Nueva Biblia Española (NBE). Los traductores de esta versión católica son el profesor y lingüista Luis Alonso Sch`kel, del Instituto Bí­blico de Roma, y el profesor Juan Mateos, del Instituto Oriental de Roma, con ellos colaboraron varios más. La publicó por la vez en 1975 la Editorial Cristiandad, de Madrid. Sus traductores la llaman “nueva” porque en ella se aplicó por 1ª vez en una traducción de difusión bí­blica, pero no estrictamente popular, el sistema dinámico de traducción: traducir imágenes, ideas y conceptos, y no meramente palabras o frases. El resultado fue una Biblia de contenido muy claro y de fácil lectura. Los editores han publicado también una edición destinada a América Latina, con las adaptaciones lingüí­sticas que esto exige. Una edición totalmente revisada fue editada en 1993 pero con otro nombre: Biblia del peregrino. b. Versión del Pontificio Instituto Bí­blico. Los traductores de esta versión fueron los sacerdotes Félix Puzo, E. Bosch, C. Brates y A. Giménez, sobre la base de la obra realizada por el escriturista Antonio Vaccari, en italiano, de acuerdo con las lenguas originales. La publicó por la vez entre 1962 y 1963 una editorial de Barcelona, España, con el tí­tulo de Sagrada Biblia y con el patrocinio del Instituto Bí­blico de Roma. Según algunos especialistas, no implica ningún progreso en el campo de las versiones españolas de la Biblia. c. Cantera-Pabón. Los autores de esta traducción católica de la Biblia al español son el hebraí­sta Cantera Burgos para el AT, y el profesor de la Universidad de Madrid, José M. Pabón, para el NT; además contaron con la colaboración de otros 6 escrituristas. Fue publicada por 1ª vez en 1962 por la Editorial Planeta de Barcelona, España, y fue reeditada en 1988. Es una edición muy lujosa, en un solo 1203 tomo. La obra va precedida de un prólogo, y contiene varios estudios e í­ndices. 6. Versiones evangélicas modernas. a. Biblia de las Américas. En ninguna de las ediciones de esta la versión evangélica del s XX de la Biblia, hasta donde se sepa, se publicó la lista de los nombres de sus traductores. Todo lo que dicen es que la edición “es el producto de la intensa labor y dedicación de un considerable número de eruditos de distintas denominaciones cristianas, en representación de varios paí­ses de Hispanoamérica, de España y de los Estados Unidos”. Vio la luz en Los Angeles, California, Estados Unidos, en 1896. La publicó la Casa Editora Lockman, de la Fundación Bí­blica. Algún erudito, aparentemente no muy amigo de esta versión, sostiene que no serí­a una traducción de los idiomas originales, sino de la Revised Standard Version (RSV). Es muy posible que ésta haya ejercido cierta influencia sobre los encargados de llevar adelante la tarea. Los textos hebreos utilizados fueron las Biblias hebreas de Kittel y Stuttgart, Alemania. Los traductores abandonaron el “Jehová” de la RV 1909, y lo reemplazaron por “Señor” y “Yahvé”. b. Versión popular Dios habla hoy (DHH). La 1ª edición de esta versión comprendí­a sólo el NT, y vio la luz en 1966, bajo el patrocinio de las Sociedades Bí­blicas Unidas, con el nombre de Dios llega al hombre. Fue el producto de la dedicación y el esfuerzo de la Comisión de Traducciones de dichas sociedades, compuesta por eruditos, hebraí­stas y helenistas procedentes de diversas confesiones evangélicas y de muchos paí­ses de América Latina y España. En 1979 esta edición se amplió para abarcar también el AT, y se publicó con el nombre de Versión popular Dios habla hoy. Se hicieron 2 versiones: una para los evangélicos y otra para los católicos. Esta última contiene los libros deuterocanónicos, y vio la luz con el patrocinio del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). Es la 1ª vez, por lo menos en los últimos tiempos, que las Sociedades Bí­blicas Unidas publican los deuterocanónicos en una de sus ediciones. La versión, que procura ser fiel a los idiomas originales, aplica, sin embargo, el concepto de traducción dinámica. El español de esta versión sin duda no satisfará plenamente el gusto de un literato o de una persona de cierto nivel cultural, pero hace accesible el texto de la Escritura al hombre y a la mujer del común del pueblo de la América española; no es literario, pero tampoco es vulgar. Se ha procurado alcanzar al promedio de los lectores de habla española de América Latina. c. Revisiones de la Reina-Valera (RV). Con la intención de eliminar arcaí­smos, hebraí­smos y helenismos, y para modernizar su lenguaje y hacerlo más accesible al lector común, esta traducción ha experimentado varias revisiones: fueron las de los años 1860, 1909 y 1960. Por las razones apuntadas anteriormente, se la llama Versión Reina-Valera Revisada y este Diccionario lo abrevia con la sigla RVR. A lo largo de los años diversas editoriales han intentado publicar otras revisiones de la clásica versión RV, principalmente las Sociedades Bí­blicas Unidas (Nueva York), la Editorial CLIE (España; revisión 1977), la Casa Bautista de Publicaciones (Reina-Valera Actualizada [RVA], revisión 1989) y la Sociedad Bí­blica Emanuel (Nueva Reina-Valera, revisión 1990). Algunos teólogos y eruditos han criticado estos intentos, y han adelantado la idea de que serí­a mejor producir una nueva versión, la cual conservara la fidelidad a los originales de la RVR y la RVA, pero que estuviese escrita en un español más actual. 7. Versiones judí­as contemporáneas. Como ya se dijo, las primeras traducciones del AT al español fueron fruto de la labor de sabios judí­os, quienes produjeron la Biblia de Alba y la de Ferrara. Siendo que la versión de Ferrara era en ladino, y que con el correr del tiempo los judí­os sefarditas dejaron de hablar el ladino para adoptar las lenguas oficiales de los paí­ses a los cuales se habí­an trasladado, estas versiones antiguas perdieron su vigencia. Por otra parte, la gran afluencia de judí­os a la América hispana creó la necesidad de producir versiones del AT en beneficio de estas comunidades. Así­ surgieron 3 versiones judí­as modernas, ya no traducidas al ladino sino al español de hoy. a. Primera traducción. Es una versión en 4 tomos -fruto de las labores de Abraham Rosenblum, Enrique Zadoff y Moisés Katznelson- que publicó en 1971 la Editorial Yehuda de Buenos Aires. Su tí­tulo es sencillamente La Biblia. Los 2 primeros tomos contienen el Pentateuco (la Torá). Está en estilo hebreo, es decir, se lee de atrás hacia adelante; se comienza con lo que en un libro común serí­a la última página. Incluye la versión hebrea. b. Segunda traducción. También se llama La Biblia. La publicó la Editorial Sigal de Buenos Aires, en un solo tomo, y es obra de León Dujovne y los hermanos Manasés y Moisés Konstantynowsky. Se ha reimpreso varias veces, la última en 1982. Contiene la transliteración fonética de los nombres hebreos, de modo que el lector puede tener una idea bastante aproximada de cómo se pronunciaban 1204 esos nombres. c. Tercera traducción. Se debe a uno de los traductores mencionados más arriba, Moisés Katznelson. La publicó en Israel la Editorial El írbol de Vida/Yehuda, de Tel Aviv. Salió a la luz en 1986. Es la versión judí­a más reciente del AT. 8. Versiones parafrásicas. Se llama así­ a las que no se limitan a traducir el texto de la Biblia sino que le incorporan diversas explicaciones e interpretaciones. Las paráfrasis más famosas de la Biblia son los llamados “targumim” o tárgumes: traducciones y explicaciones de la Biblia en arameo para uso de los judí­os que, durante el exilio babilónico, se olvidaron del hebreo y adoptaron el arameo como lengua vernácula. a. La paráfrasis de la Biblia en español fue la de don Alfonso X, el Sabio. También la versión de Scí­o de San Miguel contiene diversas paráfrasis, entre las que se destaca la de Salmos, que, a decir de los entendidos, es extraodinaria. b. La Biblia al dí­a. En 1975 la Editorial UNILIT de Miami, Estados Unidos, publicó una excelente paráfrasis española, de inspiración evangélica, con el tí­tulo de “La Biblia al dí­a”. Contiene toda la Biblia en un solo tomo y su lectura es muy fácil y comprensible. 9. Versión del Nuevo Mundo. Este es el nombre que le han dado los Testigos de Jehová a su versión de la Biblia, originada por la razón de que, según ellos, todas las otras, en todos los idiomas, están viciadas por fallas de traducción cometidas consciente o inconcientemente; esta versión serí­a la única que expresarí­a correctamente el contenido de las Escrituras en las lenguas originales. Una frase que usan con frecuencia es: “La Biblia es la Palabra de Dios siempre y cuando esté bien traducida”; y la suya es la única, según su criterio. Sin embargo, esta versión no es una traducción directa de las lenguas originales, sino del inglés, aunque los editores afirman que se la cotejó cuidadosamente con los originales hebreo y griego. Esta versión ha levantado una considerable controversia entre los estudiosos de la Biblia, tanto católicos como evangélicos y protestantes, algunos de los cuales la consideran fraudulenta y hasta herética. Llama la atención su bajo costo, que se explica porque los miembros de la organización subvencionan su difusión. La 1ª edición es del año 1970, y la última, de 1985. La impresión y difusión ha estado a cargo de la Watchtower Bible and Tract Society (Sociedad de Publicaciones de la Torre del Vigí­a), de Nueva York, Estados Unidos. Su difusión corre por cuenta de los miembros de la organización, que despliegan gran celo en ello. Bib.: Cambridge History of the Bible [Historia de la Biblia Cambridge], 3 ts (Cambridge, 1963, 1969, 1970); [Frederic Kenyon, Our Bible and the Ancient Manuscripts [Nuestra Biblia y los manuscritos antiguos] (Ed. rev. por Adams, Nueva York, 1958); Ralph W. Klein, Textual Criticism of the Old Testament [Crí­tica del texto del AT ] (Nueva York,1974); Bruce M. Metzger, The Text and the New Testament [El texto y el NT ] (Londres,19682); Bleddyn J. Roberts, The Old Testament Text and Versions [El texto del AT y sus versiones] (Cardiff, 1951); Ernst Würthwein, The Text of the Old Testament [El texto del AT] (Nueva York, 1975); H. Wheeler Robinson, ed., The Bible in the Ancient and English Versions [La Biblia en las versiones antiguas e inglesas] (Ed. rev., Londres, 1954); Otto Carrasquero Martí­nez, “Las versiones españolas de la Biblia”, Revista Bí­blica (Buenos Aires, Año 53 – Nueva época 41/42) 1991:1-2, pp 35-94. Vestí­bulo. Traducción del: 1. Heb. zûlám (1Ch 28:11, BJ; 2Ch 3:4, BJ; Eze 8:16, BJ). La RVR lo traduce sistemáticamente por “pórtico”, excepto en Eze 44:3 El término describe las estructuras que formaban parte del templo y de un palacio de Salomón. Quizás eran recintos que tení­an 3 lados cerrados, abiertos en el frente y con pilares que soportaban el techo. 2. Heb. misderônâh (Jdg 3:23). 3. Heb. zêlamôth (Eze 40:16, 22, BJ). 4. Heb. zayil (Eze 40:37, 38, BJ). Estos 3 últimos vocablos son de significado incierto. Vestido. Véase Vestimenta. Vestimenta. Conjunto de prendas de vestir de alguien. Es traducción del: 1. Heb. beged, “capa”, “manto”, “prenda de vestir”, “vestimenta”, “vestidura”, “abrigo” (2Ki 22:14; 2Cr. 34:22). 2. Heb. meltâjâh, “vestuario”, “vestidura” (2Ki 10:22; Jer 38: 11, BJ). 3. Gr. malakós (Mat 11:8). 4. Gr. malakóis himatí­ois (Luk 7:25). Los vocablos del NT hacen referencia a prendas de vestir llevadas por los remilgados y ricos, en contraste con las vestimentas ordinarias llevadas por los pobres. Para los estilos nacionales de vestimenta véanse las siguientes ilustraciones: amorita (cubierta interior en colores), árabe (figs 30, 31), asiria (figs 11, 41, 48, 126, 193, 241, 274, 522), babilo nica (fig 353), cananita (figs 108, 109), egipcia (figs 40, 65, 109, 151, 409, 518 y cubierta interior en colores), hitita (figs 69, 262), israelita (figs 49, 241, 269, 274, 320), de Media (fig 348), persa (figs 51, 348), filistea 1205 (fig 223), romana (fig 54) y siria (fig 475). Para el vestuario mencionado en la Biblia, véase Ropa. Ví­bora. Véase Serpiente. Ví­ctima. Véase Sacrificios y Ofrendas.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico