Jesús habló frecuentemente del Espíritu Santo a lo largo de su ministerio. En Juan 14:16-17, Jesús prometió a sus discípulos que el Padre les enviaría otro Consolador, que estaría con ellos para siempre y que sería el Espíritu de verdad. También les dijo que el Espíritu Santo los guiaría en toda verdad y que les recordaría todo lo que Jesús les había enseñado.
En Juan 16:7-15, Jesús explicó que era necesario que Él se fuera para que el Espíritu Santo viniera a ellos. Les dijo que el Espíritu Santo los convencería del pecado, de la justicia y del juicio, y que les guiaría a toda verdad. Además, les dijo que el Espíritu Santo les revelaría cosas futuras y les glorificaría a Él.
En Lucas 4:18, Jesús declaró que el Espíritu del Señor estaba sobre Él y que lo había ungido para predicar el evangelio a los pobres, para sanar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y para dar vista a los ciegos. Este pasaje muestra que el Espíritu Santo era el que empoderaba a Jesús para realizar su ministerio terrenal.
En resumen, Jesús enseñó que el Espíritu Santo era una persona divina que guiaría a sus discípulos en toda verdad, los recordaría sus enseñanzas, les revelaría cosas futuras, los empoderaría para el ministerio y les consolaría.