La lucha por el dominio propio

“Esta será la última.” “Una vez más no le hará daño a nadie.” “Solo necesito un poco más…” Frases como estas pueden encontrarse en medio de cosas sencillas como ese pedazo extra de pastel que no me debería comer, esa hora más de TV o esa alarma que dice que debemos levantarnos. También pueden ser parte de cosas con mayores consecuencias como compras compulsivas o inmoralidad sexual.

Una concesión tras otra. Otro deseo más de nuestra carne al que no logramos decir no. La falta de dominio propio es un pecado del que todas padecemos de alguna manera y no le prestamos la atención que deberíamos.

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La Biblia nos enseña que si estamos en Cristo somos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17) pero el haber sido hechas nuevas no quita todavía la realidad del veneno del pecado en nosotras. El pecado sigue presente y los deseos de nuestra carne se levantan y se oponen a los deseos del Espíritu (Gálatas 5:17). El mismo apóstol Pablo nos deja ver esta lucha al decir que el bien que quiere hacer no lo hace y el mal que no quiere es lo que termina haciendo (Romanos 7:15). La lucha es real, pero es una lucha con esperanza.

La Biblia, yo y el dominio propio

El dominio propio es completamente necesario para una vida que agrada al Señor.

La Biblia nos enseña que el dominio propio es la manera en la que debemos conducirnos (2 Timoteo 1:7; Tito 2:12 ; 1 Pedro 4:7; 2 Pedro 1:6) y es parte del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23).También nos dice que aquel que no domina su espíritu es como una ciudad invadida y sin murallas (Proverbios 25:28), una que está en derrota y a merced de cualquiera que quiera entrar y saquear.

Como creyentes no nos cabe la menor duda de que el dominio propio es algo que Dios quiere, pero en muchas ocasiones no invertimos nuestros esfuerzos en ello.

Quisiéramos el dominio propio:

  •  Como una pastilla, tomarla y ¡listo!, sin ningún tipo de esfuerzo ahí lo tenemos.
  •  Pero nos cuesta decirle no a ese pecado que tanto amamos.
  •  Pero siempre para la próxima ocasión.
  •  Pero estamos esperando que Dios quite nuestros deseos pecaminosos para poder actuar.

Queremos las libras menos sin la dieta, la productividad en medio de la pereza o la pureza sexual sin tener límites.

La realidad es que no funciona de esa manera. Si la Biblia le da tanta importancia al dominio propio nosotras también debiéramos.

Cultivar el dominio propio requiere que entendamos que es un regalo de Dios, producido por Su Espíritu. Lo recibimos de manera activa y no pasiva. No somos la fuente de ese regalo, pero sí quienes deben recibirlo, abrirlo y vivirlo.

De adentro hacia afuera

Aunque el dominio propio requiere acción no se trata solamente de aquello que hacemos o dejamos de hacer, involucra nuestra mente y corazón.

Las simples normas externas no tienen poder contra los apetitos de la carne. (Colosenses 2:23). Si luchas con las compras compulsivas veras frutos de transformación si solo te limitas a cancelar tus tarjetas de crédito sin un entendimiento bíblico de que todas tus ansiedades deben ser llevadas delante de Dios porque tiene cuidado de ti.

Si luchas con la pureza sexual solamente con límites externos (no me malinterpretes, son completamente necesarios) pero tu mente y corazón no han sido impactados con la realidad de la santidad de Dios y Su llamado a la tuya, esos límites no tienen donde apoyarse.

No levantemos una mesa sin patas que las sostenga. Las normas externas necesitan estar sostenidas por la verdad que nos transforma y nos hace libres. El obrar de la gracia de Cristo en nosotros es lo que hace posible que podamos decir no a nuestros deseos contrarios a Dios y sí a una vida digna de Él:

Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente.
Tito 2:11-14

El camino hacia el dominio propio

Cultivar una vida de dominio propio no es algo que ocurrirá de la noche a la mañana. Dios fielmente nos ha provisto de medios de gracia de los que necesitamos en el poder de Su Espíritu:

  • La Palabra

Las Escrituras, son la fuente de nuestra santificación y transformación. Cultivar dominio propio requiere que podamos ir a la Palabra y contemplemos a Cristo para que nuestras vidas puedan ser conformadas a Su imagen (2 Corintios 3:18).

  • La oración

La Biblia nos llama a orar sin cesar y a llevar todas nuestras peticiones delante de Él. Si el dominio propio es un regalo que viene de Dios debemos ir con insistencia al Dador para poder recibirlo. ¡Oremos sin cesar pidiendo dominio propio! (1 Tesalonicenses 5:17).

  • Nuestra mente

El camino hacia el dominio propio involucra el uso de nuestras mentes, el detenernos a meditar y evaluar nuestro caminar en sabiduría. Requiere tener una mente bíblicamente informada y que considere las instrucciones del Señor antes de seguir adelante (Proverbios 4).  Pensar antes de actuar. El sabio considera las consecuencias de sus acciones, mientras que el necio “no piensa en el camino de la vida” (Proverbios 5:6). La sabiduría es recordar lo que el Señor odia y elegir odiar esas cosas (Proverbios 6: 16-19, 8:13). Considera las lecciones del pasado y medita en la buena instrucción que hemos recibido (Proverbios 16:20). El camino hacia el dominio propio requerirá que sospechemos de nuestra propia capacidad para justificar nuestros planes y deseos.

  • La familia de la fe

Si la falta de dominio propio es una lucha constante en nuestras vidas necesitamos apoyarnos de otros que puedan caminar con nosotros y a los que podamos rendir cuentas (Hebreos 3:13).

  • Un plan de acción

Cultivar el dominio propio requiere también que actuemos. La Biblia nos enseña que Dios es quien da la victoria, pero el caballo se prepara para la batalla (Proverbios 21:31).

Cultivar el dominio propio es mucho más que una simple resolución que hacemos en un momento. Es un mover continuo hacia la obediencia. ¿Qué límites? ¿A quiénes rendiremos cuenta? ¿Qué haremos cuando hayamos caído? ¿Qué verdades de la Palabra voy a recordar continuamente en medio de la tentación?

Bajo el control de Cristo, no el nuestro

No podemos perder de vista que nuestras consecutivas derrotas nos enseñan que necesitamos murallas mejores que las nuestras. Debemos buscar mejores fuerzas que las nuestras. La clave del dominio propio no está adentro sino hacia arriba porque el dominio propio no es auto-dependencia.

Nuestro esfuerzo es requerido pero tiene su raíz en la Palabra de Dios y en el poder del Espíritu Santo.

La verdadera fuente de poder para cultivar el dominio propio está en Cristo y no en nosotros.

El dominio propio bíblico no lleva nuestras pasiones a nuestro control sino al control de Cristo en el poder de Su Espíritu. Aprende a decir no, pero no en tus propias fuerzas sino en las de Él. Reconoce tu gran debilidad y corre a Jesús por ayuda con la total certeza de que todo el que se acerque a Él no lo echará fuera (Juan 6:37).

Jesús es la fuente y la imagen perfecta del dominio propio que necesitamos:

Él es el que fue tentado en todo, pero jamás cometió pecado alguno (Hebreos 4:15). Cuando era calumniado nunca se defendió (Lucas 23:9). En cada prueba y tentación aprendió obediencia a través del sufrimiento (Hebreos 5:8) y fue obediente hasta la muerte (Filipenses 2:8).

Corramos a Él. Caminemos con Él. Dependamos de Él. Y que el amor de Cristo nos controle (2 Corintios 5:14).